Atrapaniños - Book
Reconocimientos
Una vez más, un gran agradecimiento a mi editora Catherine y a mi esposo Chris por su invaluable ayuda y su paciente apoyo.
Imagen de portada cortesía de Sheila Creighton - fotografía original titulada “La risa de hace mucho tiempo”
El trabajo de Sheila Creighton se puede ver en su blog www.imageryoflight.com
Faith Mortimer
ATRAPANIÑOS
Capítulo 1 Dos semanas antes de Navidad
Él había estado viviendo allí durante casi tanto tiempo como ella. Después del juicio y su vergonzosa liberación, se aseguró de que ella nunca estaría lejos de su lado por mucho tiempo. Se consideraba afortunado: tenía tiempo para él. Éste era un momento para pensar y planificar. Estaba muy cerca del sexto aniversario, y su estrategia pronto iba a dar sus frutos. Cuando lo hiciera, ella quedaría expuesta al mundo por lo que había hecho, lo que era...y él se regocijaría.
La casa estaba elevada sobre un promontorio de arenisca y roca. Era antigua, construida hace unos doscientos años y “modernizada” por un pastor de cabras convertido en constructor, como muchas de las casas de la isla mediterránea de Chipre. La vivienda de dos pisos tenía tres dormitorios y un baño en la planta alta y la planta baja, era un área de plano abierto con una cocina típica chipriota en una de las esquinas. El trabajo de renovación era modesto. Las ventanas estaban mal encajadas en paredes de un metro de grosor y por ellas filtraba el aire. No había calefacción a excepción de un fuego de gas en garrafa y un fogón lleno de madera recogida en los bosques y campos vecinos. El mobiliario era el original que el propietario había instalado poco después que el lugar se terminó. Esta casa fue construida de manera económica, sin ningún privilegio de confort. El jardín que la rodeaba era muy parecido, con pilas de escombros y pequeñas bóvedas de maderos rotos, plantas muertas, basura y desechos de tuberías de plástico que cubrían el lugar. Él odiaba la propiedad, pero estaba situada en el lugar ideal para sus propósitos.
Uno de los puntos a favor del lugar era el sótano, el cual había sido encontrado por accidente. Rentó el lugar por la ventajosa proximidad a la casa de ella. Al principio, solo tenía un plan impreciso de sus intenciones. Todavía no sabía como funcionaría. Una vez que descubrió lo que se encontraba debajo del suelo del garaje, supo que había tenido un golpe de suerte. Unos meses atrás, había limpiado la basura que estaba sobre el piso de la edificación. Entonces lo liberó de la mayoría de los escombros y, aparte de una pila de troncos, había dos viejos jarrones de arcilla enfrentando la pared del garaje, y su auto, que estaba vacío. Descubrió que cuando caminaba sobre cierta parte del piso de concreto, sonaba a hueco debajo de su pisada. Barrió el polvo y la grava para descubrir el contorno de una vieja trampilla. La basura acumulada por años había dejado su marca entre el marco de madera y la propia entrada, y le tomó como una hora antes de que por fin pudiera levantar la tapa.
Descubrió que estaba parado sobre un tramo de escalones estrechos y poco profundos. Éstos, compuestos de polvo y loza, desaparecían en el agujero negro, que luego revelaba ser una habitación de tres metros por dos. A lo largo de una pared ennegrecida y húmeda, había otros dos jarrones de arcilla como los que estaban en el garaje. Sabía que en el pasado, podrían haber sido usados para almacenar agua, aceite o vino. Sonriendo, recorrió la habitación, planeando mentalmente dónde poner los muebles. Una pequeña cama sería suficiente. Ahora, todo estaría en su lugar-e iba a ser ¡tan fácil!
Trayendo sus pensamientos al presente, oteó desde una ventana del piso superior y vio como el cielo había cambiado en tan poco tiempo de un celeste muy pálido a un severo gris. El clima era generalmente caluroso y soleado en diciembre, pero este invierno hubo algunos cambios. Entrecerrando los ojos, giró y observó las montañas en la distancia y vio como la nieve se había extendido hacia los valles. De acuerdo a los diarios. podía esperar que su propia tierra fuera alfombrada con un polvo ligero dentro de veinticuatro horas.
Odiaba eso en ese lugar. Odiaba a las personas a quienes consideraba estúpidas y atrasadas, ligadas a una religión empapada en doctrina arcaica e hipócritas sandeces. La comida era asquerosa, repetitiva, sin imaginación y cara. La casa que él alquilaba, que consideraba que pagaba una cantidad exorbitante al pastor de cabras, se sumaba a su odio, pero le convenía para sus propósitos. Estaba cerca de ella.
Se alejó de la ventana, se dirigió aún más adentro de la habitación. Había engordado a través de los años, y los kilos que tenía de exceso lo dejaban sin aliento y lo hacían más lento. Pero esto era necesario para despistar. Su cabello estaba más largo de lo que a él le gustaba, lo usaba atado en una grasosa colita, con filamentos grises mezclados con negro. Caminó por la habitación antes de tomar una decisión y luego bajó las escaleras. Entró al living y se detuvo cuando llegó a la mesa del comedor, un elemento barato hecho de madera de pino mal emparejada. y tomó un par de binoculares. Éstos eran probablemente el artículo más caro en toda la casa, y estaba orgulloso de los lentes de 50-mm, a los que podía cambiar de una ampliación de diez veces a quince. ¿Y qué si le hubieran costado más de mil libras? Ese era un pequeño alevín en comparación con lo que esperaba lograr. Colgó los binoculares de su cuello y entrecerró los ojos.
Afuera, se ponía oscuro cada minuto, pero la casa de Debbie era fácil de ver con esos costosos lentes. Giró su cuerpo para tener un mejor ángulo y en segundos estaba viendo la cocina. La podía verla claramente. Debbie estaba en frente de la mesa. Estaba de pie y, por el movimiento de su cuerpo, se dio cuenta que estaba hablando con alguien No podía ver a nadie más y supo que estaba conversando con niños que probablemente estaban sentados. Los chicos. Sintió que su boca se secaba y sus manos temblaban.
Debbie se veía muy joven parada allí. Era difícil creer que tenía treinta y cuatro años. Su cabello era ahora rubio y corto, pero él conocía que su color verdadero. Era castaño oscuro y solía tenerlo largo, largo, siempre perfumado y rizado. No se veía de su edad. Tenía una cualidad cautivadora: era joven, fresca y suave.
Tragó cuando sintió que su boca se ponía más seca, pero bajo sus axilas estaba húmedo y caliente y maloliente. Dejó caer los binoculares sobre la correa alrededor de su cuello y sonrió. No faltaba mucho para ir...y quedaría expuesta. Cuando la policía llegue, le harían las mismas preguntas que los otros le habían hecho hace seis años ...
“Debbie, ¿Qué hiciste con tus hijos?”
Capítulo 2 Previamente ese mes
Adam terminó su llamada y dejó el celular en el bolsillo de su chaqueta. Se veía pensativo mientras repetía en su mente lo que acababa de conocer.
‘...Le dije que la vigilaría y vería que podía averiguar, y estoy casi cien por ciento seguro que ella es Yvonne Brookes. Sólo que ahora usa el nombre de Debbie, Debbie Frost, es decir, se ha vuelto a casar. Y escuchen esto...mi vecina no solo se volvió a casar, sino que también tuvo dos hijos más’.
Adam se mordía la mejilla mientras consideraba las palabras de Roger. No tenía ni derecho ni razón de interesarse en la joven mujer. Cuando estuvo en juicio por primera vez, salió libre de la corte porque habían plantado falsa evidencia. Todavía se siente terrible por eso.
En ese momento Adam fue el líder del equipo del caso y su grupo se encontró contra la pared. Todo lo que investigaron apareció como evidencia circunstancial y, a menos que algo inesperado surja accidentalmente, no podrían probar que Yvonne Brookes era culpable de asesinar a sus dos hijos. Adam se encontró vacilando sobre si la joven y tranquila madre era culpable. Cuando llegaron a la escena del crimen por primera vez, Adam fue testigo de su aparente terror y agonía y, al mismo tiempo, parecía extrañamente distante y remota. Posteriormente y, durante el tiempo en que la policía la interrogaba, se manifestaba medio fuera de sí y a él le pareció difícil imaginar a esta mujer tímida e insegura como una asesina de niños. Adam estaba seguro de que se estaba perdiendo algo vital relacionado con Yvonne Brookes.
Su esposo, Claude Brookes, fue un gran apoyo y muy protector durante su calvario. Cada vez que Yvonne era traída para ser interrogada, él la acompañaba y se aseguraba de que ella no hiciera ni dijera nada que la pudiera implicar. Se tomó algunas semanas libres de su trabajo; era profesor universitario y pasaba el tiempo en casa ayudando a Yvonne a lidiar con su dolor. Adam recordaba a este hombre alto, esbelto y bien vestido. Hablaba suavemente y mantenía su angustia bajo control detrás de un aire de autoconfianza. Le contó a Adam que amaba mucho a su esposa y no creía que hubiera lastimado ni un pelo de la cabeza de sus chicos, y mucho menos de estrangularlos y enterrarlos en una tumba poco profunda en un bosque a ocho millas de distancia de donde vivían. El caso se hizo eterno. Pasaban las semanas y la policía no estaba ni cerca de resolver este crimen tan impactante. No podían arrestar a nadie sin evidencia concreta.
Eso fue hasta que un detective demasiado apasionado y ambicioso decidió jugar a ser Dios. Yvonne era miembro de un club deportivo. Desde que nació su hija, había engordado un poco y ya no era tan esbelta ni tenía el mismo talle ocho de cuando empezó a salir con Claude. Como regalo de cumpleaños sorpresa Claude le dio una membresía por un año en el exclusivo club de Campo y Deporte Dragón, y por consiguiente, Yvonne se inscribió y se ejercitó casi todas las mañanas mientras los niños estaban en la escuela. El detective decidió que necesitaba inspeccionar el armario de Yvonne y ver si podía encontrar alguna evidencia incriminadora. Actuó solo, y rápidamente puso los elementos de deportes en un bolso y lo envió a los forenses. Las zapatillas de gimnasia tenía lodo adherido en las suelas. El lodo concordaba con el de la escena de la triste tumba.
En un primer momento, el equipo estaba exultante con el resultado. Habían resuelto un asesinato particularmente horrendo que involucraba a dos niños inocentes. Pero en el juicio, no contaron con la minuciosidad de la abogada de Yvonne. Pudo probar que la mujer no había estado en el gimnasio el día en que los chicos fueron asesinados. Y que no usaba las zapatillas que el detective afirmó que estaban cubiertas del mismo lodo que el del bosque. Los zapatos, dijo Yvonne, eran unos viejos comprados por error, ella nunca los había usado porque eran demasiado grandes e inapropiados para el entrenamiento en el gimnasio. Tuvo la intención de echarlos a la basura, pero nunca lo hizo. Cuando el calzado fue inspeccionado, parecía que ella había dicho la verdad, que eran un tamaño más grande de los que normalmente usaba.
Adam estaba furioso. No sólo fue absuelta, sino que un miembro de su equipo-que él había seleccionado cuidadosamente-tiró todo el juicio por la borda al plantar falsa evidencia. El detective fue expulsado de la fuerza en desgracia, y Adam quedó sintiéndose descontento y preocupado por un crimen sin resolver. Más tarde, Yvonne Brookes caminaba libre.
Adam frunció los labios mientras repasaba en su cabeza la conversación telefónica de Roger. Roger era empleado de un abogado jubilado y había sido responsable de dirigir la administración y las actividades comerciales en las cámaras de los abogados. Él y Adam habían sido amigos por largo tiempo, y aunque estaba retirado, Roger se mantenía actualizado con ciertos casos sin resolver que le interesaban o habían pasado por las cámaras que dirigía. Era un ejercicio que practicaba esencialmente por interés propio, pero ocasionalmente compartía ciertos datos con Adam.
Como ex empleado, Roger estaba familiarizado con los procedimientos y etiqueta de la corte, y también desarrolló experiencia en el tipo de ley adoptada por sus cámaras. Era un rol demandante, pero gratificante, que requiere de una combinación de perspicacia comercial, conocimiento legal y fuertes habilidades interpersonales. Roger asumió un alto nivel de responsabilidad, incluyendo la coordinación de la carga de trabajo, la comercialización y la gestión financiera dentro de la práctica. Como resultado, él estaba bien informado.
“Iba a preguntar si te gustaría salir y ver por tí mismo. Dijiste que no estarías satisfecho hasta que se haga justicia y el caso se resuelva de una manera u otra”, le había dicho Roger.
“Sí, pero eso no quiere decir espiar a la mujer”, protestó Adam. “¿Qué razón podría tener yo?”
“No, no quiero decir eso en absoluto. Pero dijiste que te preguntabas que había sido de ella. Ahora aquí está, casada y con dos hijos más. ¿Te sorprendería saber que nunca sale a ningún lugar? ¿Qué nunca ve a nadie?”
“Realmente no. Si ella es inocente como dijo siempre, entonces todavía puede estar conmocionada. Mezclarse con la gente que estaba en contra no ayudaría a su estado mental y recuerda...casi todos en el país al principio pensaron que era culpable. Incluso si no hubiera sido por ese policía bastardo y su condenada falsa evidencia, podríamos haberla encontrado culpable. Pero-” se calló.
“¿Pero qué?”
“Tú sabes que nunca estuve completamente convencido de que ella lo hiciera”. Hizo una pausa, mientras recordaba a esa mujer delgada , que lucía cansada y cuán retraída y desapegada había sido. ¿Porqué tan lejana? ¿Por qué se había encontrado tan distante y sin emoción? Su modo de actuar había sido como el de un sonámbulo. ¿Era culpable después de todo? “Me pregunto si me hablaría si yo me aparezco. Siento que hubo algunas preguntas que nunca hicimos. ¿Tú dices que está casada? No lo sabía. Hay demasiado papeleo para lidiar hoy en día y demasiado poco tiempo para obsesionarse en los casos antiguos, y mucho menos para interesarse activamente. ¿Sabes que le sucedió a su esposo? Presumo que se divorciaron.
“No, y esa es la tragedia. No mucho tiempo después de que fue liberada y antes que desapareciera, su esposo se fue a navegar. Era dueño de un pequeño yate de vela que tenía en la costa sur de Inglaterra. Bien, ese día hubo mal clima, y un vendaval de fuerza ocho soplaba en el Canal de la Mancha. Brookes habló con la guardia costera antes de salir de Inglaterra y le dijo que se dirigía a Chesbourg, pero nunca llegó. Aparentemente, se cree que grandes olas inundaron su barco y se fue por la borda, pobre muchacho. Encontraron el bote en el medio del canal, bastante arruinado e inservible, sin nadie a bordo. No mucho después, Yvonne desapareció y no se la ha visto ni se ha oído hablar de ella hasta ahora.
Adam estaba impactado. “Debe haber estado angustiada por el dolor. Primero sus hijos asesinados y luego su esposo ahogado. Él, creo que su nombre era Claude, fue tan leal con ella después de la muerte de los niños. Me contó que nunca creyó que ella podría haberlos lastimado. Pobre chica...me pregunto qué sucedió en realidad. No se cómo hacerlo, Roger. Tú estás al tanto de todo. Debes tener una antena especial para estas cosas.
Roger se rio brevemente. “Tal vez, pero es más como si tuviera tiempo de sobra para tamizar información. No te olvides, solo tengo un puñado de casos viejos en los cuales estoy interesado, y sucede que el de Yvonne es uno de ellos”.
“Suelo olvidarme que vas a escribir un libro sobre ellos un día”.
“Ese es un plan, y Diana continúa dándome aliento. Ella dice que hay muchos ex abogados y juristas que escriben libros sobre crímenes, pero no conoce ningún empleado de abogado que lo haga. Tal vez tenga razón, y yo tenga un bestseller, pero no estoy seguro que valga la pena. Disfruto de la libertad de no estar atado a ningún escritorio y si escribo un libro lo estaría. Sin embargo, Diana puede ser un poco intimidante”.
Adam rio. No fue un giro del destino que Roger y Diana vivieran tan cerca el uno del otro en Chipre. Roger se jubiló tempranamente cuando se enfermó, y después de completar el tratamiento invasivo de quimioterapia para su cáncer, decidió que era tiempo de retirarse de las salas de audiencia e ir a vivir en algún lugar tranquilo y cálido. Cuando Adam visitó al malhumorado viejo empleado que convalecía en su casa, Roger le preguntó que pensaba sobre Chipre como lugar para vivir. Adam sabía que su ex-prometida vivía allí y no le tomó mucho tiempo descubrir exactamente en que lugar de la isla. Después de todo, era una escritora muy conocida. Roger tomó un vuelo a la isla mediterránea y pasó allí un mes explorando. Al ser una isla con muchos residentes extranjeros, no pasó mucho tiempo antes de que fuera invitado a una fiesta de barbacoa, donde él y Diana se conocieron. Roger le explicó quien era y que Adam era un amigo mutuo. Después de sobreponerse a la sorpresa, Diana presentó a Roger a su propio círculo de amigos y sugirió que podría hacer algo más que considerar a Agios Mamas como un lugar para vivir. El resto era historia.
Adam salió de su ensimismamiento y una vez más sacó su teléfono. Nunca uno pasa mucho tiempo hablando de algo, así que tomó una decisión rápidamente. El caso Yvonne Brookes había estado dando vueltas en su cabeza durante algún tiempo después de que fue dado por concluido. Aún lamentaba este crimen sin resolver. Ella había sufrido e indirectamente era su culpa. Él le iba a hacer una visita, y sabía exactamente cómo hacer para que parezca una coincidencia. Él y Clare, una vieja amiga de teatro de Diana, se estaban viendo regularmente. Clare tenía invitación abierta para visitar a Diana y Steve, y Adam pensó que ya era hora de aceptar la oferta. Pero porque estaba seguro de que la invitación no se extendería a él, tenía la intención de encontrar alojamiento alternativo en el área. Roger le dijo que había muchos lugares para elegir cuando llegó allí por primera vez, y con la situación económica presente, seguro había muchas casas de vacaciones vacías.
Capítulo 3 Una semana antes de Navidad
Diana presionó los botones de ‘enviar y recibir’ en su computadora y esperó que aparezcan los nuevos mensajes. Vio que había solo veintiocho mensajes esa mañana y mientras esperaba que se descarguen tarareaba. Internet estaba hoy más lento de lo que solía estar. Contuvo un suspiro y miró hacia afuera a las nubes que se estaban acumulando, le dio un escalofrío involuntario. El reporte meteorológico decía que nevaría y parecía que eso iba a suceder. El clima era una ciencia inexacta después de todo. A Diana no le importaba el frío , la nevada, en realidad, nada le gustaba más que un buen paseo por el campo sea cual fuere el clima. Pero, en Chipre, con su tecnología anticuada y su infraestructura desordenada, ella sabía que cuando nevaba, cuando granizaba o simplemente llovía torrencialmente, todo se detenía. Incluso recordaba un corte de energía por una serpiente que se había metido en la usina eléctrica. Cualquiera que sea la razón, los habitantes de la isla muy a menudo se quedaban sin electricidad por medio día y esto era un gran inconveniente. Steve, el esposo de Diana, decía que ella era impaciente y que necesitaba relajarse un poco más, pero recordaba cómo él desataba un infierno cada vez que se producía un corte de luz.
Procesó de manera rápida los emails hojeando los que no tenían mucha importancia o los aburridos y eliminando la mitad de ellos. Algunas eran agradables notas afectuosas de sus lectores y sonreía cuando leía algunos, en particular las largas cartas de sus devotos fans. Aunque Diana había estado escribiendo por casi diez años, todavía le parecía asombroso y gratificante saber que su trabajo agradaba a muchas personas. Esperaba nunca dar nada por sentado y siempre encontraba el tiempo para responder al correo de algún fanático.
Mientras leía el resto, vio que el último era de una buena amiga de Inglaterra. Lo abrió para averiguar lo que Clare tenía que decir y se rio mientras leía su mensaje. Steve no le iba a creer cuando le cuente. Diana volvió a leer el email y se sentó para pensar qué significaba esto para ella. La última vez que vieron a Clare había sido durante los meses de verano. Ella y Steve se habían alojado en la periferia de Cheltenham en Gloucestershire en Inglaterra. Juntos, con algunos viejos amigos, se hospedaron en la Casa Havershall con los anfitriones Duncan y Isabelle Macpherson. Había sido una visita que resultó en uno de los momentos más aterradores y perturbadores de sus vidas. Dos personas fueron asesinadas, otra murió después de un accidente y Diana estuvo sometida a un período de particular terror. Su amiga, Clare, también fue huésped durante aquel lapso espantoso, aunque ella no había sufrido ni cerca lo que había sufrido Diana.
Volvió a mirar las palabras de Clare. “...entonces pensé que sería divertido para nosotras dos salir para navidad y quedarnos en Chipre por algún tiempo”.
Sería divertido ¿Lo sería? Diana reflexionó. Necesitaba tenerlo claro en su cabeza antes de mencionar el correo electrónico de Clare a Steve. Tenía que estar calmada y ser objetiva sobre esto. Sucedía que Clare y el ex-prometido de Diana, Adam Lovell, ahora eran pareja. ¿Le importaba eso a Diana? ¿Le importaba?
“...Tú me invitaste a quedarme en tu propia casa en Agios Mamas, pero la verdad creo que será mejor si Adam y yo alquilamos nuestro propio lugar. Así podemos ir y venir como queramos, no tendrás que cocinar y tolerar nuestras erráticas horas y entiendo que se sentiría extraño tener un ex novio dando vueltas por el lugar conmigo como su nueva pareja”.
Diana pensó que tenía sentido que Clare y Adam permanecieran en un lugar diferente. Esperaba que Adam al fin hubiera recibido el mensaje y hecho los arreglos. La última vez que se encontraron, Adam se había hecho a un lado para coquetear con Diana quién estaba loca de remate. Aunque ella amaba a su esposo con todo el corazón, le perturbaba saber que ese apuesto comisario podía provocarla. Adam siempre quiso saber cuán lejos podía llegar y, aunque Diana resistía, recordaba cuán persuasivo él podía ser. Si ella le daba una pista de que estaba interesada, sabía que él la llevaría de sus calzones a la cama antes de que ella tuviera tiempo de parpadear. ¿Eso le importaba? Diana pensó que no y mentalmente felicitó a Clare que tuviera a Adam bien agarrado. Ambos tenían carácter fuerte y Clare sabía jugar en el terreno tanto como él. Iba a ser divertido tenerlos cerca en Navidad. Diana estaba planeando algunos eventos con varios de sus amigos durante las festividades, Adam y Clare serían solo dos más.
La Navidad en Chipre no era ni parecida a la Navidad en Inglaterra. Por un lado los griegos chipriotas no celebraban el nacimiento de Cristo tanto como celebraban su muerte en Pascuas. Por consiguiente, había poco de teatralidad y el frenesí habitual de la Navidad visto durante diciembre de vuelta en casa. En una Navidad típica chipriota se realiza un ayuno de cuarenta días, mientras que para Pascua son cincuenta días. Básicamente, quiere decir que no está permitido comer carne o productos lácteos durante el tiempo establecido. Los chipriotas iban a la iglesia el día de Navidad y luego regresaban a casa para comer souvla a la parrilla, normalmente cerdo. Al ver que esta era la carne que comían el noventa y nueve porciento de tiempo, Diana no imaginaba que se pudieran divertir mucho durante ese período.
Aunque a veces detestaba la cantidad de dinero que gastaba en artículos aparentemente triviales cuando vivía en el Reino Unido, en algunos momentos extrañaba eso en Chipre. Pensaba en los villancicos, la misa de medianoche, el vino caliente y las bonitas decoraciones...también en ver a los amigos y a la familia abriendo los regalos el día de Navidad, por eso ella quería asegurarse que este tiempo de vacaciones en Chipre sea tan bueno como fuera posible. Cuando tenía tiempo, imitaba a su madre y hacía su propia torta, budín de ciruelas, tartaletas de fruta y panecillos de salchichas, y eso era solo el aperitivo. Usualmente rostizaba pavo o ganso para el gran día e invariablemente tenían amigos que caían de sorpresa a tomar o picar algo durante la semana de festividades. Ella se aseguraba que Steve y Poppy no se perdieran nada.
Leyó más y comprendió que Clare había hecho su investigación sobre la isla. Sin embargo, se sorprendió de saber que ya había reservado su alojamiento y que estaban alquilando una pequeña casa en Agios Mamas. ¡Dios mío...no esperaron! Iban a llegar casi inmediatamente.
Diana decidió buscar a Steve y darle la noticia. Se preguntaba que pensaría sobre Clare y Adam como pareja. Diana no le había dicho nada a Steve sobre Adam desde que éste regresó a Chipre, pero ella sabía que a él le importaba muy poco.
*****
Durante esa mañana hubo una ligera nevada y Diana se emocionó cuando miró por la ventana de la cocina. “¿No sería maravilloso si realmente cayera una gran nevada? Imagínate...está templado en el Reino Unido en este momento, sin pronóstico de nevada para Navidad, pero si nevaba aquí, sería nuestra primer navidad blanca en el extranjero”.
“A parte de cuando fuimos a esquiar”, señaló Steve. “Pasamos unas pocas Navidades blancas”.
“Lo sé, pero eso no cuenta”.
Alzando las cejas, Steve sacudió ligeramente la cabeza. “Por supuesto que no”.
Diana observó a su compañero, y se preguntaba si estaba siendo sarcástico, pero él solamente le sonrió.
“De todos modos, espero que suceda”.
“¿Por qué? Las molestias serán increíbles. No tendremos energía eléctrica, y tú invitaste a la mitad de la isla a tus fiestas”.
“No exageres estaríamos bien aún si nevara. Tenemos toneladas de leños para las estufas y muchas garrafas para la cocina. Autosuficientes diría yo. Por cierto, ¿Te gustaría ir a caminar después de que hayamos terminado?”
Steve no se veía impresionado. “No conozco nada sobre la nieve, pero podría llover. No me gusta la idea de mojarme. ¿Dónde quieres ir?”
“Quiero invitar a Debbie y a William a que pasen a tomar algo alguna vez. Entiendo que no los conocemos muy bien y siempre rechazaron nuestras invitaciones anteriores, pero considero que deberíamos hacer el esfuerzo”.
“Volverán a rehusarse o, al menos ella lo hará. William es bastante amigable, pero siempre tuve el presentimiento de que hace lo que Debbie quiere”.
“Tal vez, es sólo que... bueno, no creo que tenga amigos. Ella está allí sola mientras William se va a trabajar. La única salida que tiene es al supermercado. Yo lo sé porque puedo ver su casa claramente desde la ventana de mi estudio cuando vuelve cargada con las bolsas de compras. Los chicos aún no van a la escuela, por algún motivo ella los está educando en casa. Es muy joven y debe sentirse muy sola estando allí por tanto tiempo con la única compañía de sus pequeños niños.
Steve analizaba a su esposa. “Comprendo lo que estás diciendo, pero no creo que acepte la invitación. Ella es muy tímida o, tal vez es simplemente distante”.
“Esa no es una razón para ignorarla. Mira, solo preguntémosle. Podemos decirle que sería lindo para los niños que nos reuniéramos. Poppy tiene casi tres años y ama a los chicos. Ellos tienen una pequeña hija que parece de la misma edad y pensé que tal vez podrían jugar juntas de vez en cuando. Ya se que...le llevaré una de esas bonitas máscaras que compré la semana pasada. Poppy las ama y a la hija de Debbie también podría gustarle jugar con una de ellas. Es una buena excusa”. Diana hizo una pausa por un momento. “De todos modos, Debbie me intriga”.
Steve se quedó perplejo ante sus palabras. “¿De qué manera? Es una linda ama de casa, común y corriente por lo que puedo decir”.
“No lo se,...hay algo sobre ella. Las pocas veces que la encontré y hablamos fue muy educada, pero distante. Es como si hubiera algo en su mente. Ella es lo que se podría llamar mística. Siento que quiero conocerla”.
Steve dio un resoplido demostrando incredulidad. “¿Estás segura de que no estás en una de tus indiscretas misiones de vecindario?” Él dejó de hablar cuando Diana lo miró fijamente. “Está bien, solo estoy bromeando. Llamemos y preguntemos. ¿Terminaste? Vamos antes de que cambie de parecer y me pase la tarde sentado acogedoramente frente a un ardiente fuego de leños.
Afuera esta más frío de lo que pensaba y Steve comentó que Diana bien podría haber tenido razón. Tal vez se le haría realidad su sueño de una Navidad blanca. Faltaban pocos días. Un viento helado soplaba desde los montes Troodos y ellos lo recibían directamente. Antes de que salieran de casa, Steve miró en la cámara web que grababan las pistas de esquí y se dio cuenta que ya había una base sólida de nieve.
“¡Está helando! Vayamos de nuestros vecinos y volvamos rápido a casa. Las pantuflas y una botella de vino tinto con una buena película en la televisión es un gran programa para mí”, Steve se quejaba al salir de su casa.
“Deja de lamentarte. Últimamente te estás convirtiendo en un viejo chapado a la antigua. Quédate en casa si quieres, pero yo voy a invitarlos”.
Diana salió a toda prisa, mientras Steve la seguía con Poppy en el porta bebé asegurado a su espalda. Se sonrió al ver el trasero de Diana envuelto en sus ajustados pantalones. Esperaba que su misión no fuera demasiado larga. Una botella de vino y una hora en la cama parecía una mejor propuesta.
Quince minutos después llegaron al pie del sendero que conducía a la casa del otro lado del valle. Hace años, alguien que amaba los árboles debió vivir allí porque habían plantado docenas de olivos, almendros y bayas en los alrededores. Diana los observó.
“Nunca me di cuenta que había tantos árboles juntos. Estaban plantados de manera densa. No se puede apreciar ahora porque la mayoría perdieron las hojas, pero debe haber mucha sombra en el verano”.
Steve asintió. “Tienes razón. Desde nuestra casa puedes ver la suya y el jardín pero no todos estos árboles en la pendiente”.
Diana tembló y sopló la punta de sus dedos. El frío le había dado color a su cara y sus mejillas se veían rosadas y frescas. “En realidad es un poco espeluznante aquí. Tal vez es porque hoy está oscuro y lúgubre. Bien, apurémonos y preguntémosle. Prometo que no me demoraré más de lo necesario. Tu idea de una película en la tele suena cada vez mejor”.
La casa a la que se aproximaban era una residencia moderna típica de la isla. Diana recordó cuándo Debbie y William llegaron por primera vez y se dio cuenta que nunca había visto a nadie más visitarla aparte de otro vecino, Roger, que dejaba un diario en su buzón y algunos huevos de las gallinas que él criaba. A ella todo le pareció desconcertante.
Steve llegó y tocó timbre en la puerta del frente. Escucharon que resonaba por toda la casa y a eso le siguió la llamada de un niño. Diana se quedó mirando la corona clavada en la puerta de madera; estaba hecha con muérdago artificial, conos reales de pino y un lazo de cinta de tartán colorido que flameaba con la briza.
Pudo escuchar pisadas que se acercaban y sonrió cuando la puerta se abrió de golpe.
Capítulo 4
Debbie se apoyó contra el marco de la puerta, observando a sus hijos jugar. Charlie disfrutaba pintar y le dijo a su madre que esa obra de arte era un dibujo de Santa con todos sus renos. Ciertamente había capturado una imagen del anciano de barba blanca con una gran bolsa sobre su hombro, pero el reno parecía una cruza entre perros alce de largas patas y ganado. Le sonrió con afecto a su hijo mayor. Con su pelo medio castaño y ojos avellanados, era casi una réplica de su padre William. En ese momento Hannah levantó la vista de su Lego y ofreció una resplandeciente sonrisa.
“Estoy construyendo una caza com una chimenea, el Pade Nafidaz puede vizitarla. ¿Te gusta mami? Mira. ¿La vez?” ella seseó.
Debbie se inclinó hacia adelante, su pelo rubio corto brillaba con la luz que caía sobre ella. “Es encantadora, querida. Estoy segura que el Padre Navidad visitará a los niños de esa casa”. Le guiñó el ojo a Charlie con picardía conspiradora antes de tomar un sorbo de su taza de café.
William se había despedido de su familia con un beso antes de irse a trabajar esa mañana. Mientras se ponía su chaqueta de lana sobre la camisa y la corbata, le decía que preferiría mucho más quedarse en el calor del hogar. Trabajaba en Limassol para una compañía llamada De Vere y trataba principalmente con el gran contingente de clientes inmigrantes. Despeinó el pelo de Charlie y le prometió jugar fútbol a su regreso esa tarde, si llegaba a casa temprano y le dio a Hannah su acostumbrado balanceo en el aire que la hacía chillar con deleite.
“Sean buenos con mami los dos”, dijo mientras se dirigía hacia la puerta de la cocina. Debbie lo siguió y le brindó su habitual sonrisa levemente vacilante. William se detuvo y le rodeo los hombros con su brazo. “Te ves un poco decaída esta mañana, querida. Tómatelo con calma y no hagas muchas cosas”.
“Estoy bien”, respondió ella. “Trata de llegar a casa temprano si puedes. Charlie espera que juegues con él”.
William la abrazó y besó su fría mejilla. “Estoy tratando de terminar todo antes del feriado de Navidad, así que estaré apretado, pero veré. Debbie, por favor ¿Podrías volver a pensar en la invitación de Diana y Steve? Diana dijo que íbamos a ser solo nosotros, Roger y un par de amigos de Inglaterra. No va a ser tan penoso”.
Observó como el color se le escurría de la cara.
“Will...no”. La voz de Debbie era baja y encantadora.
“Sí”, él murmuró para que los niños no escuchen. “Recuerda, prometiste que harías el esfuerzo. Han pasado seis años...tienes que empezar alguna vez”.
Debbie se sintió mal cuando escuchó sus palabras. Ella le dio la razón y supo que era tiempo de tratar y comenzar de nuevo. Al principio había estado introvertida, pero a inicios del año finalmente comenzó a hablar de ellos. “Todo lo de aquel momento es tan borroso...casi ni puedo ver sus caras claramente. Serían mucho más grandes ahora...nueve y once, ya no más bebés. Trato de imaginar como se verían, pero es tan confuso. No puedo sacarme esa pesadilla de la mente”, murmuró.
William la sostuvo fuerte en sus brazos. “Querida, está bien. Es natural que te sientas así. Pero ya es tiempo de dejar todos esos pensamientos atrás. Por favor, por el bien de nuestra familia, deja de preguntarte cómo sucedió”.
Esa mañana, Debbie miró a su esposo y escuchó sus palabras halagadoras. Sabía que él era protector y fuerte. “Lo pensaré”, ella murmuró.
William sonrió. “Buena chica. Ahora mejor que baje la colina antes de que llegue tarde. Hay algunos conductores idiotas que no pueden maniobrar sus vehículos en este clima y como resultado puede haber un inevitable accidente antes de llegar a Limassol”. Él la besó y sintió sus labios temblar junto a los suyos. Se preguntaba si la había enojado lo de los malos conductores o por haberle pedido que sea más sociable. Cuando abrió la puerta y sintió el frío introducirse en la casa, hizo una pausa porque el instinto le hizo desear quedarse en la calidez y seguridad de su familia. Dejando de lado ese sentimiento, William subió a su auto, dio marcha atrás y con un rápido además partió hacia el trabajo.
Debbie cerró la puerta y regresó a su confortable cocina donde estaban los niños. Él tiene razón, pensó mientras se preparaba una taza de té. Es tiempo de olvidar el pasado. Tuvo que esforzarse para dejar de recordar y mirar hacia adelante, hacia un futuro brillante y feliz con su nueva familia.
Se paró y observó a sus hijos mientras saboreaba el té caliente. Eran todo para ella. Pero aún regresaba a aquel período espantoso en su vida y supo que una parte de ella aún estaba inmovilizada. A través de los años, su cuerpo le proveyó una red de seguridad, dónde un sector de su mente la ayudaba a rechazar los recuerdos dolorosos. Pensó en su vida pasada con Claude y cómo la mayor parte estaba velada con distorsión. Debbie realmente tenía que pensar mucho para recordar dónde vivían durante ese tiempo. Vagamente podía traer a su memoria la pequeña casa en el frondoso y tranquilo sendero. La cara de Claude se desdibujaba y pensaba que a veces podía escuchar su voz que era suave, tranquila y segura. Sally y Stuart...Dios mío. ¿Cómo eran? Un escalofrío se apoderó de su corazón mientras luchaba por recordar. Ellos tenían el pelo oscuro como sus padres y Sally había heredado los suaves rulos de su madre que enmarcaban su pequeño rostro de forma delicada. Eran chicos tranquilos-ella recordaba eso. Tenían buena conducta y nunca levantaban sus voces. ¿Era ella quien insistía que se diviertan, pero silenciosamente? Recordó cuando jugaban en la casa. ¿Era producto de su imaginación que en todo momento estaban callados y eran sumisos? ¿Ella los había afectado de alguna manera?
Se dio a sí misma una sacudida mental. Seis años es mucho tiempo...William tiene razón. Es tiempo de mirar hacia adelante. Debbie echó un vistazo por la casa. Realmente le gustaba vivir allí en Chipre. A pesar de ser antisocial y de vivir una existencia casi hermética, los largos días soleados que van desde abril a noviembre fueron beneficiosos. Incluso durante los otros meses también hubo muchas semanas de clima calmo y cálido La casa era simple y Debbie hacía su mejor esfuerzo para que parezca alegre y acogedora para la familia. Había una típica chimenea grande en la sala de estar, William había cubierto una parte del piso con madera y las telas sobre los muebles eran coloridas y vibrantes. Ellos no tenían abundancia de dinero, pero vivían cómodos y Debbie no tenía que salir a trabajar.
Ella haría el esfuerzo y aceptaría la invitación de Diana y Steve. Después de ordenar a los niños y hacer unas pocas tareas en la casa, los llamaría por teléfono y accedería a ir. Si no hubiera estado tan frío, podría haber caminado con sus hijos hasta la villa, tal vez debería haberlo hecho. Con bufandas, abrigos y guantes estarían bien. Volvió a pensar en sus vecinos. Siempre que se encontraron con Steve, fue cortés y Diana era muy amigable. Ambos eran mayor que William y ella, pero se dio cuenta que sí, que necesitaba algunos amigos. Quién sabe...podría ser divertido pasar un momento tomando un café y teniendo una charla de chicas. Habían pasado años desde la última vez que hizo eso. La única persona con quien Debbie hablaba en la región, aunque esporádicamente, era Roger.
“¿En qué estás pensando, mami?” le preguntó Charlie mientras dejaba caer su pincel. “Te ves preocupada o triste”.
Debbie colocó su taza de té vacía en el fregadero y negó con la cabeza. “No estoy triste, pollito. Estaba pensando que es hora de que empecemos la clase de hoy”.
Charlie hizo una mueca y Hannah se rio. “A Charlie no le guzta mazemáticaz”. Se rio mientras se retorcía en su asiento para mirar a su mamá.
“¡Espera a que tú tengas que hacerlo! Serás una inútil”, le respondió.
“No”, gritó ella, sacando la lengua.
“¡Chicos! Eso no es agradable, Hannah. Pídele disculpas a tu hermano, y tú Charlie, deja de darle cuerda”.
Ambos niños balbucearon 'lo siento' pero parecían apenados. Debbie suspiró. “Les diré qué. ¿Por qué no guardan sus pinturas y sus cosas ahora? Vamos a tomarnos un recreo afuera, no está lloviendo ni granizando en este momento. Después, si se portan bien, comenzaremos con un nuevo libro de lectura”.
“¡Sí!” gritaron a coro y se apuraron a hacer lo que su mamá les dijo.
“¿Estas segura que Pade Nafidaz nos encontrará aquí?” Hannah lucía harto preocupada mientras colocaba su Lego en la caja de juguetes.
Debbie tuvo compasión de su pequeña hija, la alzó en sus brazos y la abrazó de manera vehemente. Olía a cereal, plástico del Lego y a las pinturas de Charlie, que de alguna manera habían terminado cubriendo sus codos. Los largos y oscuros rizos de Hannah eran una masa alrededor de su cara y Debbie sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que alguien le pregunte de dónde los había sacado. Le tomaba mucho tiempo mantener su propio cabello teñido de rubio para que parezca natural, pero Debbie estaba aterrorizada de que si le crecía, sería reconocida. Le dio a Hannah un gran beso antes de bajarla.
“Bien, chicos. ¿Terminaron? Entonces pónganse sus abrigos. Pueden jugar un rato mientras yo paso la aspiradora por la casa y los esperaré lista con el libro”.
“¿Podemos comer un hombrecito de jengibre con la leche, por favor?” Charlie preguntó con una voz aduladora. Debbie agitó su cabello y sintió que su corazón estallaría de amor mientras observaba a sus dos pequeños niños. Los tres habían hecho galletitas de jengibre esa semana. Charlie había usado una cuchilla filosa-Hannah era muy pequeña dijo él-y su hermanita había decorado cada bizcocho con glaseado rosado para el abrigo y cuentas plateadas para los botones. Cuando se secaron, Debbie les hizo un pequeño agujero y los enhebró con hilos de algodón así los podían colgar en el árbol de Navidad. Hannah estaba encantada con los hombrecitos y aplaudía con emoción. Como trato, Debbie les permitía a los chicos una galletita con su leche de la mañana.
“Por supuesto. ¿Lo quieren ahora o cuando regresen de jugar?” preguntó ella.
“¡Ahora!”
“Por favor”.
“Lo siento mami, por favor”. Ellos rieron. Debbie les permitió elegir una a cada uno del árbol mientras que ella servía la leche en las tazas. Cuando terminaron, les puso sus abrigos, bufandas y gorros. Notó que Hannah no había terminado su hombrecito de jengibre y que lo estaba poniendo en su bolsillo junto a la bonita mascarita de papel de aluminio que Diana le había regalado esa semana.
“Lo eztoy guardando pada máz tarde”, ella explicó “El Sr. Jengibre puede zalir a jugar com Charlie y commigo primedo”.
“Cuidado con esa máscara, Hannah, no querrás romperla”.
Hannah sacudió su cabeza. “No lo haré, mami. ¿No fue lindo que esa señora me la regale?”
“Ella fue muy amable. Y por favor no ensucies tu abrigo con el bizcocho”.
Charlie miró a su hermana con interés, y Debbie comprendió que trataría de endulzarla para sacarle un mordisco de su galletita de jengibre. Él puso sus manos en los bolsillos y sacó varias cositas, un pedazo de cuerda, tres canicas azules, un perno grande con la arandela y una moneda de dos libras. Le sonrió a su hermana y reemplazó todos sus tesoros, uno por uno.
“¿Dónde vas con esa moneda?” Debbie le preguntó mientras volvía a abotonar el abrigo de Hannah correctamente.
“La encontré ayer. Estaba en el camino de entrada cerca de las puertitas. ¿Puedo quedármela? Con ella puedo comprarles a ti, a papi y a Hannah regalos. Miró ansioso, como si hubiera hecho algo malo al no decirle a su mamá lo que había encontrado.
Debbie sonrió y asintió con su cabeza. “Sí, claro que puedes, pero primero veremos si no se le cayó a papá ayer”.
Charlie miró complacido. “Sé que no es de papi porque yo ya le pregunté. Él me dijo que no tenía nada de cambio porque lo había usado todo para pagar el estacionamiento”.
Debbie hizo una pausa y suspiró. No tenía motivos para dudar de su hijo, él nunca había tocado el dinero del frasco de monedas antes, por lo que ella sabía. Pero quería que sus hijos crecieran siendo honestos, ya que si se lo hubiera robado a la familia podría haber terminado en algo peor. Al observar su gran sonrisa y su expresión franca se dio cuenta que estaba diciendo la verdad, realmente había encontrado la moneda. No tuvo el corazón para decirle que no la gaste, donde el euro era de curso legal. Parecía una moneda rara-diferente de las monedas de dos libras que están en circulación en Gran Bretaña. “Está bien, entonces. Correcto, si estás listo ¡Adelante! ¿Y Charlie?”
“¿Sí, mami?”
“Promete jugar bien con Hannah. No quiero lágrimas”.
“Lo haré”.
“Y cuida de ella. Asegúrate de que no se quite su gorro y sus mitones porque está un poco resfriada. Puede estar incubando el mismo desagradable resfrío que tú tuviste la semana pasada. Y por favor no la empujes demasiado alto en el columpio ... sabes que ella se asusta”.
Charlie miró a su hermana quien lo observaba con consternación mientras él le sonreía.
“Por supuesto que no lo haré”.
Debbie abrió la puerta de la cocina y los dos niños se apresuraron a salir. Ella tembló y se preguntó cómo los chicos nunca notaban el frío cuando estaban abstraídos en sus juegos. Incluso Charlie, que había tenido un fuerte catarro la semana anterior, insistía en jugar afuera. Esperaba que Hannah no se contagiara, porque los dos resfriados anteriores le habían afectado mucho sus oídos. La mañana estaba bastante deprimente: gris y nublada. Estaba segura de que iba a nevar un poco más antes de que terminara el día. Cerró la puerta y limpió la mesa para prepararla para la clase de lectura más tarde. Charlie ya estaba superando los libros sencillos y Hannah podía reconocer muchas de las letras del alfabeto. Debbie se sintió orgullosa de su logro y temía que llegue el día en que William diga que era tiempo de que los niños fueran a una escuela y se mezclen con otros chicos. Pensaba que podía enseñarles ella misma hasta que tengan por lo menos siete u ocho. ¿Cómo iba a sobrellevar la situación cuando estén fuera de su vista?
Debbie sacó la aspiradora de su armario que está debajo de las escaleras y decidió limpiar la planta alta primero. La navidad estaba tan cerca y ella no quería tener que hacer ninguna tarea de la casa durante ese feriado. Comenzó por la habitación de Charlie que estaba en un extremo, como lo hacía usualmente. Libros, juguetes y un extraño surtido de cosas de sus bolsillos que llenaban el piso. Suspiró y se preguntó a quién se parecía. William era prolijo con las cosas de la casa y ordenado en su trabajo. No creía que ella misma fuera tan desordenada. ¿Un legado de sus padres, tal vez? Pensar en sus padres hizo que se detuviera mientras enchufaba la aspiradora. Ellos habían muerto en un accidente de auto ocho años atrás. La policía dijo que alguien los atropelló y huyó: un conductor en un vehículo robado que había estado acelerando en el lado equivocado de la carretera. Su padre no tuvo oportunidad en su viejo sedán. Lo único positivo sobre la tragedia fue que murieron inmediatamente y nunca supieron qué cosa los chocó. Ella no lo recordaba, pero tal vez uno de ellos era desordenado. No importa en el gran plan, pensó mientras alzaba un puñado de libros y los colocaba en un estante. Había cosas más importantes por las que preocuparse.
Una vez que despejó el piso, miró a su alrededor y ojeó por la ventana. Podía escuchar los chillidos entusiasmados de Hannah cuando Charlie la perseguía o la empujaba en el columpio. No podía verlos desde donde estaba parada, pero por sus gritos sabía que estaban bien y se estaban divirtiendo. Aunque la casa no era perfecta, Debbie amaba esa zona. Cuando ella y William subieron por primera vez las colinas por la carretera costera y descubrieron Agios Mamas, una bonita aldea de piedras, un verdadero sentimiento de paz y bienvenida la invadió.
Inicialmente huyó a Chipre porque sabía que tenía que alejarse de Inglaterra y de la gente de mentalidad cerrada e implacable que conocía. Pensó que todos la tratarían como paria y no creían que fuera inocente del asesinato de sus hijos. No quería ver a ninguna de esas personas nuevamente-ni a sus amigos, quienes le dieron la espalda, o los amigos y colegas de Claude. Sus propios amigos se pusieron en su contra y cruzaban la vereda cuando la veían venir caminando por la calle. Los amigos de Claude no solo la culpaban por la muerte de los niños sino también por la de su esposo. Su cara quedaba desconcertada ante un vehemente acusador. Se sorprendía al enterarse de que ciertas personas la culpaban porque Claude, con su corazón quebrantado, se había ido a navegar un día en que normalmente debería haberse quedado en tierra. Dijeron que estaba tan amargado, que no sabía lo que estaba haciendo, y que sólo su deteriorado juicio lo hizo abandonar la costa sur ese día tormentoso. Así que Debbie también fue culpada por la muerte de Claude.
Sus padres le habían contado alguna vez que Chipre era un lindo lugar. La mayoría de la gente era amable, pero no se metían en la vida de los demás. Encontraría el anonimato de manera fácil, especialmente porque ella no hablaba ni griego ni turco y era sencillo vivir entre extraños. Debbie necesitaba un lugar para esconderse. Quería resolver su vida y aceptar su pérdida.
Sabía que en una comunidad de extranjeros sería cuestión de tiempo para que alguien la reconozca como Yvonne Brookes. Decidió cortarse el cabello largo y rizado y aclararlo a un rubio oro profundo. Con su nuevo look dorado, apenas se reconocía en el espejo. El rostro que le devolvía su reflejo no tenía ningún parecido con las fotografías expuestas en los diarios de Inglaterra. Alquiló un departamento en Limassol para los primeros meses después de que llegara y aprendiera a llevar una vida normal nuevamente. Por primera vez en meses durmió la noche entera. Fue un sueño profundo en el que no escuchó a sus hijos, Sally y Stuart, llamándola. Tampoco escuchó a su esposo, Claude, condenándola.
Fue por casualidad que conoció a William. Necesitaba consejos sobre dónde depositar algunos de sus ahorros y encontró la compañía financiera De Vere cuando estaba ojeando los periódicos chipriotas. Cómo era una compañía inglesa, estaba segura que ellos comprenderían su necesidad y la citaron para reunirse con uno de sus consultores.
Cuando conoció a William, se impresionó por su aparente franqueza y honestidad. Ella usó un nombre ficticio y dijo que era una viuda llamada Debbie Alsop. William no husmeó ni se mostró curioso, solo le devolvió una sonrisa gentil cuando él tomó algunas notas. Durante las semanas siguientes, Debbie se relajó con la compañía y aprendió a confiar en ese hombre cálido y apacible cuando comenzó a administrar sus ahorros.
Aún recuerda la primera vez que él la invitó a almorzar afuera. Era un día despejado y luminoso. El cielo no presentaba nubes y estaba pintado de azul profundo y se extendía hasta el horizonte. La bahía de Limassol era serena y silenciosa. Después del almuerzo, se sentaron juntos bajo el sol para terminar una botella de vino blanco. Había un calma natural en su conversación y Debbie cerró sus ojos y mantuvo su cara hacia arriba para captar los rayos. La tranquilidad de la escena realzaba una relajante sensación de paz que la rodeaba. Paz. Cuánto la añoraba.
William de alguna manera sentía su fragilidad y delicadeza, así que llevó adelante su relación muy lentamente. Poco a poco, durante las semanas que siguieron, ella comenzó a esperar sus citas casuales.
Debbie suspiró, dándose cuenta que todavía estaba parada cerca de la ventana y ni siquiera había encendido la aspiradora. Era tan fácil perderse en los recuerdos. Vio a alguien a la distancia y supuso que era su vecino, Roger. A menudo lo veía caminando. Se agachó, encendió el interruptor y la aspiradora rugió. La habitación estaba más fría que la cocina. Revisó que Charlie no hubiera dejado el pestillo de la ventana abierto. Sin dudas, estaba abierta un centímetro más o menos. Tiritando, la cerró. Las nubes se estaban acumulando sobre las montañas y estaba segura que la temperatura había bajado desde el desayuno. Debbie pensó que debía llamar a los niños para que entren a la casa, pero ellos necesitaban aire fresco y ella todavía tenía que terminar de limpiar...
Aumentó su ritmo e impulsó la aspiradora por todo el dormitorio de Charlie y luego por el de Hannah. Su pequeña hija, a pesar de tener solo tres años y de ser dos años menor que Charlie, era una persona mucho más organizada. Todos sus peluches estaban alineados en una fila ordenada a lo largo de la cabecera de su cama. Los otros animalitos y muñecas estaban sentados en una silla de mimbre cerca de la ventana y la mayoría de los otros juguetes en una caja o sobre una repisa. Debbie sonrió al pensar en su niñita tan divertida. ¡Ahora ella haría de la niña una buena esposa cuando llegue el momento!
Escuchó que la puerta de la cocina se abría y se cerraba y, cuando ésta se cerró apenas un minuto después, adivinó que Charlie se había metido en la casa y había pellizcado a otro hombrecito de jengibre. Sonrió, pensaba que su hijo era un pequeño bribón, pero era tan amoroso.
