Translation: Letter
Dear Faith Leader:
Suicide is a silent epidemic in America and around the world. Today in America alone, approximately 100 people will die by self-inflicted violence, leaving family, friends, co-workers and others emotionally devastated.
Of these more than 38,000 deaths annually, a small percentage will involve suicidal-homicidal rage and the murder of a loved one, a spouse and sometimes innocent children.
Worldwide, more than 2,700 people will kill themselves on the day you read this.
According to the World Health Organization, suicide takes more lives than all the current wars combined, and accounts for more than one million lives lost every year.
While the path to suicide is a psychological, emotional and physical one, it is also a spiritual journey. No one dies by suicide except that he or she first becomes utterly devoid of hope. Most suicide attempts are preceded by a desperate search for the meaning of life, an argument in the troubled mind about whether life is worth living at all. Often there is even a quiet prayer to one’s Maker seeking permission to end this precious gift of life itself.
Fatal hopelessness, feeling one is a burden; thwarted belongingness, isolation, and unendurable psychological pain are the engines that drive passive thoughts of death and suicide to suicidal acts. Yes, depression, alcoholism, family problems, personal humiliation, overwhelming stress, chronic poverty, and other well-known risk factors make people vulnerable to acts of self-inflicted violence.
But what powers the final physical act of self-destruction is a sense of despair so overwhelming as to be indescribable to anyone who has not personally experienced it.
What mitigates this terminal despair deep in the soul is the restoration of hope, the belief that one’s suffering will pass, and that life can once again be lived with joy and affirmation. What saves lives from suicide is the promise of a new day, a belief in redemption, and a faith that, one day soon, hope will be restored.
Saving lives is what faith leaders do for a living. Perhaps unknown to you, you are the first line of defense against suicide. For our older, depressed, despairing and medically-ill citizens (where our suicide rates are the highest) you are the default mental health system, and may be the only bastion between despair and self-destruction. More, it is you who face the onslaught of the baby boomers as they leave youth and beauty behind and mature into the challenges of wrinkles, retirement, losses and perhaps late-life depression. Without your help, the trend lines point to thousands upon thousands of preventable deaths by suicide among our oldest citizens in the years to come.
Yet the simplest things may save a life: a caring outreach, a kind word, an invitation to come to worship, a pastoral visit, or simple a phone call from someone who asks, “So, how are you doing?”
It is fellowship in common cause and purposeful living that gives life meaning. When all is dark and seems impossible, it is our duty to others that carries us through. It should not surprise you that research shows that people who are active in their community of faith have lower suicide rates than those without such critical social supports.
Many lives are saved by loving words alone, and sometimes it is enough to say those words directly to those experiencing terminal despair, “You matter to me, and you matter to God.” For millions of people who may choose this dark passage to end suffering, an extended hand from one’s spiritual leader not only assures the sufferer that one’s life remains of great value, but that it can again become the joyful thing the Creator intended. If faith leaders are not the merchants hope, then who is?
The problem for many of us is that suicide is difficult to talk about. Mention the word, and conversations end. But it need not be this way: education, understanding and compassion can save not only the day, but save lives.
Because you are in a position of influence, many suicidal people may turn to you. Therefore, we encourage you to learn about suicide, its common causes, its remedies, and the new promise of suicide prevention spreading across the land. We encourage you to form partnerships with mental health professionals who can, when you identify someone who may be suicidal, assist you in their diagnosis and treatment.
Finally, if you were not aware, the Surgeon General of the United States has published the National Strategy for Suicide Prevention: Goals and Objectives for Action (2012). In this national plan, faith leaders are targeted for suicide prevention education . A complete copy of this document is available by calling-, or can be found at http://www.surgeongeneral.gov/library.
We encourage you to read and explore the National Strategy for Suicide Prevention and its implications for your study and service to God, to your flock, and to your community.
Preventing suicide is too important a job to be left to government. The race, now, is between education and tragedy.
Thank you for caring.
The Staff and Faculty of the QPR Institute
Querido Líder en la Fe:
El Suicidio es una epidemia silenciosa en América y alrededor del mundo. El día de hoy, solo en América, aproximadamente 100 personas morirán por violencia auto-infringida, dejando a familiares, amigos, compañeros de trabajo, entre otros, emocionalmente devastados.
De estas más de 38,000 muertes anuales, un pequeño porcentaje involucrará rabia suicida-homicida y el asesinato de alguien querido, un cónyuge y a veces niños inocentes.
Alrededor del mundo, más de 2,700 personas se quitarán la vida a sí mismas el día que estés leyendo esto.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el suicidio toma más vidas que todas las guerras actuales combinadas, y es la causa de más de un millón de vidas perdidas cada año.