Debbie miró a su reloj. Los chicos habían estado afuera por casi veinte minutos. Iba a esperar un poco y los llamaría, Hannah no debería quedarse tanto tiempo afuera por su resfrío. Se dirigió rápido a su dormitorio y vio que William ya había extendido el edredón. Estaba bastante ordenado allí. No podía escuchar a Hannah chillando de risa, pero como estaba del otro lado de la casa, probablemente no la habría oído de todos modos. Solo otros cinco minutos mientras terminaba el baño y los llamaría. Cinco minutos, se prometió a sí misma, aunque sólo fuera para calmar la irritante sensación de que realmente debía hacerlos entrar en ese instante.
Capítulo 5
La mayoría de las mañanas, Roger Skinner daba una caminata por las colinas alrededor de Agios Mamas. Decía que eso era bueno para su complexión y solamente desde la última sesión de quimioterapia su salud mostró por fin, alguna mejora. Sin embargo, no contenía la respiración. Su doctor del Reino Unido le había recalcado que el cáncer casi seguro retornaría y debía estar preparado para más tratamiento. Roger aborreció el período de quimioterapia. Su pelo se cayó, vomitaba después de cada sesión y se sentía exhausto. Dependiendo de si regresaba y cuando, él tomaría la decisión de embarcarse o no en otro tratamiento. No era la primera vez que se encontraba solo, sin compañera. No le habría deseado sus problemas a nadie. Si se iba a poner muy mal antes de morir, prefería no ser una carga.
Roger siempre amó el aire libre, a pesar de vivir en una ciudad y de tener que trabajar largos días y más noches de las que quería recordar. Siempre que salía de vacaciones, armaba una mochila y se dirigía a las colinas y valles de Inglaterra. Durante el buen clima, se sabía que Roger pasaba muchas noches cálidas bajo la luz de la luna y de las estrellas, enfundado en una bolsa de dormir sin más protección que un seto verde para librarse del rocío. Ser presa del temido gran C le produjo una pequeña ventaja. Roger quería vivir la vida tal como la veía, sin más días interminables pasados en el interior, abocado a los papeles de los abogados o de los bufetes y preparando todo para la corte.
Los paseos desde su casa en Chipre siempre lo llevaban más allá de la casa de William y Debbie. A menudo veía a los chicos jugando en el jardín, el varoncito persiguiendo a su hermana o burlándose de ella sin piedad. Los sábados, William se quedaba en casa y Roger se aparecía con una copia del periódico del fin de semana y media docena de huevos de sus propias gallinas. Era la primera vez que criaba gallinas y se sentía tremendamente orgulloso cuando cada mañana juntaba un puñado de huevos de color del gallinero. Con una porción del jardín donde cultivaba casi todas sus verduras y frutas, comprendió que viviría afuera por el resto de sus días en apacible alegría.
Esa fría mañana decidió caminar tan cerca de la represa como el tiempo se lo permitió. En algunos lugares la caminata era difícil: cuesta arriba con el sendero cruzando el barranco muchas veces. Roger disfrutaba el desafío, sabiendo que seis meses antes habría sido imposible para él. ¿Y quién sabe lo que depara el futuro? Pasó la casa de los Frost y le dirigió la mirada de costumbre. William, aunque no era un hombre práctico, mantenía el lugar prolijo y cuidado. La puertita de entrada fue reacondicionada para mantener a las cabras del lugar fuera del jardín y Roger también había pintado todos los postigos de la casa ese otoño. Obviamente Debbie disfrutaba de su jardín. En el verano, se la veía a menudo afuera hasta que se ponía demasiado caluroso para trabajar en el sol. Si ella lo veía a la distancia, lo saludaba y continuaba desmalezando. Nunca lo invitaba a tomar una taza de té o simplemente para pasar un rato. Si sus sospechas eran correctas, sabía porqué. Ella estaba decidida a permanecer de incógnito.
Ese día, no se la veía por ningún lugar, pero escuchó a los niños en algún lugar atrás. Repentinamente las amenazantes nubes se abrieron y quedó momentáneamente deslumbrado por la aparición del sol. Después de un rato, sintió el viento y se levantó el cuello. Roger sabía que tan pronto como empezaba a subir, estaría en un valle protegido y le daría la bienvenida a la débil luz del sol en su rostro. Dejó el polvoriento camino y se metió en una zona abierta e irregular de arbustos o bondu, como se lo conocía en Chipre. Era asombra la tranquilidad del campo. De vez en cuando escuchaba el piar de un pájaro, pero eran pocos y distantes porque los hombres chipriotas locales le disparaban a cualquier cosa que se movía. Roger miró hacia atrás al mar. La parte principal de la villa se extendía hacia arriba y a lo largo de una de las colinas hacia la derecha. Se deslizaba a lo largo de calles angostas y era una mezcla de viejas casas de piedra con unas pocas modernas aquí y allá. Más hacia la izquierda, apartado de la casa de William y Debbie, estaba la única casa que interrumpía su vista al océano, ésta era una propiedad rentada perteneciente a los ancianos Costas. Roger sabía que el inquilino, Philip Bolton, estaba en la isla porque su auto había sido visto viajando hacia la costa una o dos veces durante estas semanas previas. Roger le había hablando al hombre unas pocas veces porque era reservado. El primero que le contó sobre él fue Tony, entendía que era un fotógrafo o un apasionado de las aves o algo de esa índole.
¡Tony! Ahora había en el lugar un personaje de mala fama. Roger nunca había conocido a uno así. A menudo Roger visitaba el bar de la villa, The Magic Teapot. La MT, como se la llamaba cariñosamente, estaba dirigida por una pareja de gregarios, Roy y Geraldine, quienes organizaban un programa semanal completo de entretenimiento para los locales. Roger disfrutaba las noches de concurso y brochetas de cada semana. Tony era uno de los residentes de la villa, quien desafortunadamente intentó incorporarse al equipo de preguntas de Roger cuando nadie más lo deseaba. Tony había vivido en Agios Mamas por cierto número de años y había adquirido una reputación por dos cosas: la primera era que conocía los negocios de todos y la segunda, por una aparente afición al sexo con mujeres mucho más jóvenes. Se comentaban sus viajes regulares a Limassol y más recientemente había sido visto visitando una casa de ‘sauna y masaje’ local. La casa estaba manejada por rusos y atendida por un grupo de niñas de Rumania, Polonia y Rusia. Se rumoreaba que pasaban mucho más cosas que simples saunas. Roger sabía que a veces el chisme aumentaba su proporción, especialmente en una comunidad tan pequeña como Agios Mamas, pero aún así él prefería mantenerse lejos de Tony. Después de estar involucrado y en torno a los tribunales de Inglaterra, Roger sabía cómo la corrupción podía fácilmente quedar pegada a una víctima involuntaria. Y donde había corrupción con respecto a la mujer, el crimen estaba siempre involucrado.
En esta ocación, pensó, Tony podría tener razón sobre el pasatiempo de avistaje de aves de Bolton. Mientras Roger miraba a través del promontorio hacia la casa de piedra, sus agudos ojos notaron una figura de pie en una ventana de la planta alta. La figura corpulenta era casi seguro de Philip Bolton y parecía como si estuviera sosteniendo algo en su rostro. Roger supuso que debía estar tomando fotografías o observando algunas aves.
Se apuró a mirar hacia otro lado, no quería parecer entrometido. La gente tenía derecho a disfrutar sus pasatiempos. Reanudó su camino hacia el valle escondido después de mirar su reloj. Si hacía buen tiempo, podría detenerse a almorzar en la villa a su regreso.
Capítulo 6
William plegó el periódico y lo puso en su portafolio. Después de leer los titulares, decidió guardar la mayor parte de las noticias para más tarde. Si se salteaba el almuerzo, podía terminar de trabajar más temprano y sorprender a Debbie y a los chicos. Debbie merecía que la acompañe más a menudo. Sabía que debía haberla confundido esa mañana insistiendo en que aceptara la oferta de Diana y Steve para ir a su casa por unos tragos. ¿Qué daño podría provocar? Ya era hora que Debbie saliera y se reuniera con algunas personas y pusiera algunos de sus fantasmas a descansar. William estaba plenamente consciente de lo tensa que estaba y, a veces esa tensión, se salía de control. Por alguna razón su reacción esa mañana lo llenó de una perturbadora preocupación. No podía hacer nada ahora, pero tenía la premonición de un daño inminente.
Decidió que estaba siendo demasiado imaginativo y se levantó de su escritorio para buscar un café. William entró a la cocina del personal al mismo tiempo que una de sus colegas, Elaine Fryatt.
Ella sonreía mientras llenaba la pava. “Bien, buenos días. ¿Y cómo está el clima en las montañas hoy?”
Wlliam le dirigió a la mujer mayor una mirada superficial. Su cabello, más gris que rubio, enmarcaba su cara bonita. Vestida con pantalones negros y un suéter de color beige, lucía como una empresaria pero sin ser demasiado severa.
“Lo siento, Elaine. Estaba en otro mundo. ¿El clima? Está un poco gris y tormentoso. Incluso podría nevar...está muy frío”.
Elaine hizo una pequeña “O” con su boca mientras preparaba el café en dos tazas. “Eso no es bueno. ¿Cómo están Debbie y los chicos? Apuesto a que están muy ansiosos por la Navidad”.
William sonrió. “Hannah y Charlie tienen todo bajo control. Debbie, ella-” Se interrumpió al recordar su extraño sentimiento de antes.
Elaine inmediatamente sintió preocupación. “¿Cuál es el problema?”
William se apoyó en la encimera y cruzó los brazos sobre su pecho. “Le hice la promesa a Debbie de ir a una fiesta de tragos a lo de Steve y Diana esta semana. ¿Hice mal?”
La cara de Elaine se suavizó. “Seguro que no. Pero tengo una curiosidad...¿Por qué lo hiciste?” Elaine era la única en Chipre que conocía el secreto de Debbie. Ella había trabajado con William desde que él ingresó a la compañía y observaba con interés cómo su amor y el de Debbie floreció. A medida que pasaba el tiempo y, ella y Debbie se encontraban más a menudo, una tenue amistad se forjaba. Cuando William le pidió a Debbie que se casara con él, ella estaba tan dominada por la ansiedad que le contó a Elaine su historia y le preguntó qué debía hacer.
“Le dije que era tiempo de enterrar el pasado y continuar con la vida. Tenía que dejar de esconderse”.
Elaine revolvió su café y le pasó la otra taza a William. “¿Podrá dejar de esconderse?”
“¿Por qué no? Elaine ¿Te das cuenta que ya pasaron casi seis años desde que sucedió todo aquello? El caso está completamente cerrado y nunca encontraron ni un fragmento de evidencia fuerte contra ella. Tiene que dejar de pensar que la gente va a observarla y señalarla nuevamente si la reconocen”.
“Probablemente tienes razón”, coincidió Elaine.
“Sé que tengo razón. Solo conoció a la gente superficialmente. Es hora de que haga verdaderos amigos.
Elaine titubeó. “Sin embargo, si fuera tú, iría más despacio. No debes asustarla. Le cayó bien a las personas que la conocieron”.
William dejó escapar un suspiro. “Me temo que la gente va a pensar que es esnob. No quiero que piensen que se siente superior a los demás. Ella rechaza cada invitación que recibimos. No se unirá a un club ni para hacer ejercicios. Fuimos a una picada una vez y desapareció cuando tomaron la foto semanal para el sitio web.
“¿Picada? Oh, ya me acuerdo, en el club donde haces carrera y caminata. Sí, Creo que no estaba en la foto porque temía ser reconocida”.
“Por supuesto, comprendo todo eso. Pero, no crees que después de seis años la mayoría de la gente se olvidó. Además, se cambió el nombre y el cabello. Aunque alguien piense que se ve familiar, se supone que todos tenemos un doble en el mundo”. Él tomó un gran sorbo de café e hizo una mueca porque estaba muy caliente. “¡Carajo! No quise hacer eso”.
Elaine sonrió. “Mencionaste la fiesta de Steve y Di...a mí también me invitaron”.
“Genial. Cuando le diga que tú también vas a ir, no se rehusará, estoy seguro. A ella le gustas y confía en ti”.
“A mi me gusta también, y me gustas tú, me encantaría que puedan vivir una vida normal. Iré a lo de Steve y Diana. Solo espero que Debbie pueda lidiar con eso.
“Estoy seguro que puede. Estaré a su lado”.
“Sí, pero ¿Estás seguro que quieres una vida más normal para Debbie o porque te conviene?”
William levantó las cejas al escuchar sus palabras. “¿Qué quieres decir?”
Elaine hizo una pausa. “No te enfades conmigo, pero ¿Crees que no te están tomando en cuenta cuando se trata de un ascenso dentro de la empresa debido a su reticencia a reunirse? Observé tu cara la semana pasada cuando Henry fue nominado el hombre del año y le dieron una oficina nueva para dirigir en Hong Kong. Como están las cosas ahora, no hay nada que puedas hacer, y tú lo sabes. Pero William, de verdad lo comprendo. Lo siento, pero debo irme”.
Elaine secó su taza de café y la puso en el fregadero antes de salir de la cocina. William la miró antes de regresar a su oficina. Se dejó caer en su escritorio y puso la cabeza entre las manos. Toda la exasperación y la molestia que tenía antes, abandonó su cuerpo. Se sentó desanimado y avergonzado. Por supuesto, Elaine tenía razón. Él quería que todo sea perfecto y vivir como una familia perfecta. Se sentía como una rata. Supo todo sobre Debbie antes de casarse, sabía en qué se estaba metiendo. Debbie le había advertido.
¿Qué sucedería después? William se sentó pensando en las veces en que había actuado de manera irrazonable: cuando quería hacer algo, ir a algún lugar y Debbie no quería. Odiaba todas esas restricciones. Se pasó la mano por el pelo, haciendo que se acomode de manera despareja y levantó la tapa de su ordenador portátil.
Dejaría que ella tome la decisión.
William trabajó ininterrumpidamente por una hora en el archivo de un cliente cuando se dio cuenta que tenía correos electrónicos nuevos. Revisó la lista hasta que se encontró con uno con un encabezado inusual...
‘Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo para Debbie-¿O es Yvonne?’
Con las manos que le temblaban y el sentimiento de que se hundía en el temor, cliqueó en el pequeño sobre amarillo y se abrió el archivo.
William miró fijamente una fotografía grande de Debbie dejando lo que era, inconfundiblemente, un tribunal. Sólo que era una Debbie que no había conocido en ese entonces. Era más joven, vestida con un traje de pantalones negros y camisa blanca. Su pelo era una masa de rulos, oscuro y largo.
Debajo de la foto había otra de la misma mujer con dos niños a su lado que caminaban en un parque.
Finalmente, la tercer fotografía mostraba a Debbie con Hannah y Charlie. Estaban en la playa haciendo castillos de arena.
Las únicas palabras escritas eran ‘Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo querida Yvonne. No olvides que el sexto aniversario se está aproximando. ¿Tus dos hijos actuales terminarán de la misma manera...estrangulados con sus bufandas y yaciendo en una tumba?’
William se sentó en estado de shock. ¿Quién en el mundo podía ser tan vil y cruel? Volvió a mirar las fotos y se preguntó qué debía hacer. Gracias a Dios este bastardo enfermo no lo había mandado directamente a Debbie porque ella se habría puesto como loca. Volvió a leer la línea una vez más. Quién lo envió debe haber seguido el caso judicial de Debbie cuando sucedió. ¿Dónde obtuvieron la foto de ella con los dos niños, Sally y Stuart, en el parque? ¿Por qué conservarla? Pero lo más preocupante y ominoso era la fotografía reciente que mostraba a Debbie en la playa Curium con los chicos. ¡Por el amor de Dios, debe haber sido tomada este año!
Se sintió mal por dentro con preocupación y aprensión. Cuanto más miraba las fotos, más su preocupación inicial se convertía en ira. ¡Cómo se atreve alguien a hacer algo así!
William imprimió una copia del email y se preguntó si podría rastrearlo, luego sacudió la cabeza ante su ridiculez. Por supuesto que no-el que lo envió debe haber utilizado una dirección de proveedor de Internet falsa o un cibercafé, asegurando así su identidad. ¿Debería llevarlo a la policía? ¿Les importará esto en Chipre? ¿Tenía algún sentido? No había ninguna amenaza real. Movió el correo a una carpeta personal protegida por una contraseña, asegurándose que quede escondida en su ordenador. Si alguien la usaba tendría que saber dónde buscarlo. ¿Sería una buena idea contarle a Elaine? Sintiéndose asustado, William reflexionó antes de tomar una decisión.
No tenía sentido hacer alguna cosa. Alertar a la policía involucraría sin duda a muchas más personas; los chipriotas no podían mantener la boca cerrada en el mejor de los casos, y todos estaban relacionados con todos los demás en la isla. Antes de que te dieras cuenta, todo el mundo sabría de las fotos y el ocultamiento de Debbie quedaría expuesto.
No había ningún indicio de peligro, sólo un vago sentimiento de intimidación. Guardaría eso para sí mismo a menos que algo más suceda. Sabía cómo cuidar de su familia. Era raro, tuvo esa extraña sensación toda la mañana desde que llegó al trabajo. Debe haber sido un tipo de sexto sentido.
Cerró su computadora, recogió su celular y su portafolios y se dirigió a la puerta para irse a su casa. Justo cuando la estaba abriendo, se encontró con su jefe inmediato que venía hacia él.
“William, el hombre que quería ver. Acabamos de conseguir un nuevo y lindo contrato gordo y me gustaría que te encargues de él. ¿Tienes una hora o menos libre?
Capítulo 7
“Entonces tendremos una boca más que alimentar en Navidad. ¿No te importa verdad, querida? Una más no será problema”, Steve dijo con un tono despreocupado en su voz. Hizo todo un show para abrir una lata de galletas de chocolate y ofrecerla a Diana, sabiendo cuánto le gustaba.
Ignorando los bizcochos, Diana observó a Steve y se esforzó por mantener la mirada de consternación en su rostro. ¡Su madre! La última vez que estuvo con ellos causó un sin fin de problemas. Diana prometió que la próxima vez se tomaría un avión de regreso a Inglaterra si volvía a poner un pie en la isla. Le ofreció una sonrisa débil, que no alcanzó sus ojos.
“Pero ¿No estaba en un crucero de dos meses hasta febrero? ¿Qué pasó esta vez? Dime exactamente ¿Qué dijo? Diana se hinchó interiormente mientras luchaba por mantenerse calma.
"Er ... um, no estoy muy seguro ya que tenía prisa cuando llamó. Mencionó algo sobre haber tenido una discusión con su jefe de cocina. Creo que no le gustó alguna de la comida y...er, trató de darle algunos consejos de cocina que no funcionaron muy bien. Y ella odiaba India. Sufrió por un virus mientras estaba a bordo y el médico del barco la confinó en su camarote.
Diana se rio con ironía. “Apuesto a que bajó bien. ¿Cómo pudo criticar la comida? La comida en los cruceros es generalmente fantástica y ella es la adecuada para quejarse. Apenas puede hervir agua sin quemarla. Si es tan mala como lo es usualmente, entonces no me sorprende que fuera confinada a su camarote. ¿Estás seguro que te contó todo?”
Steve miró a Diana por el borde de su taza de café mientras tomaba un sorbo. Estaban parados en la cocina. “Probablemente no, tú la conoces”.
“¡Steve! Por mucho que te guste verla, será una pesadilla. ¡Y la Navidad también! Planee muchas cosas y ella me seguirá por todos lados queriendo entretenerse. Tenemos a Claire y Adam que llegan en cualquier momento, fiestas que organizar y yo todavía tengo mil y una cosas por hacer. Y además de todo lo que me prometiste, hospedaríamos a los camareros aquí también. ¡Va a ser demasiado!”
“Prometí que te ayudaré. En serio”.
“Siempre dices eso y luego desapareces con alguna excusa patética. Eres siempre el mismo. Sé que es sólo-caramba, sólo tuve un pensamiento. No crees que la expulsaron del barco, ¿verdad?” Se alejó de la mesa en la que él estaba sentado y miró malhumorada por la ventana. Cuando Steve no le respondió, supo que había dado en el blanco. ¡Cómo podía! Diana giró sobre él.
“¡Fue ella! ¡Lo sabía! Oh, de verdad, y ahora está viniendo aquí. Realmente lo hiciste esta vez”.
“Lo siento, querida. Será tu decisión. Al menos Poppy podrá ver a su abuela este año”.
"Y ya es hora, por lo que vale. Sé que no es apegada a los niños ... tú eras hijo único y ella ha visto a Poppy sólo una vez”.
“Sí, Poppy sufrió la falta de abuelos a su alrededor”.
“¿Qué se supone que significa eso? Oh, ya lo sé. No te atrevas a meter a mis padres en esto. No pude evitarlo porque papá estaba trabajando. Pensaba que se retiraría de la Fuerza Aérea Real cuando lo forzaron a regresar con promesas. Él no sabía que su experiencia era requerida en Washington”.
Steve miró detenidamente a Diana. “¿Qué hacía exactamente en la FAR?”
“No tengo idea. Últimamente, algo que tenía que ver con armas secretas, creo que cuando estaba en la FAR de Henlow. Sé que él firmó la Ley de Secretos Oficiales y todo eso, pero nunca me mencionó nada a mí. De todos modos, no trates de cambiar el tema. Tanto papá como mamá no estaban felices de no poder venir para Navidad, pero sin dudas vendrían para el cumpleaños de Poppy. “Tú lo sabes”.
Steve se veía arrepentido cuando se disculpó. “Lo sé y siento que estés molesta. Estoy seguro que mamá sabrá comportarse. Sabe cuanto te enojó la última vez”.
Diana levantó las cejas afirmando. “Bah! Ese es una maldita sutileza, si alguna vez oí alguna. Sinceramente, espero que lo haga. Y si la pesco solo una vez en mi estudio, husmeando en mi computadora, se va.” Se enfureció al recordar la última visita de Gwen Rivers. Diana estaba en medio de una novela y un capítulo resultó ser un verdadero asco. Había pasado años con el pasaje y lo cambió muchas veces hasta que estuvo completamente satisfecha. Steve y Gwen estaban completamente conscientes del problema. Ese día en particular, cuando terminó la escena vital del libro, el timbre sonó. Diana fue a ver quién llamaba y a su regreso después de quince minutos encontró a Gwen sentada en su escritorio encantada con ella misma. Diana sintió que su corazón le daba un vuelco.
“¿Qué estás haciendo?” preguntó con un susurro.
Gwen agitó una mano sobre el escritorio. “Te arreglé tu problema. Lo estabas mirando desde el ángulo equivocado, lo reescribí. Ven y mira...creo que te va a encantar. Por cierto, te corregí un poco la gramática también. Tal vez te podría ayudar a editar tu trabajo mientras estoy aquí. Me podrás agradecer luego, querida”.
Diana no podía creer lo que escuchaba y lo que veía. Además, su suegra no solo había cambiado dos páginas completas de texto, sino que le borró todo lo que ella había escrito esa mañana. Diana gritó de rabia, frustración e incredulidad cuando vio el manuscrito alterado y cuando Steve entró a las apuradas para ver qué era todo ese ruido, Gwen escapó a su habitación. Le tomó horas a Steve recuperar y corregir la agresividad de su madre. Diana juró que nunca la perdonaría y ahora se la endosaron para las fiestas de Navidad, cuando se suponía que iba a ser un tiempo de alegría. ¡Ja!
“Bien, será mejor que le arregle la habitación. Dios, acabo de tener una idea. La última vez que estuvo aquí, le gusto Roger. Fue una suerte que ella sólo lo conoció un día o dos antes de irse a su casa, de otra manera habría asustado al pobre hombre hasta causarle la muerte. Una de las razones por las que va a los cruceros es porque hay muchos hombres solteros disponibles. Lo invité aquí a tomar unos tragos el mismo día que Debbie y William. Tendremos que asegurarnos que se comporte. No, déjame corregirme. Tú tendrás que asegurarte que se comporte. ¡Ella es tú madre!”
*****
Clare saltó arriba y abajo mientras probaba el colchón en la cama de su casa alquilada. El alojamiento no estaba tan mal y aunque no tenían vista al mar, las casas y el campo que circundaban la villa eran atractivos. Además, como Claire descubrió al llegar, dudaba de que ella y Adam fueran a pasar mucho tiempo en la playa.
Cuando Adam confesó su otro motivo para visitar Chipre, Clare no sabía si debía haberle pegado o admirarlo por su descaro.
“Déjame entenderlo. Aparte de una semana de desenfrenada lujuria, tú me forzaste a venir aquí porque un viejo amigo piensa que debes verificar uno de tus antiguos sospechosos de un delito. Ahora no me importa la parte de lujuria en absoluto, pero no tomo demasiado amablemente el hecho de que vayas a estar trabajando. En realidad, ni siquiera es trabajo legal...dijiste que el caso fue sacado de la cancha y tú estás aquí sin tu propio bate. Como si no tuvieras suficiente trabajo Sr Policía, quieres hablar con esta mujer que podría o no haber asesinado a sus dos hijos. ¿Discúlpame?”
Adam reprimió un suspiro antes de sonreír y encender todo el encanto. “Cariño, no tomará mucho tiempo. Además, ni siquiera se si ella estará de acuerdo en verme. Mira, ya te conté mis razones, pero aún es difícil de explicar. La mujer fue muy mal tratada. Sé que zafó, pero me siento responsable porque fue un hombre mío quien trató de echarle la culpa del asesinato a ella. Plantó evidencia falsa y hundió el caso. Sufrió entonces, estoy seguro y, si lo que mi amigo Roger me cuenta es verdad, está todavía sufriendo. Aunque se volvió a casar, no va nunca a ningún lado. Es una reclusa virtual y solo tiene treinta años. Todo lo que quiero es una entrevista con ella. Quizás sea para limpiar mi conciencia más que cualquier otra cosa. Ves, actuó de manera extraña durante todo el juicio, casi como si estuviera viviendo en un mundo diferente. Luego desapareció. Tal vez después de todos estos años recuerde algo que olvidó en aquel momento, no lo sé”.
Tirada sobre la cama, Clare observaba a Adam. Él era como un enigma. Se lo veía duro como las uñas y resistente como el granito un minuto y, tierno y amoroso al siguiente. Ella suspiró. Adam realmente la fastidió, pero ella nunca se lo hizo saber. Ya era suficientemente arrogante. Clare también reconoció que Adam hacía exactamente lo que quería. Seguramente esa era otra razón por la que él aún estaba soltero. El trabajo estaba primero. Tal vez debía darle una mano, aunque conociendo sus opiniones, dudaba que él esté de acuerdo. Había pasado algún tiempo desde que Clare había pedido su regalo especial. Porque odiaba que la gente la llame ‘chiflada’, rara vez revelaba sus poderes de clarividente. De todos modos era todo académico. Hasta ahora, no sintió nada inusual: no percibió vibras extrañas desde que llegó a la isla, así que su secreto estaba seguro. ¿Por qué arriesgar la alegría y la burla de Adam?
De repente tuvo una idea mejor. “No tenemos que ir a ningún lado aún. ¿No es así? Si quieres puedes venir y tratar de compensarme”.
Adam hizo una pausa mientras colgaba sus camisas limpias en el ropero. Clare se sentó, cruzó las piernas, su cabello pelirrojo caía sobre sus hombros. Su falda estaba plegada sobre sus muslos, y vislumbró un destello de carne pálida contra el encaje negro del borde de sus medias. Con un movimiento fluido, se quitó el suéter por la cabeza y vio que estaba desnuda de la cintura para arriba. Sus pechos estaban deliciosamente llenos, cremosos, blancos y deliciosos, al sentir su boca seca, se dio cuenta en ese instante que pasaría un buen rato antes de que él y Clare salieran a la superficie.
Capítulo 8
Él pensó en lo que tenía que hacer. Toda la esencia estaba en el tiempo. Era la Teoría del Caos en la práctica: una pequeña fuerza que ocurre en un lugar del globo que podría repercutir en la vida de muchas personas alrededor del mundo. Era su lugar en el mundo y sabía que estaría haciendo más bien de lo que muchos otros podrían haber pensado.
Cerró la puerta de su casa y subió a su cuatro por cuatro. La mayoría de las personas conducía vehículos resistentes en esa región porque los caminos a menudo no eran arreglados, estaban llenos de baches y el asfalto todo roto. Arrancó en seguida y sin prisa lo condujo hacia la carretera. Al mirar por la ventanilla del auto notó que el clima no había mejorado. El sol iluminaba brevemente por unos pocos minutos y de a ratos, pero el cielo permaneció mayormente pesado y cubierto.
Él sabía que los chicos estaban en el jardín porque la vio abrirles la puerta. Corrieron hacia el costado de la casa donde había un tobogán y una hamaca. Jugaban ahí todos los días y eso los mantenía ocupados al menos por media hora. Antes de doblar en el camino, revisó sus bolsillos una vez más. El trozo de tela de algodón y la botella de cloroformo estaban allí. Sonrió cuando pensó en lo inteligente que había sido. El cloroformo era un narcótico antiguo y bastante peligroso. Aunque no se usaba mucho en la práctica y fue una sustancia bastante prohibida en el oeste, sabía exactamente como hacerlo. Al principio, pensó en usar jeringas y agujas con una droga que induzca al sueño. ¿Pero cómo haría para proveerme de esas cosas? se preguntaba. Un doctor le haría muchas preguntas, sin dudas y no podría robar una farmacia. Además, no era químico y no sabría que buscar.
Internet era una herramienta útil y después de pasar un tiempo explorando la basura de esta máquina de búsqueda, encontró cinco empresas que proveían cloroformo. Las cinco estaban situadas en India, Bulgaria y Paquistán. Aún así ¿Se lo enviarían a él? ¿No preguntaría la aduana qué era y por qué la necesitaba? Bien, podía decir que coleccionaba mariposas y que había una necesidad lógica cuando tenía que pinchar los insectos, pero podría ser rastreado.
Investigó un poco y ahí estaba: el método para fabricar cloroformo. Todo lo que necesitaba era medio litro de blanqueador, un poco de hielo y una pequeña cantidad de acetona industrial. Agregó el hielo al blanqueador para bajar la temperatura y luego le introdujo casi diez mililitros de acetona, para hacer una proporción de uno a cincuenta. Los gases que emitía eran puro y simple cloroformo. Todo lo que necesitaba ahora eran algunas víctimas para inducir a la inconciencia, un sueño profundo. Miró sobre él al asiento trasero, ya había colocado la frazada la noche anteriror.
Estaba frío dentro del auto, así que encendió la calefacción. La calidez quitó el frío de la pantalla y la ventanilla se desempañó rápidamente. Aunque estaba gélido, sintió el sudor en las axilas y en la ingle. Se formaron gotas en su frente entonces sacudió su cabeza para que no caigan en sus ojos. Necesitaba estar calmado. Solo un breve momento y todos habrá acabado.
Pensar en los dos pequeños niños lo hizo sonreír: una sonrisa que sonaba más como risa aguda. Sabía donde vivían los dos dulces e inocentes chiquillos. Probó los engranajes y partió. La ruta era un circuito de seis minutos dificultoso por el terreno. Hubiera tomado solo un poco más hacer esa distancia a pie. Mientras conducía, pensó qué haría si ella saliera al jardín. Solo la había visto a la distancia en Chipre-nunca en la villa ni en el supermercado, donde sabía que ella hacía las compras por las bolsas que bajaba del auto. Tenía dudas sobre si ella lo reconocería. ¿Por qué lo haría? La última vez que la había visto de cerca fue en la corte y además había hecho grandes esfuerzos para disimular su apariencia normal desde entonces.
Tuvo cuidado de asegurarse de ser aceptado localmente. Aunque nunca visitó el bar de la villa socialmente, aparte de comprar algunos huevos o alguna torta, saludaba si el propietario pasaba en su auto y había hablado solo unas pocas veces con su vecino más cercano, quién parecía disfrutar de las largas caminatas. La última vez que había estado espiando el terreno contiguo, se tropezó con él y gracias a Dios sus binoculares colgaban de su cuello. El avistaje de aves era una buena excusa. Su enérgico vecino-su nombre era Roger-le señaló dónde podía estudiar a una familia de jóvenes búhos autillos que aprendían a volar. Él los había estudiado cuidadosamente (búhos autillos de Chipre) antes de llegar a la isla, asegurándose así poder conversar sobre las especies, los estrígidos. No quería ser descubierto como fraude. Probablemente todos me consideren nada más que un excéntrico, pensó y eso le quedaba perfecto. Los chipriotas locales lo conocían de vista y ocasionalmente, solo en caso de emergencia, iba a los pequeños negocios por provisiones. Prefería ir al gran supermercado de Limasol, donde podía pasar desapercibido.
Miraba nervioso a su reloj. Tenía mucho tiempo. Los niños habían estado afuera solo unos pocos minutos. Estaría allí justo a tiempo. Miró hacia adelante, no había nadie. El tráfico estaba liviano ese día y no había visto ningún caminante. El descenso repentino de la temperatura hizo que todos se queden dentro de sus casas. Salió del camino principal y se metió en un pequeño sendero. La superficie estaba despareja y llena de baches , entonces bajó la velocidad para no llamar la atención. Parecieron segundos antes de que estuviera frente a las puertas de la casa de los Frost. El carril se sumergió por la pendiente y se encontró en un repliegue del camino, escondido tanto de la carretera principal como de la casa. En realidad, al mirar en todas direcciones, además de la pendiente, estaba protegido por los árboles alrededor de él. Condujo el coche hacia un pequeño lateral e hizo un rápido giro antes de apagar el motor. Su estrategia era simple y tenía que ejecutarla en sus narices. Solo un genio y valiente podía hacer esto al aire libre y a plena luz del día, pero nadie sospecharía del dócil y apacible observador de aves. Todo lo que tenía que hacer era seguir su plan.
Apenas pensó en los otros. Cada ocasión fue premeditada y cronometrada con precisión. Las chicas jóvenes fueron siempre sus favoritas-más jóvenes, mejor-pero a veces, un lindo jovencito atraía su atención. Su boca babeó cuando recordó la última vez...esperaba otro juguete. Ven a mí, mi guapita.
Los chicos estuvieron en el jardín por casi siete minutos. Era consciente de que las cosas podían salir mal. Podrían sentir mucho frío y querer entrar, uno de ellos podría querer buscar un juguete...pero esto era improbable. Los había estado observando por un largo tiempo, ellos amaban jugar en el exterior. Su madre usualmente los dejaba alrededor de quince minutos mientras continuaba con sus tareas domésticas. Él sabía exactamente qué tarea hacía primero y qué día también. Había registrado sus horarios durante semanas y ella era una criatura de hábitos.
Se preguntaba si su esposo ya había abierto sus emails en la oficina. ¿Habrá encontrado el que le envió con las fotos? ¿Ella le habrá contado a William sobre su traumático pasado? Estaba seguro de que lo había hecho. Había considerado poner algo en el papel, pero tal vez lo haga más tarde. Cuándo todo se hiciera añicos en la vida de Yvonne, lo transmitiría a la comunidad de aquí, de forma anónima, por supuesto. ¡Qué bomba esperando a que explote! Para entonces todos estarán conmocionados y todos la volverían a señalar...otra vez.
Era tiempo de moverse. Tenía casi siete minutos antes de que ella se acerque a la puerta y verifique que los niños están bien. Él salió del auto, comprobó que tenía la botella de cloroformo y el trozo de paño en su bolsillo y se apresuró hacia el área de juego de los chicos. A medida que se aproximaba, podía escucharlos.
“Quédate allí Hannah, entro a buscar algo, será un minuto”.
Escuchó la puerta trasera cerrarse de un golpe y supuso que el niño había ido a la cocina. La alarma le recorrió el cuerpo mientras estaba de pie listo detrás del árbol de yuca más grueso. ¡Qué pasa si ella sale con el muchacho y lo ve parado allí! Todo se echaría a perder. Podría arrebatar a la pequeñita; los necesitaba a ambos para su plan. El sudor corrió entre sus ojos mientras vacilaba. Cuando volvió a sentir la puerta cerrarse, suspiró con alivio. Calma-todo va a estar bien. Hizo una pausa mientras se controlaba y escuchaba.
Pudo oír al niño contando y lo divisó con las manos sobre los ojos ¡Cuatro, cinco, seis...perfecto! Estaban jugando a las escondidas. Escuchó una risita a su izquierda y se dio cuenta que la pequeña niña estaba escondida detrás de la casita de juegos. Seguramente se quedaría ahí hasta que su hermano grite ‘Estoy yendo, lista o no’. La mejor y más fácil estrategia sería agarrarlo a él primero.
Se arrastró hasta donde estaba el niño parado de espaldas a él. En el último segundo, una piedra se quebró bajo su pie y el niño se dio vueltas. Sus ojos marrones se sobresaltaron impresionados y hubo una queja en los labios que rápidamente se convirtió en un chillido de terror enmudecido cuando el paño empapado de cloroformo se posó sobre su boca. El pequeño luchó unos pocos segundos antes de relajarse y desplomarse al suelo. Dejó el trapo en su lugar y se movió sin hacer ruido hacia donde la niña estaba esperando a su hermano. Al ver esa mole aproximarse a la casita de juegos, ella levantó la vista sorprendida, la cuál rápidamente se convirtió en miedo cuando presionó otro pedazo de paño contra su cara. Ella se retorció por un instante antes de que suspire y caiga contra él. La levantó en sus brazos con facilidad, sin notar que la mitad de la galletita de jengibre de Hannah se había caído de su bolsillo. Levantándola con un brazo, giró y su bota aplastó el bizcocho, pisoteándolo en el suelo blando. Levantó al niño con su otro brazo y corrió con ellos hacia su auto.
Los depositó en el asiento trasero y los cubrió con una frazada que había dejado allí con ese propósito. En menos de un minuto estaba atravesando el huerto de olivos y de árboles frutales, por el camino de tierra y hacia la carretera principal. Estaría en su casa en menos de seis minutos, estacionaría el auto en el garaje y ocultaría a los chicos en el sótano.
Se obligó a conducir a una velocidad suave, no quería llamar la atención. En un minuto, comenzó a granizar y usó el limpiaparabrisas para despejar la brisera. El cielo estaba oscureciendo y necesitaba encender las luces laterales. Cuando redujo la velocidad para tomar una curva, vio a la distancia un caminante que se acercaba. Maldijo, pero cuando estuvo cerca, el caminante se desvió de la carretera y tomó otro sendero de tierra. Giró la cabeza y vio brevemente al peatón, lo reconoció inmediatamente. ¡Maldición! Pero con un poco de suerte su vecino ni lo había notado cuando pasó. Esperaba que Roger no supiera que venía de la dirección de la propiedad de los Frost. Comenzó a transpirar de nuevo. Viéndolo con optimismo, tal vez no fue reconocido; la mayoría de las personas no eran observadoras y con suerte, Roger estaba más concentrado en envolver su bufanda más cómodamente alrededor de sus orejas que en notarlo. Tenía que hacer algo sobre eso más tarde, pero en este momento, necesitaba regresar a casa lo más pronto posible.
Sintiéndose más confiado, miró detrás de su auto la frazada enrollada sobre el asiento. No había ni movimiento ni sonido. Perfecto.
Capítulo 9
Debbie enrolló el cable eléctrico en la ranura de la aspiradora después de terminar en la planta baja. Un trabajo menos, pensó, cerrando la puerta del armario. Debbie miró su reloj. Los chicos habían estado afuera por casi veinte minutos y ella ya debería haberlos hecho entrar. Tuvo mucho que hacer ese día. No valía la pena poner la carga final de lavado, ya que estaba destinado a llover dentro de la hora. Las nubes se veían cada vez más oscuras y amenazantes. El sol que antes aparecía esporádicamente, había desaparecido totalmente y se veía como si fuera haber una terrible tormenta.
El invierno en Chipre había llegado definitivamente. El verano y el otoño fueron gloriosos, así que no podían quejarse. Además, Debbie recibía con placer los cambios estacionales ya que le recordaban su hogar. Aún pensaba en Inglaterra como su hogar, a pesar de todas las penas que sufrió allí. Se preguntaba si alguna vez regresaría. Sabía que William quería la mejor educación para Charlie y Hannah y ya había dicho que estaba preparado para enviar a sus hijos a una escuela privada si estaba a su alcance. Las escuelas en Chipre estaban bien, pero ella sabía de su preferencia, y aunque él nunca se lo dijo, amaba Inglaterra.
Debbie volvió a pensar en una Inglaterra que había amado: cuando era una niña y las felices y amadas navidades que ella y sus padres disfrutaron juntos. Cerró sus ojos, rememorando el aroma a madera del abeto Douglas que su padre llevó a su casa del mercado dos semanas antes del dichoso día, como amaba ayudar a su madre a hacer el budín y la torta de ciruelas de navidad, revolviendo todas las especias con los otros ingredientes y preguntándose como estaban las monedas plateadas dentro del budín. Pasaba horas cubriendo el árbol con todos los antiguos y tan amados adornos de color rojo, verde y dorado. Había una serie resplandeciente de luces centelleantes, velas perfumadas, tazones de popurrí y arándanos. Había sido tan divertido: días gloriosos, fabulosos y felices.
De repente, volvió a la realidad y recordó sus hijos, fue hacia la cocina. Se detuvo. Se sentía una tonta, seguro los chicos estaban bien. Solo había pasado media hora y necesitaba dejar de preocuparse. No quería hacerlos sentir tan inseguros con su sobreprotección. Los niños a menudo percibían que algo estaba mal. Pero...no los podía escuchar en el jardín. Debbie sintió su corazón latir en el pecho cuando iba hacia la puerta.
“¿Charlie? ¿Hannah? ¿Dónde están?” No escuchaba nada, se apresuró a ir hacia afuera y corrió a la esquina de la casa. No había señales de ellos. ¿Dónde estaban? Si algo sucedía...
“¡Bu!” gritó Hannah y se rio. “Eze fue un buen chizte ¿Verdad? Ambos niños aparecieron al lado de la casita de juegos, con las manos en sus bocas y riendo con regocijo.
Debbie apretó sus dedos sobre sus labios para parar de temblar. “Sí, encanto, lo fue”. Luchó contra su impulso de llevarlos al interior. Tuvo que sobreponerse a sus nervios o se volvería loca. “Cinco minutos más, luego hay que hacer tareas de la escuela”.
Ambos niños hicieron caras feas y luego desaparecieron. Debbie sonrió por su inocencia e ingresó a la casa.
Al pasar por la sala de estar, notó que había dejado su computadora encendida. Había marcado algunos libros para niños que pensó que a Charlie y Hannah les gustarían y quería leer las descripciones más profundamente antes de comprarlos. A ella y a William les causaba gran placer que los niños muestren amor por los libros, aún a una edad tan tierna.
No había mirado sus emails ese día...solo le tomaría un segundo descargarlos y luego haría entrar a los chicos. Preparó una taza de café instantáneo y volvió con él a la sala. Cliqueó ‘enviar/recibir’ y esperó. Solo dos mensajes: un título parecía extraño y puso la atención en el encabezado...‘Una Feliz Navidad y Feliz año Nuevo para Debbie, ¿O es Yvonne Brookes?’ El texto era corto e iba directo al punto. Claramente asignando la culpa a ella, mencionaba a Sally y a Stuart y terminaba con la línea ‘¿Tus dos hijos actuales terminarán de la misma manera, estrangulados con sus bufandas y yaciendo en una tumba?’ Y luego había fotografías, tres. Una de ella, una de Charlie y Hannah en la playa...y una de Sally y Stuart.
Debbie sintió que su cara se tensionaba al quedarse sin sangre. Dio un grito ahogado y se estremeció al recordar esa foto tan claramente. Había sido un día ventoso en el parque y Sally se había quejado por el frío cuando Claude los hizo posar. Le dijo que si no se comportaba, no le compraría un helado. Sally se veía como si fuera a llorar y se inclinó contra las piernas de su madre para confortarse, mirándola con su confiada sonrisita. La mano de Stuart buscaba la suya, como si él también podría no obtener su trato de fin de semana...Debbie se sintió mareada y enferma. ¡No! ¡No era posible! ¿Quién había descubierto dónde vivía? ¿Quién había averiguado su nueva identidad? Gimió de dolor y se estremeció. Tomó el mouse para borrar ese ofensivo email y arrojó su taza de café. Como si estuviera en trance, observó el charco de líquido caliente sobre el escritorio y las salpicaduras sobre la pantalla y el teclado. Tenía que deshacerse de eso. ¿Quién más había recibido este email? Sabía que William tenía una enorme lista de contactos. ¿Qué si todos recibieron este email? No pasaría mucho para que algunas personas sacaran sus conclusiones y se expandiría por toda la isla y en la comunidad en horas. Todos lo sabrían. ¿Quién sabía que se había cortado y teñido el pelo? ¿Quién sabía que vivía aquí con William y Hannah y Charlie?
No tenía dónde esconderse, ni dónde huir. Tal vez, sería mejor si estuviera muerta, entonces William no sufriría más agonías por su culpa. Podría criar a los chicos en Inglaterra, si era lo que verdaderamente quería. William...tenía que olvidarla y dedicarse a los niños. ¡Los chicos! Tenía que asegurarse que estén bien. Cualquiera que conociera su identidad sabía sobre Hannah y Charlie como indicaba la foto de la playa. Debbie tenía que hacer entrar a sus hijos...Sally y Stuart. ¡No! Estaba mal, tenía que enfocarse. Charlie y Hannah eran sus chicos ahora.
Gritó mientras salía tropezando de la habitación y corrió hacia la puerta de la cocina, abriéndola. “¡Charlie! ¡Hannah! Vengan aquí. ¡Rápido, entren ahora!” gritó. Solo esperó un segundo antes de precipitarse afuera. No sintió el viento frío penetrante ni las ráfagas de aguanieve que chocaban contra su cara. Se lanzó hacia el patio trasero como había hecho más temprano esta mañana. No vio ningún niño en el tobogán ni en el columpio, y la casita de juegos estaba vacía. ¿Se habrían ido del jardín a jugar en el bosquecillo de olivos? ¡Seguro que no! Ellos sabían que debían permanecer dentro del jardín.
“¡Charlie! ¡Hannah! ¡Charlie! ¡Hannah! ¿Dónde están? Por favor, no se escondan. No me hagan esto. ¡Vengan aquí de inmediato!” Volvió a la hamaca, se estaba meciendo con la brisa, y se introdujo en la casita. Se inclinó y miró adentro. “¿Charlie? ¿Hannah? ¿Están ahí?” Algo le llamó la atención. Notó restos de la galletita de jengibre de Hannah aplastada en el suelo blando.
“Hannah”, sollozó. “¿Dónde están?”
Le pareció escuchar un ruido en el camino de ingreso, hacia los árboles. Fue tambaleando hacia el sendero, llamándolos por sus nombres, una y otra vez pero no escuchaba nada excepto un montón de cuervos que se alejaban ruidosamente. ¡Los chicos! ¿Dónde estaban? Salió de la senda y se metió en el huerto. Los árboles se extendían en hileras a su alrededor, doblados, con ramas caídas como un ejército de espíritus malignos retorcidos. El suelo bajo sus pies estaba suave y con desesperación corría de árbol en árbol buscando una señal. Algo. No podía ver a sus niños ni a sus huellas en el suelo. Miró la base del tronco de un árbol, donde el suelo estaba más suelto y desmenuzado y sumergió sus manos bajo la superficie. No había nada. Cavó más profundo, sus manos desesperaban mientras desgarraba la tierra. Se puso de pie, las lágrimas corrían por su cara, levantó sus manos ante ella. Sus uñas se habían roto y ennegrecido de mugre, sangre mezclada con la tierra. ¿Dónde fueron sepultados?
Se dejó caer y gritó al ver su cara. ¿La cara de quién era? Mientras el granizo caía más rápido, una bruma parecía haberse instalado sobre ella y perdió la consciencia.
Más tarde, William la encontró tirada en el suelo. Estaba temblando de frío y conmoción. Su cabello y su ropa estaban mojados por la nieve y adheridos a su cuerpo. William lanzó un grito y corrió para levantarla, vio que sus ojos estaban blancos y vacíos.
Capítulo 10
Roger se sentó junto a su estufa de leña mientras terminaba de tomar el té. Mucho para sus planes de ese día. Debería haber prestado más atención al reporte del clima: se esperaba que ese día caiga nieve en los montes Troodos. Dejó la taza y se acercó a la ventana. La nieve aún estaba cayendo, y por como se veía el cielo, se esperaba mucho más. Hinchó sus mejillas y exhaló profundamente. Como tuvo algo de tiempo libre que no esperaba, pensó que sería una buena idea juntar más leña y al mismo tiempo alimentar a los pollos.
Buscó una chaqueta gruesa y se puso las botas. Al abrir levemente la puerta trasera, se sorprendió de lo frío se había puesto desde que llegó a casa. Aunque normalmente nevaba durante los inviernos de Chipre, la mayor parte caía sobre las montañas más altas. Agios Mamas generalmente le escapaba al clima más severo, pero Roger tenía una leve sensación de que este año podría ser diferente. Quizás hay algo del calentamiento global después de todo, pensó, pero no pudo recordar porqué el calentamiento tenía algo que ver con más humedad y frío en lugar de cambiar los patrones climáticos. Roger fue al depósito de leña y corrió la lona que cubría los maderos que necesitaba para la estufa. Los pasó uno a uno a la canasta, acarrear la madera le provocó dolor de espalda. En un momento de alivio, se puso de pie y estiró su columna vertebral. Pronto hubo una canasta completa para agregar a la que ya estaba en el interior. Mientras descansaba y recuperaba su respiración, observó el valle delante de él. Podía ver muchas luces brillando a través de la oscuridad en dirección a Agios Mamas y una era de la casa del aficionado a los pájaros. La casa de la familia Frost, sin embargo, estaba a oscuras. Debbie debe haber salido, pensó. Tal vez había llevado a los chicos de compras, aunque este no era el día que usualmente va al supermercado. Su espalda se sentía mejor, Roger levantó la canasta con leños en sus brazos y la llevó al interior tambaleándose.
Reavivó el fuego y cruzó la cocina. Mientras tarareaba una vieja melodía, quitó las cosas del desayuno y barrió algunas virutas de madera que se habían caído del cesto. Como hacía vida de soltero y era consciente de que no había nadie que haga esto por él, se aseguraba de mantener la casa ordenada. De hecho, si hubo otra mujer después de su esposa de tanto tiempo, habría sido duramente obligada a estar a la altura de sus expectativas. Él era, y lo sabía, exigente.
Roger suspiró, deseando que su esposa, Christine, hubiera estado más tiempo en este mundo junto a él. Fue un amor de la infancia y se casaron tan pronto como Christine fue mayor de edad. Los diez años siguientes fueron perfectos en cuanto a Roger respecta, solo él y Christine viviendo su sueño. Tampoco estaban interesados en tener hijos tan pronto y cuando llegó el momento de comenzar a planear su familia, Christine fue cruelmente arrebatada de su lado. En ese momento, Roger no podía creer cómo un resfriado común podía convertirse tan rápidamente en una situación que amenazaba la vida. Christine no tuvo oportunidad cuando la neumonía viral la golpeó y murió en menos de una semana. Roger estaba devastado y después de un corto duelo, se encerró en su trabajo, cuerpo y alma.
Observando su acogedora casita, supo que Christine habría estado encantada. A veces creía sentir su presencia. Era un pequeño instante, como cuando escuchó su pieza de música clásica favorita o tomó un libro que sabía que ella había leído años anteriores, cuando su cabeza estaba llena de sueños. Se habría sentido orgullosa de él. Orgullosa de cómo enfrentó la situación cuando se había ido y cómo llevó a cabo su vida. Siempre trató de ser noble, honesto y amable. Si tan solo hubieran podido compartir algunos años más juntos. Roger sintió que su garganta le dolía, entonces se preparó otra bebida caliente. Por alguna razón se sentía deprimido y ya desde antes de iniciar su viaje que debió abortar. Quizás fue al escuchar a los niños de Debbie Frost jugando en el jardín o pensar en un frío invierno y las dificultades que éste le causaba a muchas personas. Lo que sea, estaba inquieto y preocupado, como si sintiera que había algo maligno en el aire. Le recordó cuando estaba trabajando en un caso particularmente desagradable en las cámaras. Tembló.
Tal vez podría pasar algo de tiempo revisando las notas de sus antiguos casos. Adam estaba allí, y sin duda estaría interesado en lo que pudo haber descubierto. Sus pensamientos deambulaban mientras revolvía sus papeles. ¿Podría escribir un libro? Diana lo estaba incitando, le decía que tenía material fascinante para usar. Podía haber sido una experiencia absorbente y podía haberlo alejado de su propia enfermedad. Ya había pasado muchos días preparando un archivo con todos los datos que había reunido a lo largo de los años. Cinco casos en particular eran los que le interesaban. El caso de Debbie Frost-o de Yvonne Brookes-era uno de ellos. El archivo era abundante y contenía artículos de diarios, declaraciones judiciales, fotografías y viejos chismes: todo lo que él pensaba que era relevante. Siempre le habían interesado los antiguos casos, los casos aplazados, y el de Yvonne no era una excepción.
Un pulso latió en la sien cuando echó un vistazo a sus notas ordenadas. Yvonne Brookes había sido una persona fácil de acusar. La recordaba como una mujer joven, pequeña y bonita. En realidad, a primera vista, por su apariencia de fragilidad y juventud, podría haber sido confundida con una adolescente. Estuvo tan tranquila durante el juicio, el juez tuvo que pedirle repetidamente que levante su voz. Su actitud no le había hecho ningún favor, ya que no era solamente reservada y sumisa, a veces parecía que su mente vagaba y que estaba medio dormida. Roger recordó que su testimonio le dejó la impresión que le había dicho a la corte todo lo que sabía sobre lo que le había sucedido a los niños. Tenía dos impresiones sobre ella. La Debbie que él ‘conocía’ parecía una madre y esposa amorosa y preocupada. Yvonne Brookes era una figura frívola y sombría que no podía tener presente lo que era importante.
Roger recogió una foto de Yvonne. De acuerdo a sus papeles, tenía veintiocho años cuando se cometió el crimen. Él estudió su cara y su pelo. Usaba el cabello largo y rizado. Era castaño oscuro y se extendía más abajo de sus hombros. Estaba vestida con un simple vestido de algodón blanco con un gran cuello. ¡Por Dios, se veía como una niña! Mientras pasaba algún tiempo observando la fotografía granulada, estaba seguro de que estaba mirando a la mujer que ahora se hacía llamar Debbie Frost, y estaba contento de haber insistido en que Adam saliera a verlo por sí mismo.
Con una palmadita de felicitación en la espalda, encendió su pipa. Era el único vicio que había adquirido después de que Christine murió. Sabía que si estuviera viva, ella odiaría esto, pero de algún modo tenía el sentimiento de que donde sea que su espíritu esté, lo aprobaba. Quería que él sea feliz.
Dió vuelta las páginas de su archivo y el tiempo pasó. Un leño se desplazó en la estufa y lo desconcentró. Como se sentía tieso, se levantó, estiró sus piernas y le dió un empujón al madero. Al mirar las chispas que volaban en la chimenea, se dio cuenta de que el viento afuera había aumentado su fuerza. Dejó el atizador, se acercó a la ventana y miró hacia fuera. Todo lo que se veía era una delgada capa de nieve. La luz de la lámpara exterior se había reducido, pero como el Monte Olimpo estaba tapado por una espesa nube, pensó que aún más estaba por venir. Mirando a través de la oscuridad, vio que la casa de los Frost todavía estaba a oscuras y esperó que Debbie no encuentre el camino demasiado helado en su subida a la montaña. Le dio la espalda a la ventana y sacudió su cabeza. ¿Qué diablos la había hecho salir de todos modos?
Capítulo 11
Diana decidió que era tiempo de llamarla un día. Estaba en los dos últimos capítulos de su última novela policial y necesitaba un tiempo de tranquilidad antes de remitirlo a su computadora Estaba confiada que había cubierto todo; necesitaban atar todos los cabos sueltos pero...tenía que estar absolutamente segura. No había suficientes horas en un día, con la Navidad acercándose y todo el trabajo extra que esto implica. Diana estaba segura que si dejaba el manuscrito en espera y lo veía con ojos frescos después de las festividades, se sentiría mucho más feliz. Navidad era un tiempo mágico, especialmente para los niños y Poppy ya se estaba entusiasmando.
Al pararse y estirarse, se dio cuenta que estaba frío. Sus manos estaban congeladas, así que decidió encender la calefacción central. Normalmente en Chipre estaba lo suficientemente cálido durante el día como para usar nada más que un suéter. La calefacción se necesitaba solamente durante las horas de la noche. Se alejó de su escritorio y miró por la ventana a través del valle. Tenía una vista clara, casi ininterrumpida a los montes Troodos. Las únicas casas que interrumpían su vista eran un puñado de puntos aquí y allá: la de Roger, la de los Frosts, la de Jenny y Bernard, y la de su amigo-Philip-quien rentaba la vieja casa de los Costas. Aunque solo era la tarde, tenía una luz encendida en su escritorio, y podía ver las luces de algunas otras casas también. Qué día más horrible y sombrío. Era tan feo que la hizo sentirse desanimada. Se preguntaba si Adam y Clare habían llegado. Estaba previsto que el avión llegue pronto y dijeron qué, como ya habían organizado el alquiler de un auto, no se preocupen en recogerlos en el aeropuerto Paphos. Eso dejaba a la madre de Steve. Mal clima y Gwen Rivers...¿Podía haber algo peor?
Diana se rio entre dientes cuando recordó la discusión con Steve sobre su madre. Reconocía que había estado dura con él, pero a veces se lo merecía. Estaba segura que había momentos en que deliberadamente le hacía una jugarreta para ver como podía salirse con la suya. ¡Hombres! No eran más que colegiales grandulones. Ella prometió ser agradable y gentil con su suegra y no provocarla a pesar de que a veces podía ser una vieja arpía.
Guardó sus archivos y cuadernos, e hizo una pausa cuando escuchó una sirena a lo lejos. Esperaba que no sea nada serio como el incendio de una casa o un accidente de tránsito. Nunca entendió porque la policía, los bomberos o la ambulancia usaban sus luces intermitentes y las sirenas como rutina, aún cuando no había una emergencia en la isla. Tal vez era una muestra de poder, como diciendo ‘mírenme’, reflexionó.
Al bajar por las escaleras se encontró con Steve que venía del lavadero. “De repente se puso muy frío. Me pareció necesario encender la calefacción central”, dijo frotando sus manos.
“Ya lo hice y encendí la estufa a leña. ¿Quieres otra taza de té?”
“Genial, el lugar pronto se calentará. Sí por favor, suena bien. ¿Ya tuviste noticias de Clare y Adam?” Ella lo siguió a la cocina y se inclinó contra el radiador que estaba comenzando a calentar.
“No ¿Debería? Pensé que te llamarían”.
Ella se encogió de hombros. “Clare dijo que llamaría ni bien esté en su alojamiento. Espero que esté todo bien. No hay calefacción central, solamente un caloventor en el dormitorio. Una estufa a gas podría no ser suficiente”.
“Bueno, podemos prestarle una. No debería preocuparme. Dudo que esta nieve dure...nunca lo ha hecho antes”.
Diana miró con incertidumbre mientras caminaba hacia la ventana y observaba el paisaje nevado. “Probablemente tienes razón. ¿A qué hora vas de Lydia para recoger a Poppy?”
Steve miró su reloj. “Más o menos en media hora, le dije”.
“Iré ni bien termine mi té, entonces. No quiero salir tan tarde, por las dudas”.
“¿Estás segura? No me importa ir”.
Diana sonrió mientras confirmaba su decisión. “Sí. Terminé por hoy y necesito algo de aire. En realidad, decidí tomarme unos días de descanso de la escritura y planeo no hacer nada excepto disfrutar de la Navidad...incluso con tu madre aquí”. Se rio para demostrarle a Steve que estaba bromeando. “Ni bien llegue a casa, terminaré de envolver los últimos presentes y disfrutaré de un vaso o dos de vino. De hecho ¿Tenemos algún espumante en la heladera? Nos pondrá en ambiente festivo. Espero ver a Clare y Adam”.
Steve le pasó una taza de té y se acercó a la ventana con ella. “También yo, y sí, hay un par de botellas ya frías”. Hizo una pausa y luego continuó. “¿Te vas a sentir un poco extraña? Al verlos como pareja, quiero decir”.
Ella le sonrió a Steve con descaro. “Realmente no. Clare lo aceptó. Adam es muy trabajador y si alguien puede mantenerlo bajo control, esa es ella.
*****
Diana condujo su coche a paso tranquilo por el camino cubierto de nieve hacia el pueblo. Pasó la casa de Roger, se veía cómoda y acogedora con un par de lámparas que brillaban en la sala de estar. A medida que se acercaba a la casa de Debbie y William, notó huellas de neumático en la delgada capa de nieve y más cerca de la casa, luces intermitentes que llenaba el cielo sombrío. Curiosa e ignorando la ruta que debía seguir, giró y tomó el sendero.
Condujo hasta los frutales y cuando dio la curva, vio desconcertada un coche policial estacionado afuera de la casa de los Frosts.
“Oh, no”, murmuró sentada en su auto observando. “Me pregunto que sucedió”. Una sensación curiosa se apoderó de ella. Era como si hubiese estado siendo observada. Giró su cabeza y miró entre los árboles. Nada se movía solo la nieve que caía y las ramas que ondeaban con el viento.
*****
Clare y Adam estaban acostados entrelazados en sus brazos, con las sábanas amontonadas sobre ellos. Clare sabía que Adam estaba profundamente dormido porque de vez en cuando oía un débil ronquido de su dirección. Se preguntaba por qué se había despertado repentinamente con un idiota. Ella se había dormido profundamente, sin dudas debido al vuelo temprano de esta mañana, y sucumbió a la suave cama y los avances de Adam sin ninguna protesta hace dos horas. Sin despertar a Adam, sacó su brazo de su pecho, quitó el cubrecama de sus hombros y se sentó. La habitación estaba helada, a pesar del caloventor soplando en el rincón. Clare recogió su bata de tela de toalla del suelo, metió sus pies en las pantuflas y caminó hacia la ventana. El vidrio estaba mojado por la condensación que secó con su manga. Todavía estaba claro, pero por las nubes oscuras y grises parecía que era mucho más tarde. A lo largo del valle desde la villa podía ver algunas casas que ya tenían las luces encendidas. Las luces titilantes y la nieve que caía le agregaba un sentimiento navideño que la hacía sentirse de regreso en Inglaterra.
Mientras miraba por la ventana, notó un auto que iba por uno de los caminos que serpenteaban a lo largo del valle. Vio las luces del auto sumergirse y rebotar y supuso que el camino era de tierra. Mientras su mirada se desplazaba, de repente se dio cuenta de que había alguna actividad en los alrededores de una de las casas, luces blancas y una luz estroboscópica azul destellaba en el cielo.
Clare sintió de repente que el calor llenaba su cuerpo. La golpeó como una lengua de fuego brincando de un lanzallamas, abrazando su corazón y su cerebro. Tembló y jadeó cuando el dolor la atravesó. Pudo sentir voces vagas en su mente...la impresión de dos personas involucradas. Sintió la suciedad y el frío y una sensación de estar perdida y desconcertada ... pero fue un sentimiento fugaz ...que demasiado pronto la abandonó. Se encontró desplomada hacia adelante, inclinándose sobre el alféizar de la ventana, su frente presionada contra el cristal frío.
“¿Clare?” Preguntó Adam. “¿Estás bien?” En segundos, sintió sus brazos que la rodeaban, llevándola suavemente hacia la cama. Ella levantó la vista y su silueta parecía engrosarse y palpitar.
“¿Estás bien?” repitió.
Clare vaciló antes de asentir con su cabeza.
“Me diste un susto. Te escuché gemir y me pregunté que te estaba pasando cuando caíste hacia adelante. Aquí, acuéstate y pon los pies más altos. Te traeré agua”. Le levantó las piernas sobre la cama y extendió el cobertor sobre ella.
“No. Está bien. De verdad estoy bien. No te vayas”.
Adam la miró con curiosidad. “No lo ves ... estás temblando. No te dejaré”. Se acostó a su lado y puso un brazo bajo su cabeza. “¿Qué sucedió?”
Clare dudaba sobre cuanto contarle. Sabía lo que él pensaba sobre los ‘locos y charlatanes’. ¿Qué diría si le contaba lo que sintió? Le dieron todo tipo de nombres, desde clarividencia, meditación profunda, percepción extrasensorial. Era algo que le sucedía de vez en cuando. En ocasiones, se le presentaba con un ‘golpe’ gigantesco que la dejaba tambaleándose; otras veces, una suave percepción de luz que le decía que algo no estaba bien. Clare pensaba que poseía un nivel avanzado de intuición y si le contaba a Adam se reiría a carcajadas y lo llamaría ‘Mensajes del otro maldito lado. ¡Qué va!’ No, era mejor que se quede callada.
“Estaba viendo la nieve caer y de repente me sentí un poco mareada, eso es todo”.
“Hmm. Probablemente estás cansada por haber empezado hoy tan temprano. Además, no olvides que has estado de fiesta como loca en Londres durante la filmación. Es bueno que estemos aquí. Necesitas un descanso”.
“Seguro tienes razón”, asintió, acurrucándose en su hombro y cerrando sus ojos. Los abrió cuando tuvo un pensamiento. “Hubo algo que noté por la ventana. Había mucha actividad alrededor de una de las casas en el valle. Vi por lo menos un auto de la policía con sus luces destellando y me pregunté qué sucedía”.
“No es mi problema esta vez. ¿Ahora no crees que es tiempo de vestirnos? Prometimos que veríamos a Diana y a Steve en algún momento hoy. Tómalo con calma, por si te sientes rara otra vez”.
Adam besó a Clare en sus labios y le dio un abrazo reconfortante antes de levantarse de la cama. Mientras iba al baño se detuvo y observó por la ventana. “Tienes razón. Puedo ver dos autos de la policía allá abajo. Me pregunto por qué es la conmoción”.
Capítulo 12
Debbie se sintió fría y mojada. ¿Por qué estaba tumbada en el suelo? Trató de levantar su cabeza pero la sintió muy pesada. Escuchó pasos que se acercaban, el sonido se amortiguaba en la nieve y de repente vio a William. Se arrodilló y la atrajo hacia sí.
“Debbie ¿Qué pasó? ¿Por qué estás aquí afuera y sin abrigo? Querida, te estas congelando. Aquí, déjame ayudarte. Ponte esto”.
Ella estaba apenas consciente de que le habían puesto algo calentito alrededor de sus hombros y un brazo fuerte la levantó del piso.
“Debbie ¿Por qué la casa está a oscuras? ¿Dónde están los chicos? ¿Están adentro?”
Levantó la mano a los labios y estos temblaban mientras intentaba contestarle. “¿Debbie?” Escuchó la ansiedad en su voz y notó la mirada de pánico en sus ojos.
Otra vez trató de hablar, pero no podía encontrar las palabras. William la cargó en sus brazos y la llevó a la casa.
Debbie cerraba los ojos cuando se esforzaba por hablar. Los chicos...tenían que encontrarlos. Escuchó que William balbuceaba algo entre jadeos de respiración. “Debbie,qué sucedió...¡Oh Dios mío!”
Después de llegar a la casa a oscuras, William trastabilló al cruzar la puerta abierta y encendió la luz. Sentó a Debbie en una silla de la cocina y en ese momento el teléfono sonó. dio un salto para responderlo. Enmudecida, Debbie escuchaba mientras él contestaba por la línea y se dio cuenta de que debía estar hablando con un vecino.
“Recién llegué a casa y encontré a Debbie afuera caída en el suelo. No, no está herida...sí, lo sé. Encontré la casa a oscuras. Yo...no sé dónde están los niños. No tuve tiempo de ir a buscarlos. ¿Puedes esperar un minuto mientras miro arriba?” Sin esperar la respuesta, salió de la cocina y subió las escaleras llamando a Hannah y a Charlie mientras los buscaba.
Debbie podía escucharlo correr por las habitaciones, luchó por ponerse de pie. Para cuando ella alcanzó las escaleras, William volvió y se paró jadeando mientras recuperaba el aliento. Después de lanzarle una mirada desolada, volvió a hablar por teléfono. “No. No están aquí. Sí, por favor. Llama a la policía mientras yo cuido de Debbie. No sé lo que le pasó a ella. Parece que no puede hablar...creo que está en estado de shock”.
Dejó el teléfono y tomó los brazos de Debbie. “Era Roger, querida. Va a llamar a la policía por nosotros. Estarán aquí pronto. Mi amor ¿Puedes contarme qué sucedió?” Al observar a su alrededor, se dio cuenta de cuán fría estaba la cocina ya que tiritó aún con su suéter. “Vamos a la sala. Encenderé la estufa a leña”.
William colocó a Debbie sobre un sofá mientras se inclinaba a poner un fósforo al papel. Cuando las ramas se encendieron.se produjo un crujido. Se puso de pie y miró a su esposa con preocupación. Aún no había pronunciado una palabra. Corrió el otro sofá y lo colocó cerca de ella. Mientras se levantaba, notó la computadora. Los movimientos en la habitación deben haber sacado la máquina del modo de pausa, entonces clavó los ojos en un email idéntico al que había recibido esta mañana.
¡Dios mío! ¡Qué cruel! Quién le haya enviado el email a él, también le envió una copia a su esposa. ¡Por supuesto! ¿Cómo no se dio cuenta antes? Sintió un ruido en la puerta trasera y alguien llamó.
“Aquí adentro, Roger”, respondió.
Debbie sollozó y William se acercó rápidamente. “Cállate, cariño. Está todo bien...es Roger que vino a ayudarnos. Él llamó a la policía. ¿Comprendes? Estarán aquí pronto. ¿Te estás calentando?” Cuando se volvió para saludar a Roger, él ya estaba en la sala. Roger apartó la mirada de la pálida mujer acostada en el sofá para observar las fotos en la computadora.
William dio un salto, pero algo en la cara de Roger le dijo que había comprendido. Había leído el email.
Los ojos de Roger se deslizaron hacia los ojos preocupados de William. “Necesitamos ayuda, William. Cada minuto es precioso. ¿Quién sabe quién más recibió este email?”
La voz de William titubeó al responder. “Lo recibí esta mañana. Estaba por volver a casa cuando lo recibí, pero mi jefe me detuvo. Pero no comprendo. ¿Cómo sabes sobre Debbie?
“Es una larga historia y ahora no es el momento oportuno. Lo discutiremos luego. Pero por favor, quédate tranquilo, te juro que no tengo nada que ver con esto. Sin embargo, una cosa es clara. No podrás proteger a Debbie ahora. Aún si se lo hubiera enviado a unas pocas personas, la comunidad entera lo habría sabido en pocas horas”.
Debbie se estremeció al pensar en las fotografías, especialmente la que la muestra saliendo de la corte. Recordó que Claude se había ahogado en el mar una semana antes, más o menos. En su liberación, sus emociones fueron tensas y confusas. Se sentía aliviada con su libertad, pero no quería vivir sin su familia.
Sabía que ciertas personas nunca creerían en su inocencia y prometió alejarse del lugar tan pronto como pueda. Nunca antes había sido rubia, su propio color era un castaño brillante, pero no tuvo aprensión en cortárselo y decolorarlo. Luego decidió cambiar toda su imagen. Sus ropas eran las que le gustaban a Claude. Siempre se interesó en su guardarropas, pero no eran tan modernas. Tomó todas sus prendas viejas y las empaquetó para enviar a las tiendas de caridad. Comprar ropas nuevas le quitaba de la cabeza algunos pensamientos por unas horas.
Debbie todavía tenía algunos remanentes de esa expedición de compras: un par de jeans y una o dos camisas. Por eso su foto le provocó el mayor impacto de todos. Fue tomada cuando dejó Inglaterra para venir a Chipre. El aeropuerto estaba lleno, ya que se acercaban las vacaciones de Pascua y era el tiempo más concurrido para viajar hacia y desde la isla. Viajó sola y no le habló a nadie hasta que se sentó en el avión. Realmente pensó que había logrado pasar inadvertida para comenzar una nueva vida.
Pero alguien pensaba de otra manera.
Ahora, todo comenzaba de nuevo. William no la podría proteger de una mente maligna. Él no podría proteger a su familia. ¡Dios mío! ¿Qué estaba pensando? Era demasiado tarde. Sally y Stuart fueron secuestrados y asesinados y ahora Hannah y Charlie estaban desaparecidos.
Ella se mordió los labios tan fuerte que sangraron. ¡No! Por favor, Dios, protege a mis chicos. No permitas que dañen a Hannah y Charlie. Estaban en el jardín. Recordó que los escuchó jugar a las escondidas. Charlie estaba contando y sin dudas Hannah se habría estado riendo en algún lugar no muy lejos de su hermano mayor. Charlie cuidaba a su hermana a pesar de burlarse sin piedad, pero siempre estaba allí para ella.
La última vez, la última vez, la última vez...golpeaba en su mente. Contuvo un sollozo mientras se elevaba a su garganta. Fue como la última vez...cuándo encontraron a Stuart y a Sally juntos en la pequeña tumba. Nariz con nariz y arrojados en apenas seis pulgadas de tierra helada.
Tenían que estar en algún sitio de los alrededores. Escuchó a Roger y a William que hablaban despacito mientras el mareo y la oscuridad volvían y la envolvían. ¡No, Dios, no de nuevo! ¡Por favor, no!
Capítulo 13
Era muy entretenido ver desde su sitio privilegiado. De pie en la oscuridad y con sus binoculares Steiner apoyados en sus ojos, veía a todos corriendo como si fueran avispas enloquecidas. Había dos autos de la policía en los terrenos de la casa, según lo que pudo determinar por sus destellos de luces azules y cuatro oficiales de policía. Estuvieron dentro de la casa durante media hora antes de que salgan a buscar por el jardín y el huerto.
Tenía ganas de reírse de ellos. Era tan patético de ver. La policía local no era reconocida por su pericia en buscar personas desaparecidas. Recordó cuando hace dos años una residente de otro valle se perdió. Había estado enferma y confundida, pero a pesar de los esfuerzos de ‘búsqueda y rescate’, la desafortunada mujer no fue encontrada hasta meses más tarde. Si todo iba según lo planeado, estos dos no serían encontrados hasta mucho después de que él se hubiera ido de la isla.
Una baba de saliva corría por su barbilla. Al secarse con la manga, notó que sus axilas e ingle estaban húmedas, sudaba bajo su chaqueta. Aburrido de observar a la policía, se dio vuelta, dejó sus prismáticos y volvió su atención al próximo movimiento.
Más temprano, cuando llegó de regreso a su casa, estacionó el auto dentro de la dependencia asegurándose de tener acceso a la trampilla del sótano. La disimuló esparciendo algunas sacos engrasados y grandes bolsas de plástico por el piso y clavando una tela vieja manchada a la misma escotilla. Al agregarle un montón de latas de aceite oxidadas y unas cuantos tubos recogidos del jardín, consideró que se parecía lo suficientemente a un auténtico garaje sucio y desaliñado.
Cargó a los chicos narcotizados, los bajó al sótano y los depositó sobre el colchón de cama de una plaza. A pesar de que él no sentía frío, se dio cuenta que los pequeños pronto sucumbirían a la baja temperatura si no los cuidaba. Después de observar sus caritas dormidas, los cubrió casi con ternura con una frazada y alisó sus cabellos despeinados y húmedos. No quería que murieran por él; quería jugar algunos juegos primero. Luego pensó y les quitó los zapatos. En la improbable eventualidad de que uno u otro escape, no irían lejos sin zapatos. El suelo era muy pedregoso y estaba lleno de espinas. Arrojaría los zapatos al pozo del jardín, donde nadie nunca pueda encontrarlos.
Pensó que probablemente los separaría por un tiempo, cuando las cosas se calmen durante la noche. Esperaba abrazar y tocar a la niñita, dándole dulces besos antes de que se vista con el nuevo atuendo que él le había comprado. Podría cepillar y acariciar su largo cabello oscuro con ella sentada en sus rodillas y leerle algún cuento del libro que había adquirido especialmente para la ocasión. Debido a que aisló el sótano de sonidos, sabía que tenía toda la noche y el día siguiente para pasar con los niños. De hecho, tenía hasta la próxima noche, cuando oscurezca nuevamente. Para entonces, la policía habría abandonado la búsqueda, y no habría nadie cerca que los vea o los escuche. Podrían pasar días, semanas antes de que los encuentren. ¡Qué alegría! Sería igual que la primera vez...como todas las otras veces.
Sonrió con lascivia al pensar cuán placentero y delicioso será tocarlos. Especialmente al saber que su madre fue detenida por la policía. ¡Y las preguntas que le harían! ‘¿Dónde están tus hijos? ¿Qué hiciste con ellos?’
Sintió que la risa brotaba dentro de él mientras se alejaba de la ventana. Llenó la pava con agua y buscó una taza. Si la policía venía a hablar con él, aseguraría de que no estaba haciendo nada más siniestro que beber té. Tan apropiado en inglés. Se sintió sorprendentemente alerta y relajado. Podía ver todo con sus binoculares y al mismo tiempo estaba perfectamente seguro, caliente y cómodo.
Mientras bebía un sorbo de té, se preguntaba que estaba haciendo Yvonne, o Debbie como le gustaba ser llamada ahora. ¿Estaba llorando, sollozando con su corazón dolorido y desconsolado? La última vez que lloró fue cuando repetía y repetía que era inocente.
Siempre lució inocente, joven y virginal. Recordó la primera vez que la vio. No era estudiante, aunque se veía como tal. La recordó trabajando en la librería de la universidad, reemplazando a alguien que estaba en el hospital por una cirugía mayor. Desde la primera vez que vio a Yvonne se sintió atraído por ella. Se maravilló por su brillante cabello oscuro, cómo caía y se ondulaba enmarcando su rostro menudo y sus hombros delgados. Tenía una dulce boca en forma de corazón e intensos ojos marrones encuadrados por cejas y pestañas renegridas. Era casi la personificación de Blancanieves y esperaba que las aves y los animales salvajes se acerquen espontáneamente a sus dedos.
Se preguntaba cómo estaban los chicos ahora. ¿Estarán despiertos, acostados y aterrados en la oscuridad? No había dejado una vela, podía ser peligroso. Quizás debería haber dejado una linterna...pensará en eso, y luego, cuando todo esté tranquilo, verá. Pensó en la niña. Apenas pensó en los otros. Era morocha también...como había sido Yvonne...era bajo todo ese cabello rubio decolorado. ¿Realmente pensó que podía ocultarse de él?
La niñita era un prodigio. Sus mechones se habían aferrado con húmedos zarcillos a su rostro; tenía una nariz pequeña, hoyuelos en las mejillas, piel perfecta sin manchas...era su madre otra vez.
Observó su reloj; hacía casi una hora que había regresado. Los chicos se despertarán pronto. Debía bajar para ver si estaban bien. Decidió no encender las luces porque podría atraer la atención más allá del valle. Estaba seguro que la policía lo visitaría en algún momento ese día, pero no tenía sentido que informara que estaba en casa.
Abrió la puerta trasera y verificó que no hubiera nadie cerca. El sendero y el terreno circundante estaban desiertos, entonces salió y cruzó el patio hacia la dependencia. Con la ayuda de la luz de la linterna que llevaba, se arrodilló en el suelo cerca del auto y buscó la trampilla escondida bajo los sacos.
Al descender a la oscuridad, oyó un gemido seguido de un sollozo. “¡Mami! ¡Mami!” Caminó hacia la cama y vio que Hannah estaba sentada con los ojos abiertos de terror. Su cara estaba mojada por las lágrimas y ella retrocedió cuándo él le tendió una mano. “Está todo bien. No te preocupes”. Pasó una mano sobre su cabeza y la tranquilizó. “Mami no puede venir, está ocupada”.
Su voz despertó al muchacho, quien se estiró y giró hacia el sonido. Después de unos segundos, Charlie se acercó y se sentó. Sus ojos muy abiertos mostraban el mismo asombro que antes cuando el hombre lo agarró en el jardín. Charlie miró a su hermana antes de demandar, “¿Quién es usted?” El niño hizo un movimiento para salir de la cama y se detuvo cuando vio su entorno. “¿Dónde estamos?”
“En un lugar seguro y escondido. A ustedes les gusta jugar a las escondidas ¿No es así? Estamos jugando un juego con mami. Ella dijo que quería que su Navidad sea extra especial este año. Así que, aquí estamos”.
El chico obviamente estaba alerta, pero se sentó en silencio sobre el colchón; hasta el momento no había hecho escándalo alguno. Eso era perfecto. Será fácil controlarlos. Yvonne los había criado bien, igual que a los otros. Aquel día, habían hecho exactamente lo que se les había pedido. No hicieron preguntas cuando los recogió del estacionamiento y los puso en el baúl del auto, escondidos de mamá.
Charlie lo miró fijamente; el ceño fruncido atravesó sus rasgos.
“Entonces ¿Están listos para jugar el juego? Me pueden llamar tío si quieren, ya que soy un viejo amigo de mamá”.
La pequeña se movía inquieta, y lágrimas frescas corrían por su rostro mientras ella empezaba a llorar una vez más. “Charlie...” comenzó.
Él le acarició el brazo mientras hablaba. Se sentía suave y adorable, como un cachorrito.
Charlie abrió la boca para hablar y avanzó lentamente hacia el borde de la cama. “Este juego es estúpido y no me gusta”. Inestablemente, se deslizó hasta el suelo y se puso de pie. Dio unos pasos hacia su hermanita y la jaló hacia él. “Es solo un juego estúpido, Hannah. No llores. Vamos, nos vamos a casa ahora. Mami se estará preguntando dónde estamos”. Empujó la mano gorda que había estado acariciando a Hannah. “Nosotros no queremos jugar tus juegos. Nos vamos a casa”.
Él le frunció el seño al niño y Charlie se encontró con su mirada. Se veía como que no iba a ser engañado. Debía hacer que el muchacho lo obedezca.
“¿Realmente? Vengan aquí”. Alejó a Hannah del niño y ella lloró, “¡Charlie!”
Empujó a la chica a la cama y tiró al chico contra la pared más alejada. Inclinándose, le murmuró al oído. “Ahora ven conmigo”. Jalando al niño detrás de él, lo arrastró por las escaleras y salió del sótano. “Ahora escucha”, ordenó cuando llegaron a la puerta de la dependencia. El niño miró con incertidumbre a su alrededor antes de escuchar. Al principio, no había nada excepto el viento en los árboles, y luego en la distancia nevada, podían oír el sonido apagado de la sirena de un coche de policía.
“¿Sabes lo que es eso?” preguntó y el niño asintió.
“Un auto de la policía...¿Qué pasó?” murmuró, mirando preocupado.
“¿Y tú sabes dónde es?” Cuándo el pequeño sacudió su cabeza, él continuó con una sonrisa. “Es en tu casa. ¿Y quieres saber por qué? Te diré. Hubo un accidente y yo tengo que cuidarlos hasta que tu papi regrese a casa”.
“¿Accidente?”
“Mmm. Tu mami tuvo un accidente. ¿Sabes lo que significa estar muerto?” le preguntó.
“Significa...significa ir al cielo. Estar con Dios”.
Él sonrió y asintió con su cabeza. “Niño inteligente, correcto. Ya ves, esta mañana después del accidente, tu mamá fue con Dios. Por eso todos los autos de la policía están allí. Entonces, hasta que tu papá regrese a casa, tendrán que quedarse con su tío. Dijo que tenías que ser bueno y cuidar de tu hermana. Tienes que ayudarme”.
El muchacho parecía sorprendido y su rostro palideció. Las lágrimas caían de sus ojos y sus labios temblaban. “¿Mami fue con Dios? Entonces, entonces yo quiero ir también”, gruñó.
Él sonrió y lo empujó nuevamente a los escalones del sótano dónde aún estaba Hannah sollozando. “Todo a su tiempo, lo prometo. Todo a su tiempo”.
Capítulo 14
Diana detuvo su auto justo afuera de la puerta del sendero que conduce a la casa de los Frost. A juzgar por el alboroto, algo estaba muy mal. Se preguntó si debía continuar o pegar la vuelta. Después de todo, no conocía muy bien a la familia y podrían no apreciar su intrusión. Pero cuando se sentó en el auto unos minutos antes, Diana percibió un extraño sentimiento de abatimiento. Algo terrible había sucedido y quería ayudar. Mientras que ella no sabía que hacer, un par de luces aparecieron en el espejo retrovisor y el conductor le dio un bocinazo. ¡Otro auto de la policía! Para evitar bloquear la entrada, Diana consideró que no tenía otra opción que continuar hacia la casa.
Encontró un espacio, estacionó el auto y bajó rápidamente. Reconoció a uno de los ocupantes de la patrulla y no le causó placer la idea de encontrarse con el Inspector Andreas Christopopodoulou otra vez. Ellos habían peleado antes, y sin duda el pequeño policía engreído se deleitaría al ordenarle que se aleje de la casa si surge la oportunidad. Ella lo consideraba un policía de la peor calaña: terco, un fanfarrón y un misógino, especialmente con las mujeres extranjeras. La puerta del frente de la casa estaba entreabierta y Diana ingresó rápido antes que Christopopodoulou pudiera reconocerla, una vez que hubiese terminado su llamada telefónica.
Adentro, escuchó voces que venían de la cocina y de la habitación que William llamaba sala de estar. Diana caminó hacia esta última y después de tocar a la puerta metió la cabeza en la habitación. Lo primero que vio fue la cara pálida de William. No podía recordar haber visto alguna vez tanta agonía en los ojos de un hombre. Recobró el aliento cuando su mirada rápidamente contempló la escena ante ella. Debbie estaba recostada sobre el sofá con los ojos cerrados, un aturdido William estaba sentado junto a ella sosteniéndole la mano. William fue el primero en notar la presencia de Diana e hizo un tímido intento para ponerse de pie.
“No, William, quédate donde estás. Espero no interrumpir, pero vi los autos y las luces. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarlos?”
Antes de que William pueda responder, Roger apareció detrás de ella llevando una bandeja cargada. Se veía aliviado de verla e indicó que debía ingresar a la habitación. “Diana...la persona justa. Iba a sugerirle a William que te llame. Necesitamos ayuda”.
Diana pasó la mirada de una persona a otra. Se sorprendió de encontrar a Roger ahí, ya que su casa estaba toda iluminada cuando pasó. Hasta ahora Debbie no se había movido de su posición boca abajo.
“¿Por qué? Quiero decir, por supuesto que ayudaré, pero ¿Qué pasó?
William se esforzó por hablar y Roger lo sostenía con una mano. “Con calma, hijo. Tómalo con calma, yo le explicaré a Diana”.
Diana alejó su mirada de William y de Debbie y observó expectante a Roger. “Será mejor que sea rápido antes de que el Comandante Slack entre aquí. Me siguió por el camino”.
Roger sacudió su cabeza y suspiró. “¡Ese idiota! Es lo que faltaba. Diana, algo espantoso sucedió. Hannah y Charlie desaparecieron. En un momento estaban jugando en el jardín y luego desaparecieron”.
Diana sintió que a su rostro se le escurría la sangre mientras que un puño helado se apoderaba de su corazón. “¡Oh Dios mío! ¿Cuándo?”
“Esta mañana. No pudimos sacar mucho de Debbie porque creemos que está en estado de shock. Pero lo que dijo es que mandó a los chicos a jugar afuera mientras ella limpiaba la casa”.
“William, lo lamento tanto. Si hay algo que pueda hacer solo pídelo”. Se dio vuelta y se dirigió a Roger. “¿Qué pasa con la policía? ¿Comenzaron la búsqueda?
“Er...creo que esperaban al inspector antes de comenzar”.
Diana dirigió una mirada de preocupación a William antes de volver a Roger y decir suavemente. “Genial. ¿No se dan cuenta de que el tiempo es esencial? Tienen que comenzar de inmediato”.
Roger parecía avergonzado mientras decidía qué decir a continuación. “Sí. Creo que deberías ver esto”. Le indicó que se acercara a una mesa que estaba apoyada contra una pared y volvió la computadora portátil hacia ella.
Velozmente, Diana leyó la página en el ordenador, ojeando las fotos. Al principio estaba desconcertada. Yvonne Brookes, ese nombre le sonaba, y luego le cayó la ficha. Levantó su cara estupefacta hacia él. “¿Estoy en lo correcto si pienso que Debbie es Yvonne Brookes?”
Roger asintió con tristeza.
“¿Pero tú sabías?” Pudo notar por su mirada que sí sabía. “¿Hace cuánto tiempo que lo sabes?”
“Hace un tiempo. Lo siento William, todavía no te expliqué porque no hubo tiempo. Pero lo haré. Te dije que no tenía nada que ver con esto, de hecho…” Interrumpió cuando dos chipriotas entraron en la habitación.
Diana sintió que su corazón se desplomaba cuando enfrentó a su viejo enemigo, el Inspector Andreas Christopopodoulou y su sargento más humano, Yiannis Loukiades.
“Entonces ¿Qué tenemos aquí? Sra. Diana, ya veo. Siempre la persiguen los problemas, si no recuerdo mal”.
“Inspector. Sargento,” balbuceó, inclinando su cabeza en agradecimiento.
“Entiendo que tenemos dos chicos desaparecidos. ¿Lo han estado por cuánto? ¿Tres horas?”
William asintió en silencio.
“De acuerdo a mi sargento aquí, quién estuvo primero en la escena, entiendo que esto ya le sucedió antes a la Sra. Debbie Frost, o debería decir Yvonne Brookes, tal vez? Antes de empezar a investigar necesito hacer algunas preguntas más”.
William se levantó de al lado de Debbie. “¡Por el amor de Dios, hombre! ¿Qué está insinuando? Mi esposa es incapaz de lastimar a nuestros hijos. Tenemos que empezar a buscarlos ahora”.
Un brillo apareció en los ojos del inspector. "De hecho lo hacemos. Pero primero me gustaría saber ¿Por qué la Sra. Debbie está cubierta de barro? ¿Por qué estaba escarbando en el suelo? ¿Qué escondió y dónde?”
*****
“Por fin han iniciado una búsqueda,” dijo Roger mientras regresaba a la sala un rato más tarde con los brazos cargados de leños para el fuego. William estaba en la cocina hablando con la policía y Debbie estaba en la cama. “Te hace pensar ¿No?”
Diana sonrió. “El inspector es inútil, pero su sargento es bastante bueno...y educado. No se por qué sus rangos no están invertidos”.
“Las conexiones familiares, como muchas cosas aquí,” refunfuñó Roger con disgusto. “Aceita algunas manos y un gran trabajo te cae de arriba, fácil como un guiño. ¿Está el doctor ahí todavía?”
“Sí. Le va a dar a Debbie un sedante para que la ayude a relajarse. Sabes Roger, esto no se siente bien. Tenemos que hablarle. Necesitamos una buena charla con ella. Debbie no me parece una asesina y menos capaz de matar a sus propios hijos. Recuerdo algo sobre su caso y el juicio. ¿Cuándo fue, hace cinco o seis años?”
“Seis”.
"Qué coincidencia que el suyo es uno de los casos en los que estás interesado. No podía creerlo cuando escuché lo que le estaba contando a William antes. Ni él, a juzgar por la mirada en su cara”.
“Tenía que contarle. Más que nada, merece saber la verdad. No podía permitirle creer que yo envié esos espantosos emails. Pero hay algo más que todavía no le dije”.
Diana inclinó la cabeza mientras esperaba. “¿Sí?”
“Mmm. El oficial a cargo en el Reino Unido era Adam”.
Diana suspiró. “¿Qué? ¿Tú dices mi viejo amigo Adam? ¿Adam Lovell?”
“El mismo”.
El disgusto aumentó en Diana y se dio cuenta que estaba sonrojándose. “No creo que la visita de Adam aquí tenga algo que ver con Debbie ¿Verdad?”
“Lo tiene”.
“¡Lo sabía! Me pregunto por qué él y Clare decidieron salir de improviso en este momento. ¿Los incitaron?”
Roger parecía avergonzado y simuló avivar el fuego. “Me temo que sí. Adam y yo nos conocimos profesionalmente hace muchos años. Ahora, Diana, por favor escucha antes de increparme. Siempre estuve interesado en lo que llamamos casos sin resolver, e Yvonne Brookes era particularmente fascinante. Probablemente no recuerdes todos los cruentos detalles, pero fue interrogada por otro oficial. Por supuesto, todo fue rechazado y ella fue liberada. Pero ya ves, Adam, como oficial a cargo, siempre se sintió culpable porque un miembro de su equipo fue totalmente despreciable al tratar de incriminar a una joven mujer. Y más, especialmente porque sus hijos fueron brutalmente asesinados. Cuándo finalmente me convencí de que Debbie era en realidad Yvonne, se lo hice saber y le sugerí que se una a nosotros y le solicite a ella una entrevista. Siempre pensó que no le había dicho a la corte todo lo que tenía que ver con el caso. Todavía cree que ella está escondiendo algo. De todos modos, estuvo de acuerdo y dijo que él y su novia podían tomarse unas vacaciones y verte a tí y a Steve al mismo tiempo. Ahora todo esto explotó. Es terrible”.
Diana se quedó en silencio mientras reflexionaba sobre sus palabras. Se puso de pie y caminó por la habitación durante un minuto o dos absorta en sus pensamientos. “Es más que eso. No puedo imaginar nada más horrendo que perder a tus hijos”. Se detuvo y giró para enfrentarlo. “Tenemos que ayudar a William y a Debbie. No podemos interferir con la policía local y con su investigación, pero podemos hacer nuestra propia búsqueda. Y tuve una idea. Adam Lovell es la persona perfecta para reclutar gente que ayude también”.
“Absolutamente perfecto. Tendrían que estar en la isla ahora. ¿No es así?”
“Sí. Steve y yo no tuvimos noticias de ellos aún, pero espero que estén desempacando o explorando la villa. Voy a subir a ver si hay algo que pueda hacer para ayudar a Debbie, aunque sea sentarme junto a ella y sostener su mano si esto sirve. ¿Podrías quizás hacer un poco más de té para todos? ¡Dios mío, mira la nieve ahora! ¿Puedes creer que estamos en Chipre y no en algún lugar de los Alpes suizos?” Se acercó a la ventana y ambos miraron lo que ahora era una ventisca.
“Cuándo estaba afuera caminando esta mañana me encontré con Andreas cerca de su explotación frutícola. La atravesó con todo ese jaleo que se olía en el aire, mirando hacia el Monte Olimpo y asintiendo de manera sagaz. Era casi cómico, pero tenía razón, me temo que el viento helado era terrible. Aparte de él, no vi a nadie más. Por cierto, casi lo olvidé. A quien vi fue a nuestro residente aficionado a los pájaros. Pero no estaba enfrentando al clima a pie, estaba cómodo en su coche. ¡Por Júpiter! Es un maldito día. Esos pobres chicos...”
Roger se veía preocupado y Diana sabía qué estaba pensando. ¿Cómo demonios iban a encontrar a dos niños pequeños en un clima así? Esos pequeños cuerpito no podían retener mucho calor. Si se los exponía al clima aunque sea por un corto tiempo, pronto se congelarían hasta morir.
El clima no estaba de su lado.
Capítulo 15
William se sentó a la mesa en la sala y escondió la cara en sus manos. No podía creer que habían pasado solo unas pocas horas desde que había dejado a su esposa y a sus hijos, abrigados y felices en la cocina mientras se iba a trabajar. Los tres se veían tan contentos. Debbie estuvo de acuerdo en intentar integrarse más a la comunidad y los chicos estaban ocupados con sus juegos.
¿Qué pasó? ¿La había presionado demasiado? ¿Qué hay sobre el email? ¿Generó algo...?
“¡Por Dios, no!” Se puso de pie de un salto cuando el inspector entró a la habitación.
“¿Qué? ¿Qué recordó? preguntó con expectativa.
William parpadeó ante el policía como si estuviera sorprendido. “Mi esposa es incapaz de lastimar a nuestros hijos. No tengo idea de lo que sucedió, pero estoy seguro que ella no les hizo nada”.
El oficial chipriota frunció su boca e hizo un sonido al aspirar entre dientes. “Tal vez no...normalmente. Pero quizás se puso un poco loca...sucede todo el tiempo. Vi a otra mujer volverse completamente desquiciada, y por supuesto, está la historia de la última vez...” Sacudió una carpeta en su mano y William supuso que tenía una copia del caso relacionado a Debbie y sus dos primeros hijos, enviados por fax desde Inglaterra. Willian casi lloró con desesperación. A veces la tecnología de estos días funciona en tu contra.
William se inclinó sobre la mesa y apretó los puños. Miró hacia el techo ignorando al inspector. “Necesito ayuda, no un estorbo. Mi esposa fue inocente antes y lo es ahora”.
Se paró erguido y observó la habitación como si fuera la primera vez. Era un caos. Sacaron los objetos de los cajones de la cómoda y los esparcieron descuidadamente por el suelo. La policía hizo una inspección rápida en toda la casa antes de concentrar sus esfuerzos en el exterior. El fotógrafo policial llegó y tomó algunas fotos de la cocina y la sala. William notó donde Debbie había derramado café sobre su computadora; se había secado pero dejó una mancha pegajosa entre las teclas. Cada oficial tenía un celular y parecía que todos llamaban al mismo tiempo, cada cinco minutos. William quería desconectar su teléfono fijo pero decidió no hacerlo en caso de que alguien llame con novedades de los chicos. Hasta ahora, hubo poca exacerbación de los medios y William agradeció a Chipre por vivir parcialmente en la "edad media". Si hubieran estado en los Estados Unidos o el Reino Unido, habrían tenido hordas de camarógrafos, fotógrafos y reporteros golpeando la puerta.
El inspector respondió su teléfono móvil nuevamente y terminó la llamada diciendo, “Haré la declaración luego. Sí, sí, luego”.
William no quería ni pensar en la idea de los diarios y la televisión metiéndose en el asunto. Nunca olvidará la mirada poseída en la cara de Debbie cuando la vio la última vez. Sintiéndose frustrado, se abrió paso , el inspector estaba haciendo otra llamada, y subió las escaleras. William había dejado a Debbie descansando en el dormitorio y cuando abrió la puerta, vio a Diana sentada a un lado de la cama y notó que el doctor que la estaba atendiendo estaba a punto de irse. Para captar su atención, William levantó las manos en un gesto de súplica. El galeno bajó su maletín negro y asintió, cruzó la habitación hacia Debbie y le habló en voz calmada.
“Debbie, William vino a verte. Debbie, estoy seguro de que puedes escucharme. Te dije que William está aquí. Está preocupado por ti. Por favor háblale, Debbie”.
William se acercó al lado de su esposa y se arrodilló. Debbie estaba acostada en la misma posición en que la dejó. Vio que alguien, lo más probable que fuera Diana, le quitó las ropas lodosas y mojadas y la vistió con una bata abrigada. William sintió que su corazón se le retorcía. Ella se veía tan frágil e indefensa ahí acostada. Inmediatamente le recordó qué parecidas eran Debbie y Hannah y casi se quebró.
“Querida, soy yo, William. Debbie, por favor escucha. Tienes que ayudar a los niños. La policía está tratando de encontrarlos. Nosotros tenemos que encontrarlos. Mi vida, por favor trata de recordar que pasó porque Hannah y Charlie te necesitan y solo tú puedes ayudarlos”. Su voz era baja y llena de emoción.
El doctor tosió. “Cuidado William”, dijo con cautela. “Le di un sedante porque estaba muy conmocionada. Hasta ahora, no respondió nada de lo que le pregunté. Creo que debe tener algo que ver con el email”.
William miró a Debbie por un momento y luego puso su atención en el hombre mayor. “Tal vez tenga razón, pero tengo que estar seguro”. Cambió su mirada de la cara amable y sensible del profesional y le habló a su esposa con una voz suave. “Debbie, cielo, no te preocupes por el email. Lo sé todo y me ocuparé de ello. Lo importante ahora es encontrar a los niños. Debes ayudarnos. ¿Puedes decirnos por qué estabas escarbando en la huerta con tus manos? ¿Perdiste algo?”
Los ojos de Debbie se abrieron y ella se estremeció. Movió sus labios y emitió un sollozo ahogado. “¡Will! Tienes que encontrarlos...apúrate”.
“Sí, por supuesto querida. Pero tienes que ayudarnos”.
Al oír sus palabras, luchó por sentarse y agarró su brazo. William bajó la mirada y vio sus uñas desgarradas y sucias. Notó que tenía manchas de tierra en su cara y en su cabello. ¿Por qué había estado afuera en la huerta con un clima tan espantoso? ¿Qué asunto estuvo removiendo a esa hora del día en tierra ajena? Una sensación de profunda desolación lo golpeó. A menos que...
El médico cambió su peso de un pie a otro. “El sedante la va a ayudar a estar más calmada, pero no la va a derrumbar. No la sobrecargue ya que podría tener una recaída Tengo que irme ahora William, pero por favor no dude en llamarme si las cosas cambian o usted está preocupado por cualquier otra cosa”.
William asintió en silencio y Diana observó al doctor cuando se iba. Su mirada se volvió hacia la desesperada mujer acostada en la cama. Ella también se preguntaba por qué las manos de Debbie estaban tan sucias.
*****
Debbie se dejó caer sobre sus almohadas. Se sentía tan débil y extraña, mareada y confusa. Esto le trajo a la memoria algo de hace mucho tiempo. Luchó por recordar exactamente cuando. Todo lo que podía decir era que tenía algo que ver con sus padres muertos. Se acordó de lo terriblemente deprimida que había estado y cómo casi había renunciado a la voluntad de vivir. Perder a ambos padres a la vez fue una experiencia espantosa para una mujer joven. Debbie era solo una niña y siempre fue muy cercana a su mamá y a su papá. Evocó sentirse completamente perdida y despojada después del accidente, nunca antes había estado sola en el mundo.
Se corrigió a sí misma. Nunca había estado completamente sola, sin ningún pariente cercano. Gracias a Dios que Claude estaba en la escena. Cuándo ella le contó sobre el accidente, se derrumbó en un torrente de lágrimas. Había sido tan comprensivo, amable y cariñoso. Fue Claude quién arregló el funeral y le ayudó a escribir mensajes de agradecimiento a los amigos. Él trabajó sin cansancio, le ayudó a elegir la música y las plegarias apropiadas para el funeral y a organizar un bufet frío después del servicio para los deudos. Nada fue demasiado problema. Hizo todo lo que él le sugirió como si ella hubiese estado en un sueño, se sentía tan cansada y patética. Claude era una persona fuerte en la que apoyarse mientras ella estaba en estado letárgico. Cuándo él insistió en casarse poco tiempo después, ella se sintió aliviada. Querido Claude, fuiste tan dulce y comprensible entonces, pero fue hace tanto tiempo. Trató de no pensar en Claude ni en Sally y Stuart.
“Corazón. Debbie. Soy yo, William. Necesitamos tu ayuda. ¿Puedes decirnos por qué estabas escarbando en la huerta de Dino?”
Debbie llevó sus ojos de la mirada intensa de William a sus manos. ¡Estaban inmundas! ¿Qué había estado haciendo? Los chicos...¿Ella pensó que estarían enterrados en algún lugar en la huerta?
Cerró sus ojos mientras trataba de recordar. Sintió que Diana le apretaba gentilmente su mano. Ella también era madre, ella entendería. Debbie se movió inquieta contra las almohadas y trató una vez más de sentarse. Sintió que el brazo de William se deslizaba por su espalda y la sostenía. Su mente gritó en negación; sería mucho más fácil simplemente regresar a la inconsciencia. Entonces no tendría que soportar el dolor. Podría dormir por horas como lo hacía antes.
“¿Puedo traerte algo, Debbie? ¿Deseas un vaso de agua o tal vez un té?” Debbie abrió sus ojos y la cara de Diana se dejó ver. Le sonrió a Debbie.
“Sí, por favor”, susurró. Sus ojos siguieron a Diana cuando dejaba el dormitorio. “William”, murmuró. “El email ¿Lo viste? ¿Piensas que algún otro lo vio? Oh, William, todos lo saben. ¿Qué puedo hacer? Charlie y Hannah, debemos encontrarlos. Son mis bebés, mis dulces bebés”.
William la acercó a él y la estrechó suavemente entre sus brazos. El tiempo parecía haberse detenido mientras ambos luchaban para evitar que la histeria saliera a la superficie. Al final, William encontró su voz. “Está bien, querida. Gracias a Dios puedes hablar. Tenía tanto miedo. Escúchame. Tienes que contarnos todo lo que sucedió esta mañana. ¿Qué hiciste después de que me fui a trabajar?”
La puerta se abrió y Diana entró con una bandeja y tres tazas. “Me tomé la libertad de hacerte un té a ti también, William. Debes beber algo”.
Asintió con la cabeza y tomó dos tazas de la bandeja.
“¿Cómo está ella?” Diana preguntó con delicadeza.
“Creo que está un poquito mejor. Va a tratar de recordar lo que sucedió exactamente esta mañana”.