Mientras que el camino hacia el suicidio es sicológico, emocional y físico, éste también es un viaje espiritual. Nadie comete suicidio a menos que él o ella primero se hallen a sí mismos completamente desprovistos de esperanza. La mayoría de los intentos de suicidio son precedidos por una búsqueda desesperada del propósito de la vida, por una discusión en la mente atribulada de si vale la pena vivir del todo o no. A menudo, hay incluso una oración silenciosa hecha al Creador buscando permiso para terminar con este precioso regalo de la vida misma.
La fatal desesperanza, sentirse que uno es una carga, estar frustrado por no tener sentido de pertenencia, la soledad, y un dolor sicológico insoportable son motores que dirigen pensamientos pasivos de muerte y suicidio hasta convertirlos en actos suicidas. Sí, la depresión, el alcoholismo, los problemas familiares, humillación personal, el estrés insoportable, pobreza crónica, y otros bien conocidos factores de riesgo hacen a las personas vulnerables a actos de violencia auto-infringida.
Pero lo que alimenta el acto físico final de autodestrucción es un sentido de desesperación tan insoportable que no puede ser descrito a alguien que no lo haya experimentado personalmente.
Lo que mitiga esta desesperación terminal profunda en el alma es la restauración de la esperanza, la creencia de que el sufrimiento que uno sufre pasará, y que la vida puede nuevamente ser vivida con alegría y afirmación. Lo que salva las vidas del suicidio es la promesa de un nuevo día, una creencia en la redención, y la fe que, un día pronto, la esperanza será restaurada.
Salvar vidas es a lo que se dedican los líderes en la fe. Talvez desconocido para ti, tú eres la primer línea de defensa contra el suicidio. Para nuestros ciudadanos más ancianos, deprimidos, desesperados y enfermos (donde nuestras tasas de suicidios son las más altas) tú eres el sistema de salud mental base, y puede que seas el único bastión entre la desesperación y la auto-destrucción. Más aún, eres tú quien enfrenta el ataque de las personas nacida durante la explosión de la natalidad de la posguerra, ya que ellos dejan atrás la juventud y la belleza, y maduran hacia los desafíos de las arrugas, la jubilación, las pérdidas y talvez depresiones de la edad avanzada. Sin tu ayuda, las tendencias apuntan a miles y miles de muertes por suicidio prevenibles entre nuestros ciudadanos más ancianos en los años por venir.
Aún, las cosas más simples pueden salvar una vida: un alcance solidario, una palabra amable, una invitación para venir a adorar, una visita pastoral, o una llamada telefónica de alguien que pregunta: “entonces, ¿cómo estás?”
Es el compañerismo en una causa común y una vida con propósito lo que le da a la vida significado. Cuando todo está oscuro y parece imposible, es nuestro deber hacia los demás lo que nos impulsa hacia adelante. No debería sorprenderte que las investigaciones muestren que las personas que están activas en su comunidad de fe tienen una tasa de suicidio más baja que aquellos carentes de tan crítico apoyo social.
Muchos vidas se salvan tan solo a través de palabras de afecto, y a veces es suficiente decir esas palabras directamente a aquellos experimentando una desesperación terminal “Tú me importas, y Tú le importas a Dios” Para las millones de personas que pueden escoger este camino oscuro para terminar el sufrimiento, una mano extendida de su líder espiritual no sólo le reafirma a la persona sufriente que su vida aún tiene un gran valor, pero también puede una vez más llegar a ser la vida de alegría que Dios diseñó. Si los líderes de la fe no son los que reparten esperanza, entonces ¿quién lo hará?
El problema para muchos de nosotros es que el suicidio es algo difícil de hablar. Mencionas la palabra y la conversación se termina. Pero no necesita ser de este modo: la educación, el entendimiento y la compasión pueden salvar no sólo el día, pero también las vidas.
Ya que estás en una posición de influencia, muchas personas suicidas podrían acudir a ti. Por lo tanto, te animamos a aprender sobre el suicidio, sus causas comunes, sus remedios, y la nueva promesa de prevención del suicidio que se está esparciendo en el mundo. Te animamos a que formes asociaciones con profesionales de la salud mental quienes pueden, cuando identifiques a alguien que puede ser suicida, asistirte en su diagnóstico y tratamiento.
Finalmente, si no estabas al tanto, el Jefe de Salud Pública de los Estado Unidos ha publicado la Estrategia Nacional para la Prevención del Suicidio: Metas y Objetivos para la Acción (2012). En este plan nacional, los líderes en la fe son también involucrados en la educación sobre prevención del suicidio. Una copia completa de este documento está disponible al llamar al número-, o puede ser encontrada en http://www.surgeongeneral.gov/library.
Te animamos a leer y explorar la Estrategia Nacional para la Prevención del Suicidio y sus implicaciones para tu estudio y servicio a Dios, tu rebaño y tu comunidad.
La prevención del suicidio es una tarea demasiado importante como para ser dejada sólo al gobierno. La carrera, ahora, es entre la educación y la tragedia.
Gracias por tu interés.
El personal y facultad del Instituto QPR