“Um, el inspector de policía está abajo. Ellos terminaron su búsqueda inicial y hasta ahora no encontraron nada. Dicen que el mal tiempo está obstaculizando sus esfuerzos. El inspector quiere interrogar a Debbie”.
Debbie jadeó de pánico y se puso rígida en los brazos de William. “¡William! Tenemos que encontrarlos”.
“Cállate, cariño. No te preocupes, lo haremos”.
Diana caminó hacia su silla y se sentó. “Aquí Debbie, toma. Te ayudará a sentirte mejor. Debes tener tanto frío al haber estado afuera en la nieve”.
Debbie tomó la taza ofrecida y sorbió el té. Aún se sentía temblorosa y atontada, necesitaba quitarse la somnolencia. Por lo menos, ahora podía hablar. Cuándo William la encontró, no podía emitir palabra. Necesitaba hacerles entender lo urgente que era encontrar a Hannah y a Charlie. Cuándo William tomó la taza vacía de su mano temblorosa, ella alejó su brazo y se sentó correctamente. Respiró profundamente antes de bajar las piernas al costado de la cama. Debía ir a la planta baja y comenzar a buscar a sus niños ella misma. Era en vano quedarse acostada allí esperando que algo suceda...como la última vez. Miró detenidamente la cara de William, su esposo, su amor y el padre de sus bebés, tenía que comprender.
“William, yo no los lastimé”.
“Querida, por supuesto que no lo hiciste. Lo sé”.
Debbie se puso de pie y se bamboleó. Sus ojos se desenfocaron y su cabeza flotaba. Le tomó un gran esfuerzo componerse. Diana se paró y agarró su brazo. “Aquí. Déjame ayudarte”, dijo sonriendo.
Diana era agradable. Debbie se dio cuenta que necesitaba una buena amiga. Cuándo todo esto pase, se aseguraría de agradecerle. Reprimió un sollozo. ¿Cuándo todo esto pase? ¿Tal vez esto era solo el principio?
Con William a un lado y Diana al otro, Debbie fue a tientas hacia la puerta. Sus piernas se sentían raras, era como si no estuvieran allí. Oh Dios. Era como una de sus viejas pesadillas. Cuándo soñaba que le quitaban a Hannah y a Charlie. ¿Se despertaría, y descubriría que solo era otro mal sueño? Una o dos veces por semana, se despertaba y bajaba por el pasillo para revisar a los niños. Tenía la fuerte urgencia de asegurarse que estuvieran metidos en sus camas y dormidos. Nunca le contó a William sobre sus pesadillas y nunca lo despertó, pero de alguna manera lo supo, porque la atraía fuertemente hacia él y la abrazaba hasta la mañana.
Lentamente, los tres bajaron las escaleras y entraron a la sala. Un silencio descendió sobre todos y todos los ojos se posaron sobre Debbie. Observó la habitación llena de gente, parecía estar llena de policías.
“¿Dónde quieres sentarte Debbie?” preguntó Diana, y Debbie se consoló con el brazo firme de la otra mujer. “¿Cerca del fuego?”
Una vez que se sentó, el Inspector Christopopodoulou se acercó y se sentó frente a ella. Debbie miró al pequeño hombre chipriota con el rostro picado. Casi podía sentir la hostilidad que supuraba de sus poros y quería gritarle que ella no había hecho nada malo. Se contuvo, temblando, justo a tiempo. ¡Tenía que ser fuerte!
“Sra. Debbie. ¿Cómo está? Ahora el doctor se fue y necesito hacerle algunas preguntas”.
Debbie sabía por sus modos que le preguntaba por su salud por no perder la costumbre. No le importaba ni le interesaba su respuesta. “Yo...estoy bien”.
“Buscamos a los niños por el área más cercana, pero hasta ahora no encontramos nada. Pero déjenme decirles, tengo toda la confianza en que los encontraremos. Ahora ¿Puede decirme cuándo fue la última vez que vio a los chicos?” Él sonrió, y su voz adquirió un tono más suave, casi conciliatorio.
Debbie se mordió su labio inferior y bajó la mirada hacia sus manos. Sus pensamientos retornaron a esa mañana. William ya se había ido al trabajo y Charlie y Hannah estaban en la mesa de la cocina. Les sugirió que se tomen el receso de la mañana temprano porque quería terminar de limpiar. No le había tomado mucho tiempo.
“Debe haber sido apenas antes de las diez. Me aseguré de que se pongan sus abrigos y bufandas y luego los dejé salir a jugar”.
“Ya veo. ¿Y por cuánto tiempo estuvo limpiando?”
Debbie levantó su cara pálida hacia el inspector. Por alguna razón, se sentía culpable de haberlos dejado salir. “Después de que terminé en la planta alta, pasé rápidamente la aspiradora en la cocina. Deben haber sido veinte minutos, quizás veinticinco, pero no más que eso”.
“Así que estuvo limpiando. ¿Luego qué hizo?”
“Yo...Yo recuerdo ver a alguien caminando afuera a la distancia, justo antes de bajar. No puedo estar segura de quien era. En ese momento pensé que era Roger”. Ella miró en su dirección y él afirmó con la cabeza.
“Bien pude haber sido yo”, dijo.
“Luego dejé la aspiradora y me preparé un café. Después lo traje aquí y miré mis correos”.
“Ya veo. Entonces ¿Qué pasó luego?”
“Vi el que estaba dirigido a mi”, dijo en voz baja.
“¿Qué pensó cuándo lo vio? ¿Cómo reaccionó?”
“Me molestó. Mi primer reacción fue borrarlo y cuando agarré el mouse, derramé mi café. Entonces pensé en Charlie y Hannah. Creo que grité”.
“¿Así qué usted volcó el café? ¿No había nadie más aquí que pudiera haberlo hecho?”
Desconcertada sacudió su cabeza. “No”.
“¿Por qué gritó? ¿Fue por el correo o porque pensó en sus chicos?”
“No estoy segura. Creo que al principio tuve miedo que el email haya sido enviado a cientos de personas. Todos se enterarían y dirían que yo maté a mis hijos. Estaba aterrorizada de que hablen de Stuart y Sally.
“¿Sus dos primeros hijos?”
“Sí. Habría odiado que Charlie y Hannah lo descubrieran. Son muy pequeños y no habrían comprendido”.
“Mmm. Continúe”.
“Entonces recordé que Charlie y Hannah estaban todavía en el jardín. Tenía que encontrarlos y esconderlos de todos en caso de que escuchen algo malo sobre mí y...y Sally y Stuart. Pero...pero cuándo salí corriendo, no estaban”, terminó con un sollozo ahogado.
El inspector hizo una pausa. Frunció el ceño y se pasó la mano por la barbilla. “¿Usted quería esconderlos de todos? Entonces ¿No los volvió a ver después de que los dejó salir a jugar?”
“No, pero los escuchaba. Creo que estaban jugando a las escondidas. Escuché a Hannah reír”.
“¿Qué pasó después de eso?”
“Cuándo no pude encontrarlos en el jardín, comencé a llamarlos. Busqué en todas partes y luego corrí al sendero. Miré entre los árboles y detrás de los muros de piedra, pero no había señales de ellos”.
“¿Por qué fue a la huerta específicamente? ¿Los chicos solían jugar ahí?”
Debbie sacudió su cabeza. “No. Siempre me aseguré de que jueguen alrededor de la casa. Era muy estricta con respecto a eso, y ellos siempre hacían lo que yo les decía”. Miró a su esposo por confirmación y él asintió.
“¿Buscó en el sendero? “¿Podrían haberse dirigido al camino principal? ¿Tal vez esperando que su papá llegue a casa?” El inspector se movió en su silla y se inclinó hacia delante.
“No, no lo hice. Quiero decir que no busqué en el sendero. Pudieron haber ido hacia el camino, pero no me los imagino alejándose de la casa. Son pequeños”.
“Ahora, Sra. Debbie, quiero que piense, y piense con mucho cuidado su respuesta a mis próximas preguntas. ¿Por qué la huerta? ¿Por qué su esposo la encontró cubierta de lodo, y con las manos tan sucias? ¿Qué estaban haciendo? ¿Escondió algo o...alguien?”
Debbie lanzó una mirada aterrorizada y desolada por la habitación. Había como un arrastre apenas perceptible de pies entre los policías mientras esperaban su respuesta.
“Por qué estaba aterrorizada. Recordé a Stuart y a Sally. Fueron estrangulados y sepultados. Yo...yo pensé que lo mismo le había sucedido a Charlie y a Hannah. Era como la otra vez. Todo estaba sucediendo de nuevo. ¿William…? Ella levantó la vista, había una mirada de horror en su rostro.
Él se inclinó acercándose y rodeó sus hombros con su brazo. “Está todo bien, corazón. Tienes que responder las preguntas. La policía solo está haciendo su trabajo”.
El inspector asintió, aclaró su garganta y se puso de pie. Perdió su sonrisa y su tono se volvió más formal. “Voy a enviar un equipo afuera nuevamente, ahora están tomando un descanso. Mis oficiales ampliarán la búsqueda de los niños y algunos se concentrarán en la huerta. Necesito hablar con el Sr. Roger también. Mientras tanto, Sra. Debbie Frost, es mi deber informarle que tiene derecho a recibir asesoramiento jurídico antes de responder a cualquier pregunta. Recuerde que cualquier cosa que diga puede ser usada en su contra”.
Debbie jadeó y palideció bajo su escrutinio. Las manos de William temblaron contra el respaldo de su silla cuando el inspector se levantaba y salía de la habitación.
Los policías se volvieron a poner sus abrigos húmedos, sus botas y caminaron hacia afuera. Uno o dos observaron las condiciones meteorológicas que estaban empeorando y sacudieron sus cabezas. Si continuaba así, no podrían continuar la búsqueda por mucho tiempo. El sargento los dividió en dos grupos, uno para explorar en campo abierto, el otro casa por casa. Hizo una mueca mientras escuchaba su charla; sabía muy bien que no tenían suficiente personal ni las habilidades para llevar a cabo una búsqueda minuciosa y profesional. Involucró en la búsqueda a algunos de los cazadores locales que conocían la zona y podían ayudar, pero no esperaba mucho. Si tan solo el tiempo no fuera tan malo. Aunque la policía no tenía helicóptero propio, bajo mejores condiciones habrían contratado uno de los rusos en Paphos o le habrían pedido ayuda a la Fuerza Aérea Real Británica en Akrotiri. Si no hallaban nada al anochecer, sabía que tendría que notificar al Alto Comisionado británico. Tenía un mal presentimiento sobre este caso. Se preguntaba si ya era demasiado tarde.
Capítulo 16
Después que los policías dejaron la casa, Diana llamó a Steve. Ella le había hablado más temprano, así que estaba al tanto del asunto.
“¿Alguna noticia?” preguntó.
“No, nada todavía. La policía y los cazadores finalizaron una búsqueda y acaban de salir para comenzar otra vez. Van a extenderla hasta los pueblos vecinos y van a poner particular atención en el campo alrededor de la casa”. Ella bajó su voz. “Esto no se ve bien, me temo que el clima está empeorando”.
“Ya veo. A propósito, Adam y Clare llegaron bien. Llamaron hace diez minutos y están en camino. Está bien que Poppy se quede con Lydia por el momento, en caso de que lo preguntes. La llamé por teléfono más temprano”.
“Bueno, espero que esté bien. ¿Le contaste algo a Adam?”
“Un poco. Le mencioné que dos niños habían desaparecido, pero pensé en explicarle mejor cuando estemos frente a frente. Poppy está bien por cierto, estaba emocionada por quedarse más tiempo con su amiga”.
“Bien, es un alivio. Tú sabes, Adam podría ser la persona perfecta para tener cerca en un momento como este. Estoy segura que tiene mucha experiencia con personas desaparecidas”.
“Siempre y cuando no le moleste a la policía local. ¿Cómo se comporta el inspector?”
Diana tensó la cara y suspiró. “Igual como lo hace siempre...arrogante rodeado de presuntuosidad y dando órdenes a los cuatro vientos. Quisiera que hubieran enviado más hombres. Hay solo un puñado que llevan a cabo la búsqueda y están amenazando cancelarla ni bien oscurezca. Ella bajó su voz a un susurro. “Estoy segura que se convencieron a sí mismos que Debbie le hizo algo espantoso a los niños”. Pensó por un momento antes de continuar. “Me pregunto si podemos ayudar de alguna manera. Hay muchos inmigrantes que podrían asistir en la búsqueda. ¿Crees que el inspector nos dejará?”
“No tengo idea. ¿Por qué no le preguntas? Si está de acuerdo, podríamos enviar un mensaje de texto al grupo vía The Magic Teapot. Roy tiene el número de celular de todos, así que sería fácil. Podríamos reunirnos en la casa de los Frost y diseminarnos”.
“Sí. Voy a ir, le pregunto y te aviso. Te hablo luego, querido”.
“No cuelgues, hay otra cosa. Mi mamá llegó temprano”. Steve bajó su voz. “Está arriba descansando porque está exhausta por el vuelo. Tendré que contarle lo que está pasando. Querrá saber a dónde voy y qué estoy haciendo. Aunque no entraré en detalles”.
Diana suspiró. “Justo lo que necesitábamos. Está bien, cuéntale apenas lo indispensable y asegúrate de que se quede donde está. No queremos que ande deambulando por la nieve, interfiriendo y perdiéndose también. Dejaré a tu mamá en tus capaces manos”, rió entre dientes sabiendo que Steve se sentiría muy presionado para retener mucho de su indomable madre. “Te llamo más tarde. Te amo”.
Cortó la llamada y fue a buscar al inspector.
*****
Diana encontró al Inspector Christopopodoulou en la cocina, garabateando en una libreta. Levantó la vista al escuchar sus pisadas y frunció el ceño cuándo vio quién lo había interrumpido. Él y Diana nunca estuvieron de acuerdo con algo. Diana lo consideraba holgazán, arrogante y muy grosero, especialmente con las mujeres. El pequeño policía juzgó a Diana como una mujer entrometida, sin consecuencias, que estaría mejor en su casa, en la cocina, a donde pertenecen todas las mujeres.
Hizo una gran demostración de molestia por su intromisión y alzó las cejas ante su sugerencia.
“Sra. Diana, tengo todo bajo control. Gracias por su propuesta pero dudo que necesitemos su ayuda. Si cambio de parecer, les haré saber al Muktar en su aldea. Como alcalde, puede organizar las manos extras”.
“Sí, pero tenemos muchos amigos, quiénes…”, comenzó antes de que él la cortara.
“Estoy seguro de que tienen. Pero no queremos a nadie merodeando por ahí, estorbando la investigación oficial y que nos arruine cualquier pista que tengamos”.
Diana lo miró, su estómago se revolvía. “¿Tiene algunas pistas entonces?”
“Por supuesto. Pero no puedo decirle, comprenda. Ahora si me disculpa, tengo una declaración que terminar para la televisión esta noche. Haremos los titulares”. Señaló su libreta.
“Ya veo. ¿Qué va a decir? Nunca vi una declaración oficial para los medios de comunicación antes”. Ella le dirigió una sonrisa resplandeciente. “Podría conseguir un ascenso si todo sale bien”.
El gordito se pavoneó. “Bueno, supongo que no va a doler”, dijo, abriendo el cuaderno en la página correcta y leyó rápidamente. “Estamos haciendo un gran esfuerzo para encontrar a los niños Frost. Los oficiales de policía están haciendo un rastrillaje casa por casa en los pueblos vecinos y en los huertos y campos cercanos a la casa. Desafortunadamente, no podemos usar helicópteros debido a las malas condiciones del clima, pero tenemos confianza que los encontraremos antes de que oscurezca”.
Diana se puso tensa. “¿Está seguro de que los helicópteros están fuera de discusión?”
Asintió con su cabeza. “Me temo que sí, en este momento hay demasiado viento y es peligroso. Tal vez más tarde”, dijo vagamente.
“¿Qué hay sobre mañana? ¿Los volverán a buscar si no los encuentran esta noche?” insistió.
“Sra. Diana, por favor no cuestione mis movimientos. Estamos haciendo lo mejor. A menos que hayan sacado a los chicos del valle, y dudo eso, los encontraremos. Estoy seguro que no nos necesitarán aquí mañana. Mi sensación es que la Sra. Debbie sabe exactamente dónde están. Usted vio sus manos sucias. Sabe más de lo que nos está diciendo. Ahora si me disculpa”.
El corazón de Diana se desplomó. Nunca tuvo fe en el inspector y estaba en lo correcto. Ya estaba echando la culpa a la madre de los niños. De manera abrupta, dio la vuelta y salió de la habitación.
*****
Roger estaba de pie mirando por la ventana de la sala. Se preguntaba si le estaba haciendo perder el tiempo a Adam al sugerirle que venga y hable con Debbie. ¿Y si él, Adam, se hubiese equivocado, y ella fuera culpable de asesinar a sus dos primeros hijos? Roger sacudió su cabeza. ¡No! Adam estaba convencido de que había más en la historia...tal como estaba. Debbie era una señora perfecta y sus hijos daban crédito a eso. A veces, sólo tienes que dejar que tu intuición te diga lo que es correcto, pensó.
Roger repasó en su mente las notas que había escrito. Las había guardado todo este tiempo, de alguna manera sabía que las necesitaría en el futuro. Intuición nuevamente. Las notas estaban escritas con ciertos detalles y todavía le causaban horror. Debbie Frost alias Yvonne Brookes era la esposa de un profesor universitario. Tuvieron dos hijos y vivían en una modesta y bonita casa en las afuera de la ciudad. Debbie conoció a su esposo en la librería de la universidad cuando trabajaba allí, disfrutaban de su mutua compañía. Debbie solo tuvo un par de novios antes de Claude y negó haber tenido amoríos mientras estaba casada. Roger recordó que hubo una conversación de uno o dos de los otros miembros del personal de la casa de estudios que dijeron que, al ser una mujer joven y linda, llamaba la atención de la fraternidad masculina en la ciudad universitaria. En realidad no se dijo nada explícito, pero se sugirió que disfrutaba de la atención y coqueteaba cada vez que encontraba la oportunidad. Nada malo en eso, pensó Roger. Muchas mujeres jóvenes harían lo mismo, y además, nadie vino y la acusó formalmente de algo inapropiado. Todo era insinuación.
Roger recordó, más tarde durante el juicio, cómo Adam dijo que había estado casi fuera de su cabeza la mayor parte del tiempo y nada de lo que dijo tenía sentido. No podía entender porqué y no hizo nada para ayudar en su caso. Si no hubiera sido por el detective corrupto que plantó falsa evidencia, casi seguro ella habría sido acusada de asesinato. Todo cuadraba en su contra. ¿Qué diablos le había sucedido? ¿Seguro que debería haber tenido ayuda psiquiátrica? ¿No había querido que se la deje?
Roger rememoró como encontraron a los niños en una tumba poco profunda diez días más tarde. Sus cuerpecitos patéticos fueron mutilados, probablemente por animales salvajes y unos pocos huesos carcomidos estaban esparcidos debajo de los árboles del bosque. La mamá se veía tan conmocionada en la corte: tan pálida y delgada. Pero...¿Él y Adam estaban equivocados? ¿Pudo haber matado a sus dos primeros hijos? ¿Y posiblemente a estos dos?
¿Y si tenía un amante celoso? La pasión podía ser un motivo poderoso para alguien tan joven y atractiva. Su apatía durante el juicio pudo haber sido un reconocimiento silencioso de su culpabilidad. Roger sabía que algo así había sucedido antes. Giró hacia William y Debbie para preguntarles algo, pero se detuvo cuando Diana regresó de la cocina. Una mirada en su cara le dijo que había estado hablando con el inspector de policía. Le llamó la atención, y ella hizo un ligero movimiento de cabeza.
Debbie notó la mirada entre ellos y se desplomó en la silla. “Los chicos...¿Hubo alguna noticia? Deben estar tan hambrientos”.
William se inclinó y tomó su mano. “Querida, por favor. Deja de torturarte”.
Se produjo un sonido repentino cuando el hielo helado golpeó la ventana, y todos se volvieron a mirar. “¿Por qué no usan helicópteros?” William preguntó de forma impaciente. “Seguro podrían usarlos si fueran cuidadosos”.
Diana apartó bruscamente su atención de la ventana. “Le pregunté al inspector recién y dijo que hay mucho viento. Ellos...ellos pueden usarlos más tarde si cambia el tiempo”.
“Será muy tarde para entonces. Estará oscuro”, Debbie dijo con voz carente de tono.
Diana se acercó a Debbie y se sentó en el brazo del sofá cerca de ella. Le sonrió de manera reconfortante. Roger admiraba lo sensible que parecía ser. “Dijo que traerían algunos cazadores locales para ayudar en la búsqueda. Ellos conocen el terreno, y bueno, podrían encontrar a Hannah y a Charlie. Todos están ayudando”.
“Estoy segura de que Hannah tiene frío. Debe estar helándose. Van a encontrar sus cuerpos congelados”. Su voz sonaba remota.
Diana miró a Debbie, todos escucharon el tono indiferente de su voz y notaron sus inexpresivos ojos. Debbie estaba sentada completamente inmóvil. Diana dio un vistazo a Roger y ambos instantáneamente supieron que Debbie estaba al borde de un colapso.
El viento repiqueteaba contra la casa y el granizo y la nieve golpeaban la ventana. Cuándo las pisadas sonaron en la sala, todos miraron y sostuvieron la respiración hasta que el inspector entró.
“Sr. William ¿Puedo hablarle en privado?” preguntó con una voz cortante. La mano de William tembló contra la de Debbie cuándo él se puso de pie.
“¿Encontró a mis bebés?” preguntó con un susurro. William se inclinó y le besó la mejilla.
“Vuelvo en seguida”, le dijo y siguió al inspector fuera de la habitación.
*****
El Inspector Andreas Christopopodoulou se tomó su tiempo antes de preguntarle a William quién era su abogado.
William alzó la vista y el chipriota captó la mirada de incertidumbre que le atravesaba la cara. Era como pensaba. La pareja inglesa no se había molestado. El Sr. William no se había puesto en contacto con nadie ya que aún estaba tratando de fingir que su esposa era inocente. Que ella era la madre distraída de dos niños desaparecidos. ¡Αγία Μαρία! (¡Santa María!)
Bien, él tenía ideas distintas. Tenía noticias para el Sr. William. Su amada esposa había hecho esto antes. Hace seis años.
William inclinó su cabeza. “No contactamos un abogado”, dijo. “Esperamos, espero que con todos buscando, los...encuentren...”
“"Vamos a tener que cancelarlo pronto”, dijo Andreas, con tono chato y monótono. “No podremos ver nada. Tengo que llevar a su esposa a la comisaría de Limassol para interrogarla. Creo que sería una buena idea que llame a un abogado lo antes posible”.
“¿Qué? No puede llevarse a Debbie a la ciudad”. William se quebró. “Si la lleva a la estación de policía, la destruirá. Estará devastada. Aún tiene pesadillas sobre la cárcel. Sueña que la interrogan y luego la llevan a la morgue para identificar a sus hijos. ¡Dios mío! Usted es inhumano. ¿No puedes ver en el estado de shock en el que está? Si la obliga a bajar allá, tal vez no pueda decirnos nada. ¿Pensó en eso?”
“Solo estoy haciendo mi trabajo”.
“¿Ve lo que esto le ha hecho hasta ahora? ¿Y qué del maldito email? Quien haya sido tan pervertido como para escribir eso, también podría estar tan enfermo como para secuestrar a dos niños pequeños”.
“Tenemos nuestros propios expertos trabajando con el email, pero como fue enviado de un cibercafé, no tenemos mucha esperanza”.
William alejó su mirada de los ojos oscuros y fríos de Andreas Christopopodoulou y ésta se posó en una fotografía de Debbie con Charlie y Hannah. La habían tomado hace casi dos años atrás cuando los niños eran considerablemente más pequeños. Se veían tan dulces y felices sentados en la falda de su mamá. Debbie lucía radiante y hermosa. Su garganta se cerró, apenas si podía tragar.
“Quiero que vaya y busque a su esposa. Iremos a la comisaría juntos”.
Hubo un sonido detrás de ellos y cuando giraron se encontraron con Debbie apoyada en la puerta para sostenerse. “No. No por favor, eso no”. Su rostro era de un blanco mortal y su cabello rubio estaba pegado contra su cabeza. Roger y Diana estaban parados detrás de ella y se veían preocupados.
William cruzó hasta la puerta en dos grandes zancadas y jaló a Debbie entre sus brazos. “Está todo bien, querida. Nadie te llevará a ninguna parte”.
Capítulo 17
Al mirar por la ventana de la planta alta, Philip Bolton podía ver casi todo lo que estaba sucediendo en la vivienda de los Frost. Después de decirle a Charlie que su mamá se había ido al cielo, lo llevó de regreso con su hermana y les ofreció galletas y leche. A la pequeña niña parecía estar dándole un resfriado porque dijo que tenía sed y su frente se sentía calentita al tocarla. Colocó un sedante en sus vasos y en minutos ambos niños estaban durmiendo profundamente en la cama. Decidió dejar una débil luz en un aplique de la pared, ya que no quería que despertaran y se pusieran histéricos en la oscuridad. Aunque estaba seguro que nadie escucharía sus llantos salir de la profundidad del suelo, quería estar completamente tranquilo. Los dejó acurrucados juntos, el niño con un brazo protector sobre su pequeña hermana, ambas criaturas enroscadas bajo la manta.
Se cuidó de que su silueta no sea vista contra la luz en la ventana de la planta alta cuando espiaba las actividades de los policías. Sonrió para sí mismo mientras miraba a los incautos oficiales desplegarse en una especie de cuadrícula al azar. Podía escuchar claramente a uno de ellos, a través de la nieve que caía, cómo llamaba y reprendía a sus oficiales para que se mantengan dentro del patrón elegido y que metódicamente revisen el suelo sobre el que estaban caminando. Muy pocos, muy poco, demasiado tarde, pensó. Aquella vez, en Inglaterra, hubo helicópteros y recordó el ruido mientras zumbaban sobre sus cabezas cruzando la tierra. Esta vez, nada estaba bien planeado; hasta los cazadores eran bastante inútiles y él sabía que se saldría con la suya una vez más. Le hizo cosquillear con excitación en su entrepierna, y dejó escapar otra carcajada. La nieve todavía caía espesa y rápido y las ventanas estaban bordeadas con hielo. El reporte meteorológico en la radio dijo que durante la noche continuarán los fuertes vientos y más nieve. No podía haber pedido mejores condiciones. Se esperaba que las temperaturas caigan a menos de seis grados Celsius. Los hombres pronto retornarán a sus calientes patrullas. ¿Quién se imaginaba un clima tan extremo en Chipre este invierno?
Tenía algo más sobre lo que pensar. Y le dio otro escalofrío de emoción mientras especulaba. No sabía sí enterrarlos en la tierra o atarlos en el auto y arrojarlos al río una vez que terminara con ellos. Como el suelo estaba congelado, tendría problemas para cavar aún las tumbas más superficiales, mientras que las corrientes del río los arrastraría hasta el gran embalse. Probablemente no serían encontrados hasta la próxima sequía. Aún mejor, podría atarles algún peso alrededor de su cuello y entonces nunca serían encontrados. Cuánto más tiempo estuvieran desaparecidos, más difícil sería identificarlos por la descomposición. Pero, por supuesto, las autoridades rápidamente determinarían a quien pertenecen los cuerpos, aún sin pruebas de ADN. El número de asesinatos de niños en la isla Afrodita era pequeño comparado con los de Inglaterra, a pesar de su presencia en la isla esto últimos años. Se deleitaba al pensar en dónde sería su último lugar de descanso. ¿O tendría que volver a usar el pozo de su propiedad? Se frotó las manos con regocijo. Esa fue por lejos la mejor y la elección más fácil. El pozo era profundo y en el fondo había una corriente de agua rápida. Lo había usado antes.
Se rio. Pero esto era todo teoría. Antes, tuvo por lo menos veinticuatro horas. Durante ese tiempo, pudo observar el valle y la casa de Debbie. Veinticuatro horas para jugar con los niños. Ambos eran hermosos. Compartían la misma piel suave de su madre y tenían cuerpitos hermosos, incluso el varón se asemejaba a Debbie.
Debbie...o Yvonne como la conoció entonces. Había sido tan coqueta, a pesar de que parecía una mosquita muerta. A ella parecía divertirle ser amable y simpática con cada hombre que conocía. ¿A quién estaba tomándole el pelo? Sabía que se hacía la tonta, dando la oportunidad. Nadie podía lucir tan bonita como ella sin hacer alarde de su cuerpo. ¿No le había hecho eso exactamente la primera vez que se encontraron?
La pequeña niña, Hannah, se veía muy parecida a su madre. Tenía el mismo cabello sedoso y una perfecta naricita. Antes de dejar a los chicos en el sótano, levantó a la niña en sus brazos. Ninguno de los dos se movió mientras le acariciaba su cabello y su cuerpecito. Cuándo todos estaban tranquilos en el valle y las patrullas habían desaparecido, intentó traerla a la casa. Quería desvestirla, sentarla en sus rodillas mientras le leía un cuento...Hansel y Gretel sería uno bueno.
Deslizó sus dedos bajo su pequeño abrigo y sintió un ligero latido de su corazoncito contra su mano. La sensación lo hizo gemir de deseo. Era tan dulce y adorable, una niña perfecta y hermosa. Ella se movió en su sueño inducido por la droga, y sus párpados se agitaron. “¿Mami?”
Lamentando, retiró la mano y volvió a colocar la manta. Tendría que esperar hasta que llegue el momento correcto. Entonces, cuando todos estaban durmiendo, tendría todo el tiempo del mundo para vivir su fantasía.
Capítulo 18
“Entonces pensé, ya que Diana estuvo en lo de los Frost por algunas horas, podría ir y ver si podemos ayudar. Habría ido antes, pero mi madre llegó un día antes de lo previsto y tuve que acomodarla. Bueno, no podía llevarla conmigo. ¿O sí? Ahora está descansando y sabe que tengo que hacer un recado, así que estará bien por un tiempo. Le dije a Di que estaría aquí esperando a que me llame”, dijo Steve mientras saludaba a Adam y a Clare. Los condujo a través de la puerta hacia la calidez del interior. “Perdón. Sé que estoy hablando mucho, pero sucedieron muchas cosas aquí hoy”. Pasó una mano por su cabello, despeinándolo. No sabía por dónde comenzar. “Debo decir que no es una buena bienvenida a Chipre para ustedes. Lo que sea que los pobres de Debbie y William estén sintiendo, debe ser lo más parecido al infierno”.
Adam ojeó a Clare que lo fulminó con su mirada. Tratando de no verse sorprendido, Steve observó primero a uno y después a la otra. Parecían haber tenido una riña.
Clare fue la primera en recuperarse y responderle a Steve. “Qué espantoso, pobre mujer. Pasar por esto una vez fue horrible, pero que suceda de nuevo. Es suficiente para enloquecerte”.
Al principio, sus palabras tomaron por sorpresa a Steve. Abrió su boca para decir algo justo cuándo Adam se anticipó levantando su mano. “Lamento alarmarte, Steve, pero sabemos todo sobre Debbie Frost. O por lo menos yo”.
Steve se veía desconcertado, entonces Adam le explicó todo tan rápido como pudo. Una vez que terminó, caminó hacia la ventana del living y miró afuera el paisaje cubierto de nieve. “Cómo puedes ver, cuándo Roger estuvo seguro de que Debbie no era otra que Yvonne Brookes, supo que yo querría tener una última conversación con ella. Es difícil explicarle a alguien si no estuvieron involucrados, pero ambos sentimos que ella fue muy decepcionada”.
El rostro de Steve se aclaró al comprender todo lo que Adam le había dicho. “¿Entonces estás aquí por negocios y por placer?”
“Realmente no. Nada oficial. Sólo iba a tratar de hablar con ella una vez. Ahora sucedió”.
Clare intervino. “Lo primero que supe sobre esto fue cuándo llegamos a nuestra casa de vacaciones. Adam me tomó por sorpresa también. ¿Steve?”
“¿Sí?”
Hizo una pausa y se mordió sus labios antes de continuar. “¿Podríamos ir contigo? Entiendo que no sabemos nada de los Frost, pero podríamos ser un par de manos extra...tu sabes, podríamos ayudar en la forma que tú creas mejor”.
Steve asintió. "Estoy seguro de que William estará dispuesto a eso, aunque Debbie es un poco más introvertida y tímida y habría que persuadirla. En realidad, es algo de lo que Di y yo estuvimos hablando antes de que lleguen. La policía está amenazando abandonar la búsqueda en cualquier momento debido a las malas condiciones climáticas. Pensó que podríamos congregar algunos de nuestros amigos que estarían dispuestos a ayudarnos”.
Adam sonrió. “Eso suena como la Diana que conozco. Difícilmente la policía posea unidades especialistas en búsquedas en la isla. Sus métodos no serán para nada tan buenos como los de nuestro país, por un número de razones. La experiencia será una pieza clave en esto. Casi seguro que abandonarán, pero espero que reanuden a la primera luz. Tus amigos probablemente no tengan ninguna experiencia en lo que respecta a buscar, pero por lo menos lo hacen por que quieren. ¿Qué tienes en mente?”
“En verdad, estás equivocado. Diana sugirió que algunos de los amigos en mejores condiciones de la aldea y miembros de nuestro hash se unan a nosotros. Algunos de ellos son ex miembros de las fuerzas británicas o policías que pertenece al hash”.
Tanto Clare como Adam fruncieron el ceño ante sus palabras. “¿Hash?” preguntó Clare. “¿Qué es un hash? ¿Alguna sociedad local?”
Steve se rio. “No, para nada. Es la abreviatura de Hash House Harriers. Los hashers son criaturas extrañas. Basicamente, son un grupo de personas que se reúnen una vez por semana y corren o caminan por la isla siguiendo un sendero cubierto de harina de color. Es un poco como el antiguo juego de la liebre y los perros, excepto porque el camino hash tiene un montón de senderos falsos y uno legítimo. Por lo general, el camino se establece en terreno muy difícil y puede ser una carrera agotadora. Cuándo piensas en esto, Chipre es muy montañoso, con una gran cantidad de desfiladeros y hostil vegetación espinosa. Lo comparamos con las carreras en pendiente, y francamente, estoy sorprendido de que no suframos más accidentes".
Adán parecía asombrado. “¿Y tú y Diana son miembros? ¿Ambos hacen estas carreras?”
“Lo hacemos”.
“Estoy asombrado. No recuerdo a Diana corriendo cuando estábamos juntos”. Adam se rio disimuladamente.
“No, es algo bastante reciente. Desde que regresamos del Reino Unido, decidió que necesitaba ponerse en forma. Habló con algunas de las personas en The Magic Teapot unas semanas después y en días nos inscribimos. Ahora vamos generalmente dos veces por semana”.
Adam farfulló entre risas. “¿The Magic Teapot? ¿Tú sabes de qué es eufemismo? ¿No? No te preocupes...no importa, te lo contaré en otro momento. Bueno, sorpréndeme. ¿Entonces sugieres que involucremos a algunos de estos hashers también?”
Steve asintió. “Correcto”.
Adam sacudió su cabeza, divertido. “Bien, escuché todo. Y creo que tú y Di viven una vida tranquila y refinada aquí fuera ... todas las horas, trotando sobre el campo rocoso. Debo decir que la mente se desorienta.
“Suena más extremo de lo que es y ¡Olvidé mencionar la cerveza que bebemos después! De todas maneras, estoy seguro de que todos estarán dispuestos a hacerlo una vez que nos organicemos”.
“Podría funcionar. Por ahora, vayamos a lo de los Frost y veamos qué pasa. Puede que no sea bienvenido por supuesto, y me podrían echar. Es un riesgo y tengo que tomarlo. Er...supongo que sabes que los chicos estuvieron desaparecidos por algunas horas y las chances de encontrarlos vivos son bastante escasas”. Dijo Adam mientras volvía a ponerse el abrigo. Giró hacia Clare. “Cariño ¿Estás segura que quieres seguirnos? No va a ser muy agradable”.
“Por supuesto que quiero, y los niños todavía están vivos...sé que lo están. Además, Debbie me necesita.
Se dirigió hacia la puerta, ajena a las miradas desconcertadas de los dos hombres.
*****
Debbie Frost estaba de pie cerca de la chimenea. Cerca de ella había un hombre de pelo castaño que Adam supuso era su esposo. A pesar del cambio en el color del cabello, Adam la habría reconocido en cualquier lugar. Se acordó de la dulce boca en forma de corazón y los intensos ojos marrones encuadrados por cejas y pestañas renegridas. Le recordaba un personaje de cuentos de hadas, de piel clara y casi intemporal.
Debbie miró fijamente a Adán con el ceño fruncido en su frente mientras luchaba por ubicar ese rostro familiar. Unos pocos segundos después, con los ojos muy abiertos, suspiró perpleja. “Inspector en Jefe Lovell ¿Qué está haciendo aquí?”
William viró confundido de Adam hacia su esposa. “¿Querida? ¿Éste es el policía que-?
Adam inmediatamente dio un paso adelante y su presencia imponente pareció hacerse cargo de la situación. Acercó una mano hacia William sonriéndole simultáneamente a Debbie. “¿Sr. Frost? Inspector en Jefe Adam Lovell, señor. No estoy aquí para juzgarlos, estoy aquí para ayudar, si puedo. ¿Si por favor puedo explicarles?”
Debbie pareció derrumbarse ante sus ojos y se desplomó hacia adelante. Mientras lo hacía, en ese momento Diana entró a la habitación.
“¡Adam! Por fin llegaste”, exclamó. Antes de ir a saludarlo como correspondía, su atención se dirigió a Debbie. Al darse cuenta de lo que estaba pasando, corrió y la agarró antes de que colapse contra el piso. Clare no estaba mucho más atrás y juntas, las dos amigas la ayudaron a sentarse en el sillón. Cuando Clare le tomó las manos y la miró a los ojos, Debbie vaciló y recuperó el aliento mientras miraba hacia atrás. Nadie podía dejar de notar los síntomas de shock de Debbie. Su cuerpo estaba tan tenso como un vástago, sus pupilas se agrandaron y su voz era baja y sin emoción.
Clare miró a William. “Estamos aquí para ayudar”, dijo y volvió a mirar a Debbie con una sonrisa tranquilizadora.
Los ojos se movían de Clare a Adam. Los estudió a ambos atentamente y de manera instintiva le gustó lo que vio. “Entonces, como oficial superior de policía, por favor, trate de persuadir al inspector que si lleva a Debbie a la comisaría de Limassol, tendrá un desastre en sus manos”.
Por primera vez Adam notó al policía chipriota parado en la puerta. Observó el escrutinio y la mirada hostil que el inspector lanzó contra los recién llegados. Adam cruzó la habitación y extendió su mano. “Encantado de conocerlo. Soy el Inspector en Jefe Adam Lovell de la policía del Reino Unido. ¿Podemos hablar en privado?”
*****
Diana y Clare se sentaron cerca de Debbie, mientras Steve apartó a William a un costado y tranquilo le preguntó cómo estaba y si había algo nuevo que reportar. William se veía tenso y malhumorado cuando explicó que la policía estaba cancelando la búsqueda. El único consuelo era el pronóstico del clima para el próximo día. Iba a dejar de nevar cerca del mediodía y el inspector logró reservar un helicóptero para recomenzar el rastreo.
“Son buenas noticias", dijo Steve, recordando las palabras anteriores de Adam que podría ser demasiado tarde para entonces. Los pensamientos de William podían ser un reflejo de los suyos, se veía deprimido y con el alma en vilo.
“Diana y yo hemos puesto en marcha la tarea de organizar a algunos de los asistentes regulares de The Teapot y a nuestros miembros del hash. La mayoría de ellos conoce la zona bastante bien y estamos seguros que harán un buen trabajo. Es lamentable lo de la nieve y es muy peligroso buscar en la oscuridad. Con todos los desfiladeros y barrancos del área, Dios sabe cuántos accidentes tendríamos si buscáramos por la noche”.
“Lo sé. Debbie y yo estamos muy agradecidos por toda su ayuda y apoyo”.
Steve se acercó y bajó la voz. “En este momento, aparte de algunos residentes en el pueblo de Agios Mamas que estuvieron de acuerdo en revisar los alrededores de las casas y especialmente en las vacías, la mayoría de los voluntarios van a comenzar con la primera luz del día. Planeamos movernos antes que la policía se ponga en marcha e intente interferir. Fueron bastante escandalosos durante el rastrillaje y no muy metódicos según Roger que sabe más de esto que yo. Fueron inútiles, a decir verdad. Adam es un policía muy veterano en su país y aunque no tiene jurisdicción aquí, puede llamar al Alto Comando por respaldo y apoyo si lo necesitan. Parece tener mucha influencia de una manera u otra”.
William se veía avergonzado. “¿Y el pasado de Debbie? Todos tus amigos”.
Steve movió una mano. “No te preocupes por eso. Nadie la está juzgando y aunque sin dudas va haber algo de habladurías, recuerda que ella fue absuelta. Fue declarada inocente”.
William dejó escapar un notable suspiro de alivio. “Gracias. ¿Qué está haciendo tu amigo policía ahora?”
Steve hizo una sonrisa que llegó a sus ojos. “Conociéndolo a Adam, seguro ya obtuvo el visto bueno para que Debbie permanezca aquí al menos por esta noche. Puede ser muy persuasivo”.
William cerró sus ojos y luego asintió hacia la dirección de Diana y Clare. “Mi primer impresión es que parece rudo. ¿Y su novia? ¿Cuál es su papel?”
“¿Clare? “No estoy seguro. Por lo que nos contó a Adam y a mi antes, no sé quién estaba más sorprendido. Aparentemente, tiene alguna experiencia de clarividencia y es bastante experta en hipnosis,” respondió Steve con voz suave.
“Ya veo. Bueno, normalmente no creo en esa sandeces, pero si ayuda a traer a mis chicos de regreso, intentaremos todo”.
*****
Debbie miró con rudeza a Clare. Diana tuvo la sensación de que sentía más que ver a Diana sentada a su lado; toda la atención de Debbie estaba puesta en la pelirroja voluptuosa frente a ella. Debbie parecía tan indiferente. Era como si todo se estuviera desgastando cada vez más alrededor de los bordes, y ella se deslizaba cada vez más lejos.
“Clare. Dijiste que tu nombre era Clare”, Debbie dijo finalmente, con una voz apagada. “También dijiste que estabas aquí para ayudarme”.
Clare asintió. Tomó las manos de Debbie entre las suyas. Diana advirtió cómo Clare se estremeció cuando las tocó. Ella misma se había preguntado cuán frías estaban. “Intentaré”, dijo Clare. “No puedo prometerte nada. Verás, no estoy muy entrenada. Mi...mi poder o don o como sea que quieras llamarlo solo funciona con ciertas personas. Pero contigo, tuve el llamado. Tuve una sensación-una premonición-antes de que Adam y yo supiéramos lo que había sucedido”.
Debbie sonrió débilmente, sentía que un sutil calor la envolvía mientras que luchaba por mantenerse junto a Clare. Sabía que había una mujer, como Diana, en la que podía confiar. Inconscientemente, reconoció que no le haría daño ni la dejaría caer. Señaló sin decir palabra una foto al costado de una mesa y Diana la buscó y se la alcanzó. Ni bien Debbie tuvo el portarretrato en sus manos, cerró los ojos y un escalofrío le hizo temblar el cuerpo.
“Estos son mis dos bebés, Charlie y Hannah”, murmuró, las lágrimas se deslizaban por su cara.
Clare tomo la foto que le dio Debbie y suavemente tocó la cara de cada niño. Se sentó muy quieta concentrada en su parecido y sus dedos se estremecieron.
“No puedo recordar nada más de esta mañana”, dijo Debbie con una voz suave. “El inspector de policía continúa preguntándome, insiste en que debo saber más de lo que estoy diciendo, pero no. Debes creerme. ¿Cómo...cómo me puedes ayudar? ¿Qué tipo de poder tienes?”
Clare se movió y puso la fotografía sobre una pequeña mesa cerca de dónde estaba sentada Debbie. Cuándo se dirigió a Debbie, Diana notó una nueva firmesa en sus ojos y en su cara. Intrigada, se inclinó hacia adelante. No quería perderse nada. Pensando en cuando ella y Clare trabajaron juntas en el teatro hace tantos años, no podía recordar nada sobre ella relacionado con la clarividencia.
“Vengo de una gran familia de gitanos. Verdaderos Romaníes, no mixtos o “didicoi”. Aunque ni yo ni mi madre vivimos en una caravana, mi bisabuela, Rosetta, sí. Ella era quién tenía el verdadero don de la clarividencia. Aparentemente, me parezco en su estilo y me pasaron algunos de sus poderes. La abuelita era originalmente una Lee por parte de su padre y una Petulengro por parte de su madre. De todos modos, la bisabuela conoció y luego se casó con un soldado y abandonó el estilo de vida Romaní. Vivieron juntos muy felices hasta que un día, el bisabuelo fue derribado de su caballo y murió. La abuelita sabía que esto iba a pasar”.
“¿Por qué entonces no le dijo que no monte su caballo?” preguntó Diana.
“Porque si lo sabes, entonces esencialmente ya ha sucedido así que no puedes evitarlo”. Clare levantó la vista y Diana pensó que sonaba como si tuviera sentido.
“¿Y tú? ¿También tienes ese don?” Diana preguntó.
Debbie sacudió la cabeza. “No tanto como la abuela. Ella tenía el poder verdadero. Se creía que era un tipo de bruja gitana, una Chovihani. No soy verdaderamente psíquica porque solo puedo hacer un breve contacto y solo a veces. Cómo el que tuve con tus dos hijos. Debbie”. Viró su mirada hacia la afligida mujer. “Tus niños todavía están vivos. Estoy segura de que lo están”.
Los ojos de Debbie se abrieron y aspiró mientras Clare continuaba.
“Puedo intentar y ponerte en trance, hipnotizarte, para ayudarte a recordar. Podría activar cualquier cosa aunque parezca pequeña, pero podría darnos una pista vital. Mira, no quiero incrementar demasiado tus esperanzas, pero algo es mejor que nada. Por mi conocimiento, podrías estar sufriendo algún tipo de amnesia. No es raro después de una experiencia devastadora. En términos médicos, se lo conoce como una forma de amnesia histérica”.
“Al menos no estarías bajo sedantes”, intercedió Diana. “Es decir, si recuerdas algo bajo la hipnosis”.
“Solía tener buena memoria, cuando era más joven”, Debbie balbuceó mientras se acomodaba en su silla. Se frotó los ojos con las manos y esa acción le mostró a todos lo cansada que estaba.
En ese momento, sonó el teléfono en la cocina y Debbie saltó como si le hubieran disparado un arma. Diana sostuvo una de las manos de Debbie y William dejó a Steve solo en el rincón para acercarse a su esposa.
“Voy a ver quién está llamando, querida”, dijo William después de un afectuoso apretón en el hombro. “Solo será un minuto”.
La cara de Debbie se había puesto pálida. Había perdido el aspecto de excitación que tenía mientras hablaba con Clara y Diana. “Dios, cada vez que suena creo que alguien los encontró y están seguros”, murmuró. “Pero luego pienso que es como la otra vez. No puedo soportarlo... la última vez que llegó esa terrible llamada”.
Diana dejó de seguir a William con los ojos para mirar a Debbie. “Debbie ¿Cuándo empezaste a tener problemas para recordar las cosas? ¿Fue hace años o más recientemente?”
Debbie volvió sus ojos desenfocados hacia Diana. “Cuándo Sally y Stuart murieron. Pero tal vez pudo haber sido antes. No puedo recordarlo”. Sus ojos tenían una mirada de pánico. “Yo...yo no puedo recordar, es tan duro rememorar los años en que estuve con Claude. Es como mirar en el vacío”.
“Quizás es por que hablas de esos años con dolor. Tenías tus hijos en ese entonces y es demasiado atormentador recordar algo sobre ellos”, sugirió Diana.
Debbie asintió mientras lágrimas frescas se deslizaban por sus mejillas. “Tal vez tengas razón. Cuándo Sally y Stuart fueron asesinados, yo estaba en estado de shock. Claude hizo todo por mi, como cuando mis padres murieron en aquel horrible accidente de auto”.
“¿Tu madre y tu padre murieron en un accidente? Qué espantoso, pobre”.
“Fue terrible. El otro auto huyó y los abandonó. Nunca se descubrió quien fue el responsable. La policía creyó que eran adolescentes muy alcoholizados y drogados. Pero Claude era tan bueno. Pobre Claude. Fue el esposo más paciente que cualquier mujer podía desear. Hizo todo lo necesario. Organizó el funeral de mis padres e insistió en que nos casemos antes de lo planeado originalmente. Quería cuidarme y no podía soportar la idea de que fuera desdichada yo sola. Era tan especial. Una vez que nos casamos y Sally y Stuart vinieron, fue tan solidario. Incluso se levantaba a mitad de la noche y ayudaba. Aunque yo quería a los niños y los adoraba, no tenía demasiada idea a esa edad, y extrañaba terriblemente a mi madre. Fue tanto esfuerzo asegurar que todo estuviera bien...siempre me sentía tan agotada. Después de que Sally y Stuart desaparecieron no podía recordar...¡Dios mío, como ahora! ¿Qué me está pasando?” Su voz comenzó a entrar en pánico y se sentó muy agitada.
William volvió a entrar en la habitación y escuchó que la angustia de su esposa se aceleraba. “Hey, tranquila, querida”. William la acercó a sus brazos y la estrechó contra él. “Silencio ahora. Todo va a estar bien. La policía nos ha dejado solos por el momento, puedes relajarte”.
Clare se sentó en su silla. Cerró sus ojos y respiró profundamente, deseando relajarse después del interrogatorio de Debbie. Al abrir los ojos, observó la habitación y por primera vez notó a Roger cuándo éste se levantó para poner más leños al fuego. Hasta entonces, después de su breve presentación, se sentó en silencio en un rincón.
Roger se puso de pie, se estiró y giró en la dirección de Debbie. Clare se encontró con su mirada y sintió que un estremecimiento la atravesaba. Este hombre estaba de alguna manera conectado con los niños, y era más que solo él sugiriendo que Adam visite Chipre.
Capítulo 19
Cuando Adam regresó a la habitación, Diana fue directo hasta el apuesto detective antes que nadie se acerque a él. Sabía que Adam notó el destello en sus ojos por la forma en que su mirada pasó por la habitación buscando una salida.
"No hay manera de salir. Mierda...¿por qué no nos dijiste el verdadero motivo de tu visita aquí?” siseó. “Sabes que no nos habría molestado”.
Adam tenía la gracia de verse despistado. “Di, perdón. Sé que debería haberles explicado. Pero honestamente no sabía que esperar. Roger estaba convencido, pero yo necesitaba verlo por mí mismo. Pensé que si podría tener unas palabras con Yvonne, o Debbie, como la conocen ustedes, en privado, nadie lo sabría”, suspiró. “Todo es anómalo, pero Roger sabía como me sentía. Planeé tener una charla tranquila y dejar de lado algunos fantasmas. Entonces sucedió esto”.
“Sin dudas tienes razón. De todas maneras, ahora no es momento de ponernos a pelear. Ya que estás aquí , espero que puedas dar una mano. Hay algo que me gustaría comentarte”.
Adam rio suavemente. “Me pregunto si descubriste algo. Nunca me defraudas”.
Diana encogió los hombros. “No hay nada concreto, es solo una sensación que tengo. Tienes que mirar el email que William y Debbie recibieron esta mañana. Por supuesto, no es fácil rastrearlo, ya que la policía dice que se envió desde un cibercafé. Míralo y dime que piensas. Estoy segura que William estará muy feliz de que le ayudes de cualquier manera”.
Lo condujo hacia la mesa donde estaba el ordenador de Debbie y movió el mouse. Adam se inclinó, leyó rápidamente el breve mensaje y miró el contenido de las fotos. Cuándo terminó, se enderezó, levantó las cejas y dirigió su mirada a Diana. “No hay mucho para continuar ¿Verdad? Quién lo envió obviamente conoció a Yvonne hace seis años y sabe de sus dos nuevos hijos”.
“Tengo una teoría. Dime si estoy equivocada, pero cuando los niños desaparecen, se espera juego sucio ¿La policía no se guardó deliberadamente algo de información? ¿Estoy en lo correcto si pienso que hacen esto así tienen algo de ayuda para tamizar la basura que llega de las maniobras usuales de este mundo? Mira la oración que dejó esta persona...‘¿Tus actuales hijos terminarán de la misma forma, estrangulados con sus bufandas y en una tumba?’ ¿Qué piensas?”
Adam volvió a mirar la pantalla y lentamente asintió con su cabeza. “Sí, tienes razón. Debí notarlo antes. Lo siento, pero dormí poco anoche, tuve que acabar con una acumulación de papeleo de una semana antes de que pudiéramos venir aquí. Si recuerdo bien, y Roger sin dudas me apoyará en esto, todos los diarios y reportes de la televisión hace seis años mencionaron que los dos niños fueron descubiertos estrangulados en una tumba en el bosque. Pero estoy cien por ciento seguro que en ningún momento se mencionó que fueron estrangulados con sus propias bufandas. Bien, bien. Entonces, si damos por sentada la inocencia de Yvonne, perdón, de Debbie…, entonces la persona que envió los emails debe pertenecer a un pequeño círculo de los que sabían de las bufandas.”
Diana sintió que su cara ardía de emoción. “La persona que secuestró y probablemente asesinó a Sally y a Stuart es el mismo que envió los emails y raptó a Hannah y a Charlie. ¡Dios mío! Él o ella averiguó que Debbie estaba viviendo aquí, tal vez siguió cada movimiento”.
“Necesitamos interrogarla para ver si puede recordar algo más. No va a confesar nada, pero podemos aceptar su inocencia como un hecho en ambos casos. Tenemos también que convencer a la policía chipriota”. Adam hablaba despacito mientras daba una mirada rápida por la habitación. “¿Qué pasa con ese inspector? Ciertamente es un grano en el culo y tú no le caes bien, querida niña”.
Diana se puso rígida y le lanzó una mirada fría. “No te atrevas a empezar a llamarme así de nuevo. Pensé que habíamos superado todo eso. Y sí, el inspector y yo no hacemos buenas migas.
Él sonrió. “¿Te inmiscuiste en algunas de su investigaciones anteriores?”
Ella frunció los labios. “Tal vez. Oh, está bien. Resolví un crimen en el pueblo antes de que naciera Poppy, y nunca me lo perdonó. Me culpa porque no lo promovieron. A veces es una verdadera pesadilla”.
“Aún así, es un inspector, así que por lo menos, debe tener medio cerebro. Va a darse cuenta ni bien le explique más del caso original. Le explicaré lo concerniente a las bufandas de los chicos”.
Diana miró a Adam dudosa. “Tal vez puedas. Hay otra hipótesis sobre todo esto, estoy pensando”.
“¿Cuál es?” Preguntó Adam.
“Si el asesino es el mismo, entonces él o ella ha estado viviendo aquí por un tiempo. Debe haber estado observando a Debbie y los chicos por algún tiempo. Hay una foto de todos ellos en la playa durante el verano, por ejemplo. Un pensamiento escalofriante ¿No crees?”
Adam parecía preocupado al escuchar sus palabras y Diana sabía lo que estaba pensando. Sin esperar, se apuró a murmurar, “Si raptó a los chicos esta mañana, entonces el asesino ya podría haberlos matado. Por favor, que no sea verdad”. Diana sintió calor y luego frío al pensar en esa posibilidad. “Necesito aire”, jadeó y huyó afuera con Adam siguiéndole los talones.
“Está bien. Tómalo con calma”, le dijo mientras se apoyaba contra la pared exterior con los ojos bien cerrados. “Respira lentamente, de lo contrario te vas a hiperventilar y a desmayar. Jesús, está frío. Pensé que Chipre era una tierra de permanentemente soleada”.
Diana se tranquilizó, controló su respiración y sopló bruscamente. “Ya estoy normal. Créeme que esto no es usual”. Ambos se quedaron mirando la nieve que continuaba cayendo incesantemente. Las huellas que dejaron los equipos de búsqueda ya estaban borradas.
“Hay algo más, Adam”, dijo después de un momento de silencio. “Viéndolo desde un ángulo diferente. Si descartamos a Debbie como sospechosa, es igualmente posible que alguien más...alguien que nunca se presentó durante el caso original pero que sabía algo de los asesinatos, escribiera ese email y abdujera a Charlie y a Hannah. O que ambos secuestros no estén relacionados. Podría ser una coincidencia, supongo. Tú sabes, una mujer frustrada que perdió a su bebé”.
“No creo eso y tú tampoco”, dijo él. “Pero hay algo que sí creo. Debbie Frost sabía más de lo que dijo sobre la desaparición de sus dos primeros hijos”. A pesar de la mirada sorprendida de Diana, él continuó. “No, no estoy diciendo que sea culpable. Solo que no nos dijo todo”.
“Quizás porque no podía, Adam. Está tan conmocionada en este momento, y lo más probable es que haya estado del mismo modo la primera vez. Dice que perdió su memoria entonces y partes de su vida pasada le resultan confusas...tal vez todo tenga que ver con la pérdida de sus padres. ¿Sabías que murieron en un accidente de auto?”
Él asintió mientras se acurrucaba en su chaqueta. “Apenas si recuerdo algo de eso. Lo que recuerdo es que la mitad del tiempo actuó como si estuviera ida. Fue tan imprecisa cuando se puso de pie en el estrado”.
Diana se apartó de la pared y sopló en sus manos. “Si Debbie sabe algo sobre la muerte de sus dos primeros hijos, podría ayudarnos a encontrar estos dos. Aunque no se nada sobre clarividencia, Clare puede ayudarnos con la hipnosis. ¿Podemos entrar? Me estoy congelando”.
“Por supuesto, ahora estas bajo control. No tengo idea de lo que Clare puede hacer, si es que hay algo. Es la primera vez que escuché sobre sus llamados poderes. Si me preguntas, suena disparatado”.
“Tal vez, pero podemos intentarlo. Clare jura que siente algo, que los dos niños están vivos. Según como yo lo entiendo, el problema es extraer cualquier conocimiento oculto que Debbie posee. Es un saber que ni siquiera ella sabe que lo tiene”.
“Supongo que es posible,” él refunfuñó. “Cosas más extrañas han sucedido. No soy un dinosaurio. Escucho sugerencias sensatas”.
Diana arriesgó otra mirada en su dirección antes de acercarse a la puerta. ¿Estaba siendo sarcástico? “Debbie necesita revelar lo que sabe sobre los sucesos de esta mañana. Por supuesto, puede no haber nada nuevo allí, pero puede haber algo sobre el pasado”.
Volvieron a entrar en la casa y se estremecieron cuando el calor los envolvió. “Brr, esto está mejor,” dijo ella, dirigiéndose hacia lo calentito. Se detuvo en la puerta y percibió la escena delante de ella.
Debbie estaba acostada en el sofá con un almohadón bajo su cabeza. Clare estaba sentada a su lado hablándole con voz suave. Debbie parecía estar dormida, como relajada y había algo de color en su cara. William se veía atormentado de pie junto a la estufa, apoyado en la repisa de la chimenea para sostenerse. Roger y Steve estaban parados cerca de la ventana. Roger era pálido y delgado y Diana se preguntaba si estaba sufriendo por su cáncer. Mientras miraba, Roger se acomodó la bufanda amarilla en su cuello y se colocó el abrigo sobre los hombros. La habitación no estaba muy cálida.
Clare miró a Adam que estaba a punto de hablar y le hizo una señal con la cabeza para que guarde silencio. Al darse cuenta de lo que estaba pasando, Diana se sentó en la silla vacía más cercana a Debbie, mientras que Adam se paró cerca de William.
“Debbie, ¿Cómo te sientes?” Clare le preguntó en voz baja y serena. “¿Estás cómoda?”
“Estoy asustada...” Debbie respondió sin abrir los ojos.
“¿Por qué?”
“Tengo miedo...los chicos...los chicos, ellos están...”
“Debbie. ¿Podemos hablar sobre esta mañana? Quiero decir, lo primero, después de que despertaste”.
“Tuve un sueño. Siempre estoy soñando”.
“¿Sobre qué era el sueño?”
“Soñaba con Sally y Stuart. Siempre sueño lo mismo...sobre lo grandes que estarían ahora. Hace seis años que se fueron...” Hubo un sonido ahogado de ella y luego comenzó a sollozar. Y cuando su sollozo se convirtió en llanto, William hizo un movimiento para acercarse a su esposa, Adam lo retuvo con un apretón y le hizo un movimiento de advertencia con su cabeza.
La voz de Debbie se elevó con su llanto. “¿Cómo podría haber hecho eso? ¿Cómo podría haberlos matado? ¡Ellos...ellos eran mis niños! ¿Cómo podría haberlos matado...?”
Capítulo 20
El aguanieve dejó un tatuaje impreso contra el cristal de la ventana. El cielo estaba cubierto de nubes negras y el aire frío parecía filtrarse en la casa, remolineando alrededor de esas personas reunidas en la penumbra cada vez más intensa. Era un día aterrador. Si el clima estaba decente, los campos y los barrancos se llenarían con hombres y mujeres buscando a Charlie y a Hannah. Pero con este tiempo, solo una parte de la población local pensaría en salir. La policía había abandonado por ese día y muchos sentían que de todos modos era una búsqueda inútil.
El viento aullaba alrededor de la casa con un sonido desalentador y lúgubre. En la planta alta, se escuchó un portazo causando que Diana se sobresalte. Era un día salvaje en más de una forma. Y, si le creía a Clare, entonces no muy lejos, los chicos estaban atados juntos, tiritando bajo una alfombra que huele a rancio. El varón estaba consciente. Un rizo de su cabello descansaba en su frente, mientras que sus ojos estaban llenos de terror. No podía gritar porque su boca estaba amordazada con cinta adhesiva. El hombre rudamente apartó al niño y tomó a la niña, desatándole la soga. Movió su débil cuerpecito a un lado y miró hacia abajo, su rostro sació su lujuria.
Debbie se aferró frenéticamente a su ropa. Sus dedos revolotearon con agitación. Clare cubrió firmemente sus manos con las propias y le acarició la parte posterior de la muñeca. La respiración de Debbie se volvió más breve y dura.
“Debbie. Debbie, por favor escúchame. Todos aquí saben que no lastimaste a tus propios hijos. Sabemos que no pudiste hacerlo. Eso es lo que querías decir ahora mismo ¿No?
Debbie sollozó con respiración dificultosa. “Sí. La gente piensa que yo los lastimé. ¿Cómo podría? ¿Cómo podría haberlos matado? Eran míos. Mis hijos...una parte de mi murió con ellos”.
“Comprendo. Todos morimos un poco cuando perdemos a alguien que amamos. Debbie ¿Puedes pensar antes de que comience todo este problema? ¿Cómo fue tu infancia?”
Diana observó a Clare con respeto. Tenía el pálpito de que sabía hacia dónde quería conducir a Debbie.
“¿Mi infancia?” Debbie susurró. Diana vio su cuerpo relajarse contra los almohadones del sofá.
“Sí. ¿Cómo eran tus padres? ¿Tuviste una niñez feliz?
Adam se movió inquieto junto a William, y su bota chirrió contra las tablas del piso de madera. Diana le dio una mirada de advertencia para que se mantenga en silencio. Él frunció el seño y miró a la mujer reclinada.
“Mamá y papá eran divertidos. Pasábamos juntos momentos geniales. Me llevaba muy bien con ellos”. Se percibió una sonrisa en su voz, parecía irradiar felicidad en la habitación.
William se irguió con una mirada de sorpresa en su cara y Diana se dio cuenta que nunca antes había escuchado a Debbie hablar en ese tono. Ella se vio animada y feliz, incluso había como un tintineo de risa en sus palabras.
Diana escuchaba atentamente a Debbie. Aprobaba el modo calmado en que Clare conducía la hipnoterapia. Estaba tratando de ganarse su confianza relajándola. Debbie necesitaba estar tranquila antes de que ella fuera sometida a la tortura de repasar los horribles acontecimientos de hace seis años.
Las luces titilaron y luego se apagaron. Todos intentaron reprimir voces de sorpresa porque no querían romper la escena que Clare había logrado. La única luz venía del resplandor de la madera que se quemaba en la estufa. William apresuradamente buscó a tientas una caja de cerillas apoyada en la repisa de la chimenea y encendió las velas que estaban distribuidas por la habitación. Las velas emanaban una luminosidad amarillenta que danzaba y se mezclaba con las penetrantes llamas rojas del fuego. Debbie yacía totalmente quieta, bañada con un resplandor rosado, mientras que los demás estaban sentados en las sombras más profundas. Con el apagón, a Diana le pareció que el silbido del aguanieve y la nieve contra la casa y los gemidos del viento contra las tejas se intensificaban. Si los chicos estuvieran afuera con este frío, seguramente se congelarían. Era inesperado, inaudito. Chipre nunca tuvo un clima tan malo como el de este día. Tiritó involuntariamente cuando pensó en Hannah y Charlie. Gracias a Dios su pequeña Poppy estaba segura en la casa de su amiga.
Diana volvió su atención hacia Clare y Debbie. Debbie estaba hablando una vez más. “Papi dijo que yo era su niña. Mami también lo era, pero yo era extra especial porque era tan pequeña”.
“¿Estaba bien Debbie? ¿Te importaba ser su chica especial? ¿Te molestó de alguna manera?”
“¡No, no! Estaba bien. Nos llevaba a lugares encantadores y nos compraba hermosos regalos. Nos dijo que quería que fuéramos felices. Era simplemente diferente de...no era como ese momento en absoluto...pensé...” La voz de Debbie se elevó otra octava en señal de protesta.
Diana se inclinó más cerca de Debbie alarmada mientras Clare levantó una mano advirtiéndole que permanezca donde estaba. Hizo un leve movimiento de cabeza y volvió la mirada hacia Debbie. La voz era baja y tranquilizadora cuando continuó. ““Está todo bien, Debbie. No te preocupes por eso. ¿Hablamos de tiempos más recientes? ¿Y cuándo trabajabas? ¿No trabajabas en la librería de la universidad? ¿Estabas feliz allí?”
“Sí, lo estaba. Mamá y papá no estaban muy lejos y yo disfrutaba mi trabajo. Conocí a mucha gente joven interesante. Ellos estaban felices de que hiciera lo que quería. Ambos decían que era importante que fuera independiente. Y comencé a salir con muchachos. Siempre estuvieron interesados en saber acerca de mis novios, así que llevé a algunos a casa para que los conozcan”.
“Eso es lindo. Me alegro de que fueras feliz”.
“La librería era divertida y el gerente, James, estaba ansioso de que yo continúe. Pensaba que con facilidad podría llegar a ser gerente como él algún día. Excepto que era inútil con los números”. Debbie se movió inquieta en el sofá. Su actitud cambió y Diana pensó que se veía preocupada. “Era difícil. Nunca fui buena en matemáticas en la escuela. Pero estaba decidida a seguir adelante y probar a James que estaba en lo correcto. James no podía pasar el tiempo que deseaba ayudándome, tenía una familia joven y dirigía la patrulla de exploradores locales. Además, creo que su esposa estaba celosa del tiempo que pasaba conmigo, después del trabajo”.
“Entonces ¿Qué sucedió? ¿Tomaste el examen de contabilidad?”
“No por un tiempo. No fue hasta que Claude Brookes entró en mi vida y me dijo que me podía ayudar. Era una de sus materia, tu sabes. Tenía una oficina en el campus de la universidad y repasó el programa de estudios conmigo. Después de un tiempo, todo tuvo sentido. Él fue un buen tutor. Dijo que necesitaba pasar mucho más tiempo estudiando la materia, y si lo hacía, aprobaría con facilidad. Solo necesitaba más confianza. Me dijo que estaba perdiendo mi tiempo al salir con tantos chicos, y si continuaba así, nunca aprobaría y lo lamentaría posteriormente. Si yo quería ser una gerente, tenía que ponerme las pilas. También me dijo que por pasar tanto tiempo socializando, me enfermaría, que necesitaba descansar más. Estaba realmente preocupado, incluso me compró algunas vitaminas y un tónico de hierro. No me había dado cuenta cuanta razón tenía hasta que lo puntualizó. Estaba cansada y había comenzado a sentirme agotada y desanimada”.
“¿Y tus padres durante ese tiempo? ¿Los veías seguido?”
“No mucho. Porque estaba exhausta, no quería preocuparlos. Quería continuar con mis estudios y sorprenderlos. Nunca había sido muy estudiosa antes, ¿Entiendes? Creo que suponían que algo andaba mal conmigo porque vinieron a verme. Claude los invitó a su casa y se quedaron a tomar el té. Yo hasta hice una torta. Fue...no puedo recordarlo...pero creo que fue una linda tarde hasta que se fueron. Y, ¡Dios mío! ¡Y después murieron! ¡Fue mi culpa, porque vinieron a verme a mí! ¡Estaban preocupados!” La voz de Debbie se convirtió en un grito. “¡Tuvieron el accidente y murieron!”
William hizo un movimiento hacia ella y nuevamente, Adam puso su mano en su hombro frenándolo. La cara de Debbie estaba desfigurada de dolor.
“Pero Claude estaba allí ¿Verdad? ¿Él te ayudó cuando tus padres murieron? Él vio todo. Fue bueno para tí”.
Hubo una pausa, y la voz de Debbie era baja en la habitación suavemente iluminada. “Sí. Fue tan bueno conmigo. Yo no tenía que preocuparme. Claude se encargó de todo”.
“¿Esto fue cuando te casaste con él?”
“Sí, fue poco después. Me dijo que amaba cuidar de mi. Yo no era capaz de hacer nada, me sentía tan exhausta y miserable”.
Diana se inclinó hacia adelante y susurró en el oído de Clare. Clare la observó por un segundo antes de continuar. “Debbie, no debes culparte por la muerte de tus padres. El accidente no fue tu culpa”.
“¿Accidente?” Las piernas de Debbie se agitaron y su voz sonó insegura. “¿Accidente? Pero no lo fue. No fue un accidente”.
Clare se arriesgó a mirar a Diana, quien asintió con un gesto alentador. “Por supuesto que lo fue”.
Diana sintió que sus músculos se tensaban.
“Pensé...pensé...”
“Está todo bien. Tómalo con calma. Cuéntanos más sobre tu esposo, Claude”.
“¿Claude? Era amable. Yo estuve realmente mal después de que mis padres murieron y tuvo que hacer mucho por mí”.
“Sí. ¿Qué tan amable fue contigo? ¿Qué hizo?”
“No quiero hablar sobre eso”.
“Debbie, ¿Por qué no?”
“No. Simplemente no”.
Hubo una pausa mientras Clare se quitó el cabello de sus ojos y Diana se dio cuenta por el brillo de su frente que estaba transpirando a pesar del frío en la habitación.
“Está todo bien. Cuéntanos de Sally y Stuart”.
“Eran tan amorosos, buenos niños”.
“¿Bien educados? Eso es lindo”.
“Tan buenos. Tal vez demasiado buenos”.
“Debbie tú siempre dices que todos eran buenos. Claude fue bueno para tí, y ahora, que los chicos eran buenos. Debe haber sido un matrimonio muy feliz”.
“¿Feliz? Yo estaba tan cansada, aunque...”
“¿Por qué piensas que pasaba eso?”
“Claude decía que yo estaba muy enferma y él era bueno conmigo”.
“Sí, tú ya dijiste eso. Entonces ¿De qué manera era Claude bueno contigo?”
“Decía que se iba a asegurar de que yo me reponga. Decía que si era una buena chica, lo haría”.
“¿De qué manera estabas enferma? ¿Te habías lastimado a ti misma?”
“No...yo estaba tan extenuada todo el tiempo y Claude me ayudaba. Supongo que fue por tener a los niños”.
“¿Cómo te ayudó Claude?”
Nuevamente, Debbie hizo una pausa. “No...no quiero hablar sobre eso ahora”.
“¿Por qué no? Debes hacerlo, Debbie. “¿Qué hizo Claude?”
“Estoy cansada...muy cansada ahora”.
“Está todo bien, Debbie. Necesitas descansar. Volveremos a hablar en algunos minutos. Acuéstate y descansa”. Clare se levantó y se estiró. Todos notaron que habían estado conteniendo la respiración y eso les dio un pequeño sacudón mental. Adam se acercó a Clare y, tomándola de su brazo, la llevó hacia un rincón cerca de Diana.
“Esto no nos lleva a ningún lado”, Adam balbuceó en el oído de Clare. Podrías pasar horas hablando con ella, ¿Y dónde está la prueba de que vas a descubrir algo relevante? Debbie se culpa a sí misma por el accidente de sus padres. ¿Qué prueba eso? Ahora bien, ponle fin a estas barrabasadas o consigue algo concreto de ella sobre los asesinatos de sus dos primeros hijos. Estamos perdiendo el tiempo”.
Clare apartó el brazo de su mano y lo frotó con enojo. “¡Ay! Me lastimaste. Ella está comenzando a hablar. Solo tienes que escuchar. Creo que hay mucho en su subconsciente que no quiere sacar a la superficie. No puede enfrentarlo”.
“Y yo no quiero perder más tiempo en un montón de sandeces. Si hay alguna oportunidad de que Charlie y Hannah estén todavía vivos, preferiría hacer algo más positivo”, gritó.
Diana se acercó a la luz de las velas así pudo ver mejor la expresión de su cara. “Adam, creo que Clare está llegando a algún lugar. Hay algo misterioso, diría siniestro, sobre su primer esposo. Debbie parece bastante afectada por el accidente de sus padres. Y a su esposo parecía agradarle tenerla bajo su control. Fíjate como le sugirió que estaba teniendo muchas citas. La persuadió de dejar de salir con otros hombres. Tal vez...”
“¿Tal vez qué? ¿Claude estaba involucrado? ¿Qué diablos? Escuchen, ustedes dos, no podré vivir conmigo mismo si hay alguna oportunidad de que los pequeños estén aún vivos y los perdamos por este tiempo mal gastado”.
“Ellos todavía están vivos. Estoy segura de eso. Desde que vine aquí, pude sentir su presencia de manera más fuerte. Yo...yo creo que los tienen en la oscuridad, quizás en un armario o bajo tierra. Tengo la sensación de que hay agua cerca de ellos, también”.
“¡Agua!” Adam se mofó. “No me sorprende con toda esta maldita nieve alrededor. Y en cuanto a su presencia, bueno, ¿Es sorprendente ya que ésta es su casa?”
Clare le dio una mirada fulminante. “Está bien, continuaré preguntándole sobre esta mañana. Primero, sin embargo, necesito preguntarle sobre el día en que los otros dos niños desaparecieron. Estoy segura de que hay un enlace y ella puede decírnoslo aún sin darse cuenta”.
Adam se dio vuelta con disgusto mientras que Diana sonreía tranquilizadoramente “Se está haciendo tarde. Adelante, muchacha. Haz que describa los eventos de ese día”.
Cuando Clare y Diana cruzaron la habitación para regresar al lado de Debbie, se encontraron con William sentado en el apoya brazos del sofá con una de sus manos sujetando suavemente a la de ella. Debbie estaba muy quieta, apenas respiraba. Roger y Steve estaban en el rincón, observando el fuego. Clare volvió a su asiento y Debbie soltó un gemido.
Clare se inclinó hacia Debbie y le dijo muy suavemente, “Todo va a estar bien. Está bien”.
Con ternura William retiró el cabello de la cara de Debbie y le besó la mejilla. “Ella tiene razón, querida. Todo va a estar bien, mi querida niña”.
Debbie se estremeció violentamente. Sus ojos se abrieron grandes y se puso de pie, quitando la mano de William de su cara. “¡Yo no soy tu querida niña! ¡No te atrevas a llamarme tu niña! gritó.
Capítulo 21
Philip Bolton observaba a la policía mientras volvían sin entusiasmo a recorrer los campos frente a su casa. Supuso que era hora de que su turno terminara y esperaban salir de servicio. El clima estaba a su favor y ahora estaba oscuro afuera, la falla de energía eléctrica agravó la oscuridad. La policía lo había visitado por segunda vez ese día y cuando ellos golpearon la puerta del frente, por un infartante instante pensó que sospechaban de él.
Parecía un anciano inofensivo de pie en sus muy gastadas pantuflas y con un suéter holgado, sosteniendo una vela encendida por encima del hombro. Con una fingida genialidad los invitó a entrar en su pasillo y salir del frío.
“No. Lo siento, pero ya le dije a sus colegas anteriormente que no vi nada que pareciera sospechoso por aquí”.
“¿Ha salido hoy?” Un agente preguntó, mientras que el otro metía la cabeza por la puerta para mirar dentro de la sala de estar. No notó nada fuera de lo habitual, excepto las velas que goteaban en las corrientes y parpadeantes sombras.
“Solo fui al pueblo a comprar algunos huevos frescos y un par de empanadas de The Magic Teapot. No me quedé mucho tiempo”.
“¿Con quién habló?”
“Geraldine. Puede confirmarlo si quiere, no me importa”.
“¿La Sra. Geraldine? Sí, la conocemos. ¿Vio a alguien más cuando estuvo afuera?
Simuló pensar, actuando como olvidadizo y más viejo de lo que era. Chasqueó los dedos como si de repente hubiera recordado algo importante. “Ahora que lo menciona, vi a alguien. Fue durante la mañana, alguien que estaba caminando. Estaba cerca de la casa de mis vecinos, los Frost. Claramente recuerdo que se detuvo y miró a los chicos que jugaban en el jardín. En realidad creo que les habló porque lo vi saludar a la pequeña niña y ella le devolvió el saludo”.
Ambos agentes se miraron y en silencio sacaron sus libretas. “¿Recuerda a qué hora fue?”
Él se rascó la cabeza. “No exactamente. Solo que era temprano a media mañana. Diez y algo, tal vez. Lo siento, no puedo ser más específico. Me temo que cuando envejeces tiendes a olvidar el tiempo”. Se sobresaltó cuando creyó que había escuchado un ruido, como un grito débil afuera, y su mirada se lanzó involuntariamente hacia su puerta principal.
El policía con el anotador murmuró algo en griego a su colega, quién asintió y giró hacia Philip Bolton. “Sr. Bolton ¿Usted reconoció al caminante? ¿Sabe quién era?”
Philip rotó sus ojos negros hacia la policía, lamió sus labios y evocó una leve sonrisa. “Sí, sí. Era mi vecino, Roger”.
*****
Una vez que la policía abandonó la casa, Philip se desplomó en la silla más cercana, completamente tembloroso. ¡Lo hizo! No solo se sacó de encima a los policías, sino que se las arregló para que dirijan la atención hacia otra persona. Poco le importaban las dificultades que podría causarle a otro ser humano. Siempre y cuando él no sea el sospechoso.
Se había tomado la molestia de preguntar a la policía si iban a buscar durante toda la noche y fue recompensado cuando le dijeron que era el último lugar que estaban revisando. El clima y el corte de energía terminaron con requisas más lejanas. Como esta era la segunda visita, no lo estarían molestando nuevamente.
Philip estaba transpirando profusamente a pesar del frío. Recordó el grito anterior y determinando que ahora era seguro aventurarse al exterior, decidió revisar a sus cautivos. Buscó una linterna de la alacena de la cocina y después de ponerse sus botas, salió. La nieve era profunda alrededor del porche, así que usó una escoba y con poco entusiasmo abrió un pequeño paso de la casa al garaje. Pensó que era una buena idea caminar hacia la pila de maderos dentro del garaje y trazar un sendero pisando la nieve. Si alguien más viene a husmear podría decir con legitimidad que estuvo afuera para buscar leños para la estufa. Seleccionó unos robustos troncos y los dejó en la puerta como prueba antes de cruzar de nuevo al garaje.
*****
Philip encendió un par de lámparas en el sótano antes de acercarse a sus prisioneros. Miró a la pequeña figura que yacía inerte sobre la cama. Frunció los labios y suspiró, luego quitó la cinta adhesiva de la boca de Hannah. Después, desató las cuerda que amarraba a los dos niños juntos y desgarró la cinta scotch de Charlie. El niño chilló de dolor y levantó sus manos hacia sus labios que sangraban. Con una mirada aterrorizada en sus ojos, se encogió contra el colchón manchado debajo de él.
“¿Qué le pasa a mi hermana?” finalmente preguntó con voz temblorosa.
Philip miró al muchacho y luego a la niña antes de hablar. “Está dormida. Estará bien en un rato, cuando despierte”. Se dio cuenta que le debió haber dado mucho tranquilizante con la leche a la pequeña ya que no respondía para nada a los movimientos y a los ruidos que la rodeaban
“¿No podemos irnos a casa ahora? No me gusta este juego y está oscuro aquí abajo. Yo y Hannah queremos irnos a casa y ver a nuestros...nuestro papá”. Los ojos de Charlie se llenaron de lágrimas frescas cuando recordó que el hombre les dijo que su mamá se había ido al cielo e hinchando su pecho con bravura, dijo, “No me gusta aquí. No me gusta usted. Es un hombre repugnante, malo”.
Philip giró su cuerpo voluminoso para observar al niño. Con un movimiento rápido levantó su manos y lo golpeó en la oreja. “Quédate quieto, o te daré una paliza más fuerte, mocoso”, le rugió.
Charlie se sacudió de dolor y se alejó de Philip. Agarrándose su oreja que le palpitaba, sus ojos miraron con odio al hombre delante suyo.
Philip se puso de pie de un salto. “Escucha, chico. Está muy frío aquí abajo y voy a llevar a tu hermana a un lugar más caliente. Quédate aquí hasta que decida cuando venir a buscarte. Ni pienses en gritar o huir porque nadie te escuchará y no podrás escapar a ningún lugar. Además, si haces algo estúpido y no creo que lo hagas, entonces...tu hermana se unirá a tu mamá. ¿Me entendiste?”
Luchando contra su bravura anterior y las lágrimas, Charlie asintió. “Por favor no lastime a mi pequeña hermana. Solo tiene tres años”, susurró.
Philip le hizo una sonrisa horrible y se inclinó para acariciar el pelo en la cara de Hannah. “¿Lastimarla? Por supuesto que no, tengo planes especiales para Hannah”.
Capítulo 22
Una vez que todos los policías dejaron las inmediaciones de la vivienda de los Frost, pareció que todos se relajaron un poco. El inspector insistió en que Debbie esté en confinamiento domiciliario y responsabilizó a Adam para que se asegure de que ella permanezca donde está. Como dispensa especial, podía quedarse en casa por la noche en el improbable caso de que sus hijos aparecieran. Afortunadamente, el rango y el comportamiento de Adam causaron impresión en el pomposo e inepto chipriota y William estaba agradecido de que Roger lo había persuadido de volar a Chipre.
La atenta Diana notó qué desde que Clare hipnotizó a Debbie, Roger estuvo inquieto y se preguntaba porqué. Iba de acá para allá en la habitación, con las manos en sus bolsillos y su cabeza hundida en el cuello. Lo llevó a un costado, Diana le preguntó si había algo que le molestaba. Roger dio un gran suspiro, exhalando ruidosamente. “Lo lamento ¿Soy tan obvio?” preguntó. “Hay algo en lo que no puedo determinar, algo que necesito recordar. Tengo que salir y pensar. Mi memoria no es lo que solía ser, especialmente desde la quimioterapia. Me disculpo. Me siento triste por mi mismo y no tengo derecho a pensar en lo que ha ocurrido aquí hoy”. Miró a su alrededor malhumorado, mientras tomaba una rápida decisión. Deslizó el abrigo por sus hombros, se encogió en él y enrolló en su cuello su bufanda amarilla Rupert Bear.
“Voy a dar una vuelta por casa, pero regresaré”, le dijo antes de dirijirse a la puerta. “Me iré solo por un rato mientras reviso la casa y alimento mis pollos. Una hora máximo”. Nadie escuchó ni se dio cuenta cuando arrancó el motor de su auto , porque todos estaban absortos en sus propios pensamientos. Las horas pasadas fueron tortuosas y todos se sentían saturados. Se habían mantenido a sopa, café y emparedados con una dosis liberal de adrenalina. Todos necesitaban descansar después de tanto, pero Diana dudaba si alguien podría dormir bien, especialmente William y Debbie.
Ella pensó que era un buen momento para ponerse en contacto con Geraldine y ver lo que estaba sucediendo con los expatriados y sus promesas de ayuda. Recogió una de las velas, salió con Roger de la habitación y entró a la cocina. Gracias al cielo los teléfonos móviles aún funcionaban. Sin ellos estarían completamente desconectados.
Geraldine estaba esperando la llamada de Di, así que respondió muy rápido. “Tenemos personas que están rastrillando en pares y hablamos con todos en el pueblo. Golpeamos cada puerta y revisamos cada casa vacía, abandonada o no. No hay señal de los dos pequeños”, dijo ella. “Ahora todos regresaron al bar por algo de sopa caliente y pan, porque está helando allá afuera. ¿Puedes creerlo? En toda mi vida no recuerdo haber escuchado hablar de que haya habido un clima como éste en Chipre. ¡Y pensar que dejamos Inglaterra por esto mismo! Y ahora tenemos un jodido corte de electricidad”.
“Lo se, todo parece estar en nuestra contra. Gracias, Geraldine, eres maravillosa. Lamento que hayas tenido problemas”.
“No te preocupes por nosotros. Sino por esos dos pequeños corderos y sus pobres padres que sufren. Oh sí, escuché todos los rumores y aunque no la conozco muy bien, creo ser buena para juzgar a las personas y esa madre, ama a sus hijos. Debbie nunca los lastimaría ni a los anteriores. Aquí sucede algo extremadamente malvado. Si me preguntas, este pueblo debe estar contaminado. No por nada se la conoce como la Aldea de los Asesinos”.
Diana estuvo de acuerdo pero esperaba que este equivocada. “Como sabes, hay un grupo de hashers que se unen a la búsqueda mañana. Les pedí que se reúnan aquí a la primera luz del día. Planeamos sacarle una ventaja a la policía local que, aunque han hecho todo lo posible, no están realmente a la altura. Nuestro amigo, Adam, les dará instrucciones sobre como conducir una búsqueda correctamente usando un diseño de cuadrícula o algo como eso. Y comenzarán desde la última posición conocida de los niños, en este caso, el jardín donde estaban jugando. La policía envió varios equipos y comenzó el rastrillaje rápidamente pero todavía no encontraron nada. Voy con ellos porque no puedo hacer nada más aquí y quiero salir y hacer algo positivo. Mi amiga, Clare, se quedará con Debbie”.
“Bien por ti. Te diré que, vendré y pasaré un rato con tu amiga y le haré compañía, para darle a ella y a Debbie apoyo moral. Me aseguraré de que tengan suficiente café, emparedados y empanadas para los buscadores, también. Por cierto, tu suegra estuvo en el teléfono amenazando con involucrarse. Logré desalentarla hasta ahora. No cambia ¿No? ¡Ja ja!”
“Eres una maravilla. No te preocupes, Gwen es problema de Steve. Haré que la llame o que vaya a casa a verla y la tranquilice. Realmente quiero ir allá ahora. El tiempo pasa rápido, pero todos tenemos la esperanza de que todavía haya una oportunidad de encontrarlos vivos. Nos tomaremos unas horas para dormir y empezaremos una nueva búsqueda”.
*****
Roger decidió dejar su auto en la casa de los Frost por dos razones: una, porque no estaba seguro si podría conducir en toda esa nieve nueva, y dos, quería tener la oportunidad de caminar para aclarar su mente. Partió en dirección a su casa y cuando lo hizo miró hacia el pueblo. Entre él y Agios Mamas, la casa que le pertenecía al viejo Costas se cernía en la oscuridad. Apenas podía discernir el contorno de los edificios y vio un par de luces tenues y temblorosas en el suelo y en el primer piso. Un escalofrío de molestia lo atravesó mientras estudiaba la casa. Philip Bolton no hizo ningún intento por conocer a alguno de los locales y las personas aquí eran conocidas por su cordialidad. Pero no era eso lo que realmente le molestaba. ¡El hombre tuvo el descaro de decirle a la policía que él, Roger, había hablado con los dos niños Frost esa mañana! Antes de que el inspector se fuera a la noche, lo llevó a un costado, a pesar de haberlo entrevistado ese mismo día. Al escuchar sus palabras, estaba claramente perturbado y negó acaloradamente haber visto a los niños y hablar con ellos. Le tomó un rato al chipriota calmarse y solo después que William intervino y le dijo que fue Roger el primero que estuvo para ayudarlo con Debbie.
Al contemplar la casa, Roger pensó para sus adentros que había algo esencialmente enfermizo en un hombre que vivía como lo hacía Philip Bolton. Él, Roger, hizo una pausa en sus pensamientos caóticos. ¿Qué era lo que lo estaba molestando? Lo había visto a Bolton más temprano ese día cuándo salieron ambos a caminar y de nuevo a su regreso. La primera vez Bolton estaba de pie en una ventana de la planta alta, más tarde pasó en su auto. Roger se detuvo en el camino de tierra cubierto de nieve y, como atraído por un hilo invisible, lentamente comenzó a caminar hacia las luces vacilantes. Esa mañana, Bolton parecía estar tomando fotos o usando binoculares. Sea como sea, tenía la mira puesta en la casa de los Frost. ¿Por qué? ¿Era un acosador, un mirón? ¿Y qué sucedió después, cuándo Roger retornó de su caminata abortada? Hubiera deseado ser más joven y estar en buena forma. Su enfermedad parecía que le agregó diez años a sus sesenta y cinco y ya no era tan ágil como a le hubiera gustado. Metió sus manos en lo profundo de los bolsillos de su abrigo mientras pensaba. Recordó el coche poniéndose a su misma altura cuando Roger giró en su camino; no desaceleró, pero él recuerda echarle un vistazo al conductor. Estaba cien por ciento seguro que era Philip Bolton. Además, Roger recordó que venía de la dirección de la propiedad de los Frost. Sintió diferentes emociones a medida que se daba cuenta de las implicaciones. ¡Mierda! ¿Y si Philip Bolton estuvo espiando a los niños esa mañana? Una sensación de frío se apoderó de él. ¿Había arrebatado a los niños y se los había llevado? ¿Y quién era Philip Bolton?
Sin pensar, olvidando su casa y los pollos, aceleró sus pasos y se dirigió a la propiedad de Philip. No tenía ningún plan, excepto echar un vistazo en el lugar y ver que podía encontrar.
Estaba completamente oscuro, y aunque la caída de nieve había amainado, tenía dificultad en mantener el trayecto. Había un muro a lo largo de una parte del camino, pero era más un montón de piedras caídas cubiertas con vides descuidadas. Durante el verano, cuando las temperaturas estaban en los treinta o cuarenta, era un lugar completamente diferente y Roger no podía creer que estaba en el mismo terreno. Gradualmente, el sendero subía la colina. Después de patinar y casi tropezar, a pesar de seguir el delgado haz de su linterna de bolsillo, tuvo que parar y tomar un descanso. Al dar bocanadas de aire, podía ver su aliento; con tenaz determinación, una vez más comenzó a marchar subiendo la colina. Su móvil dio un repentino pitido informándole que estaba sin batería. Maldijo. Su memoria era terrible. Se olvida de cargar esta maldita cosa. Pensando que debía conservar la carga que quedaba, apagó el teléfono y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta. Esperaba y rogaba que hubiera suficientemente carga para por lo menos una llamada de emergencia si lo necesitaba.
Roger nunca había visitado la casa de Costas y aparte de lo que recordaba por sus caminatas diurnas, no sabía nada de la disposición del lugar. Cautelosamente, se mantuvo protegido por las puertas y el muro adyacente, observando huellas débiles del coche a través de la nieve y tratando de distinguirlas de las que dejó el último vehículo de patrulla de la policía. Los terrenos eran un montículo apacible de jorobas blancas y protuberancias, posiblemente arbustos, un extraño árbol o dos, montones de basura desechada y lo que parecía una zona de barbacoa con una mesa y sillas. Cerca de este sitio alguien intentó construir un muro ornamental con un patrón circular. Roger le dio una mirada rápida mientras pasaba al lado y a juzgar por su forma, supuso que era un pozo.
El oscuro y silencioso jardín se veía abandonado y espeluznante. Roger subió hasta llegar al nivel de las edificaciones. La casa era más cuadrada que alargada y con la débil luz se veía casi desolada. En la planta baja, la ventana débilmente iluminada tenía cortinas y cuando se asomó a otras ventanas oscuras, parecía que las cortinas también se habían acomodado sobre ellas. En la planta alta, había solo una débil luz. Vacilante, examinó la ventana. Aunque el pestillo parecía estar puesto, la ventana se movió cuando la tocó. El marco era endeble y estaba mal ajustado. Pensó que una patada bien dirigida de su bota podría romper fácilmente la trabilla si es que necesitaba entrar. Era algo que valía la pena recordar. Continuó, se acercó a la puerta de atrás que la mitad era de vidrio. Probó la manija de la puerta y ésta también estaba cerrada, solo parecía más resistente que las ventanas. A menos que pudiera usar la puerta principal, tendría que entrar por una ventana.
Roger tembló. Tal vez estaba viendo más de lo que era, y se equivocaba. Después de todo, ¿Qué evidencia concreta tenía para seguir aparte de un mal presentimiento de que algo no estaba bien? Caminó alrededor de la construcción y no encontró nada interesante, ni un rastro de los niños, no lo que verdaderamente esperaba. La policía ya había estado aquí y sin dudas habrían revisado la casa y el terreno. Había otra edificación, separada de la casa principal. Era una sola planta, y pensó que sería una simple dependencia externa o un tipo de granero. Consideró que valía la pena otro vistazo, entonces bordeó cautelosamente el costado de la casa y de la otra construcción. Tuvo cuidado de seguir las huellas ya hechas en la nieve. Había una puerta a medio camino en la pared más cercana y la entreabrió. Adentro, no pudo ver nada y se arriesgó a iluminar con su linterna el piso y las paredes. Directo en frente suyo vio un auto y reconoció que era el de Philips. Entonces tenía razón: el edificio anexo era usado como garaje. Pisando suavemente, se acercó a éste y estiró una mano sobre el capó. Estaba tan frío como el aire glacial a su alrededor y era obvio que no había sido usado desde que regresó más temprano ese día. Roger iluminó sobre las paredes, caminó a lo largo del garaje, apenas pudo notar las bolsas de plástico y arpillera tiradas sobre el piso bajo sus pies y delante del vehículo. Aparte de unas pocas latas de metal, un par de vasijas, una pila de maderos y un hacha, ahí no había nada más para ver. ¿O había...?
Iluminando con su linterna el suelo, Roger retrocedió sobre sus propias huellas hacia la puerta. Efectivamente, se dio cuenta de un camino apartado a través de la nieve que conduce al garaje. A Bolton obviamente le gustaba mantener sus leños secos allí adentro. Había pequeños montículos de nieve en el suelo y alrededor de los troncos cortados. Se inclinó y pudo ver claramente grandes huellas sucias sobre el concreto alrededor de la pila de leña y...una o dos marcas de desgaste que conducían a la parte delantera del coche. Siguió esas marcas y se agachó para ver mejor. Desilusionado se volvió a poner de pie y dirigió nuevamente la luz de la linterna por las paredes y el suelo sucio. Las pisadas eran de una persona grande-casi con seguridad de Philip Bolton, y no pudo ver nada pequeño o que se parezca a huellas de niño.
Caminó alrededor del auto, alumbrando delante de él y captó un destello de algo que brillaba y asomaba por debajo de una de las bolsas de plástico. Empujó el objeto con su bota y vio que era una moneda. Estaba por irse cuando algo lo hizo detenerse y recogerla. Al girarla en su mano, vio que era una moneda británica: una moneda de dos libras. No había nada raro en eso, fue su primer pensamiento y la puso en su bolsillo, pero de repente se detuvo. Al lanzar la moneda vio que había algo notable en ella. No estaba hecha de los bi-metales usuales. Estaba hecha de un mono-metal: solo un metal. Roger una vez había sido aficionado a coleccionar monedas y todavía incursionaba un poco en el tema. Estaba bastante seguro, mientras la miraba, que nunca fue de curso legal como los bi-metal producidos en 1994, ni fue lanzada como parte de una presentación. Por eso era muy rara. ¿Cómo diablos había aparecido aquí en Chipre?
Capítulo 23
Philip Bolton no perdió tiempo en llevar a Hannah del sótano al interior de la casa. Levantó su menudo cuerpecito en sus brazos y lo montó sobre su hombro. El muchacho lo observó desde abajo de su flequillo pero no intentó estorbarlo mientras caminaba hacia los escalones de concreto. Antes de que Philip colocara su pie en el primer peldaño, se dio vuelta y le habló al niño.
“Espera aquí hasta que regrese. Si prometes comportarte, te dejaré una luz. Pero no juegues con ella. Deja la lámpara donde está. Vendré por ti más tarde. ¿Comprendes?”
Sin decir palabra, Charlie asintió. Su rostro era una imagen de tristeza y los labios de Philip se curvaron con placer ante su angustia. Se lo merece el mocoso. Una vez que se divierta con Hannah, lo resolvería. Tal vez dispondría de él antes de lo planeado. Él estaba particularmente interesado en la niña. Pero el muchacho tenía carne tierna y blanca...y había pasado un tiempo.
Se dio vuelta y subió las escaleras a paso firme, ignorando los gemidos frescos que venían de abajo. Levantó la trampilla, gesticulando cuando calculó mal la brecha y cayó al piso con un golpe seco. Colocó la lámpara sobre el piso y trepó por el agujero. Miró rápidamente el garaje, estaba satisfecho de que todo se veía como antes. Sin perder tiempo, volvió a colocar la escotilla sobre el hueco, recogió su lámpara y empujó unos cuantos sacos de arpillera a su lugar. Resopló cuando cambió el peso de la niña del hombro a sus brazos y dejó el garaje. Aún estaba nevando y el viento se había intensificado nuevamente. Qué lugar desalmado es esta isla, pensó. Después de que logre su objetivo estará feliz de irse.
Probó el interruptor de la luz de la sala, pero todavía no había nada. La tormenta anuló cualquier luz natural hace horas y estaba oscuro. Debe haber derribado algunos cables eléctricos y el viento silbaba contra la casa. No importaba. Philip no necesitaba mucha luz para lo que iba a hacer. De hecho, pensó que una vela y una lámpara mejorarían la escena.
Colocó a Hannah sobre el sofá en el living y arrojó un par de leños en el fuego encendido. La habitación se iluminó instantáneamente con las llamas titilantes. La muchachita se movió, y él corrió a su lado. Quería llevarla a la planta alta y jugar con ella. Quizás darle el baño que él se había estado prometiendo. Había pasado algún tiempo desde el último. Compró un frasco de espuma de baño en Limassol y un lindo jueguete de goma para la bañera. Él la bañaría y luego la envolvería en la suave toalla nueva que había comprado para la ocasión. Olería tan bien: a bebé enjabonado y tan dulce.
En primer lugar, sin embargo, le gustaría que le leyera un cuento de hadas. Había encontrado una hermosa copia de Hansel y Gretel, uno de sus favoritos; muy apropiado, pensó.
“Hola, nena. Ven con papi. ¿Quieres que te lea una bonita historia?” murmuró, mientras se inclinaba sobre ella. Parpadeó antes de abrir sus hermosos y grandes ojos. Instantáneamente, se le nublaron de terror y abrió la boca para gritar.
*****
Mientras Roger estaba analizando la moneda, le pareció oir un leve murmullo. Hizo una pausa y notó que venía de abajo de donde él estaba parado. Sorprendido, supuso que había una habitación, un sótano, bajo el piso de la dependencia y debe haber una escalera de hormigón o una manual para bajar. Pero ¿Dónde comenzaba? ¿Había una escotilla en algún lugar? No había advertido nada hasta ahora. Inmediatamente, se puso en guardia. ¿Por qué demonios alguien estaría abajo en un sótano helado en medio de una tormenta de nieve? ¿Y con quién estaban hablando? Cuándo se inclinó para escuchar, se dio cuenta que la persona que estaba abajo se estaba moviendo y sonaba como si estuvieran subiendo los escalones. Se movió tan silenciosamente como pudo, Roger se deslizó rápido hacia el otro lado del coche, alejándose de la puerta y se escondió detrás de él. Las palmas de sus manos estaban increíblemente húmedas de transpiración y sintió miedo. Tuvo que esperar un rato hasta que de repente hubo como un estallido. Roger supuso que tenía razón. El ruido sonaba como si viniera de algo chocando contra el suelo. Bien podría haber sido una trampilla que se abrió y se volvió a cerrar. Roger observó el muro y vio por la grotesca sombra proyectada sobre él que quien subió al cobertizo llevaba un fardo sobre su hombro. Tan pronto como colocó la escotilla en su lugar y la sombra comenzó a moverse hacia la puerta, Roger se arriesgó a mirar por el costado del auto. Casi gritó por el impacto. Vio una figura que llevaba una lámpara y en la luz suave reconoció a Philip y el inconfundible paquete que sostenía entre sus brazos. Hannah.
¿Pero qué debía hacer? Philip Bolton, aunque con sobrepeso, se veía mucho más fuerte y en forma que Roger. ¡Maldita sea su enfermedad! Si lo encaro, probablemente resulte peor y la pobre Hannah podría salir lastimada. Roger asumió que ella estaba viva...¿Y el niño? El hermano de Hannah, Charlie. ¿Era él con quien había oído hablar a Bolton en el sótano?
Roger permaneció escondido mientras consideraba lo que debía hacer primero. Con la nieve le tomaría veinte minutos o más regresar a la casa de William y Debbie, dónde había mucha gente para ayudarlo. Pero también se dio cuenta de que el tiempo era esencial. No había razón legítima para que los chicos estén allí y no tenía dudas de que habían sido raptados. Consideró su celular y estuvo a punto de sacarlo de su bolsillo cuando pensó que escucharían el ruido desde el sótano. Se esforzó por escuchar y reconoció que había alguien sollozando: un niño estaba llorando. Tenía que ser Charlie. Aunque lo inundó la tristeza, tomó una decisión rápida.
Rescataría al muchachito primero, lo sacaría del sótano y le contaría que sus padres y todos lo están buscando. Sabía que podía por lo menos hacer eso y luego hacer la llamada. Calculó que Charlie lo recordaba y si podía ganar su confianza, lo podría poner en algún lugar seguro mientras planeaba algo para ayudar a Hannah.
¡El teléfono! Debe haber uno en la casa de Bolton. Y entonces su corazón se hundió cuando recordó el corte de energía. Las líneas principales estaban fuera de servicio y no tenía manera de saber si Bolton tenía un celular, y aún si podía encontrarlo. Una vez que saque a Charlie del sótano, Roger pensó que podía esconderlo en el auto. El vehículo tenía las puertas sin llave y había una vieja frazada o abrigo en el asiento trasero. Lo arroparía mientras encontraba la forma de entrar a la casa por Hannah. Necesitaba algo para desviar la atención de Bolton de la chica y con un sexto sentido, sabía que no había mucho tiempo. Tembló cuando pensó en ese pequeño bichito en brazos de ese hombre. Cualquiera que fueran los planes de Bolton para los niños, Roger sabía que no serían agradables. Los secuestradores de niños eran monstruos. Pero ¿Qué diablos podía hacer él para detenerlo?
Estaba bastante seguro que la planta baja de la casa constaba de una gran habitación, como miles de otras casas chipriotas en la isla. Entrar por una ventana o por la puerta haría poca diferencia. Bolton lo vería antes de que pudiera hacer algo.
Bien, cálmate, pensó mientras reconsideraba sus opciones...las cuáles eran pocas. No tenía sentido entrar en pánico. Bueno, él era un hombre mayor, pero podía rescatar a Charlie, envolverlo en algo abrigado y esconderlo cerca de la entrada. Entonces haría barullo afuera para atraer a Bolton y cuando salga de su casa, lo golpearía con uno de los leños que están en el garaje. Calculó que si lo golpea lo suficientemente fuerte, lo puede dejar inconsciente.
Primero, tenía que atraer la atención del niño. Roger salió de detrás del coche. Sus miembros se sentían apretados y rígidos desde donde se había inclinado, y se frotó los muslos para activar su circulación. Donde Bolton había dejado la puerta del garaje abierta, el reflejo de la nieve de afuera iluminaba pálidamente sobre el piso. Roger pensó en cerrar la puerta y usar su linterna, pero decidió que primero levantaría la escotilla e iluminaría con la linterna en el espacio de abajo. No quería asustar al niño al moverlo de forma rápida. Si lo tomaba lentamente, estimaba que tendría mejor oportunidad de ganar su confianza.
La escotilla de madera estaba cubierta con un par de bolsas que Bolton había pateado precipitadamente a su lugar antes de llevar a Hannah con él. Roger las movió a un costado y buscó un anillo en la puerta para levantarlo. El metal estaba frío, pero cuando jaló de él, logró levantarlo fácilmente. Antes que él, Roger vio un tramo de escalones de concreto tosco que bajaban al sótano. Bolton debe haber dejado una luz abajo porque, cuando Roger levantó la puerta, vio sombras que se movían por el piso. Solo podía escuchar el silencio.
“¿Charlie? ¿Estás ahí? Charlie, no tengas miedo, soy Roger”.
Esperó y volvió a intentar. “Charlie, tú me conoces, soy el tío Roger. Yo llevo huevos y un diario a tu casa los sábados. Vine a ayudarte”.
Hizo una pausa nuevamente y esperó por una respuesta. “Charlie, vine para llevarte a casa. Tu mami y tu papi están muy preocupados por ti. Te estuvieron buscando todo el día. Todos estuvimos buscándote”.
Se inclinó para escuchar y le pareció oír un golpe en el piso. Sostuvo su respiración, esperó y estaba seguro que vio una débil sombra que dio pasos inciertos hacia las escaleras La sombra cambió y Roger fue recompensado por la visión de un niño, pequeño y mojado por sus lágrimas, que lo miraba.
Roger le sonrió y le extendió una mano. “Está todo bien, pequeño compañero. Prometo que no te lastimaré. “Vine para llevarte a casa con tu mamá”. Apenas podía distinguir las facciones del muchacho con la tenue luz que venía de abajo. Buscó su linterna y la encendió, se aseguró que su cara sea visible para Charlie. “¿Ves, tú me conoces, verdad?”
El niño asintió y se estremeció, luego susurró, “¿Mami?”
“Sí, está muy preocupada”.
“Pero...pero el hombre dijo que se había ido al cielo”, sollozó. “Me dijo que tenía que ser bueno o...o-” Se detuvo y parecía aterrorizado por lo que había dicho.
El corazón de Roger se contrajo cuando se dio cuenta de lo que Charlie estaba diciendo. Philip Bolton le debe haber dicho a los chicos que Debbie había muerto. ¿Con qué más había amenazado a Charlie? Roger retrocedió mentalmente; no quería detenerse en ese pensamiento.
“Charlie, te lo prometo, tu mamá está en casa esperando por ti y por Hannah. Vamos, salgamos de aquí, te llevaré con ella”.
Sostuvo la respiración cuando vio al muchacho sopesar su situación. “¿Prometes que Hannah puede venir también?” Charlie preguntó. “Le dije que no iba a escapar. Tenía que ser muy bueno”.
Roger asintió con su cabeza mientras sostenía su manito. “Sí, te prometo que Hannah puede venir también. Si tú vienes conmigo, te esconderé detrás de la puerta del jardín y luego regresaré por ella”. Hizo una pausa y continuó después de apostar que ahora se había ganado la confianza de Charlie. “Vamos, rápido. Tenemos que irnos por si regresa”.
Algo debe haber infundido la urgencia en su voz a Charlie, porque el muchacho corrió con una sorprendente agilidad por la escalera y se arrojó a sus brazos. Cuando Roger sostuvo al tembloroso niño contra su pecho, pensó en lo frágil e indefenso que debía haber estado en manos de Bolton este niño de cinco años. Si le había hecho algo...entonces pagaría.
“Vamos”.
Roger apartó suavemente al chico. “¿Puedes caminar, o quieres que te cargue?” le preguntó con voz suave.
Charlie lo observó con expresión severa. “Puedo caminar. Soy un chico grande, no como Hannah, ella solo tiene tres años”.
“Lo sé. Pero tus medias se van a mojar. Bueno, si estás seguro, vamos. Despacio ahora porque tenemos que pasar por la casa y tenemos que evitar que él descubra que estoy aquí”.
Roger se puso de pie y le tendió la mano a Charlie. El niño lo miró y Roger vio el primer esbozo de una sonrisa en sus pálidos razgos. “Un momento. Mejor cierro la escotilla”, dijo, se dio vuelta y vio el cambio instantáneo en la cara de Charlie mientras miraba hacia la puerta del garaje.
Roger giró en redondo, justo cuando una gran figura se alzaba sobre él. Lo último que recordó fue el olor enfermizo y agrio de un cuerpo sin lavar. En ese momento, reconoció a la persona con el brazo levantado que sostenía un hacha. El aire silbó en su oreja cuando sintió que la pesada arma se estrellaba contra su cráneo. Demasiado tarde, recordó que su cráneo tenía toda la fragilidad de una cáscara de huevo antes de que fragmentos de su suave cerebro gelatinoso y sangre rociara como una espuma gris y rosada al chico aterrorizado y con la boca abierta.
Capítulo 24
Clare le permitió a Debbie un descanso en la interrogación después de su crisis cuando le gritó a William. Todos miraron conmocionados y se preguntaron que quiso decir Debbie con sus palabras, “¡Yo no soy tu querida niña! ¡No te atrevas a llamarme tu niña!” Le había gritado.
Clare calmó a Debbie y le dijo que descanse por un rato. Colocando un dedo sobre sus labios, indicó que todos los presentes deberían mantener sus voces bajas mientras la pobre y afligida mujer se hundía en un sueño profundo.
Al notar que el fuego necesitaba avivarse, Diana se levantó y puso algunos leños del canasto. Porque la electricidad todavía estaba cortada, la calefacción central no estaba funcionando así que era importante mantener la estufa funcionando. Decidió arriesgarse a ir afuera en el frío y traer algunas provisiones más. Mientras caminaba hacia la puerta con la canasta bajo su brazo, Steve dijo que la ayudaría a buscar.
“Está bien, Steve. Necesito moverme-estoy agarrotada de estar sentada. Lo puedo manejar”.
El aire helado la golpeó ni bien abrió la puerta de la cocina. Los remolinos de nieve seguían bajando y todas las pisadas y huellas de los autos de la policía estaban completamente borradas. No había visto nieve como esas desde que fue a esquiar a Suiza. Miró en dirección a Agios Mamas y no pudo divisar nada. Ni podía ver las pocas casas aisladas que estaban más cerca de dónde ella estaba parada. Respiró profundo y el aire frío entró en sus pulmones y, cuando exhaló, se dio cuenta de que la nieve se había detenido. El silencio alrededor era completo cuando giró para ver a lo largo del valle y la ladera de la colina. El viento se había calmado y, mientras miraba en la negra noche, imaginó que captaba un ligero rayo de luz procedente de la casa alquilada por Philip Bolton.
Diana se quedó donde estaba por un minuto, disfrutando del aire fresco y la paz. El día había sido terrible y las próximas horas eran vitales. Todos sabían en sus corazones que cuánto más tiempo estuvieran perdidos los niños, peor sería el pronóstico. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando pensó en los dos pequeños. Una vez más, agradeció que su Poppy estaba segura en el pueblo en la casa de una amiga. Las dos niñas eran inseparables y amaban dormir el la cama de la otra.
Diana bostezó, su mente se relajaba mientras trataba de desconectarse. La casa de Philip Bolton se hizo más clara cuando las nubes se abrieron y ella notó el lugar magnífico que ocupaba la casa. Tenía una vista completa de trescientos sesenta grados y el hogar de los Frost estaba directamente en línea. El inquilino, Philip Bolton, era un personaje extraño. Aunque fue educado las veces que lo encontró por casualidad en el supermercado-lo que era raro-se mostraba introvertido. Otras veces, se involucraba nada más que en cortos intercambios. Era un hombre raro en más de una forma. Su cabello estaba despeinado y en más de una ocasión, notó que su ropa tenía mal olor. La higiene personal no parecía importarle mucho. Diana arrugó la nariz al recordar. En cierto modo, parecía poco más que un vagabundo y pensando en ello, no le había gustado la forma en que la miraba a ella y a Poppy.
Había un rigor en la brisa que soplaba la nieve alrededor de sus pies. Diana tembló. Ahora ¿Por qué estaba pensando en ese viejo desaliñado? ¿Por qué diablos su mente se había ido por la tangente? Se movió tan rápido como pudo, llenó la canasta y se metió adentro, sacudiendose la nieve fresca de su largo cabello rojizo.
Encontró a Clare en la cocina y supuso que algo estaba mal cuando vio su mirada de preocupación. Sin querer alarmar a los demás, se acercó a su amiga. “¿Qué pasa?” preguntó con un susurro. “Te ves preocupada”.
Clare miró sobre sus hombros hacia el cuarto y asintió acercándose a Diana. “No quiero preocupar a los demás, pero pienso que algo sucedió...o está por suceder”.
Diana sintió que los pelos de la nuca la pinchaban y empezó a temblar. “¿Qué? ¿No a los chicos? Oh Dios mío, ¿Qué?”
“No estoy segura. Es una sensación incómoda que tuve hace unos minutos. Todo lo que puedo decir con certeza es que tiene algo que ver con el agua”. Cerró los ojos por un momento mientras se concentraba. Diana vio lo pálida que se había puesto y pensó que se desmayaba, pero después de unos pocos segundos, Clare abrió sus ojos apretó su brazo con pánico. “Sí, definitivamente agua. Yo...yo creo que ambos niños aún están vivos, pero algo espantoso sucedió donde están. Lo siento, no puedo ver más. Todo se puso nuboso y confuso”, dijo, las lágrimas corrían por su cara. “Lo odio. Nunca quise hacer esto porque tenía miedo. Generalmente pude reprimirlo, solo esta vez no puedo, y sé que no ha terminado”.
Diana la abrazó y trató de calmarla. “Silencio. Lo estás haciendo bien”.
“Una cosa más...” Clare asió frenéticamente el brazo de Diana. “Lo dije antes, creo que están siendo retenidos cerca de nosotros y ahora estoy segura. Y el...el niño, especialmente él está aterrorizado. Y frío y mojado. Algo terrible sucedió, estoy segura”, dijo mientras se sonaba la naríz.
“Entonces deben estar en la villa. ¿Quién diablos los había llevado?”
Clare se desplomó por un segundo y parecía exhausta. “Debo regresar con Debbie y hacerle más preguntas. Tiene más que contarnos, solo que no se da cuenta”.
“¿Estás segura de que estás preparada? Te ves agotada. ¿Necesitas un descanso? ¿Una taza de té?”
“De verdad estoy bien. Puedo descansar una vez que esto haya acabado. En este momento yo tengo que continuar. Solo quería decirte cómo me siento”.
Clare regresó a la habitación con Diana pisándole los talones. Los hombres presentes no se movieron excepto por Adam, quién estaba ocupado enviando un mensaje de texto. Todos miraron expectantes a Clare cuando tomó asiento cerca de Debbie una vez más.
*****
Debbie se movía nerviosamente en su estado hipnótico, sintiendo que Clare había retornado. Ella no quería recordar ni remover viejos recuerdos, los recuerdos que había reprimido por años.
En su mente confusa, no podía decidir si estaba hablando o solo evocando...recordó cuando era pequeña, probablemente cuando solo tenía seis años. Su padre tenía un jardín cubierto dónde ella tenía todos sus plantines. Debajo de la estantería, había todo tipo de chucherías que guardaba para otro día. Debbie amaba jugar en el cobertizo. Ella respiró profundo...aún podía recordar el polvo, el olor a tierra de las plantas y las pilas de diarios tiradas en el piso. En aquel entonces, tenía un amigo especial, Christopher y pasaban horas fingiendo que estaban haciendo ‘visitas’. Todo era completamente inocente: dos niños pequeños que les gustaba su compañía. Un día, Christopher llevó una caja de fósforos y un paquete de cigarrillos de su madre. Debbie quedó estupefacta al ver a su amigo de siete años encender un cigarrillo y darle bocanadas.
“Prueba”, instó entre tos y tos.
Debbie sacudió su cabeza tímidamente y Christopher se rio de ella por ser ‘maricona’. Finalmente probó del cigarrillo y lo arrojó al piso. Ninguno de los chicos notó que el cigarrillo rodó debajo del banco y se enclavó contra una pila de diarios. En minutos, el papel seco ardió y las llamas tocaron los pantalones de algodón de Debbie. Sus gritos trajeron a los padres de Debbie corriendo...estuvo en el hospital por semanas mientras sus piernas quemadas se curaban y desde ese día siente vergüenza cuando en los meses de verano lleva sus piernas desnudas. Algunas cicatrices nunca desaparecieron.
Claude fue muy comprensivo cuando le contó la historia después de preguntar por las cicatrices. Le besó las manos y acarició las cicatrices muy suavemente. “Mi pequeña niña, sí, mi querida niña. ¿Te dolió mucho? Debes haber tenido tanto miedo. ¿Cuántos años tenías cuando esto te sucedió? ¡Mi querida, seis! Cuéntame todo otra vez”.
Agitada, Debbie echó la cabeza hacia atrás. Fue cuando recordó que el dolor regresó. Era mucho mejor olvidar. Excepto que todavía podía escuchar esas preguntas. Parecían lejanas, como si estuviera soñando...eran insistentes, interrogándola delicadamente sobre sus padres, Sally, Stuart y Claude. Apenas si estaba consciente de lo que contestaba y entonces se puso obstinada. “No. No más, por favor. Es que...no, no quiero hablar más sobre esto”.
Ahí estaba otra vez, esa voz suave, incansable y gentil. “Debbie, debes hacerlo. Quieres ayudarnos ¿No es así?”
Se sintió floja y con sus piernas pesadas cuando escuchó la voz. “Debbie ¿Le temías a tu esposo Claude?”
Debbie sabía que tenía que responder, no tenía opción si quería que las preguntas cesen. Vagamente, oyó su voz, desde un lugar lejano. “Mamá y papá actuaban raro. Creo que estaban preocupados por...algo. Posiblemente estaban preocupados por mi salud. Querían visitarme y Claude sugirió que vinieran a tomar el té. Claude fue el anfitrión perfecto ese día. Había comprado todo tipo de bonitos pasteles”.
Debbie hizo una pausa mientras pensó. “Mamá y yo caminamos en el jardín de Claude y ella me preguntó cómo era mi relación con él. ¿Éramos una pareja?”
“Le pregunté por qué y dijo que pensaba que Claude era un poco mayor para mi...y que yo había cambiado. Mi cabello se veía diferente y mis ropas...no creía que fueran las más apropiadas para chicas jóvenes. Dije que Claude se interesaba por mí y me acompañaba cuando iba de compras. Me ayudaba a elegir mis ropas. Y le gustaba que use el cabello largo y decía que la diadema era adecuada para mí.
“Cuándo papá se nos unió en el jardín, yo regresé a ayudar a Claude y me preguntó sobre qué habíamos hablado. Me reí y le dije que pensaban que debía actualizar mi guardarropas. Claude sonrió y me dijo que no me preocupe porque lucía como la chica perfecta para él.
Cuándo se estaban yendo, papá dijo que era tiempo de que vaya a casa por una breve estadía. Me veían tan poco en esos días y necesitábamos hablar. Insistieron en que fuera la semana siguiente y yo estuve de acuerdo. Me dieron un beso de despedida, y Claude de repente recordó que había olvidado algo en el campus y se fue en su coche poco después de que se fueron mis padres ... dijo que volvería y me llevaría a casa”.
Se sacudió y giró en su silla, mordiéndose el labio. Sintió miedo. “Hubo una llamada telefónica y recuerdo una voz que decía que había sucedido un accidente. Un auto desconocido...un conductor fugitivo quizás...fue confirmado...o tal vez papá fue forzado a salirse del camino”.
“Claude estuvo ahí conmigo y decía que cuidaría de su querida niña. Yo no estaba demasiado preocupada y nos casaríamos tan pronto como él arregle la licencia. Me abrazó y me sostuvo fuerte, acariciaba mi espalda mientras me calmaba. Estaban los planes de la boda. Pero yo...yo estaba asustada”.
Una voz baja habló. “¿De qué Debbie? ¿De qué estabas asustada? ¿Asustada de Claude?”
Debbie movió sus manos. “No. Claude fue siempre bueno conmigo. Pero estaba tan cansada y me sentía enferma. Claude era tan atento, se aseguraba de que tome mi medicina, luego garantizaba que pudiera lidiar con Sally y Stuart. Me sentía feliz con mis hijos...y estaba bien por un rato. Claude era tan bueno. Entonces...entonces, no, no me gusta hacer esto. No quiero hacerlo. ¡No! Por favor no me toques así. ¡No de nuevo! Vete, vete...”
La voz se acercó. ¿A quién quieres alejar, Debbie? ¿Era Claude o era alguien más? ¿Te dejó sola entonces, Debbie?”
“Yo...yo...no, no quiero hablar más sobre esto”.
“¿Y los chicos? ¿Ellos estaban bien? ¿Claude era bueno con ellos, era un padre amoroso?”
“Era estricto. Tenían que hacer lo que él quería y los hacía obedecer. Al principio Stuart discutía pero luego ...se volvió temeroso. Pero Sally era buena y tranquila. Claude decía que todas sus pequeñas tenían que ser buenas niñas”.
“¿Claude decía eso?”
“S-sí. Entonces estaba feliz porque dejó de tocarme. Pero había algo que estaba mal. Me daba cuenta que la medicina me provocaba más cansancio que antes y debía dejar de tomarla. Intenté ver a James para decirle que tenía que escapar con los niños”.
“¿James?” preguntó la voz con suavidad.
“Sí, James, mi amigo de la librería. Nos queríamos mucho, pero él también estaba casado. Claude decía que no lo podía ver porque estaba muy enferma. Pero no lo estaba. No estoy enferma. Claude está enfermo”.
“¿Claude? ¿Cómo está enfermo, Debbie?”
“Yo... no estoy segura”.
“¿Debbie, alguna vez fuiste a ver a tu amigo James? ¿Le contaste lo que andaba mal?”
“No. No esa vez. Pero lo vi antes, y traté de contarle”.
“¿Puedes contarne sobre el día en que Sally y Stuart desaparecieron? ¿Qué pasó? ¿Puedes recordarlo?”
“Sí. Claude estaba muy enojado conmigo”.
“¿Enojado? ¿Eso era común?”
“A veces. Más que cuando nos casamos por primera vez”.
“¿Por qué estaba particularmente enojado esa vez?”
“Por mi medicina. Había cambiado las tabletas de vitaminas por medicamentos, pero me hacían sentir enferma. Había decidido no tomarla más y la arrojé en el inodoro. Pero él tenía otro frasco y me la hizo tomar. Me sentía tan somnolienta y entonces Sally se molestó. Comenzó a llorar y supe que tenía que salir de la cama y verla. Cuando llegué, Claude estaba con ella y como se estaba comportando mal, él dijo que la abofetearía. Tuve que sacársela. Claude no debió haberla golpeado. Decidí irme. Pero no le conté a Claude”.
“¿Lo amabas?”
“Creo que al principio sí. Fue tan bueno conmigo. Pero luego...”
Diana se inclinó hacia Clare y susurró en su oído. Clare asintió brevemente antes de continuar.
“Ese día ¿Estabas sola con los niños? ¿Claude se fue a trabajar?”
“Sí”.
“¿En auto? ¿Qué auto conducía? ¿Era el mismo que tenía antes de casarse?”
“No. Robaron su auto el día que mis padres murieron. Compró otro...Conducía ese al trabajo todos los días”.
“Entonces ese día fue a trabajar como lo hacía normalmente”.
“Sí. Me llamaba por teléfono todas las mañanas y todas las tardes para asegurarse de que estemos bien. Telefoneó y le dije que salíamos. Que íbamos a la verdulería y luego yo iba a ver al doctor. Estaba preocupada por Sally porque en un momento lloraba y al minuto estaba muy tranquila...no estaba como siempre. Se estaba comportando como una bebé”.
“¿Y qué tenía Claude para decir sobre Sally?”
“Dijo que no tenía que salir porque estaba muy frío y se pronosticaba nieve. Ella realmente se enfermaría si la sacaba con tan mal clima. Dije que la envolvería bien y si se sentía así, los llevaría a ambos a Macdonald’s. Yo odiaba ese lugar, pero ellos lo amaban y habían pasado años desde que los llevé. Habían sido tan buenos y necesitaban divertirse. No se ríen lo suficiente porque Claude es tan firme y estricto con ellos”.
“¿Qué pasó luego?”
“Sabía que tenía que hablar con el doctor sobre Sally y preguntarle por qué yo estaba siempre tan cansada. Por qué le daba a Claude tantos medicamentos para mí...no puedo recordar cuándo comenzó esto...sé que James dijo que Sally y Stuart eran divertidos cuando lo conocí en la librería. Siempre los hacía reír...era un buen padre”.
“¿Tú y James tuvieron una aventura?”
“¡No! Realmente no. ¡Yo estaba casada, ambos lo estábamos! Nosotros...nos besamos, pero eso fue todo. Sentía que necesitaba un amigo. Le conté todo sobre mi matrimonio. Cómo me sentía como prisionera a veces y sobre Sally y Stuart. Él era muy comprensivo”.
Debbie se sintió sofocada y movió su cabeza de manera inquieta de lado a lado. Otra vez escuchó esa voz suave que la calmaba haciéndola sentir segura.
“Está bien, Debbie. Entonces ¿Sacaste a Sally y a Stuart esa mañana? ¿Dónde fueron?”
“Me aseguré de que tengan puestos sus abrigos, sus bufandas y sus mitones, por supuesto. Subimos al auto y conduje hacia la verdulería que está próxima al supermercado. Estaba frío...muy frío y recordé que Claude dijo que no permita que Sally tome frío. Estacioné el auto y decidí que solo compraría algo de manteca y unas pocas verduras. Un negocio grande me habría tomado más tiempo. Dejé a ambos chicos en el auto...segura de que puse llave. Pensé que por unos minutos estarían bien. Pero nunca más los volví a ver”.
“¿Viste a alguien que conocías?”
“No. El estacionamiento y los negocios estaban casi vacíos”.
“¿Y por cuánto tiempo estuviste afuera? ¿Por cuánto tiempo estuvieron los chicos en el auto?”
“Diez minutos, tal vez doce. Traté de apurarme...cuando regresé ¡Se habían ido!”
La voz de Debbie se elevó con angustia y pareció sorprendida e incrédula de que se perdieran del coche.
“¿Entonces que hiciste?”
“Los busqué. Fui a la caramelería y a la juguetería, pero no los veía. ¡No los podía encontrar!”
“¿Y entonces? ¿Preguntaste en el supermercado si alguien los había visto?”
“No al principio. Corrí por el aparcamiento, pensando que tal vez se habían alejado y no podían encontrar su camino de regreso al coche. Los llamé y estaba asustada. Temía que Claude se hubiera molestado y los hubiera castigado por bajarse del auto e irse. Un encargado de una tienda dijo que llamaría a la policía por mí. Tenía que encontrarlos”.
Adam se apartó de la pared y se acercó a Clare y a Debbie. Le sostuvo la mirada a Clare por un segundo antes de que ella reanude su relato.
“¿Tenías miedo de que Claude los castigara?”
“Sí, como cuándo antes abofeteó a Sally. Dijo que estuvo maleducada, pero Stuart dijo que no. Se había quedado dormida muy rápido. “¿Por qué Claude le pegó?”
“Tenemos que averiguarlo, Debbie”.
“Pero eso no importa ahora...Sally y Stuart se han ido...y ahora Charlie y Hannah desaparecieron. Tenemos...que buscarlos”.
Adam se inclinó y susurró en su oído. Ella miró un poco aturdida, pero después de un momento de duda, asintió de manera cortante.
“Cuéntanos sobre Charlie y Hannah. ¿Qué sucedió esa mañana, Debbie?”
Debbie se quejó. “Hannah y Charlie...están desaparecidos. Debo ir a buscarlos en la huerta. Tal vez estaban jugando en el bosque...quizás fueron allí...y se perdieron. No, estaban en el jardín. Los escuché...Charlie contaba ...mis manos sucias”.
“¿Por qué estaban sucias tus manos, Debbie?”
“Los estaba buscando. Pero sabía que él se los había llevado...me había estado observando...pasaba...simulaba mirar a-tenemos que irnos ahora. ¡Encontrarlos!” susurró. Los párpados de Debbie se agitaron pálidos contra su cara. Abrió sus ojos por un segundo y luego los cerró. Su respiración fue irregular por un minuto, luego mantuvo un ritmo y todos se dieron cuenta que Debbie estaba bien dormida.
Clare se puso de pie y arqueó su columna hacia atrás con un suave quejido. “Probablemente despierte en un minuto o dos”, dijo. “No la voy a hipnotizar más. Ya tuvo suficiente”.
Diana se acercó y le dio un abrazo a Clare. “Y tú también, creo. Lo hiciste muy bien, aunque casi desearía que no”.
Clare se veía cenicienta a la luz de las velas, líneas de cansancio cruzaban su rostro. Suspiró y su voz tembló cuándo habló en voz baja. “Lo sé. Yo también”.
Diana giró hacia los tres hombres reunidos y les habló con voz tranquila. “Espero que hayan escuchado todo lo que dijo. No estoy segura de qué manera esto nos ayudará, si lo hace. El primer esposo de Debbie parece que tuvo un poder fanático y muy extraño. Pero como está muerto...todo es un poco en vano. Pero lo que me pareció interesante es su amigo, James. ¿Qué tal si algo tenía que ver?” Ella levantó sus hombros con gesto de impotencia y se dio vuelta cuando las lágrimas manaron de sus ojos. No quería que sus sospechas fueran verdad.
Adam sacudió su cabeza. “Estoy segura que no se mencionó a nadie llamado James durante el juicio. Puede que fuera un amigo, pero no se presentó para apoyarla. Quizás lo avergonzaba de que lo asocien con ella. Las personas pueden ser muy egoístas y se preocupan solo por ello cuando las cosas van a la corte.
“Me pregunto qué le sucedió a él. Roger es el que le encuentra el meollo a las cosas de la gente”. Dijo Diana y de repente suspiró.
“¿Dónde está Roger? Dijo que saldría solo por un rato y ya pasaron casi dos horas”.
Capítulo 25
La luz del día llegó lentamente a la mañana siguiente. Diana despertó y se encontró en el sofá acurrucada entre Steve y Clare quienes estaban durmiendo. Estiró vacilante sus piernas y alivió la tensión de su espalda y sus hombros antes de mirar el reloj. Era justo antes de las seis. La habitación estaba fría y notó que la estufa estaba casi sin leña. Se movió silenciosamente, abrió la puerta de la estufa y reemplazó las brazas con madera fresca. No tardó mucho en comenzar a quemarse y pronto tuvo un fuego brillante crujiendo.
Cómo no había luces en la habitación, supuso que la electricidad seguía cortada. Deambuló por la cocina. Gracias a Dios la hornalla de la cocina tenía gas. Todos podían al menos tomar una bebida caliente antes de partir a buscar. Mientras estaba buscando las tazas para el té o el café, se le unieron Adam y Steve. Ambos se veían cansados y tensos y ella supuso que se veía igual.
“Pensé en preparar algo caliente para todos antes de que partan”, dijo señalando la tetera. “Me aseguraré de que haya suficiente para todos. ¡Miren! ¡Finalmente dejó de nevar!”
Ambos hombres le siguieron la mirada hacia la ventana. Había un tinte rosado iluminando la cima de la montaña más cercana, esto mostraba que el amanecer estaba a la vuelta de la esquina.
“Ya es hora. Nunca me contaste que nevaba en Chipre”, refunfuñó Adam, mientras introducía su camisa en sus pantalones.
“Nunca preguntaste”, respondió Diana, mientras una débil sonrisa se cernía en la comisura de su boca. “En serio, sin embargo, esto fue malo. Pero tú sabes que...probablemente todo habrá acabado antes de que termine la semana”.
Adam miró como si no le creyera.
“Tiene razón, tú lo sabes”, se metió Steve. “La nieve raramente dura a esta altitud. Sin embargo, estaba muy profundo cuando me aventuré a buscar más madera”.
“Se demorará la búsqueda hasta más tarde. ¿Esto desalentará a tus amigos hasher? Adam inquirió entre sorbos de té caliente.
Debbie sacudió su cabeza. “A unos pocos tal vez, pero dudo que los más jóvenes y calificados nos decepcionen. Ustedes se olvidan de que están acostumbrados al terreno agreste y todos vendrán ya que la mayoría poseen vehículos cuatro por cuatro. No se preocupen, van a aparecer. Los hashers salen con cualquier clima. Me pregunto por qué Roger nunca regresó. Tal vez la nieve fue demasiado para él. Se está encaminando y estuvo enfermo por algún tiempo”.
Hubo un sonido detrás de ella y cuando giró se encontró con Clare apoyada en la puerta luciendo particularmente abatida. “¿Hay un poco más de té?” preguntó con una voz rasposa.
“Por supuesto. ¿Pudiste dormir un poco?”
Ella hizo una mueca. “Realmente no. Probablemente lo que pudieron dormir todos los demás. William llevó a Debbie a la planta alta a las tres más o menos porque se veía exhausta. No voy a tratar de interrogarla más. Y no creo que tenga nada más que agregar”.
Adam miró melancólicamente su taza de té. “Obviamente Debbie se culpa a sí misma por la muerte de sus padres, lo que es novedad para mi. Sus reacciones hacia su primer esposo fueron bastante pertubadoras. Creo que quería escapar de su matrimonio”.
“¿Te sorprende? Parecía como que él quería tener el control total sobre ella, incluso aconsejándola sobre qué usar. Adam ¿Consideraste que el primer esposo de Debbie pudo haber sido un pedófilo?”
Steve emitió un murmullo mientras se acercaba para llenar su taza de té.
“Debbie era adulta cuando se casó”.
“Sí, pero no quise decir eso en realidad”, respondió Diana.
Adam miró serio y estudió sus manos que reposaban sobre la mesa antes de hablar. “Ella era adulta, pero recuerdo que se veía muy joven parada en el banquillo de la corte. Comprendo a dónde estás yendo, pero como Claude Brookes se ahogó, esto no ayuda aquí ahora. Nuestro primer trabajo es encontrar a los dos niños...y están en algún lugar allí afuera”. Dijo, estirando una mano hacia el paisaje nevado más allá de la ventana. “Dios sabe qué loco o pervertido los tiene y tal vez ..." Bajó la voz. “Tal vez estén muertos, pero vamos a hacer lo mejor para recuperarlos”.
Ambas mujeres recobraron el aliento, todos fueron cuidadosos de no mencionar el temor que estaba en sus mentes. Diana habló primero. “Tienes razón por supuesto. No debí haberme distraído con Claude Brookes. Esta bien, cambiando de tema, hay algunas medialunas que sobraron de anoche. Les puedo sugerir que comamos algo rápido antes de salir. Clare ¿Te vas a quedar aquí con Debbie o te vas a unir a la búsqueda? Todos los voluntarios deberían estar aquí en diez minutos”.
Clare y Adam lo hablaron y decidieron que ella debía quedarse con Debbie si aceptaba su compañía, sino se uniría a los buscadores. Mientras los otros fueron a buscar sus abrigos y botas, ella llevó a Diana a un costado.
“Sé lo que estás pensando y creo que tienes razón sobre el primer esposo de Debbie”.
Diana observó a su vieja amiga, pensando en lo poco que supo sobre ella desde hace tantos años. Clare fue la primera persona que conoció que era clarividente natural. Se preguntaba si eso era una carga o una bendición. “Hay un patrón violento en todo esto. Pero por el momento, ¿De qué servirá saberlo con Claude Brookes en su tumba? " Diana se preguntaba tanto a sí misma como a Clara.
“Volviendo a la desaparición de Sally y Stuart no nos ayudó mucho”.
“Considerando que falleció, tenemos que buscar otra persona. Quizás hay alguien que sabía todo sobre el caso. Hay un viejo amigo de Debbie, James, el gerente de la librería. ¿Qué sabemos de él? Obviamente estaba enamorado de Debbie. ¿Pudo haberla seguido hasta aquí? Tal vez estaba más enamorado u obsesionado con ella de lo que realmente creía. Cosas más extrañas han sucedido. Le creo a ella cuando dice que alguien la estaba observando”.
Ambas mujeres se dieron vuelta y miraron por la ventana. En ese momento, el viento soplaba en el valle desde las montañas del norte, lo que causaba que la nieve se levante en ráfagas y silbe contra el vidrio.
*****
Diana miró el pequeño grupo que estaba parado hablando en voz baja en la cocina de la casa de los Frost. Los conocía a todos-a algunos más que a otros-y sabía que era un grupo duro e intransigente que no dejaría que un poco de nieve se interponga en su camino, aunque hubiera muchos pies de profundidad en el valle. Diana estaba agradecida de que vinieran e hizo un conteo rápido. No se sorprendió de registrar quince personas, sin incluir a Adam, Steve, Clare y a ella misma. Como Roger tenía todavía que aparecer, no lo incluyó.
La mayoría eran masculinos, pero notó a Morwenna, Sharon, Jeanette y Elaine entre ellos. Eran las mujeres más aptas y por lo general le seguían el ritmo a los mejores en sus carreras de domingo. Echando un vistazo sobre el grupo de hombres con gorros y bufandas, reconoció a los corredores más fuertes y más rápidos, con un puñado de los más leales caminantes. Ese día, todos iban a necesitar cada onza de su resistencia y fuerza. Adam ideó una búsqueda basada en métodos usados en el Reino Unido y compartió los detalles con cada uno.
Aparte de los hashers, las personas que vivían en el pueblo iban a volver sobre sus huellas del día anterior y registrar las residencias externas que pudieron haber salteado durante la tormenta de nieve. Una vez que se haya completado, planeaban dispersarse hasta que finalmente se reúnan con los grupos de búsqueda de Adam. Roy y Geraldine del bar The Magic Teapot animaron a tantas personas como pudieron a volver al frío otra vez. Diana se sintió gratificada al saber que nadie había rechazado ayudar. Geraldine demostró ser una anfitriona consumada, proveyendo cajas llenas con bolsas de empanadas, café, emparedados y tortas, para todos.
“¡Geraldine, eres maravillosa! ¿cómo diablos te las arreglaste para preparar tanta comida junta?” Diana suspiró cuándo vio la pequeña montaña de provisiones.
Geraldine estaba envuelta en un abrigo grueso de piel de oveja y se había tapado las orejas con una espesa bufanda. Sus ojos brillaban bajo el flequillo de su pelo castaño rojizo oscuro y se rio entre dientes del cumplido de Diana.
"No todo depende de mí. Tuve un pequeño ejército ayudándome durante la noche. Una vez que las personas supieron lo que estaba planeado para hoy, los que no podían ayudar con la caminata saquearon sus cocinas. Tuve más ayuda con la comida de las niñas-Hannah, Jemma y Pauline. Ah, y Gerry en el camino muy amablemente envió docenas de sus famosas samosas vegetarianas. La gente fue asombrosa con su ayuda y buenos deseos. Dios, todavía está helando”, dijo zapateando. “No voy a salir contigo, porque mi pierna todavía anda mal. Además alguien tiene que ocuparse del fuerte”.
“Creo que ya manejaste grupos como este. Los equipos de búsqueda lo apreciarán. Saldremos en un minuto. ¿Puedo pedirte un favor?”
“Por supuesto”.
“Gracias. La mamá de Steve está amenazando con venir aquí. Yo no quiero que salga al frío y además es probable que sea una maldita pesada. Si dice algo ¿Podrías decirle que se la necesita en casa? Tu sabes, mantener el fuego encendido, ese tipo de cosas. Si se nos une, no tengo dudas que terminaremos buscándola a ella después de cinco minutos. Gwen no acepta su edad y piensa que tiene cuarenta. La última vez que estuvo aquí afuera, se encontró con Roger y le tomó simpatía. Él estaba aterrorizado ¡Pobre diablo!
Geraldine asintió. “No hay problema. Voy a hacer que se quede o que se acerque a nosotras. Puede disfrutar la compañía de mi madre. Valdrá la pena verlas...son tan diferentes”. Ella se rio. “Perdón, sé que no debería, con todo esto que está pasando, pero tú sabes a qué me refiero”.
“¡Por supuesto que sí!”
Geraldine miró a su alrededor al grupo reunido junto a las cajas, cada uno sirviéndose un paquete de comida. “Por cierto, hablando de Roger, no lo veo aquí”.
“No, se fue a casa tarde anoche. Lo curioso es que dijo que se iría por menos de una hora, pero nunca regresó. Yo...espero que esté todo bien”.
“Yo también lo espero. Eh, mira, parece que las personas están saliendo. Diana, escuché sobre tu amiga Clare y su don. Tuve una breve charla con ella recién. Conozco a alguien en Bristol que es como ella-tiene los mismos poderes y todo”.
“Ella dice que los niños todavía están vivos. Espero que tenga razón”.
“Si es tan buena como mi amiga, entonces debe ser verdad”.
Diana se preguntaba si debía decirle algo a Geraldine. Era una buena amiga de ella. “Estoy segura que sabía lo que estaba haciendo ayer. Sólo hay una cosa, sin embargo. Roger-ella tuvo la loca idea de que él podría saber dónde estaban los niños-de que él podría contactarse con ellos”.
Geraldine suspiró y rápidamente miró a su alrededor antes de responder. “¿Realmente? Ella no se refiere a que esté involucrado ¿O sí? Seguro que no, Roger parece tan correcto como cualquiera”.
“No, Al menos yo...yo no pienso eso. Ella dijo que era un eslabón muy débil. Fue confusa. Tal vez él sabe algo pero sin darse cuenta por sí mismo. Esta cosa de la clarividencia es un poco un misterio para mí”.
“Sé a lo que te refieres”.
Adam llamó la atención de Diana y le hizo una señal con la cabeza para que se dirija a la entrada. “Lo siento, Geraldine, tengo que irme. Me contactaré por teléfono si encontramos algo”.
Los integrantes del grupo se movían juntos por el camino cubierto de nieve, guiado por la luz de las antorchas. Por las condiciones del clima y las dificultades del terreno, Adam le insistía a la gente que busquen en grupos de no menos de tres. Su principal preocupación era que si alguien se caía y se lastimaba, había por lo menos un individuo que se podía quedar con el herido mientras que el otro iba por ayuda.
“Tiene sentido para mí”, convino Wee Willy mientras salía con su compañero Randy Turner.
Adam le sonrió a Diana cuando se unió a él. “¿Ya conoces todos sus nombres?” se burló. Durante la madrugada, ella y Steve le explicaron a Adam la tradición hash de ponerle apodos a sus miembros.
“Se supone que los nombres reflejan de alguna manera la personalidad de los hashers. Pueden ser divertidos o despectivos, pero a veces son simplemente cochinos”.
Cuándo Adam levantó sus cejas inquiriendo, Steve lo puso al día. “Es tonto pero bastante divertido, aunque odiaría tener el nombre que otras personas me ponen”.
“Dame un ejemplo”.
Bien, tomemos a Diana, por ejemplo. Si ella escribió sobre vaqueros, lo más probable es que la llamen algo así como Anni Consigue tu Pistola, Minnie Ja Ja o Jane Calamidad. Si eres quejoso, podrías llamarte Cucharón o si nunca te callas, Diarrea Verbal o Cierra la Puta Boca. Se que es tonto pero es divertido. Algunos incluso son agradables”.
“Ya veo. ¿Y cuáles son los de ustedes?”
“El mío es Ligamento y el de Di...Emmanuelle”.
“¿Emmanuelle?” Adam se echó a reir.
"Deja de burlarte, idiota, o te golpearé", dijo Diana, enojada.
“¿Pero por qué Emmanuelle? Tiene connotaciones. ¡Di! ¡Si no lo supiera mejor!”
Steve le sonrió a su esposa y le dio un abrazo. “Los hashers lo mal interpretaron. Pensaron que estaba involucrada con libros y revistas eróticas y se dejaron llevar por ese tema. Tu sabes, sexo y viejas películas pornográficas. No significa nada más”.
Adam no dijo nada pero quedó pensativo.
Capítulo 26
Quedó paralizado, mirando la escena sangrienta frente a él. Con la luz de su lámpara vio la cabeza de su hacha enterrada profunda en el cráneo de su vecino. El líquido oscuro brotaba debajo del cuerpo...pedacitos de carne y una sustancia gelatinosa estaba saliendo de la herida. No debía suceder así. ¡Todo estaba saliendo mal!
Nada resultó como lo había planeado. Nunca hubiera podido imaginar que nevara como lo había hecho. Bien, la policía estuvo ahí dos veces y estaban convencidos de que todo estaba en orden...pero cuando necesitara deshacerse de los cuerpos, probablemente dejaría un rastro de sangre en la nieve a menos que tuviera suerte. Todo era trabajo extra y problemas que no había previsto. Necesitaba pensar en eso. Su corazón comenzó a golpear en su pecho. ¡Cálmate! Nadie sospechó. Pero...quería regresar con la pequeña niña.
La había trasladado adentro porque se había puesto ligeramente hipotérmica después de darle una segunda dosis de la droga. Ahora tenía que esperar hasta que despierte, si lo hacía. ¡Tenía que hacerlo! Quería estudiar su reacción cuándo la abrazara. Quería sentir su cuerpito retorciéndose y alejándose de él tanto que era doloroso. En lo profundo en sus entrañas su deseo se estaba forjando, llegando a un estado que se estaba convirtiendo rápidamente en frenético. La imaginó con el cuerpo medio desnudo...maldita sea, tenía que esperar.
¡No podía dejar todo lo que había planeado con tanto cuidado, esfumarse antes de que tuviera la oportunidad de vivir su sueño! Conteniendo las lágrimas, sintió que su deseo y expectativa cambiaban a descontento y amargura. Se pasó una mano pegajosa por los pantalones. Ya no estaba sudando, pero podía sentir el olor de su propio cuerpo: denso y agrio contra el frío helado.
Tendría a la niña más tarde, cuando tuviera más tiempo...pero ¿Dónde estaba el niño? Maldito pequeño bastardo. El niño, con grandes ojos como los de Yvonne, no le causaba ningún placer ahora. Yvonne: esa mujer aniñada. Pensó en cuando trabajaba en la librería, hace muchos años. Cuándo le dijo que podía ser lo que ella quisiera si se lo proponía. La había tenido en la palma de su mano...había sido tan fácil hacer que ella lo ame...lo necesitaba...quería tener una razón para amar.
Su mente retrocedió al presente, y recordó dónde estaba. ¿Dónde estaba el niño? Era una amenaza. No podía escapar, si no sería el fin. Tenía que encontrarlo. Era mejor que lo mate ahora. Lo mataría y se libraría de él junto con el otro inoportuno cuerpo. Qué mejor que eliminar cualquier amenaza para su plan con la pequeña. Los arrojaría a ambos en el pozo del jardín. El río subterráneo se llevaría sus cuerpos y con el tiempo aparecerían a millas del valle en la presa. Tembló de placer con la solución. Nadie lo adivinaría. Después de eso, estaría seguro, sin nada que lo amenace y podría ponerse cómodo para disfrutar su tortura.
Tendría todo el día y una vez que se haya saciado con placer, dispondría de ella...se podría unir a su hermano. Luego él abandonaría la isla. Les diría a quienes pregunten que ya no siente que la tranquila, una vez idílica, isla fuese para él...los últimos días lo disgustaron mucho. Podría regresar a Inglaterra o a cualquier lugar en el mundo que quisiera. Podría bajar el peso que deliberadamente había aumentado y cortarse el pelo otra vez. Posteriormente, en algún pueblo lejano encontraría a otra pequeña niña...como antes. Ella estaría caminando sola...directo de una finca de la ciudad, y él le diría que conoce a su mami y que va en su misma dirección. Sube al auto y te llevaré a dar un paseo. Suspiró. Amaba ese plan...y siempre funcionaba.
Pensando en el día que vendría, se sintió mejor. Y se sentirá aún mejor cuando encuentre al muchacho y acabe con la amenaza. El niño era una molestia y le recordaba lo que Yvonne le había contado hace seis años. Ella quería escapar de su matrimonio, dijo que se sentía atrapada. Se dio cuenta del error que era y había estado buscando a alguien que la comprenda. Sonaba tan ingrata y su súplica hizo su vida incómoda...tenía que ayudarla.
Olvidándola, volvió sus pensamientos al jovencito. No podía haber ido tan lejos con la profunda nieve; era tan solo un pequeño...y sin calzado. No tendría problemas para localizarlo. Philip Bolton se alejó de la espantosa vista que tenía delante y alumbró con su linterna alrededor del garaje. No pudo ver nada parecido a un niño acurrucado en las sombras. Revisó debajo del auto e hizo un pequeño recorrido por la habitación. Nada. Cuándo regresó al punto de partida notó que la trampilla del sótano estaba abierta. Seguramente el niño no habría vuelto allí por su propia voluntad. Bolton bajó los primeros escalones y levantó su linterna por encima de la cabeza. De nuevo no había nada más que un oscuro espacio vacío con una cama y las dos tinajas de arcilla. El pequeño mocoso debe haber corrido afuera. De mal humor, Bolton dejó estrellar la escotilla, pensando que cuándo le ponga las manos encima al niño, se deleitaría estrangulándolo muy, muy lentamente.
La sensación de amenaza a su alrededor aumentaba su conciencia. Siempre era lo mismo y definitivamente como cuándo se había llevado a Sally y a Stuart hace casi seis años. Su plan en aquel entonces había sido preparado apresuradamente. Fue después de que Yvonne telefoneó y dijo que estaba preocupada por Sally, que que tenía que hacer su jugada. Conocía muy bien los movimientos de Yvonne, le había contado muchas veces sobre sus días deprimentes. Llegó a las tiendas antes que ella y dejó su auto en la parte de atrás del estacionamiento, escondido detrás de una fila de botellas y bancos de ropa de Humana. Yvonne se levantó de su asiento y se apoyó en la parte trasera de su coche mientras hablaba con los niños. Parecía haber tomado una decisión, porqué se paró atrás, comprobó que tenía el bolso en su hombro y cerró la puerta. Cruzó a toda prisa por el asfalto hacia la tienda, solo miró hacia atrás una vez antes de entrar al supermercado. Era un día de frío helado y casi no había un alma que se enfrentara al clima.
Él cruzó rápido hacia el auto de Yvonne y sin dudar, abrió la puerta. Recordó lo sorprendidos y nerviosos que habían estado al principio, hasta que se dieron cuenta de quién era. Eran tan obedientes. No cuestionaron cuándo les dijo que los iba a llevar a MacDonald’s y que su mamá los iba a buscar allí. La llamaría por teléfono y le contaría, y ¿No sería una gran sorpresa? Y tenía otra sorpresa para ellos en el maletero de su auto, un regalo para cada uno. Emocionados, los chicos saltaron del auto de Yvonne y se lanzaron hacia el otro. Él miró brevemente a su alrededor, pero el estacionamiento estaba vacío y su auto estaba escondido detrás de las cajas de caridad. Abrió el baúl del auto y los niños se inclinaron con ansias. Con un rápido movimiento, bajó la tapa sobre sus tiernas cabezas. Después de eso, fue fácil enrollar sus bufandas y ajustarlas en sus cuellos...levantarlos y arrojarlos en la cajuela. Con una mirada somera a su alrededor, entró a su auto y condujo hacia la universidad. Minutos más tarde, estaba examinando la última entrega de libros para estudiantes del primer año en la librería del campus. Se relacionaba tanto con el personal como con los estudiantes...nadie había notado a qué hora regresó y entró al edificio.
Tuvo el cuidado de mantener su teléfono apagado porque no quería que Yvonne lo llame con su llanto de pánico y se mantuvo alejado de su habitación universitaria y de su teléfono. Después de determinar un tiempo razonable para su coartada, le dijo a un colega que se iba. El viaje era de menos de diez millas de dónde trabajaba a dónde vivía. Dentro del bosque, estaba completamente en silencio. Ya había decidido dónde enterraría los cuerpos; debajo de un roble, el suelo aún estaba blando por la lluvia reciente y aún no se había congelado. La tumba sería poco profunda pero adecuada para dos pequeños cuerpos.
Estaba satisfecho consigo mismo. La historia se estaba por repetir. Reconoció el peligro y aprovechó el momento; no sería frustrado. Recorrió el perímetro de la casa hasta que regresó al garaje. “Charlie, ¿Dónde estás? Puedes salir ahora. Es tiempo de que los lleve a tí y a Hannah de regreso a casa”. Esperó y escuchó en el silencio de la nieve que caía. Levantó la linterna y, al soplar el viento, la llama se elevó y cayó contra el cristal. No había lugar donde esconderse en el garaje o en el jardín. Probablemente tampoco había entrado a la casa. Bolton no podía divisar ninguna pequeña huella en la nieve. Entonces ¿Dónde diablos se estaba escondiendo? “Charlie, ¿Dónde estás? ¿No quieres ir a casa con Hannah y ver a tu mami? Ella te está esperando, no está enferma, fue un error. Está mucho mejor”.
No escuchó nada más que el susurro del viento a través de los árboles. No entró en pánico. Tenía mucho tiempo para encontrarlo y sabía que el niño nunca encontraría su camino a casa. Se dio cuenta de que si estaba a punto de iniciar una búsqueda adecuada en su propiedad, tenía que deshacerse de su vecino entrometido, rápido e inmediatamente. Pronto aclararía y, eso traería de regreso a la maldita policía con sus equipos de búsqueda. El pozo estaba ligeramente cubierto con una tabla de madera con bisagras y un pedazo de malla. Era una tarea simple sacar a ambos de arriba y lanzar el cuerpo al agua. Mientras levantaba a Roger sobre la pared, lo oyó pronunciar un gemido bajo. No estaba muerto. ¡Qué excitante! Philip Bolton no vaciló. En cambio, se permitió una sonrisa de satisfacción cuando escuchó el chapuzón cuarenta pies abajo. Su vecino moriría por sus heridas o ahogado. Lo imaginó revolcándose y girando en el río subterráneo a lo largo de su trayecto hacia la represa.
Entonces, se pudo concentrar en buscar al muchacho.
Capítulo 27
Se inició la búsqueda. Comenzando desde la vivienda de los Frost, cada grupo empezó una meticulosa exploración para encontrar a los pequeños niños. Diana se sintió aliviada al descubrir que por lo menos seis miembros hasher eran ex del ejército británico o policías. Tenían experiencia del pasado o conocimiento en búsqueda y rescate y, un par recordaba maniobras en Dartmoor y en las montañas de Gales. Adam fue rápido en agrupar a un veterano con dos aficionados bien dispuestos, asegurándose que los equipos fueran más o menos iguales. Todos tenían un bastón, un teléfono celular, comida y café o al menos algo de agua en una mochila. Unas pocas y simples provisiones médicas completaban su kit. Si hubieran llevado más peso, las condiciones nevosas habrían obstaculizado más su labor.
Dentro de media hora los equipos se diseminaron por todos los terrenos circundantes y un par ya había desaparecido en la profundidad del valle más cercano. Todos usaban botas de senderismo y, muchos tenían suerte de poseer polainas enceradas que usaban sobre sus pantalones a prueba de agua. Ayudarían a mantener la humedad fuera del calzado.
Diana estaba tratando de encontrar a dos amigos hashers , Wee Willy y Randy, quienes, aunque eran experimentados, no conocían tan bien la zona como ella. Justo cuando se estaban yendo, Clare se unió a ellos. Diana esperó a que estuvieran un poco detrás de los otros dos antes de expresar su sorpresa.
“¿Pensé que te quedabas con Debbie?”
Escogiendo su camino sobre un muro bajo de piedra, Clare se tomó su tiempo en responder. “Iba a quedarme y luego, lo pensé mejor. Debbie duerme profundamente por el sedante. William está con ella y tu amiga, Geraldine, está a su disposición en caso de que necesite algo. Si los chicos todavía están cerca de aquí, espero tener mejor suerte”.
“¿No quieres andar con Adam?” Diana era curiosa. A Adam no se lo conocía por su paciencia y él había sido bastante conciso con Clare la noche anterior.
“Creo que tú tienes la respuesta a esto. Adam todavía desprecia mis impresiones. Todo lo que sé es que no puedo quitarme una sensación muy real de agua de mí. Es como si...estuviera a mi alrededor, sofocándome, fría, tan fría, rugiendo e hirviendo y girando. Se siente tan tangible”. Ella tembló.
“No puedo imaginarlo”.
“No es como si todas estas sensaciones fueran visiones o palabras...nada definitivo como eso, pero hay colores y sentimientos”.
Diana pensó que comprendía algo de lo que quería decir Clare y asintió mientras corría su bastón a lo largo de la parte inferior de la pared donde la nieve era más gruesa. Si un pequeño cuerpo cayera allí, sería difícil localizarlo. Clare miró a los otros dos de su equipo antes de continuar.
“Los chicos están vivos...y sé que la persona que los tiene realmente no los conoce”.
Diana tuvo que esforzarse para dejar de observar a su alrededor. De repente, el día se sintió decididamente anormal y, la débil luz solar que caía sobre ellos, parecía espesarse y palpitar.
“¿Te comunicaste con ellos?” preguntó con un susurro.
Clare parecía confusa a pesar de su sonrisa. No era una sonrisa desagradable, pero tampoco era el tipo de sonrisa que acostumbraba entre amigos o iguales. Diana creyó ver exasperación y pena en ella también. “Bueno, absolutamente no me sentaré a charlar con ellos, Di”, le respondió. “Pero estaban allí, o más bien el varoncito estaba. Lo sentí. Y estoy segura que si supiera quién los retiene, me lo hubiera hecho saber. Pero hay algo más...el agua...es como si otra persona estuviese involucrada”.
“¿Dos raptores?” Diana murmuró de manera incrédula. “Pero aunque él no los haya visto antes, debe poder decirte algo más”.
“Tal vez no dos secuestradores, yo no dije exactamente eso ...quizás es alguien más que interfirió”, dijo despectivamente. “De todas maneras, no dije que podía darme un nombre, aunque eso no es imposible. Todo lo que quise decir fue que lo sentí aquí y él, pobre criatura, parecía desconcertado. Estaba inseguro, no como habría estado si conociera quien era y porqué. Creo que eso es lo que quiero decir. También tiene mucho frío y, nuevamente percibo que el agua juega un papel en esto”.
“Ya veo. Si lo que dices es verdad, me pregunto quién es. ¿Y por qué el agua? ¿Quizás deberíamos buscar cerca del río?” Diana terminó de barrer la zona con su bastón y se dirigió hacia el extremo izquierdo del terreno en el que estaban buscando. “Clare, yo no sé mucho sobre los Romaníes, pero ¿Es algo poco común ser una verdadera médium? ¿No son más habituales las cartas de tarot y las bolas de cristal?”
Clare chasqueó su vara con enojo. “Así es como los gorgios siempre nos retrataron. Pero en verdad, en realidad muy pocos chovihanis usan una bola de cristal solo como un simple apoyo. O como algo brillante para inducir a la hipnosis”.
“Chovihanis. Eso es algún tipo de brujo ¿Verdad?”
Claire sonrió. “Tú conoces más de nuestra gente de lo que admites. Ya me lo imaginaba. Me lo pregunté el verano pasado cuando estuvimos juntas en Cheltenham”.
“¡Ah! Tú quieres decir cuando asesinaron a Isabelle y Caroline. Tú dijiste algunas cosas entonces que me parecieron raras en ese momento, casi como si tuvieras un conocimiento interior. Parecías saber sobre Sebastian y Caroline, a pesar de que nunca nadie te contó. Sin embargo, nunca lo llevé más allá, porque de repente las cosas se pusieron calientes y todo se movió a un ritmo rápido”. Diana se sintió inquieta. Aunque quería creerle a Clare y su poderes, hasta ahora, con todo el tiempo que pasó con Clare, no averiguó nada positivo.
“Mmm, ciertamente lo hicieron por ti. De todas maneras, los chovihanis hacen cosas extrañas. Mira, terminamos este terreno. ¿Dónde se supone que tenemos que buscar ahora? No estuve allí cuando Adam dio las instrucciones”.
“Estuvimos trabajando en una cuadrícula, la cuál se supone es muy efectiva cuando se busca en una zona grande. A cada equipo se le asignó un área de búsqueda particular. Luego se esparcen por el terreno, como ahora. Rastrillamos en una dirección, luego giramos ciento ochenta grados a nuestra derecha y volvemos para repetir la barrida por el campo. Entonces hacemos esto en ángulo recto a cómo comenzamos. De esa manera el área completa es rastrillada cuidadosamente. Creo que se supone que debemos seguir avanzando hacia la izquierda y buscar más lejos. Otros grupos están a nuestra derecha, en frente y detrás de la zona de la casa. Es lento, pero profundo y, queríamos haber hecho la mayor parte posible antes de que otros lleguen a meterse en el camino. Me sorprendí de no encontrar los diarios Correo de Chipre y El Tiempo en nuestra puerta esta mañana”.
“Ahora recuerdo. Adam me lo explicó, pero claramente, mi mente estaba en otra parte. Cambiando de tema ¿Quién vive allí?” Clare preguntó señalando la colina más cercana. En la cumbre, el sol había iluminado la casa, aclarando los colores de las piedras de tono miel.
“¿Aquella? Le pertenece a un chipriota. Costas vive en Limassol y la alquila. Estuvo ocupada durante algunos años por la misma persona. Philip Bolton. No sé mucho sobre él, ya que no es muy sociable, pero siempre fue muy respetuoso en las raras ocasiones en que me lo encontré en el pueblo o en Agios Mamas. De todas maneras, es aficionado a la ornitología y a menudo lo vi de un lado para el otro en los campos y en los bosques. Pero no vamos en esa dirección, vamos más allá”.
Clare observó la casa por un largo rato antes de girar hacia Diana. “¿Estás segura que no tenemos que ir y buscar en esa dirección?”
“Positivo. ¿Por qué?”
“Solo me preguntaba. Yo…oh, no es nada. Está bien, guía el camino. Será mejor que alcancemos a los demás "
Diana estudió a su amiga. “¿Estás bien? Se supone que no tenemos que alejarnos de la zona que Adam nos asignó. No te preocupes. Otro grupo cubrirá esa parte de la colina esta mañana. En realidad, este camino nos lleva a la casa de Roger. Si no aparece antes de que lleguemos allí, llamamos y controlamos de que todo esté bien. Le diagnosticaron cáncer el año pasado, pobre tipo, y la quimioterapia lo golpeó duro. Espero que el trauma de ayer no lo complique. Fue el primero que estuvo en la escena después que William llegó a casa y parecía bastante sorprendido cuando lo vi”.
Clare volvió a echar una mirada a la casa solitaria y luego siguió a Diana. “Roger...¿Él convenció a Adam de venir aquí?”
“Así es, lo sé. ¿Por qué lo mencionas?”
“Me preguntaba si podría estar involucrado de otra manera en todo esto”.
“¿De otra manera? ¿Roger? No seas estúpida, es un hombre viejo. Viste cómo es”.
“Lo sé, pero tengo…”
Diana se detuvo en la huella. Sus botas estaban cubiertas con una capa espesa de nieve y, a pesar de estar en buena forma, le resultaba difícil moverse en algunos de los desniveles más profundos de la nieve. Estaba angustiada por los chicos desaparecidos, preocupada por qué Clare sugirió que otra persona podría estar involucrada y ahora, estaba a punto de acusar a Roger de algo deshonesto. Aparte de sentir calor por todas las capas adicionales que estaba usando esa mañana y de tener que respirar profundo, todo distaba mucho de ser estupendo. En realidad, no podía recordar un día de mierda como este. “No me digas...que tienes un presentimiento”, reaccionó.
Clare dio un paso atrás sorprendida. “Lo siento. Pensé que habías entendido. Obviamente no. Malinterpreté lo que dijiste antes”.
Diana suspiró y sacudió la cabeza. “No, soy yo la que tiene que disculparse. Olvida lo que dije, no fue en serio. Estoy nerviosa y preocupada y me siento miserable por los niños. Hagamos nuestro trabajo y esperemos que alguien, cualquiera, traiga buenas noticias”.
Después de dos horas decidieron descansar cinco minutos y tomar un café con una empanada. Los dos hashers que las acompañaban, Wee Willy y Randy, se juntaron con las chicas, barrieron la nieve de un muro bajo y se sentaron. Diana sacó su celular e intentó hacer una llamada. Wee Willy sacó una petaca de su bolsillo y ofreció un trago a todos.
“No gracias. Demasiado temprano para mí”, dijo Diana, mientras sorbía su café y volvía a colocar el teléfono en el bolsillo. “Me pregunto cómo les estará yendo a los demás”.
“Parece que la policía se está moviendo. Miren, en el camino, hay un par de patrullas. El turno nuevo debe haber entrado en servicio. Mejor circulemos. El comisario espera que comencemos en la zona siguiente. Dijo que quería que cubriéramos tanto como se pueda antes de que aparezcan los chipriotas. Tengo la sospecha de que Adam no está tan impresionado con la fuerza local”, dijo Randy, señalando hacia el camino principal.
Diana y Clare intercambiaron miradas. “Algo así. Él fija un estándar muy alto y espera que todos a su alrededor lo sigan. Puede también estar exasperantemente en lo correcto”, dijo Clare con media sonrisa.
“Bueno, si él o cualquier otra persona tenía algo para que nosotros pudiéramos seguir, habrían telefoneado. Vamos, a moverse. Pero antes de comenzar en la zona nueva, me gustaría llamar a Roger. Traté de telefonearlo y no hubo respuesta de su celular. Ni siquiera sonó”.
“Muy bien. Tú guía el camino”.
*****
La casa de Roger estaba cerrada y solitaria en la sombra de la colina vecina. Diana miró hacia el camino que conducía a la carretera y hacia el jardín. Todo estaba escondido bajo una gruesa manta de nieve. No se veían huellas por ningún lado, ni en el gallinero. La jaula de las gallinas estaban cerradas y, supuso que los pollos todavía estaban adentro. Hizo una pausa y miró a los demás.
“Pareces desconcertada”, dijo Randy. “¿Algo anda mal?”
“No estoy segura. Roger se fue de la casa de los Frost anoche bastante tarde. Dijo que venía a su casa por un rato. Supongo que vino a buscar su medicina. Ya sé que dejó de nevar hace solo unas pocas horas, pero aún así, creo que debería haber algunas señales de sus pisadas. Ya saben, alguna marca, pero la nieve que cayó en los alrededores de la casa de Roger y en el jardín es profunda y fresca. Es tan suave como el glaseado de un pastel de Navidad”.
Todos miraron hacia dónde indicaba Diana, mientras Randy golpeaba con su palo en un espacio cerca suyo. “Tienes razón. La nieve está bastante firme y crujiente debajo de una cubierta más ligera de cerca de tres pulgadas. La nieve se congeló en algún momento temprano en la noche y luego más tarde la temperatura subió. Esta cosa es más ligera y esponjosa en la parte superior”.
“Debería haber huellas de pisadas en la nieve más firme con algo de relleno por encima”, participó Clare.
Todo esto le parecía divertido a Diana. Apenas se enteró que Roger no había regresado a casa esa noche “Vamos, comprobemos”, dijo yendo rápido hacia la puerta del frente.
El timbre sonó en toda la casa mientras los cuatro esperaban. Randy trató de abrir la puerta pero estaba con llave, igual que la puerta de atrás. Todos miraron por la ventana y no vieron nada de Roger. “Extraño. No está aquí y parece que no hubiera regresado. Dejó un par de lámparas prendidas en la sala de estar, así que debe haber tenido la intención de retornar a la noche. Me pregunto dónde está”.
“Recuerdo que, cuando anoche pasé por aquí de camino a lo de William y Debbie, las lámparas en el living estaban prendidas, tienes razón todavía lo están. Tengo una sensación incómoda sobre esto. Me pregunto por qué dejó su auto en lo de los Frost”.
Clare la tocó en el brazo. “Pienso que debemos llamar a Adam y decirle que creemos que está desaparecido”.
“Definitivamente. Lo haré ahora”.
Clare se inclinó hacia Diana. “Dije que estaba relacionado de alguna manera con los chicos”.
Diana abrió sus ojos muy grandes ante su afirmación. “¿Pero en qué forma? ¿Cómo amigo o enemigo? Él es una de las pocas personas que visita regularmente a William y a Debbie. Considera el mundo de los niños”, ella silbó con enojo y sacudió la cabeza. “No puedo creer que haya hecho algo que lastime a alguno de los pequeños”.
Clare observó las montañas distantes. “Todos iguales...hay algo...dije que alguien más estaba involucrado”.
“Sí, pero pensamos que podía ser alguien que Debbie conoció hace seis años. Jugamos con la idea de que fuera su viejo amor, aquel gerente de la librería. ¿Cuál era su nombre...James?”
“Sí, correcto, lo hicimos. ¿Y si James la siguió hasta aquí y la estuvo observando todo este tiempo? ¿Y si él secuestró a los niños?”
“Pero que yo sepa, por aquí no hay nadie llamado James”.
“¿Y en la villa? ¿A cuántas personas que viven ahí no conoces? ¿Cuántos visitantes vienen y van durante todo el año? Cualquiera podría ser James”.
“Recibimos docenas de visitantes y hay siempre más durante Navidad y Año Nuevo. ¿Pero y si James se cambió el nombre?”
“Sí y está usando una falsa identidad. Mejor que lo llames a Adam y le cuentes tus sospechas”.
Capítulo 28
Un helicóptero que volaba hacia los grupos de búsqueda hizo que todos se detuvieran y miraran hacia el cielo. Habían estado afuera desde las primeras luces y después de cinco horas no habían encontrado ni una huella de los chicos perdidos. El helicóptero acababa de llegar. Los vehículos de la televisión y de los reporteros de noticias aparecieron en la carretera y obstaculizaron los esfuerzos de los equipos, mientras que el inspector de policía local se aseguró de darle a los medios su opinión sobre cómo estaban trabajando él y sus hombres.
El Inspector Andreas se sorprendió al principio por los esfuerzos de los extranjeros. Pero estuvo bastante amable cuando hablaba sobre su trabajo mientras se dirigía a las cámaras y agregó que todos recibían las instrucciones de él. Su muy sufrido sargento, Yiannis, observó con ardiente desprecio a su idiota jefe.
Todos los grupos de búsqueda que organizó Adam se contactaban por teléfono celular. De tanto en tanto, diferentes grupos coincidían en alguna zona e intercambiaban noticias, pero hasta ahora no apareció nada valioso o que levante el ánimo. Muchos de los caminantes comenzaron a desesperanzarse, entre ellos Clare y Diana. Cuándo Diana le contó a Adam sobre la desaparición de Roger, le dijo que le transmitiría su mensaje a los otros. Parecía que la búsqueda de los chicos ahora pasó a ser la búsqueda de un hombre.
“Por cierto, la energía eléctrica se restauró en la zona, así que esas son buenas noticias”, dijo, antes de cortar después de recibir su último mensaje.
Se preparaban para continuar cuando el teléfono de Diana sonó. Lo sacó del bolsillo y escuchó con desilusión la llamada de Adam.
“¿Qué sucedió?” le preguntaron.
“No estoy segura si son buenas o malas noticias. Aparentemente encontraron el zapato de un niño a orillas del río. Llamaron a William y les dijo que era exactamente como el de Hannah. Algunos equipos cambiaron sus áreas para buscar a lo largo del río, pero debemos continuar aquí. Cuándo terminemos, podemos continuar por el valle”.
Todos estaban preocupados por la noticia. La pregunta que nadie quiso hacer era si Charlie y Hannah cayeron al río durante la tormenta. Ningún niño habría sobrevivido a un torrente helado que corría hacia la presa de Kouris.
*****
Una cosa a su favor era el clima. El sol gradualmente desplazaba las nubes y la nieve caída se estaba derritiendo. Diana y su equipo terminaron otra zona y se les pidió que busquen en la colina y en la quebrada a una milla de la casa de Philip Bolton.
“Por cuánto tiempo dijiste que el ornitólogo estuvo viviendo aquí? A propósito ¿Cuál era su nombre?” Clare preguntó.
“No estoy segura. Él viene y va. Probablemente cuatro o cinco años o quizás un poco más. Y se llama Philip. Philip Bolton. Sé lo que estás pensando. ¿Él no podría ser James?” Dijo Diana sacudiendo su cabeza. “Realmente no lo creo. Tengo la impresión de que James era joven y vigoroso. ¿No decía Debbie que dirigía una patrulla de exploradores y tenía también una familia joven? Philip Bolton es bastante gordo y tiene por lo menos sesenta. Eso no me lleva a pensar que es un hombre de familia o activo, aparte de su afición a las aves”.
El grupo se había dividido. Diana y Clare estaban barriendo una ladera de la colina y, los dos hombres, un barranco profundo. La nieve se había derretido en algunos lugares y estaba húmedo y patinoso. Wee Willy y Randy sugirieron que las mujeres se queden el la parte más alta donde las condiciones del terreno eran más fáciles mientras que ellos buscaban abajo. “No hace falta que todos nos mojemos y nos embarremos”, dijo Randy con una pequeña sonrisa mientras admiraba a Clare.
Afortunadamente, las dos mujeres aceptaron el gentil ofrecimiento. La nieve todavía estaba profunda en algunos lugares y se estaban cansando. Con la puesta de sol a las cuatro y media, tenían como máximo otras tres horas para buscar. Clare no acostumbraba a pasear por las escarpadas colinas de Chipre y Diana no estaba segura de que lo lograría. “¿Nos tomamos otro descanso?” Diana preguntó al escuchar la respiración rasposa de su amiga. "Sé que podría hacerlo con una bebida."
Clare limpió la capa de nieve de una roca y colocó su amplio trasero sobre ella con una mirada de placer. “Creí que nunca lo sugerirías. No estoy tan en forma como solía. El único ejercicio que hago estos días es subir y bajar de mi auto cuando conduzco en Londres...y en los días ocasionales que paso en el jardín, pero allí el jardinero hace la mayor parte del trabajo pesado.
Diana recordó el verano anterior. Ella y Steve pasaron un tiempo el los Cotswolds, durante un par de inquietantes semanas, cuando dos mujeres fueron asesinadas. Diana reprimió un temblor. Los Cotswolds demostraron ser un lugar desafortunado para Diana.
Después de un breve descanso, las dos mujeres colocaron sus mochilas en sus espaldas y comenzaron la laboriosa marcha alrededor de la colina. No pasó mucho tiempo antes de que el helicóptero los pase. Hicieron una pausa para observar como rugía en el fondo del valle.
“Adam me dijo que eran incompetentes. Para buscar de manera correcta, se supone que planeen y pasen muy lentamente, no que zumben como si estuvieran divirtiéndose. ¿Por qué no trajeron la Fuerza Aérea Real para ayudar? Ellos les enseñarían”. Dijo Diana indignada. “¡Míralos! Casi no se tomaron nada de tiempo para cubrir el valle. ¿Cómo demonios esperan encontrar a dos niños pequeños? ¡No tienen ni la mínima idea de cómo hacerlo! ¡Y ya terminaron! Míralos, se están yendo. ¿Puedes creerlo? ¡Qué montón de idiotas inexpertos!”
Clare se rio. “Lo siento. Sé que no debí reírme, pero si vieras tu cara. ¡Casi nunca insultas! ¿No te gustan los chipriotas?”
Diana frunció el seño. “Algunos son verdaderamente agradables y otros, insufribles. Pero creo que me siento igual donde sea que viva”. Ella suspiró. “Creo que en parte depende de la educación o falta de ella. Vamos, estará oscuro a las cuatro. Necesitamos terminar este sector”.
Caminando por la mitad de la colina, vieron a la distancia a Randy y a Wee Willy. Ya habían cubierto mucho del terreno del valle y Diana y Clare estaban un poco detrás.
“¿Crees que deberíamos ir más abajo?” Clare reflexionó, mientras miraba el barranco que se extendía delante de ellas y justo en su camino. No estaba segura si quería continuar. “Al parecer tenemos que, o subir esto, o acortar y cruzar. Cualquiera de los dos caminos se ven difíciles, pero creo que prefiero bajar”.
“Randy y Wee Willy habrán cubierto la parte más baja, entonces es mejor que nos quedemos arriba. Es más empinado pero más corto y con suerte, los alcanzaremos. Este camino es mejor”, afirmó Diana y sin esperar que Clare concuerde, comenzó la lenta escalada sobre el barranco.
Debe haber habido unas cuantas huellas de cabra cruzando la colina, pues la nieve estaba en diferentes profundidades. Era una subida dura y sudorosa y, Clare pronto se quedó atrás. Diana hizo una pausa y miró con irritación a su amiga que se esforzaba mucho. Había engordado desde el verano anterior y eso la ralentizaba. Bien, la subida nos hará gastar algunas calorías. Diana se dio vuelta y continuó subiendo, riendo entre dientes. Sabía que estaba siendo infame, pero desde que se conocieron, Clare disfrutó llevar una vida ociosa. Miró hacia arriba y, se impactó cuándo se dio cuenta que estaban casi debajo de la casa alquilada por Philip Bolton. La topografía del suelo era engañosa. Diana no sabía nada de esa grieta o de cómo venía casi directamente desde la casa. Quizás a Clare se le cumplió su deseo después de todo. Verían toda la propiedad una vez que lleguen a la cima de la colina.
Diana saltó una zanja cortada en la colina. Mucha de la nieve se había derretido con el sol y, la corriente de agua se filtraba al río de abajo. Aterrizó pesadamente y sintió un dolor que le hincaba su rodilla derecha. Con un aullido giró hacia el otro lado y cayó de espaldas en el arroyo. En segundos sintió el agua fría helada calando sus pantalones. ¡Dios, hacía frío! Pensó que no había tiempo para perder y se sintió estúpida por patinar, rodó sobre su costado y se puso de pie. Cautelosamente acomodó su pie y probó su peso sobre la rodilla. Parece estar bien, sabía que tenía que continuar. Sus pantalones empapados se sentían horriblemente fríos y húmedos contra su piel y, fue entonces que recordó que su teléfono estaba en uno de sus bolsillos. Lo buscó y después de presionar algunos botones decidió que estaba bien.
Sólo había avanzado otros treinta pies cuando escuchó un chillido ahogado y un ruido de piedras detrás de ella. Diana se dio vuelta a tiempo para ver a Clare desaparecer por el borde en un montón de nieve y barro. “¡Clare!”
Diana retrocedió por la ladera lentamente porque más nieve y piedras se escurrían entre los pies. Esperó hasta que esto se detuvo, luego más cautelosamente retomó su camino hacia el borde. El corazón de Diana latía con fuerza cuando sintió que sus propios pies patinaron y se agarró a una raíz de árbol que sobresalía de la orilla. Al saber que Clare estaba en algún lugar debajo de ella, lo último que quería era arriesgar a que se produzca un desprendimiento de lodo y roca y que caiga sobre ella. Con indecisión, Diana se inclinó hacia adelante y trató de ver por el borde. “¡Clare! Clare, ¿Estás bien?”
Hubo un quejido y un traqueteo de piedras. “¿Eh? ¿Qué pasó?”
Diana se deslizó un poco más y miró para abajo. A casi seis o siete pies abajo, pudo ver a Clare tumbada sobre su costado en una cornisa angosta. Gritó horrorizada. La cornisa parecía minúscula, apenas más grande que Clare. Lo más preocupante era que no había una forma fácil ni de subir ni de bajar. Si Clare no podía trepar, Diana tendría que buscar ayuda.
“Clare, ¿Puedes mover todo? ¿Acaso estás herida?", preguntó.
“No, creo que estoy bien. No, espera, me duele un poco el tobillo. Me lo debo haber torcido cuando caí. Lo siento tanto, la tierra simplemente cedió debajo de mí”.
Diana se sintió terrible. ¡Era su culpa! Si antes no hubiera sido desdeñosa con Clare y, si no hubiera insistido en ir por ese camino, esto no habría sucedido. Fue una verdadera perra con su amiga. Y encima de todo, la vida de Clare estaba en peligro porque la base de la hondonada estaba a unos treinta pies más abajo.
“Clare, no entres en pánico, pero viéndote desde donde estoy, no creo que puedas salir sola. Y si yo bajo por ti, no se si lo lograré. La cornisa es demasiado pequeña para dos personas”.
Clare soltó un gemido. “¿Qué tengo que hacer?”
“Te dije, no cundas en pánico. No te olvides que hay un montón de gente en la zona que están entrenados en rescate. Llamaré a Adam para que nos ayude”. Vovlvió a sacar el celular de su bolsillo.
“¡Maldición! No está funcionando. Fue hace un minuto. Me temo que está un poco mojado. Como tú, tropecé. Ahora esta bendita cosa está llena. O está húmedo por dentro, o no hay señal en esta parte de la colina. “Tienes tu teléfono contigo?”
“Un momento”. Hubo una pausa mientras Clare hurgaba en el bolsillo de su chaqueta buscando el celular. “No puedo encontrarlo”, gritó. “Se debe haber caído cuando me fui por el borde. ¿Qué vamos a hacer ahora?” La miró a Diana atemorizada.
Diana se puso de pie y observó en la dirección que Randy y Wee Willy habían tomado. No había señales de ellos. “Wee Willy y Randy estaban obligados a regresar a buscarlas cuando se dieran cuenta que las perdieron de vista. Adam es muy estricto con sus instrucciones. Mira, si tú te quedas aquí, muy quieta y no intentas moverte, iré a la cima de la colina. Hay una casa ahí arriba y, debe haber algún tipo de teléfono. Recuerda que la energía eléctrica volvió. ¿Te parece bien ese plan?
“Supongo que sí”, Clare murmuró y soltó un grito cuando parte de la cornisa cedió. “¡No! ¡Por favor no te vayas! Odio las alturas y estoy asustada”.
“Está bien, cálmate y quédate quieta mientras pienso”. Diana miró rápido a su alrededor. No había nada útil cerca. De repente tuvo una idea y sacó la mochila de su espalda. Estaba hecha de un material resistente fabricado por el hombre que podía soportar algún peso. Adentro de uno de los bolsillos había un delgado pedazo de soga. Recordó que estaba usando un cinto de cuero, lo deslizó y luego lo abrochó en una de las correas de la mochila. Después de eso, ató la soga en la hebilla. Suplicó que Clare también estuviera usando un cinto.
“¿Tienes puesto un cinto?” preguntó. “Bueno. Correcto, ahora tendrás que confiar en mí”. Y espero ser lo suficientemente fuerte, pensó de manera privada. “Cuándo baje la mochila hacia ti, engancha tu cinto en el asa libre y mantenla bien agarrada. Correcto, entonces tiraré la mochila hacia atrás por la cuerda, y cuando pueda, agarraré mi cinturón y te haré subir”.
“¡Pero no lo lograrás!” Gritó Claire. “La soga es demasiado delgada, se romperá”.
“No, escucha. La soga es solo un medio, una cola de rata, si te gusta, para bajarla a tí. No te preocupes, no voy a dejar todo tu peso en ella. Vamos, Clare, tenemos que intentarlo. Tienes que tratar. Primero debes ponerte de pie. ¿Está bien?”
Esperó mientras Clare limpiaba sus lágrimas y asentía. “Está bien, lo intentaré. Creo que puedo hacerlo”.
Diana observaba con su corazón golpeándole el pecho cuándo Clare se impulsaba hacia arriba. Vio algunas rocas y algo de tierra suelta que voló por debajo de la cornisa, pero no dijo nada. Clare ya estaba suficientemente aterrorizada. Parecía que Clare demoraba años en quitarse y abrochar el cinto al asa de la mochila.
“Ya está, ¿Lista ahora?” Preguntó Diana. “Agárrate bien mientras tiro la cuerda hacia arriba y busco un punto de apoyo antes de comenzar. Cualquier cosa que puedas ver, incluso raíces de un árbol. Debe haber algo con lo que te puedas ayudar para empujarte hacia arriba”.
“Sí, comprendí. Hay un arbusto que parece sólido justo arriba mío y uno o dos lugares dónde puedo engancharme”. Sonó más calmada. “¿Di?”
“¿Qué?”
“Nada, puedo esperar”.
Perpleja y exasperada, Diana decidió no preocuparse por lo que Clare había dicho. Ahora no era el momento. Esperó hasta que Clare estaba lista. Podía oírla quejándose, pero trató de no escuchar. “Bien ¿Lista?”
Diana se asombró de que la combinación de la mochila con dos cintos de cuero tuvieran el largo necesario...pero la mayor prueba estaba por venir.
Envolvió el cuero en su puño y jaló. Cuándo sintió el peso de Clare en la correa, tuvo dudas de si podría lograrlo. Diana apretó sus dientes y mantuvo la tensión, el cinturón cortaba su carne. ¡Caramba, era grande la chica!
“Logré alcanzar el arbusto”, resolló. “Creo que va a funcionar”.
Diana no podía responder. Tenía la espalda como si se estuviera rompiendo, y estaba muerta de miedo de caer después de ella. Entonces escuchó lo que la atemorizaba. Un repiqueteo de piedras que caían y el grito aterrorizado de Clare.
Capítulo 29
Los últimos vestigios del sedante que le había dado el doctor desaparecieron, Debbie se sentó en la cama. Bajó las piernas hacia un costado, caminó hacia la ventana y observó a través del paisaje nevado, a la distancia, los montes Troodos. En cualquier otro momento, el escenario sería encantador. Un sol débil se filtraba entre algunos fragmentos de nubes, proyectando sombras plateadas sobre el blanco virginal todo alrededor. Imaginó lo emocionados que estarían Charlie y Hannah y cómo insistirían en que William los lleve a andar en trineo y a hacer un muñeco de nieve. Se estremeció cuando recordó los eventos del día anterior. ¿Solo había pasado un día desde que ella y sus hijos se habían sentado en la acogedora y cálida cocina y hablaban sobre las vacaciones?
Mi querida pequeña Hannah, estaba tan emocionada con la posibilidad de tener una Navidad blanca y recordó como gritaba entusiasmada cuando ella y Charlie jugaban en el jardín. Su hermano mayor siempre estaba allí por ella. A pesar de simular no estar interesado o de no importarle su pequeña hermana, Charlie era la primera persona en asegurarse de que no se meta en problemas ni se lastime. Era muy protector de Hannah y Debbie notó que, de alguna manera extraordinaria, la consolaba saber que estaban juntos. Pase lo que pase, si él podía, la protegería. Era un buen niño. Recobró el aliento cuando la emoción amenazó con ahogarla. Qué cruel era que esos cálidos sentimientos puedan también desgarrarte.
“Dios, por favor ayúdame”.
Debbie no se había dado cuenta que había pensado en voz alta hasta que William se movió en su silla. No supo que estaba ahí hasta entonces.
“Debbie, mi amor. ¿No deberías estar acostada? El doctor dijo que debe descansar”.
“William, yo...yo no sabía que estabas aquí. ¿Por qué estás en la silla?”
“No quería molestarte. Estaba tomando una siesta. Necesitabas dormir y yo estuve subiendo y bajando las escaleras toda la noche y todo el día para mantener el fuego”.
Debbie miró a su esposo y vio la ansiedad en su cara. Tenía que creer que los niños aún estaban vivos. No podían estar muertos. Pero tenían que encontrarlos pronto. Ya pasaron un día y una noche completa desde que se perdieron. Una pizca de esperanza entró en su corazón.
“¿Cómo te sientes, Debbie?” le preguntó mientras se ponía de pie y se estiraba. “Te vez...más calmada que anoche”.
“Sí, creo. Dormir me hizo bien. Hablé mucho ¿No es así? Con Clare, quiero decir”.
“Sí”.
Se dio vuelta hacia la escena nevada afuera. “Sé que traté de recordar algo. Fue...estoy segura que fue importante”.
“Mencionaste muchas cosas. Dijiste algo sobre él observándote. ¿Sabes a quién te refieres? Adam piensa que podría ser importante”.
Debbie sacudió su cabeza. “No, no. Siento como que voy a recordar y luego desaparece. Creo que quiero ir afuera y aclarar mi cabeza. Necesito aire fresco”. Se alejó de la ventana y fue hacia el ropero. “Me voy a vestir. Quiero estar vestida normalmente, no soy una inválida”.
“Por supuesto que no, corazón”. Aunque tómalo con calma. Pasaste por mucho y los fármacos podrían no haberse disipado totalmente”.
“Estoy bien. No, realmente, lo estoy. Dormí por horas”, dijo con voz suave. Tomó unos jeans y un jersey grueso y los tiró sobre la cama. Aún se sentía mareada, pero no se lo iba a decir a William. Había estado mintiendo durante demasiado tiempo. Era hora de hacer algo para encontrar a sus hijos. Caminó por el baño y se miró en el espejo. Un sollozo le atravesó la garganta mientras se inclinaba hacia adelante y apoyaba su frente contra el vidrio frío.
“¡Debbie!”
Sorprendida, se volvió y al instante encontró sus brazos alrededor de ella. Olía el aroma de su hombre, a café y a humo de la leña del fuego. “Estoy bien”, murmuró contra su camisa gruesa. “En serio...”
“Querida”. Con delicadeza, inclinó su rostro hacia arriba para encontrarse con su mirada. Con suavidad, sintió sus labios contra los de ella. Presionó su cuerpo contra el suyo. Y se dio cuenta de que siempre había sido así con él. Había sido tan perfecto y tan correcto desde el primer momento. Recordó su primer cita: una comida juntos y luego caminaron por la costa. Él la hacía reír y parecía como si estuvieran exactamente en la misma sintonía. Recordó su primer beso y cómo parecían predestinados. Lo deseaba mucho. Era diferente, muy distinto de como cuando estaba con Claude. Pobre Claude. Debbie sólo lo había soportado, se sentía incómoda por no quererlo y, después de que naciera la pequeña Sally, nunca volvió a buscarlo ... no como un esposo. ¿Había reconocido de alguna manera su aversión? se preguntaba. Todo era parte de su culpa.
“Te amo”.
“También te amo, querida. Debbie, comprendo lo difícil que debe haber sido para tí este último tiempo. Pero no estoy seguro si realmente hice…”
“William, los encontraremos ¿Verdad? ¿Los traeremos de vuelta? Prométemelo”. Su voz se sacudió con emoción y comenzó a temblar.
"Todo el mundo está haciendo su mejor esfuerzo, simplemente no lo sé. Pero recuerda, mi querida, no importa lo que suceda, siempre nos tendremos uno al otro. Tienes que ser fuerte”.
Se desplomó contra él y luego pareció tomar fuerzas mientras se recostaba en sus brazos. “Quiero salir y ver. Debo hacerlo”.
William asintió, no fue capaz de decir nada al principio. “Debbie”.
Sintió la nota de desesperación en su voz. “Espera un momento. Vístete y bebe algo caliente con una tostada, quizás. Necesitas comer algo. Voy a prepararlo”.
Automáticamente, regresó al dormitorio y se quitó el camisón. El cuarto estaba frío y ella decidió tomar una ducha caliente. El agua todavía seguía caliente en el tanque. Parada frente al espejo sobre el lavabo, notó lo pálida y demacrada que se veía. Sus ojos tenían la misma pesadez y el aspecto turbio que cuando vivía con Claude.
No quería mirar atrás...solo hacia adelante. Charlie y Hannah eran lo más importante ahora. Se metió en la ducha y la lluvia golpeó su cuerpo, la presión del agua llegó a todos sus puntos tensos. Se sentía placentero. Giró su cara hacia el rociador y deseó que el agua lavara todos sus temores. Sería tan bueno sentirse otra vez limpia. Le pareció que el teléfono sonó en la planta baja.
Rara vez usaba la bañera. Después de hablar con Clare anoche, se dio cuenta que había reprimido muchos de los recuerdos de su primer matrimonio. Un destello de remembranza llegó mientras el agua caía en cascada por su cuerpo. Estaba en la bañera donde Claude había insistido en bañarla. Siempre le compraba algún aceite de baño que olía dulce como regalo y ella sabía lo que estaba planeando para más tarde en la misma noche. Rememoró la forma en que él la mimaba y la escudriñaba. Ella trataba de rechazarlo, diciendo que la hacía sentir incómoda, pero él se reía y decía que sólo le estaba mostrando cuánto amaba y adoraba a su pequeña.
Un día, ella estaba realmente molesta y abofeteó su mano. Él se enojó, vio lo blanca que se volvió su cara. Él no dijo ni una palabra pero se dio vuelta y salió del baño con un humor de perros.
Debbie se sintió mal cuando recordó eso. Cortó el chorro de agua y salió de la cabina de la ducha, tomó una toalla y enterró su cara en ella. Las oleadas de náuseas pasaron, pero aún sentía un escalofrío glacial que recorría su cuerpo. Contrólate, pensó. Charlie y Hannah te necesitan. No es el momento de ser débil. Se lavó los dientes y pasó un cepillo por su cabello enredado. No podía permitir que nadie vea lo destrozada que estaba por dentro. Necesitaba estar calmada y fuerte. Si por un minuto los demás pensaban que estaba loca, la encerrarían. Tenían que creer su historia y no lo increíble. Por favor, por favor, no los chicos, no de nuevo.
Debbie se puso ropa interior y el suéter con los jeans. Encontró unas medias gruesas y sus botas de senderismo y se las puso rápidamente. Sus dedos temblaban cuando se ataba los cordones y su garganta le dolía por la desesperación. En la planta baja, William la estaba esperando en la cocina con un té y tostadas sobre la mesa. Su cara se veía aún más cansada que antes. Una ola de histeria amenazó al mirar el desayuno y trató de no sentir náuseas de nuevo.
“Siéntate y come”, urgió William, señalándole una silla cerca de la mesa. Necesitaba que Debbie esté sentada cuando le cuente que habían encontrado el zapatito de Hannah.
“Bien, lo intentaré y luego voy a ir a buscar por mi misma. Ellos están allá afuera, William. No están muertos y me necesitan”.
Capítulo 30
Luchando por respirar, Diana cayó al suelo. Su corazón latía con fuerza. Sus brazos se sentían como si se hubieran estirado por lo menos un pie de largo, y su garganta estaba seca y ronca. Completamente aturdida, se puso de espaldas por unos segundos antes de sentarse. De repente, estalló en llanto.
“Lo siento tanto”, sollozó. “Todo fue mi culpa. Nunca debí insistir en ir por este camino. Lo lamento, fui una verdadera bruja”.
Su amiga yacía de estómago en el borde de la colina. No era una linda vista, cubierta de fango y con su cara cortada sobre el mentón. Respiraba con grandes arcadas. Finalmente, se dio vuelta y se apoyó en un brazo.
“Jesús, Diana, la verdad pensé que iba a morir cuándo la cornisa cedió. ¿Cómo diablos te las arreglaste? Sé que no soy liviana. ¡Eh, deja de llorar!”
Diana se secó la cara con el reverso de su manga. No se veía mucho mejor que su amiga. “Perdón, sigo disculpándome, pero creo que estoy...un poco conmocionada. No sé cómo lo hice, solo sé que tenía que hacerlo”. Aspiró de manera fuerte.
“Bien, gracias a Dios por nuestras mochilas y cinturones de cuero, aunque creo que tiene los días contados”. Señaló a su mochila y Diana miró con horror. Las correas casi habían sido sacadas de la bolsa. Otros pocos minutos y Clare habría caído. “Por favor no continúes diciendo lo siento, todos hacemos cosas estúpidas a veces. Lo bueno es que lo manejamos. Espera a que le contemos a los muchachos. No nos creerán, ni en un millón de años”.
Al pensar en los otros, las dos muchachas se sentaron inmediatamente y miraron hacia abajo de la colina. No había señales ni de Randy o de Wee Willy, ni de ningún otro equipo de rescatistas. Deben haber sido los únicos en el valle esa mañana. Diana recordó que Clare estaba por preguntarle algo antes de su frenética actividad y le preguntó que quería saber.
Clare se quedó quieta y la miró con una expresión sincera. “Esto. Sea lo que sea que pase después, por una vez en tu vida, usa la cabeza”.
Diana frunció el seño y encogió los hombros. “¿Qué quieres decir?”
“Exactamente lo que dije. Algo en mi cabeza está insistiendo en que te diga esto. Tal vez...tal vez algo suceda y tendrás que tomar una decisión. No puedo decir más. Prométemelo”, le urgió.
Diana miró a Clare con desconcierto. “Está bien. No tengo idea de lo que quieres decir, pero te prometo que lo haré”.
Aún no podía creer lo estúpida que había sido ese día. Primero, se cayó en el arroyo y empapó el teléfono. (Diana intentó volverlo a usar, pero seguía sin responder). Luego, puso en peligro la vida de Clare tontamente. Odiaba pensar en lo que dirían Steve y Adam sobre mujeres incapaces, entrometidas, increíbles y lelas cuando se volvieran a reunir. A veces actuaba de manera estúpida.
Diana se puso de pie y le tendió una mano a Clare. “Debemos movernos, de otra manera estaremos muy retrasadas y no llegaremos a reunirnos con los otros. ¿Puedes arreglártelas, Clare?”
“Siento mi tobillo retorcido. Temo que tendrás que darme una mano para subir la colina”.
El sol había desaparecido detrás de un banco de nubes compactas cayendo al valle desde las montañas. Un viento cortante se levantó e inmediatamente la temperatura cayó. Diana estaba helada en sus pantalones mojados y, a pesar de escalar duro, no transpiraba. Además de ser una ardua lucha, Diana y Clare descubrieron que el piso estaba cubierto de una flora variada. Los arbustos de acacia chipriota eran súper hirsutos con espinas largas y retorcidas y las mujeres se cubrieron la piel de rasguños cuando tuvieron que arrastrarse por las empinadas orillas.
Diana hizo una pausa para respirar y se preguntó cuánto más tenían que seguir para alcanzar la cima. Al observar a su alrededor, le pareció ver a un par de personas a la distancia. Por sus movimientos lentos, supuso que eran parte de otro equipo de búsqueda. No había señales de Randy y Wee Willy y asumió que se habían alejado más de lo que pensó al principio. ¡Vaya! Sabía que la iban a reñir por permitir que su grupo se separe. Había estado absorta en sus pensamientos y llena de arrogancia. Le dio a Clare una sonrisa alentadora, clavó sus pies y continuó. Después de escalar otros diez minutos, levantaron sus cabezas y miraron la ladera. La casa hacia donde se dirigían estaba a la vista ahora y ambas respiraron con alivio. Estaban exhaustas y cayeron sobre sus rodillas, tomando bocanadas de aire.
*****
Philip Bolton miró cómo la escena se desarrollaba ante él ni bien se iluminó. Vio que los grupos de búsqueda se diseminaron por la colina, hincando en las lomas de nieve con sus pequeños bastones. Un grupo pasó por el camino al lado de su casa y, él salió y le preguntó cómo les iba con la búsqueda.
“Es algo espantoso lo que sucedió y en un día tan horrible. Ahora la electricidad fue restaurada, estuve escuchando la radio local. ¿Tienen alguna pista del paradero de los chicos Frost o que les pudo haber sucedido?” preguntó cortesmente. Cuándo los investigadores dijeron que no había noticias excepto por el descubrimiento de un zapato de niño, sacudió su cabeza con simulada preocupación. “Pobrecitos. Es probable que no sobrevivan por mucho tiempo en este clima. Sólo lamento no estar lo suficientemente en forma para unirme a ustedes. Desafortunadamente, mis rodillas están inestables en estos días. Hace años era muy bueno con la orientación y podía quedarme afuera todo el día. Pero si veo o escucho algo, me pondré en contacto con The Magic Teapot y lo transmitiré. A propósito, dijo que encontró un zapato de niño. ¿Dónde fue eso?”
Después, permaneció en el camino nevado durante el tiempo suficiente para asegurarse de que abandonaran el vecindario antes de subir rápidamente a buscar sus prismáticos para comprobar la posición de los equipos. ¡Entonces! Encontraron un zapato cerca de la ribera del río, ¿Verdad? Debe haber sido arrastrado cuando arrojó los zapatos al pozo. Fue afortunado. Con un poco de suerte, y creía que la suya estaba ligada a la del diablo, supondrían que los dos niños habían caído al río y se habían ahogado. Con una sonrisa maliciosa, vio el creciente número de personas que se dispersaban por el curso del río. Todo estaba encajando muy bien, tal como lo había hecho tantas veces antes. Fue tan fácil.
Colgó la correa de los binoculares en su cuello y entró en uno de los cuartos de huéspedes. La habitación no tenía más que una cama doble sin hacer, y ropero y un baúl cubierto con artículos de baño, toallas y ropa de cama. Para cualquiera que mire dentro de la habitación, lucía lista para darle la bienvenida a un visitante. La ropa de cama y las toallas y los halagadores artículos de baño sobre el baúl, claramente indicaban eso. Hizo una pausa en el baúl y con impulso empujó la ropa blanca a un lado y levantó la tapa. Acostada sobre su espalda con la boca y las manos atadas con cinta estaba Hannah. Sus ojos miraban con terror al hombre que se asomaba sobre ella y dio un grito ahogado.
Philip le dedicó una cariñosa sonrisa y acarició su suave mejilla. “Regresaré pronto”, prometió. “Luego jugaremos un lindo juego juntos. Será divertido”. Volvió a colocar la ropa de cama sobre la tapa y regresó a la planta baja, silbando una melodía entre dientes.
Ya era hora de volver a buscar a Charlie. ¡Confundir al mocoso! Realmente no tenía idea de su paradero, pero sin zapatos, no podía haber ido lejos. Philip no entendía cómo escapó tan rápido. Al cabo de un minuto estuvo en el borde del sótano junto a su vecino. Después que lo había eliminado con su hacha, giró para hacer lo mismo con el niño y ya se había ido. ¡Desvanecido en el aire! Con algo de preocupación, Philip pasó algún tiempo revisando debajo del auto, dentro del auto, sobre el piso del garaje, en el sótano y afuera. Había algunas huellas borrosas, indudablemente las que dejaron las botas de su vecino y, el niño las podría haber seguido, pero era muy pequeño para haberse ido lejos. Claramente no había rastro del niño.
Philip revisó la casa una vez más, aunque pensaba que era improbable que el niño hubiera entrado, pero igual necesitaba volver a chequear. Tampoco es que fuera una casa tan grande. No había ningún lugar donde esconderse en la zona de la cocina, ni en la sala. El baño era solo un baño y ya había mirado en los dormitorios dos veces.
Se aventuró de nuevo en el garaje para una última mirada. Satisfecho, vio que el sótano estaba vacío, se aseguró que la trampilla esté completamente tapada con sacos viejos. Ahora era el momento de buscar un poco más lejos. Se dirigiría a los campos para ver si podía encontrar alguna huella del chico. Philip se dirigió a la entrada, manteniendo la cabeza baja mientras buscaba alguna pisada reveladora. Su cerebro estaba corriendo; necesitaba encontrar al niño y, rápido. Si no estaba en los campos o en la huerta, buscaría en la cima. Había transcurrido un tiempo desde que mató y se deshizo de Roger y, como nadie vino a acusarlo de secuestrar al niño, tenía la esperanza que se hubiera encontrado con un lindo pequeño accidente. En esos lugares era fácil caer en una grieta. Tenía que estar cerca.
*****
Las mujeres alcanzaron la cima en un estado casi de colapso. En total, habían hecho lo que les quedaba de escalar la colina en menos de veinticinco minutos y, mirando atrás, coincidieron en lo difícil que había sido el ascenso. Bajo diferentes circunstancias, se habrían sentido orgullosas de su logro. La preocupación le dio un nuevo impulso a los pasos de Diana. Tuvo que recibir ayuda de Clare: no le dio importancia a su tobillo lastimado pero claramente le dolía. Tambaleándose hicieron los últimos metros hasta el jardín de la casa de Philip Bolton. A pesar de la valiente subida de Clare por la colina, su tobillo estaba torcido y estaba agotada. Adam necesitaba llevarla a su casa rápido.
Era la primera vez que Diana visitaba la propiedad de Philip y miró a su alrededor para ubicarse. Las vistas anteriores fueron desde el camino o cuando ella y Steve caminaban por los terrenos cercanos. El jardín todavía estaba bajo un pie de nieve. La topografía no era para nada regular; varios bultos y protuberancias se veían por todas partes, y ella adivinó que eran las típicas rocas esparcidas del paisaje chipriota.
Por un capricho, Diana tomó su teléfono del bolsillo y trató de hacer una llamada más. “Bien, tengo carga ahora, eso es algo, pero aún no hay señal. Tal vez es por la colina”. Volvió a guardar el celular y giró hacia Clare.
“Vamos, Clare, intentemos en la casa. Estoy segura que Philip Bolton nos permitirá usar su teléfono. Apóyate en mi tanto como quieras”. Puso su brazo alrededor de la cintura de Clare, Diana le indicó que debía acomodar un brazo sobre sus hombros. Juntas cruzaron una parte pareja del jardín y caminaron con dificultad hacia el edificio. Una vez que estaban libres de la nieve profunda, se movieron en lo que parecía ser un camino llano que rodeaba el costado de la casa. A su derecha se erigía una dependencia de piedra, la cuál tenía techo de tejas emparchado con hojas de metal corrugado. Afuera del edificio, bajo la nieve derretida, se veía lo que parecía ser una colección de material retorcido, trozos raros de madera y la común tinaja pitaría.
“Ahí está la puerta. Vamos, no está lejos. Te prometo que pronto estarás sentada en una habitación cálida”, dijo Diana, sonriéndole a Clare que por ahora estaba sufriendo de verdad.
“¿Puedo ayudar? una voz ronca se escuchó desde la derecha. Sorprendidas, ambas mujeres miraron hacia el sonido y vieron a un hombre que caminaba hacia ellas. “¿Están en problemas? Usted parece...un poco alterada”.
Diana se recuperó al reconocer a Philip. No había duda de su contextura de sobrepeso ni de su cabello largo grasoso y canoso. “Sí, sí puede. Mi amiga tuvo un accidente y necesito usar el teléfono urgentemente. El mío no funciona, usted sabe...”
Cuándo se acercó, observó a Diana. “¿No la conozco? Es Diana Rivers ¿Verdad? ¿La novelista?”
Diana asintió. Sus rodillas todavía se sentían débiles y tambaleantes. “Sí, nos encontramos en el pueblo una o dos veces. Ella es Clare. Está aquí por el feriado de Navidad”.
No hizo ningún movimiento para estrechar la mano de Clare mientras volvía sus extraños ojos y pálidos hacia ella. Su mirada la evaluó lentamente antes de responder. “¿El teléfono dice usted? Lo lamento pero no tengo un celular”.
“Y uno fijo?” Diana persistió, se preguntaba porque sus ojos eran tan fríos. Mirarlos era como mirar a una persona muerta. Inconscientemente, retrocedió, el olor de su cuerpo era rancio.
“No, no tengo teléfono fijo que funcione. Hubo una falla de energía y no volvió todavía. ¿Son ustedes parte de uno de los grupos de búsqueda?”
“Sí. Pero la energía volvió ahora. Por favor, si pudiera chequear. Clare se torció el tobillo y tiene mucho dolor. Cayó por la colina debajo de su casa”.
Hizo una pausa, como si estuviera considerando sus palabras, sus ojos saltaban de manera nerviosa de una mujer a la otra. Diana notó una línea de sudor a lo largo de su frente y pensó que era extraño teniendo en cuenta lo frío que todavía estaba.
“Por favor, no nos interpondremos en su camino. Una vez que hicimos nuestra llamada, alguien nos recogerá y lo dejaremos en paz”.
Philip se lamió los labios antes de mirar por encima de su hombro. La acción parecía ayudarlo a tomar una decisión.
“Será mejor que entren entonces”. Giró y las condujo hacia la casa. Clare y Diana se miraron rápidamente antes de seguir. Diana puso mala cara y Clare alzó las cejas. Philip Bolton parecía decididamente extraño y espeluznante.
Capítulo 31
Bolton las llevó a la casa. La planta baja era un área de plano abierto con una pequeña cocina agregada en un rincón. Aparte de un sofá hundido y un sillón, los únicos otros muebles dignos de mencionar eran una mesa de pino y tres sillas. Tazas y platos sucios llenaban el fregadero de la cocina y, había cajas de comida para llevar tiradas sobre las encimeras. Una bolsa con comestibles estaba en el piso y el contenido desparramado sobre las baldosas beige. En general, el lugar exudaba un olor aceitoso y rancio.
La luz dentro de la casa era tenue porque las cortinas que cubrían las ventanas estaban cerradas. Solo las de las ventanas francesas estaban levantadas. Diana notó que las puertas daban a las colinas al otro lado del valle. La temperatura parecía apenas por encima del punto de congelación y Diana tembló. Había algo sobre la casa que la perturbaba. Más rápido hicieran la llamada y salieran, mejor.
“El teléfono está en la planta alta, lo chequearé”, dijo Philip Bolton. Él miró por toda la habitación, sus ojos saltaron de lado a lado y luego, de repente pareció recordar sus modales y quitó algunos diarios viejos del sofá. “Por favor siéntense”.
Se arrastró hacia las escaleras y Diana ayudó a Clare a sentarse en el viejo sofá.
“Este lugar es asqueroso y qué muebles destartalados”, susurró Diana mientra recorría la habitación. Su rostro era un cuadro de disgusto indiscutible. Esquivó la bolsa de comestibles, vio que a la botella caída le había salido un poco de su contenido. Casi se echó a reír cuando se dio cuenta de que era un frasco de espuma de baño para niños de una marca muy conocida. ¡Bolton usaba espuma de baño a pesar de su desaseo general! “Sé que no soy la mejor ama de casa del mundo, pero aún así. Nos iremos tan pronto como podamos. Lo mejor que se puede encontrar aquí son sus binoculares. Es obvio que toma la observación de aves seriamente, este es un par de Steiners muy costoso”. Hizo un gesto con su cabeza hacia los binoculares que estaban sobre la silla cerca de la puerta, antes de sentarse cautelosamente sobre la mugrienta manta de lana junto a Clare.
“En realidad, es raro, ahora que lo pienso. Hubiera esperado que él, ¡Ay! ¿Qué esto?” preguntó de repente, sacando la mano del almohadón. Miró hacia abajo y notó la esquina de un libro de tapa dura asomándose entre al almohadón y el brazo del sofá. Sacó el libro y frunció el ceño. Era una copia barata del famoso cuento Hansel y Gretel de los hermanos Grimm. Estaba por mostrárselo a Clare y decir algo como “Extraña lectura para un hombre solo, ¿No crees?” cuando escuchó los pasos de Philip Bolton que bajaban la escalera. Volvió a ponerlo en su lugar, lo miró con esperanza.
Sacudiendo la cabeza, logró transmitir una mirada de arrepentimiento y disculpa hacia las dos mujeres. “Lo siento, pero me temo que no puedo ayudarlas con mi teléfono. Tal vez cayó alguna línea en algún lugar...ustedes saben como es aquí. Pueden pasar diez minutos o diez horas antes que vuelva a funcionar”.
Diana se puso de pie. “¡Maldición! Bueno, gracias por intentar de todos modos”. Hizo una pausa cuando tuvo una idea. "Si no le molesta, iré un momento a la calle y veré si logro señal en mi móvil. No había lectura cuando estábamos bajando la colina, pero podría haber cobertura más abajo en su camino. ¿Está bien si Clare descansa aquí por un minuto?”
Philip parecía un poco incómodo con su petición, pero estuvo de acuerdo.
“Volveré tan pronto como pueda, estoy segura que mi teléfono va a funcionar en el camino. ¿Está bien Clare? Prometo que vuelvo enseguida”.
Antes de que cualquiera de ellos pudiera responder, Diana había abierto y cerrado la puerta detrás de ella. Una ráfaga de viento la golpeó cuando salió de la casa. Entre la casa y las construcciones anexas, tenía que pasar cerca de una estructura que se veía un poco incoherente y, a medida que se acercaba, vio que la construcción era un pozo circular moderno. Le pareció fuera de lugar que esté cerca del edificio antiguo de piedra y se preguntó por qué no lo habían construido de la manera tradicional. A lo largo de la parte superior del muro había una pieza de madera con bisagras que supuso era una tapa. No parecía estar fija en el lugar, ni cubría completamente la abertura y Diana pensó lo peligroso que sería si hubiera en el vecindario niños o animales. Estaba por continuar hacia el camino cuando hizo una pausa. Había algo que no estaba bien. Aunque desde esta mañana la nieve se había derretido un poco, la cantidad de nieve residual que había sobre la tapa y a lo largo de la pared era pequeña en comparación con otras superficies. Al mirar más cerca, vio que la nieve alrededor de la base de la pared había sido pisoteada y estaba sucia. Algo confundida, Diana continuó hacia el portón cuando algo llamó su atención. Bajo la madera y justo a la vista había una moneda de plata brillante.
Diana se detuvo y dio la vuelta, miró la casa brevemente. La puerta estaba como la había dejado y, por las cortinas bajas, nadie la podía ver desde adentro. Se quitó los guantes, recogió la moneda, solo para descubrir que la tapa estaba en el camino. Le dio a la tapa un suave empujón, sin notar que había hielo espeso debajo y, el impulso la envió a toda velocidad al suelo. Miró y descubrió que la moneda era una pieza de dos libras, aunque el diseño nunca lo había visto antes. Roger tenía una pequeña colección de monedas inglesas, así que la puso en su bolsillo, con la idea de preguntarle la próxima vez que lo vea.
Habiendo tirado la tapa al suelo, debía volverla a colocar sobre el agujero. Un pozo completamente abierto era muy peligroso y, sabía que algunos tenían casi cuarenta pies de profundidad. Diana se inclinó sobre la pared del pozo y miró en la profundidad. Podía ver el agua negra corriendo y, mientras su mirada recorría los muros de piedra, vio algo que le llamó la atención, una bufanda. Le recordaba a una de color amarillo brillante e idéntica a la del Oso Rupert.
Solo que ésta no era tan amarilla. Horrorizada, se quedó mirando la prenda empapada de sangre, que había quedado enganchada en un pedazo de mampostería. ¡Roger! Era exactamente como la bufanda de Roger. ¿Pero qué estaba haciendo en un pozo y, más aún...por qué estaba tan ensangrentada? ¿Y dónde estaba Roger?
Diana sintió que su piel se erizaba y le comenzaron a temblar las rodillas. ¿Algo espantoso le había sucedido? Alarmada, se alejó del pozo, su cabeza le daba vueltas. ¿Qué debía hacer? Si era de Roger, el debió haber venido aquí anoche, pensó y desde luego antes que ella y Clare vayan a su casa. Recordó algo que Roger le dijo la noche previa antes de salir para su casa. Admitió que algo lo estaba inquietando, pero no podía recordar qué. Culpaba a su enfermedad y a los tratamientos de quimioterapia por sus olvidos. Esa mañana, Roger había estado caminando desde temprano. ¿Qué pasaría si hubiera visto algo y no hubiera comprendido su significado? Suponiendo que vio a Philip Bolton cerca de la casa de William y Debbie; dijo que lo había visto en su coche.
Aturdida, Diana levantó la tapa y la acomodó en su lugar. Se encontró con el jardín y se dirigió hacia la dependencia; sabía que el camino hacia la carretera estaba en esa dirección. Estaba a punto de rodear el edificio cuando escuchó un distante lloriqueo. Se detuvo y escuchó, apenas se atrevía a respirar. ¿Lo había imaginado? Diana miró a su alrededor y vio que la puerta del costado del garaje no estaba correctamente cerrada. ¿Debía ignorar ese sonido y correr al camino para pedir ayuda? O quizás, si miraba rápidamente adentro, podría descubrir de dónde había venido el sonido. Podría solo haber sido un gato extraviado o ratas, pero tenía que averiguarlo. ¿Y si era uno de los chicos desaparecidos? La casa no estaba lejos, la podían ver desde las ventanas francesas de Bolton.
Dentro del garaje no encontró mucho, excepto el auto de Philip Bolton, un piso cubierto con bolsas de plástico y arpillera y unas cerámicas gigantescas. A pesar de que su corazón le martillaba por la conmoción de encontrar la bufanda de Roger, se dirigió de puntillas hacia el auto y se puso en cuclillas para mirar debajo. La luz era bastante débil, así que no podía ver nada más que unos viejos sacos de basura. Se puso de pie y se dirigió al otro lado, hacia el frente del auto, donde estaban las tinajas de arcilla. No había nada entre ellos y, estaba por irse cuando notó algo atrapado en la puerta del pasajero. La corriente que entraba por la puerta abierta del garaje provocaba que los elementos se muevan y, fue la luz que se reflejaba en el material de papel de aluminio brillante lo que le llamó la atención. Diana suspiró.
La máscara era exactamente igual a la que le había dado a Hannah unos pocos días atrás. Pero...pero ¿Cómo? El cerebro de Diana se aceleraba mientras las posibilidades volaban por su mente. Era improbable que Philip Bolton tenga una. ¿Por qué lo habría hecho? Pero la horrible conclusión fue que Hannah debía haber estado en su coche o había estado allí...Diana sabía que tenía que salir y rápido. Necesitaba llegar al camino y contarle a Adam sus sospechas. El miedo la hizo temblar y sintió náuseas por lo que pudo haber sucedido.
Empezó a rodear el coche, pero se detuvo. Ahí estaba otra vez. Un débil, pero indudablemente pequeño lloriqueo. Podría haber jurado que provenía de la dirección de la tinaja, pero había mirado en los rincones oscuros antes y no encontró nada. Los potes eran enormes con una abertura bordeada en la mitad de un costado. Su corazón estaba acelerado, Diana miró dentro del primer pote y estaba vacío. Debe haber sido una filtración en el trecho, cuando notó agua goteando sobre la tinaja. Nieve derretida, pensó. Se acercó a la próxima y gritó con sorpresa por lo que vio. En el fondo, podía percibir una pequeña figura, acuclillado en casi un pie de agua. “¿Charlie?” susurró. “Charlie, es la tía Diana. Charlie, querido...vamos, te sacaré de allí adentro”.
El pequeño sacudió la cabeza y retrocedió contra la parte trasera del jarrón. Diana vio una mirada de terror en sus ojos. ¡Qué asustado debe haber estado este niño desde que él y Hannah desaparecieron!
“Está bien, cariño, vine para llevarte a casa. Tú me conoces...yo fui a tu casa la semana pasada”.
Al oír el tono de su voz, levantó la cabeza y dio otro patético gemido. Diana se estiró hacia él y levantó en sus brazos al empapado y tembloroso niño. Su delgado cuerpito se sentía helado y Diana se quitó rápidamente su abrigo y lo envolvió. Con suavidad, abrazó al muchacho. Su cuerpecito tembloroso la movilizó casi hasta las lágrimas. Tenía que mantenerse calmada y preguntarle sobre su hermana. “Charlie, ¿Dónde está Hannah? ¿Cuándo fue la última vez que la viste?
En la penumbra, Diana vio cómo los ojos de Charlie se llenaban de lágrimas y su labio inferior temblaba. “Él se la llevó. Ese hombre gordo. No me gusta”, susurró.
“No, a mí tampoco. ¿Dónde, Charlie? ¿Dónde se la llevó?
“No lo sé. Dijo que tenía planes especiales para ella. Él me golpeó”, tragó con fuerza tratando desesperadamente de no llorar.
El corazón de Diana se contrajo cuando vio sangre en los labios de Charlie. El solo se podría referir a Philip Bolton. ¿Pero dónde estaba Hannah? Adam dijo que encontraron uno de sus zapatos cerca del río. ¿Bolton la había arrojado allí? De repente recordó que Clare estaba sola en la casa con ese monstruo. Si Bolton había matado a Hannah, su amiga estaba en peligro. Diana casi se puso a llorar mientras reflexionaba sobre qué hacer. ¿Debería primero regresar a la casa y sacar a su amiga o llevar a Charlie a un lugar seguro? No recordaba haber estado alguna vez en un dilema como el de este momento. Diana se sentía devastada hasta que de repente recordó las palabras que antes había dicho Clare. ‘Solo una cosa, Diana. Pase lo que pase por favor recuerda usar tu cabeza’. En ese momento, Diana no sabía lo que quiso decir...pero era obvio. Debe haber sabido que algo como esto sucedería...lo había sentido. Con decisión, Diana supo qué tenía que hacer, aunque no le gustaba. Rogó para que Bolton no sospechara nada y que no lastimara a Clare antes de que ella regrese. Seguramente, con dos personas juntas no se atrevería a hacer nada.
Abrazó a Charlie, lo tranquilizó y le dijo que lo iba a llevar afuera. “Debes ser un niño muy valiente y tienes que quedarte quietito. No queremos que el hombre desagradable nos encuentre, ¿Verdad?
Charlie sacudió su cabeza y luego, con su vocecita, le preguntó, “Y mi hermana?”
“Charlie, escúchame. Hay mucha gente cerca de aquí, ellos son mis amigos y están buscándote a ti y a Hannah. Necesito llamar por teléfono y decirles que te encontré. Ellos vendrán y nos ayudarán. Así que primero, te voy a esconder en algún lugar seguro y luego, regresaré por Hannah, lo prometo. ¿Está bien?”
Cuándo él pequeño asintió, Diana sintió que su corazón se le dio vueltas. Solo tenía cinco años, apenas un bebé. Pensó en su hija. Si Poppy hubiera sido secuestrada ¿Cómo lo habría enfrentado?
Capítulo 32
Adam y los equipos de búsqueda iban cubriendo gradualmente hacia el camino. Aparte del zapato de Hannah, no encontraron otra señal de los niños desaparecidos y, el espíritu de todos estaba flaqueando. La mayoría pensaba lo peor, aún sin expresar sus opiniones. Después de siete horas de rastrillar la tierra, no sabían que más podían hacer, pero estaban renuentes a darse por vencidos.
Randy y Wee Willy llegaron al límite de su territorio y comenzaron a ascender la colina. Estaban a una milla del camino que conducía a la casa de Philip Bolton cuando el celular de Wee Willy cobró vida.
“Por fin, tenemos señal. Probablemente esta llamando Adam. No me sorprendería que llame para cancelar la búsqueda”, dijo antes de acercar el teléfono a su oreja.
“¡Di! ¡Sí, sí! ¡Maldición! ¡Es increíble! ¿Qué? Mierda...sí, somos los que estamos más cerca. De acuerdo, copiado. ¡Sí! Es probable que Adam esté fuera de alcance. Seguiré intentando y, con suerte estaremos contigo en alrededor de diez minutos, ¿Está bien? Pero escúchame. Por el amor de Dios, no regreses a la casa. Quédate escondida hasta que lleguemos”.
Cuándo volvió a poner el teléfono en el bolsillo, se lo notaba visiblemente alterado. “¡No me jodas, Randy No vas a creerlo”.
“¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Diana está bien?”
“Sí, ella está bien. Encontró al chico y está vivo. Te lo contaré todo, pero primero tenemos que correr como locos”.
*****
Diana acomodó a Charlie en su cadera, sus piernitas alrededor de su cintura, mientras se asomaba por la puerta trasera del garaje. A Bolton no se lo veía por ningún lado y esperaba y rogaba que aún estuviera adentro de la casa. Respirando hondo, Diana dejó la protección del edificio y corrió a través del paisaje nevado hacia la puerta y el camino. Mientras corría, esperaba escuchar detrás suyo un grito y fuertes pisadas. El terror del niño y el de ella le aportó velocidad y fuerza extra y, a pesar de los lomos de nieve, llegó al final del sendero de Bolton sin contratiempos. Con su respiración entrecortada, desenganchó la puerta y la empujó. El camino estaba helado y resbaladizo en algunos lugares por la nieve derretida que se había vuelto a congelar debido a la baja temperatura de la tarde. ¡Por favor no me dejes caer! El pensamiento se le cruzó por la mente mientras bajaba la pendiente del camino.
Una vez que estuvieron a unos doscientos metros de la casa, Diana disminuyó la velocidad y buscó un lugar seguro y protegido para esconderse con Charlie hasta que lleguen Wee Willy y Randy. Debía mantenerse alejada de la nieve fresca porque las huellas nuevas podrían conducir a Bolton hacia ellos si decidía seguirlos. Excepto de los muros de arenisca y los árboles habituales, no había ningún lugar para ocultarse totalmente. Supuso que Bolton con su figura abultada no podría moverse muy rápidamente, ni le resultaría fácil trepar un árbol. Pensó que si podía ocultar a Charlie en lo alto, estaría a salvo por el momento. Wee Willy dijo que demoraría al menos diez minutos y Bolton podría sospechar y saldría a buscarla.
Había uno o dos algarrobos por la zona y los árboles perennes proveían abundante follaje y un buen espacio alto para cubrir un niño pequeño. Diana le explicó al atemorizado Charlie que parte del plan era que se esconda en el árbol hasta que los amigos de Diana lleguen.
“¿Mi mamá y mi papá están con ellos?” preguntó con voz trémula.
Diana sonrió y le dio un ligero apretón. “Sí. Mis amigos le contaron dónde estás”, le dijo, esperando que William y Debbie estuvieran al tanto de lo que sucedía, porque odiaba la idea de mentirle a un niño. “No será por mucho tiempo. Puedes cubrirte con mi abrigo, pero debes recordar que tienes que quedarte escondido hasta que yo venga a buscarte.
Diana no podía recordar la última vez que había trepado un árbol y por cierto, nunca con un niño pequeño a cuestas. No era fácil, ya que las manos de Charlie y los pies descalzos todavía estaban muy fríos. Él no podía sujetarse y Diana un poco lo empujaba, un poco lo arrastraba a una rama en forma de horqueta desde donde no se caería. Le explicó que esperaría a sus amigos en el camino, un poco apartado del árbol.
Charlie comenzó a llorar de inmediato. “Por favor no me dejes. Tengo miedo de que me encuentre”, sollozó. Al ver su flacucho rostro y sus labios cubiertos de costras, Diana sintió que sólo quería levantarlo y correr hasta el pueblo con él. Pero eso no era ni práctico ni posible. Estaba demasiado lejos.
“Voy a estar justo al lado del muro. “No tardaré mucho. Mira, si observas entre las hojas, me verás. ¿Está bien?”
Finalmente Charlie dejó de llorar. Se aferró a una rama mientras miraba a Diana volver a las piedras descubiertas del camino. Una vez allí, marcó el número de Adam e instantáneamente tuvo conexión. Le explicó en pocas palabras donde estaban ella y Charlie y lo que había encontrado en la propiedad de Bolton.
“Clare cree que Philip Bolton no es otro que el antiguo amor de Debbie, el gerente de la librería, James”.
“Bien hecho. Podría tener razón. Parecía estar cerca de Debbie en aquel entonces y conocía a los niños”.
“Se dice que la mayoría de los asesinatos son hechos por personas que conocen a las víctimas”, agregó ella de forma deprimente.
“El ochenta por ciento”, acordó él. Podía distinguir por su voz entrecortada que estaba corriendo mientras hablaba y esperaba que no estuviera muy lejos de Wee Willy y Randy.
“Y pobre Roger. ¿Qué le habrá ocurrido? Debe haber sido empujado al pozo. Hay mucha agua que corre por él. Yo...espero que la pobre pequeña Hannah…,” no pudo terminar.
“Di, por favor, deja de torturarte. El inspector de la policía local tiene un equipo en el río y, hasta ahora, no encontraron ni a Roger ni a Hannah. No sabemos con certeza qué pasó. Por cierto, ¿Qué te llevó a mirar ahí abajo?”
“La moneda. Era una extraña moneda de dos libras sobre la pared del pozo. Porque Roger colecciona monedas, pensé que era suya. Se debe haber caído de su bolsillo. ¿Estás cerca de aquí?”
“Sí, no muy lejos ahora”.
“Sin embargo, hay algo sobre Bolton que me desconcierta.
“¿Qué?”
“Sus binoculares. No son el tipo que los observadores de aves usan porque son demasiado pesados. Los suyos son unos Steiners muy caros”.
“Tal vez son solo para aparentar. Él sabía que tenía que tener un par para hacer que su falsa identidad se vea bien”.
“Sí, pero estos, ah, ¡Al fin! Wee Willy y Randy llegaron. Te hablaré cuando llegues”.
“Excelente. Ahora recuerda Di, quédate le…”
Diana nunca escuchó el final de la respuesta de Adam, ya que apagó su teléfono y agitó sus brazos como loca para atraer la atención de dos hashers que se acercaban.
Diana no tardó mucho en poner al tanto a Wee Willy y Randy. Habiendo comprendido lo que había sucedido, sus miradas de asombro cambiaron a horror y finalmente a férrea determinación. Ambos eran padres y, la idea de que alguien secuestre a sus hijos o nietos era completamente aberrante.
Diana los llevó hacia el árbol donde estaba Charlie escondido y hablándole suavemente los presentó. Al principio, Charlie parecía aterrorizado al ver a los dos hombres extraños, vestidos con chaquetas y gorros de lana, pero una vez que Diana le explicó que eran sus amigos, se tranquilizó, aunque todavía lloroso.
“Eh, amiguito, no te vamos a lastimar”, dijo Randy mientras se paraban debajo del árbol. “Quédate allí hasta que tú desees bajar y, entonces te ayudaremos”.
“Hay algo que no les dije”, confesó Diana mientras los alejaba unos pies para que Charlie no escuche. “Mi amiga Clare, todavía está dentro de la casa. Ahora, estoy segura que Philip Bolton no sospecha que nosotros sabemos que raptó a Charlie y Hannah y, por eso probablemente ahora este segura. Lo único es que le dije que iba a intentar conseguir señal para mi celular, y ya estuve afuera como diez minutos. Tengo que regresar antes de que piense que ella y yo tramamos algo”.
Randy y Wee Willy parecían horrorizados por su sugerencia. “No. Tú no puedes regresar allí. Algo podría suceder. ¿Qué diría Steve si estuvieras herida? Nunca me lo perdonaría”, dijo Randy con insistencia.
“Yo tampoco”, coincidió Wee Willy. “Sería una locura”.
Diana suspiró. “Miren muchachos. Estoy aterrorizada por el hombre. Tuve evidencia de lo que es capaz de hacer, pero a nosotros dos nos irá mejor que Clare sola. No puedo dejarla”, culminó tragando la sensación de náusea que había surgido en su garganta.
“Tu amigo policía nunca lo permitiría”, dijo Wee Willy sacudiendo su cabeza. “Estarán aquí pronto”.
Diana sabía que tenía razón. A Adam le daría un ataque si supiera lo que estaba planeando.
“En serio, estaré bien. Por favor quédate aquí con Charlie. Yo iré y de alguna manera sacaré a Clare. Puedo estar fuera de su puerta y no entrar. Él no podrá rehusarse a dejarla ir, ¿Verdad?
Los dos hombres se miraron y Diana hizo una sugerencia. “¿Pueden bajar a Charlie del árbol, por favor? Aunque está envuelto en mi abrigo, está congelado. Si se los permite, uno de ustedes podría ponerlo dentro de su propia chaqueta, y él estará mucho más caliente”.
“Buena idea. Definitivamente lo intentaremos”. Mientras Wee Willy y Randy fueron a bajar a Charlie del árbol, cuando se dieron vuelta Diana les sacó ventaja y corrió a toda velocidad hacia la casa, asegurándose de mantenerse sobre el asfalto en las zonas libres de hielo. Cuándo estaba cerca de la propiedad, hizo una pausa y miró hacia atrás. Wee Willy y Randy estaban parados en el camino y, por los gestos agitados de Willy, supuso que estaba al teléfono con Adam. ¡Tenía que comprender! Le intimidaba la idea de regresar al interior de esa repugnante casa y, habría dado cualquier cosa para que esto nunca hubiera sucedido. Pero Clare era su amiga y Diana se sentía responsable.
Como un rayo repentino, Diana acababa de descubrir que la verdad que la molestaba era que Clare creía verdaderamente que Philip Bolton era el viejo amor de Debbie. Diana definitivamente pensaba lo contrario. No sabía como sucedió, pero estaba segura que tenía una prueba. Tenía que advertir a Clare. Rectificó los hombros, pasó una lengua por sus labios secos y con su corazón golpeando contra sus costillas, caminó hacia la puerta. Nunca le fallaría a una amiga.
Capítulo 33
Debbie miró a William con horror. Ella sintió que su rostro drenaba sangre y se agarró del costado de la mesa para sostenerse. ¡Los hashers habían encontrado el zapato de Hannah a orillas del río! ¿Eso significaba que había caído al río? Sacudió su cabeza para aclarar sus pensamientos. ¡No! No había manera de que un niño pudiera caminar tan lejos y, además, la ruta no era fácil, especialmente en la nieve. ¿Pero qué entonces? ¿Cómo el zapato pudo terminar ahí abajo? A menos que...alguien hubiera llevado a los chicos al río. Debbie comenzó a temblar y, luchó por controlarse.
“¿Están buscando en el valle? ¿Dónde está Adam Lovell ahora?” preguntó en voz baja.
“La policía trajo algunos hombres extra y tienen todo bajo control. Adam dejó el área del río y, él y el resto de los equipos de búsqueda están yendo a reunirse en el camino”.
Debbie miró a William. “¿Qué camino?”
“Los nuestros, se están reuniendo en algún lugar entre la casa de Roger y la del ornitólogo”.
Debbie escuchó sus palabras a medias; trataba de no pensar en lo que le podría haber sucedido a Hannah y a Charlie. La casa del ornitólogo...solo lo había visto a la distancia, pero había algo en él que le era vagamente familiar. Cerró sus ojos y pensó en cuándo Clare la había hipnotizado. Recordaba que mencionó haber visto a alguien...¡Santo cielo! En un instante de pura lucidez, Debbie vio la horrenda verdad y se dio cuenta de que podría ser demasiado tarde.
“¿Estás bien, querida?” Preguntó William.
Debbie lo observó. Dejó de temblar cuando comprendió lo que tenía que hacer. “Necesito mis guantes y, los dejé en la planta alta”.
“Está bien. Los iré a buscar mientras tú terminas tu té. Solo será un minuto”.
Tan pronto como comenzó a subir las escaleras, Debbie tomó las llaves que estaban en la mesa del vestíbulo y salió por la puerta trasera hacia los autos que estaban debajo de los árboles. En segundos, estaba detrás del volante y el auto avanzó hacia el camino a sacudones. Era difícil ver por el parabrisas porque la nieve y el granizo formaron una gruesa capa de hielo sobre el vidrio y, el sol no le había dado en todo el día. Debbie subió la calefacción tan alto como pudo y abrió la ventanilla. Desaceleró el auto mientras miraba afuera y activaba el limpiaparabrisas. Lentamente el hielo comenzó a desaparecer y en respuesta, aumentó la velocidad. En un par de minutos empezó a subir por la empinada pendiente. Cuándo aceleró, las ruedas frontales derraparon, lanzando el coche por el camino helado. En pánico, Debbie pisó en freno y el auto hizo un trompo. Gritó asustada y trató de enderezarlo, pero se dio cuenta de que era demasiado tarde. Delante había un muro de piedra. Se las arregló para girar la rueda, pero el impulso del coche la llevó hacia adelante y chocó la pared.
Debbie fue lanzada contra el volante y luego retrocedió. El airbag se expandió inmovilizándola en su asiento. Temblorosa y magullada, apartó la bolsa a un costado, abrió la puerta y trepó sobre el borde nevado. Apenas hizo una pausa para ver el daño en la parte delantera del coche. En lugar de demorarse allí, trató de subir la resbaladiza cuesta hacia el camino de acceso. Debbie patinó y cayó sobre su costado derecho. Ignorando el molesto dolor en la cadera, corrió hacia la casa. Todo el tiempo se decía a sí misma, “Por favor, no permitas que llegue tarde” Recordó seis años atrás, cuándo identificó los cuerpos de Sally y Stuart. Sus caras estaban cubiertas de lodo, tenían unas feas marcas de ligadura marrón oscuro alrededor de sus cuellos, habían sido estrangulados con sus bufandas. ¡Por favor, querido Dios, por favor!
Escuchó un grito a la distancia pero lo ignoró. En lugar de eso, continuó subiendo por el camino hasta llegar a los terrenos de la casa. No se había dado cuenta de cuán alta estaba ésta en la colina. Si tan solo lo hubiera pensado antes. Podía ver su casa bastante claramente; estaba perfectamente posicionada para que alguien observe sus actividades. Al rodear la esquina del edificio que se parecía a un granero, se detuvo. La puerta del frente de la casa estaba entreabierta. Lentamente caminó hacia ella y la empujó para abrirla un poco más.
Hizo una pausa en el umbral, Debbie notó lo sombría que era la planta baja. Desde su sitio, vio que solo estaba iluminada por una luz débil que venía de la puerta entornada y de las cortinas apenas apartadas. Respiraba de manera jadeante y luchó para controlarse. Su corazón latía con fuerza y se sintió aturdida. Un olor a aceite rancio la golpeó...y algo más. Charlie y Hannah habían estado aquí. ¿Pero si era demasiado tarde? Moriría si era como la otra vez. Aún podía ver sus caritas, magulladas e hinchadas por la muerte. Ella era todo lo que ellos tenían, confiaban en ella. Recordó que Sally lloró esa mañana porque no se sentía bien. “Papi me lastimó”, dijo. Claude le dijo a Debbie que Sally se había portado mal...siempre era estricto con ellos y ella se culpaba a sí misma por sentirse siempre cansada. No se atrevía a criticar la disciplina de Claude, pero de alguna manera le creyó a Stuart cuando le dijo que Sally para nada se había portado mal.
Cuándo estaba por entrar, escuchó un suave llanto detrás de ella y flaqueó. Dio medio giro y vio a Diana corriendo hacia ella.
*****
“¡Espera! Debbie, no entres allí”, dijo con un resoplido.
“Debo...Charlie y Hannah...”
“¡Charlie está seguro! Lo encontré y está con los otros, mis amigos. El está bien, Debbie”.
Debbie se bamboleó al escuchar sus palabras. “¿Charlie está seguro? Y...Hannah? ¿Qué hay de Hannah?” susurró.
Al alcanzarla, Diana colocó una mano sobre su brazo. “No lo sé. Si ella está...si ella está viva, creo que está aquí en algún lugar. Charlie dijo que Philip Bolton los separó”.
“¡Bolton! Ese no es su nombre real, ese bastardo. Si lastimó a mis chicos, como lo hizo la otra vez, juro que lo mataré yo misma”.
“Sé que no es. Pero Debbie, tenemos que ir con cuidado. Es muy peligroso y Clare está adentro. “No quiero arriesgar su vida también. ¿Por qué no esperamos que llegue Adam Lovell? Estará aquí con refuerzos en minutos”.
La cara de Debbie se llenó de agonía cuándo escuchó las palabras de Diana. “No puedo. La última vez cometí el terrible error de confiar en alguien y no puedo permitir que suceda nuevamente. Voy a entrar”.
“Entonces voy contigo”. Diana se agachó hacia la pila de leños que estaban cerca de la puerta y seleccionó uno considerable. “Armada y peligrosa, estoy justo detrás tuyo”, dijo dándole una sonrisa reconfortante, incluso si ella sentía algo menos. Su corazón estaba golpeando tan fuerte su pecho que pensó que Debbie podía oírlo. Luchó contra el miedo, dejando de lado su creciente nausea. Nunca había estado tan aterrorizada.
Ambas mujeres respiraron profundamente y Debbie empujó la puerta para abrirla. Al principio no pudo ver a nadie en la lúgubre habitación y luego, cuándo Dianna empujó para sobrepasar a Debbie, dio un grito ahogado. Clare estaba en la misma posición en que Diana la había dejado, solo que esta vez estaba atada y amordazada. Después de mirar rápidamente por toda la habitación para asegurarse que Bolton no las estaba por atacar, Diana se lanzó sobre ella. Clare estaba tirada sobre un lado con su cabeza manchada con sangre.
“¡Oh no, Clare!” Diana se sintió enferma de desesperación, rogaba que Clare no estuviera muerta. No debió haberla dejado sola con ese bastardo enfermo.
Desgarró la cinta que rodeaba su boca para darle aire y luego tomó su muñeca. Pudo sentirle un pulso débil, apenas perceptible.
“¿Está...está viva?” Debbie preguntó con voz muy baja.
Diana asintió. “Apenas. Puedo sentir un pulso débil”. Presionó suavemente el pecho de Clare para tratar de despertarla antes de desatarle las muñecas. “Clare. Clare ¿Puedes escucharme?” Cuándo lo hizo, notó un rollo de lana de algodón debajo de su chaqueta. Diana lo sacó y lo olió. Un olor dulce empalagoso flotó bajo su nariz. ¡Cloroformo! Le rememoró la casa de su abuela cuándo solía sacar el tarro de Thawpit para limpiar las chaquetas de su abuelo. Diana inmediatamente se alejó de Clare y abrió la puerta para que entre el aire fresco.
Estaba tan preocupada por la condición de Clare que no notó que Debbie estaba subiendo las escaleras. Diana trató de despertar a Clare una vez más y suspiró aliviada cuando sus párpados se movieron..
“Di” susurró. “Lo siento, pero él supuso que lo perseguíamos. Me atrapó con sus binoculares. Quería saber cuánto se podía ver de la casa de Debbie y debe haber atado cabos. Me gritó y luego, me...me golpeó con un atizador. Tienes que contarle a los demás que no es realmente Philip Bolton, es James y…” ella trató de moverse y gritó de dolor.
“Silencio, quédate donde estás, perdiste mucha sangre. Es mi culpa...no debí haberte dejado y ahora estás herida. Y estoy segura que Philip Bolton no es James”.
“Qué se pudra el maldito. Tienes que llamar por ayuda. ¿Te...te comunicaste? ¿Qué quieres decir, que no es James?
“Sí, me comuniqué, están en camino y adivina qué? Encontré al niño, Charlie. Está seguro, en el camino con los hashers”.
Clare hizo una débil sonrisa antes de que nuevamente caiga inconsciente. Diana notó con alarma que su herida estaba sangrando copiosamente y rápidamente se quitó su chalina de seda del cuello y la anudó alrededor de la cabeza de Clare. No podía hacer nada más hasta que llegue la ayuda y, con ese pensamiento en mente, buscó a Debbie.
*****
Debbie corrió por las escaleras, sin hacer ruido en la superficie de baldosas. En la parte superior, vaciló, preguntándose en qué habitación buscar primero. Giró a la izquierda y caminó hacia la primera puerta. Abrió la puerta completamente y miró el voluminoso perfil que estaba de espaldas a ella. Haciéndose a un lado, vio que estaba sosteniendo con una mano a una pequeña silueta que luchaba sobre la cama, se reía mientras con la otra mano sacaba una bufanda de su bolsillo y comenzó a enrollarla alrededor del cuello de la pequeña de pelo oscuro.
Debbie pudo observar un par de ojos aterrorizados, el pelo rebelde de Hannah; la pequeña niña petrificada se había hecho encima y el hedor alcanzó las fosas nasales de Diana.
“¡Déjala ir!”
El hombre saltó de la cama y giró. Sus ojos estaban enloquecidos, ardiendo con un deseo profano y malvado. La obesa masa de carne se irguió. Debbie estaba impresionada de ver la bufanda de Hannah apretada alrededor de su cuello, de ver a su hija acostada impotente en la cama, media galleta de jengibre aplastada a su lado.
Observó cómo la expresión de desconcierto fue reemplazada por una desagradable fealdad. “¡Tú!” Casi se desmayó, era la voz que recordaba. La voz que trató de olvidar por seis años. Se lanzó amenazadoramente hacia ella. Debbie tenía que moverse y rescatar a su hija. Tenía que llegar a ella antes de que se ahogue.
Él se lanzó sobre ella y ella saltó hacia un lado, sintiendo que agarraba con fuerza su brazo. Debbie gritó y juntos cayeron contra el marco de la puerta antes de caer al piso. Ella sintió un golpe en la cabeza y sintió la sangre al morderse el labio inferior. El dolor era cegador y por instinto, ella golpeó con la rodilla su entrepierna. Su cara se distorsionó en agonía y por un instante, el puño se aflojó. Ella lo evadió cuando su rostro se acercó al suyo...era gordo y de un color enfermizo y pastoso, ni parecido a lo que había sido hace seis años. En aquel entonces era esbelto, incluso apuesto. ¡Pensar que una vez lo amó! Sus rasgos eran ahora hinchados y engrosados, pero su olor era el mismo...
Juntó coraje, se lanzó hacia adelante y trató de darle cabezazos. Con un aullido de rabia, él se tiró a un costado y le dio un puñetazo a un lado de su cara. Ella gimió, pero se las arregló para rodar hacia la cama. Se levantó y se lanzó hacia Hannah, moviendo sus dedos desesperados para aflojar la bufanda. Cuando escuchó la respiración jadeante de su hija, Debbie giró para emprender un nuevo ataque. Él agarró su brazo y ella se sintió enferma por la proximidad del cuerpo expuesto del hombre.
Con un resoplido salvaje, la arrojó por la habitación y ella aterrizó aturdida y sorprendida, su boca era un desastre de sangre, lágrimas de dolor y terror rodaron por su rostro. Mientras permanecía allí indefensa y aturdida, él se inclinó sobre Hannah y la levantó. Debbie gritó. Con la pequeña bajo un brazo, dio la vuelta y tomó a Debbie por la garganta. Ella sintió que perdía el conocimiento cuando sus dedos presionaban su tráquea, cuándo abruptamente su mano aflojó la presión. Sintió ahogarse y alguien gritó su nombre. ¡Diana! Trató de responder pero solo pudo hacer un graznido.
*****
Cuándo Diana se dio cuenta que Debbie estaba perdiendo, supo que tenía que llegar a ella antes que lo hiciera él. Oyó golpes y ruidos sordos sobre su cabeza y luego el grito de Debbie. Sin pensar, Diana brincó, agarró el leño que había recogido antes y corrió por las escaleras. En segundos, estaba contemplando la violenta escena ante ella, la cara roja de Debbie, y la mano de él estrangulandola para quitarle la vida. Levantó el tronco y lo estrelló sobre su cabeza.
Con un movimiento fluido, él retrocedió y giró, rugiendo de rabia. Vio una gran mano que se formaba en un puño a la que no pudo evitar y la golpeó en el hombro. Diana se tambaleó por el golpe; vio la sangre que fluía de donde ella lo golpeó y levantó su arma otra vez. Él le pateó las piernas desde abajo y, como Diana cayó al piso. ella lo vio tomar a Hannah por la cintura y salir hacia la puerta.
Diana lo escuchó retumbar por las escaleras. Se levantó de un salto y ayudó a Debbie a sentarse. “Tenemos que ir tras él”, gritó.
Debbie asintió y trató de responder, pero su voz era rasposa. “No debe escapar”. Ambas mujeres se pararon. Debbie se veía mareada y Diana tomó su brazo antes de sacarla de la habitación. Bajaron las escaleras tan rápido como se atrevieron y salieron. Diana escuchó un chillido lastimoso y vio con horror que había destapado el pozo, estaba apoyado y sostenía a Hannah contra él.
“Bájala, Claude”, dijo Diana entrecortadamente. Con el rabillo del ojo detectó movimiento detrás del muro perimetral y aguardó con esperanza que fueran Steve y Adam. Confiaba en ellos más que nadie. “Dije que la bajes. Se acabó. La policía está aquí y tú no puedes huir”.
Desde dónde ella estaba parada, podía escuchar su áspera respiración, el sonido agudo era más como una risita. “Déja de mentirme, mujer”, dijo. “No veo a la policía”. Intentó hacer un paso hacia él y sintió a Debbie a su lado.
“Claude, no lo hagas. Por favor, Claude. sal de allí”, Debbie gruñó, mientras sostenía una mano en su garganta.
Diana vio otro vago movimiento, pero no se atrevió a apartar los ojos de Claude y Hannah. Por ahora, él estaba completamente posado contra el muro. Con horror, recordó lo profundo que era. Si arrojaba a Hannah, no sobreviviría.
“Bolton. Te tenemos en la mira. Bája la niña y aléjate del pozo”, la profunda voz de Adam atravesó el espacio entre ellos. Los ojos de Diana rotaron involuntariamente hacia el sonido y vio a Adam, William y Steve a punto de correr unos cuarenta pies de distancia e intervenir. La distancia es demasiado grande, pensó con pánico. Nunca alcanzarán a Hannah a tiempo. Arriesgó otro paso hacia Claude, sintiendo a Debbie casi pegada a su lado.
Estaba a apenas diez pies de él. Diana miró a Debbie y parpadeó tres veces. En una silenciosa cuenta de tres, ellas saltaron hacia él.
Diana intentó asir su pierna, pero la pateó salvajemente en el pecho. Sintió la gruesa suela de la bota en sus manos y casi trastabilló por la fuerza. Ignorando el pánico, gritó, “Claude, dámela”.
Mientras Diana estaba peleando su propia batalla, Debbie saltó hacia su hija. “Claude, por favor no. Te ayudaré. Estás enfermo. Por favor detente”. Hannah estaba llorando en los brazos de él. Su llanto atemorizado salía de sus pulmones. “¡Mami!”
Diana desgarró la chaqueta de Claude cuando se agarró firmemente de él. “Por favor detente”.
Claude gruñó con frustración porque ambas mujeres entorpecieron su plan. Todavía tenía a Hannah sujeta. Su gruñido finalizó abruptamente cuando estalló con una risita fresca y dejó que sus piernas oscilaran sobre el pozo. Sentó a Hannah al lado de él y la sostenía con una mano. “No te acerques, pequeña”, le dijo a Debbie. “La arrojaré si lo haces. Dile a todos que se vayan. Nadie me va a tocar”.
“Claude. Te ayudaré. Dámela, por favor”. Debbie acercaba sus manos con las palmas hacia arriba.
Él rio de manera insensible. “Tú no ayudarás. No, tú quieres que me maten”.
“No...no quiero. Realmente quiero ayudarte”. Debbie estiró una mano, manteniendo su voz deliberadamente calma y relajante. Dio otro paso hacia el pozo y sollozando con terror, Hannah le estiró sus pequeños brazos.
Claude cambió su peso y cuándo lo hizo, algunas piedras del borde superior del pozo se tambalearon. Él soltó a Hannah cuando rápidamente colocó sus manos abajo, buscando apoyo. Debbie se lanzó hacia adelante los últimos metros y tomando a Hannah, la arrebató de la pared pero hacia los brazos de William. Diana se agarró de la chaqueta de Claude, al mismo tiempo que Adam y Steve se zambulleron hacia él.
Capítulo 34
El fuego resplandecía en la cocina; un cálido olor a esencia de pino llenaba la habitación, mezclado con el aroma de café fresco.
Diana recordó la escena que había dejado más temprano. Con rastros de haber llorado, pero exultante, Debbie estaba sentada en el sofá, sosteniendo a los dos niños. Uno sentado a cada lado, los abrazaba con sus brazos de manera protectora. Hannah se durmió rápidamente, su resfriado ha hacía roncar. Charlie ahora estaba calmado después que le contó, primero a Adam y luego a la policía, todo lo que recordaba.
Había dicho con su pequeña vocecita cómo, ‘ese agradable hombre que nos trae huevos intentó ayudarme. El hombre desagradable lo golpeó con un hacha y yo me escondí en la tinaja grande. Estaba helado y oscuro y lodoso adentro, pero tenía miedo de hacer algún ruido y que el hombre me hiciera lo mismo a mí. Lo siento, mami, pero me hice pis encima’. Se veía afligido por su accidente.
Diana observó a la madre y luego al hijo. La cara de Debbie estaba magullada y maltratada por su paliza y el labio hinchado dónde se había mordido. Charlie tenía un moretón feo en su frente, pero aparte de eso, se veía físicamente indemne. Afortunadamente, a Hannah no la tocó. William estaba mirando a su esposa y a los chicos con una mezcla de adoración y amor. Un tic nervioso que Diana nunca le había visto antes, hacía que se levante su ojo izquierdo. Podía ver que él tenía problemas en mantener sus emociones bajo control. Aunque la familia estaba segura y otra vez juntos, Diana sabía que las lágrimas que habían derramado antes volverían por muchos días. Era tiempo de que todos fueran a casa y dejen a la familia recomponerse. Necesitaban un tiempo solos antes de que los medios lleguen. Diana se tocó sus lesiones y se estremeció. Tuvo suerte, salió de esto sin nada más severo, pero pasarían unos días hasta que se sienta ella misma nuevamente.
Steve notó su movimiento y sugirió dejar a Debbie y a William solos. Diana los miró y sonrió; siempre supo lo que estaba pensando.
*****
Diana se acomodó en la silla mientras Steve volvía a llenar su taza de café. Adam estaba reclinado en el sofá, con sus brazos rodeando a Clare de manera informal. A pesar de que el hospital quería retenerla en observación, juró que estaba bien y se recuperaría mejor con una noche en su ‘propia’ cama. La mamá de Steve y Poppy estaban arropadas y seguras en sus habitaciones, completamente exhaustas por los eventos del día anterior. Diana suspiró. Gwen era tan distinta a su hijo y, ella sabía que su visita la iba a volver totalmente loca. Ella quiso decir, aparte de su intromisión, realmente sólo necesitaba algo para ocupar su día. Sus pensamientos volvieron a Poppy. Nada parecía peor después de pasar la noche con su amiga. Diana la abrazó y la apretó fuerte al regresar, prometiendo en silencio que nunca la perdería de vista cuándo esté jugando en el jardin. Quizás Gwen se sentiría más útil si conociera mejor a su nieta. Parecía que ya habían hecho buenas migas.
Adam miraba pensativo y Diana sabía que iba a suceder las últimas horas. Recibió una llamada telefónica de cortesía del Inspector Christopopodoulou pero no había divulgado nada aún. Tampoco dijo nada sobre la decisión de Diana de dejar a Clare con Claude Brookes, pero ella sabía que se lo merecía.
“Gracias, querido”, le dijo a Steve. “Ahora ven y siéntate. Debes estar cansado después de hoy”.
“No tan cansado como debes sentirte tú. Te ves espantoso...altos niveles de adrenalina te golpean cuando te desmoronas".
“Gracias. En realidad, ahora que estoy en casa y vi a Poppy y, sabiendo que atraparon al asesino, no me siento tan mal”.
Adam se puso de pie, le dio al fuego un fuerte toque y luego se inclinó contra la repisa de la chimenea. ¡Ah-Ah! ella pensó, aquí viene.
Él aclaró su garganta antes de hablar, como siempre lo hacía según recordaba Diana. Algunas cosas nunca cambian, pensó con cariño.
“Espero que todos quieran saber lo que le sucedió a Claude Brookes. Por suerte, hizo una declaración confesando el asesinato de sus hijos, Sally y Stuart, hace seis años. De manera extraña, también admitió su responsabilidad por la muerte de los padres de Debbie, algo que no vi venir”. Frunció el seño, enojándose consigo mismo.
Diana se enderezó. “¡Lo sabía! Sabía que tenía algo que ver con sus muertes”.
Steve y Adam se sorprendieron con sus palabras. “¿Cómo?”
“Bien, piensa en cuándo Clare hipnotizó a Debbie. Me pregunto si ella conservará ese nombre. No creo que me acostumbre a Yvonne ahora, ¿Podrían ustedes? De todas maneras, ella dijo que su mamá y su papá estaban actuando raros. Pensó que estaban preocupados por algo, posiblemente algo sobre su salud. Ellos visitaron a Debbie y a Claude y su madre la apartó y le preguntó como andaba su relación. ¿Eran pareja? Ella continuó, si recuerdo bien, dijo que pensaba que Claude era un poco viejo para ella y que Debbie había cambiado su peinado y su vestimenta. Pensaba que era más apropiado para chicas jóvenes. Debbie dijo que Claude le elegía las ropas”.
Diana hizo una pausa cuándo pensó en la noche anterior, de repente se sintió cansada. “Más tarde, Claude le preguntó a Debbie sobre qué habían hablado, ella rio y le contó que pensaban que necesitaba modernizar su guardarropas. Cuándo sus padres se estaban yendo, el papá sugirió que era tiempo de que fuera a casa por un corto lapso porque la veían muy poco y necesitaban hablar. Claude de repente recordó que había olvidado algo en el campus y se fue en su coche poco después de ellos. Luego Debbie recibió una llamada diciendo que habían muerto en un accidente automovilístico. La pista real era que el auto de Claude aparentemente había sido robado. Supuse que él los había seguido, los sacó del camino y abandonó su auto”,
Steve y Adam se miraron y admitió sus conjeturas con un doble asentimiento. “Bien hecho”, dijo Steve con una sonrisa.
“Una fantástica noticia es que ninguno de los niños Frost fueron abusados sexualmente. Charlie tenía un moretón feo, pero aparte de eso tuvieron suerte”, continuó Adam. Todo el mundo suspiró con alivio después de escuchar estas palabras. El abuso sexual era algo que todos temían escuchar. Esto, reflexionó Adam, era lo que hacía que su trabajo valga la pena. Con tanta miseria en el trabajo, odiaba cuándo tenía que decirle a los padres que su hijo estaba muerto o herido. "Sólo espero que Debbie pueda dejar el pasado atrás. ¿Tú crees que necesitará mucha ayuda?” preguntó Diana.
Clare se metió en la conversación por primera vez. Tenía un vendaje en su cabeza que le cubría las suturas y una media elastizada sobre su tobillo. Se veía exhausta. Diana lo decidió en ese momento, así que ella y Adam se mudarían y pasarían una semana con ellos. “No lo creo, en realidad. Debe ser fuerte para sobrevivir los horrores por los que atravesó. Si ella es suficientemente fuerte, saldrá de esta última prueba y podrá vivir una vida normal”.
“Líbranos de todo mal”, dijo Diana. “¿Y el pobre Roger? ¿Brookes confesó su asesinato también?”
Adam asintió. “También hay algo más. Algo bastante horrible. Después de que atrapamos a Brookes y porque encontraron el zapato de Hannah cerca del río, comenzaron allí una búsqueda y en el pozo. La policía no había tenido tiempo todavía porque ahora está oscuro y, odio decirles esto, sospechan que van a encontrar a un número de chicos desaparecidos en el pozo o en el lecho del río.
Hubo un suspiro de espanto colectivo.
“Creen que Brookes puede ser el responsable de la desaparición de por lo menos otros seis niños”.
“Dios mío”, dijo Diana. “Uno cada año que estuvo aquí. ¡Qué monstruoso!”
“Sí y también, repasaremos las viejas notas de su caso en casa. ¿Cuántas muertes de otros niños relacionaremos con él?” Adam lucía desolado mientras hablaba.
“Creo que todos necesitamos un trago y no me refiero a más café”, dijo Steve, dejando el lado de Diana y yendo hacia las licoreras. “¿Quién quiere un buen trago de algo fuerte?”
Mientras Steve repartía bebidas a todos, Diana pensaba en lo afortunados que fueron al llegar a la casa de Brookes a tiempo. Si era un asesino serial, seguramente iba a matar a los dos niños. Ella bebió un sorbo de brandy y puso mala cara. Era algo que raramente bebía, pero la ocasión lo ameritaba. Todos se sentaron y reflexionaron.
“Tuve la intención de preguntarte, Diana. Ambas estuvimos de acuerdo anoche que el sospechoso era James, el antiguo novio de Debbie. ¿Cuándo cambiaste de opinión?” Clare preguntó.
Diana se tomó el tiempo para ordenar sus pensamientos.
“Sí, me estuve preguntando eso, también”, dijo Adam. “No me digas que fue una corazonada otra vez”.
Lo miró de manera fulminante antes de poner su atención en Clare. “Fue algo gradual. Muchas pequeñas pistas seguían apareciendo y las cosas no tenían sentido. Todos estábamos de acuerdo en que el asesino tenía que conocer a los chicos y él había asesinado a los otros hijos de Debbie porque mencionó que fueron estrangulados con sus propias bufandas. Solo el asesino sabía eso. ¿Le habría contado Debbie a James esa evidencia vital? ¿Le habría hablado durante el juicio?”
Todos murmuraron concordando. “Muchas cosas se centraban en Roger y su desaparición. Me contó que se iba a casa por un corto tiempo y nunca regresó. Roger usaba una bufanda amarilla peculiar, la que yo posteriormente encontré en el pozo, toda ensangrentada por las heridas en la cabeza causadas por el hacha de Bolton. Dijo que había visto a Bolton ese día entre su casa y la de Debbie. Estaba ‘cómodo en su coche’, fueron sus palabras. Está bien, no había nada malo en eso, pero Bolton estuvo afuera durante esa fatídica mañana. Diana hizo una pausa y observó la habitación. Todos parecían temblar. Sabían lo que le había sucedido a Roger, por lo que había dicho Charlie, pero él solo era un niño. Escuchar esto de primera mano de Diana era chocante.
“Cuándo encontré la moneda de dos libras cerca del pozo, llegué a la conclusión de que era de Roger. Fue esto lo que centró mis sospechas y me hizo mirar hacia dentro.
Steve asintió. “Roger había estado coleccionando monedas rara por años”.
“Puedes llenármelo, por favor”, preguntó sosteniendo su vaso vacío. Todavía se sentía un poco inestable. Mientras Steve hacía los honores, Diana continuó.
“Entonces supongo que la última pista encajó en su lugar y mis sospechas se confirmaron cuándo entré en la casa de Bolton con Clare. ¿Qué hombre soltero tiene el libro de cuento de hadas de un niño escondido a un lado de los cojines del sofá? Y vi de sus provisiones desparramadas por el suelo un frasco de espuma de baño para niños de una marca muy conocida”.
Clare inmediatamente se sentó con una extraña mirada en su cara. “¡Agua!”
“¿Cuál es el problema? ¿Te sientes débil?” Adam se paró de un salto.
“¡No...no! Siéntate. Quiero decir que todo se centraba en el agua...como expliqué después de que hipnoticé a Debbie. Dije que cuándo entramos a la casa de Debbie tuve el presentimiento de que el agua estaba involucrada”.
“No creo que la espuma de baño sea un buen ejemplo”. Adam se burló.
Clare giró hacia Diana. “Tú recuerdas. Anoche, cuándo nos tomamos un descanso, me acerqué y te dije que tenía un presentimiento incómodo, pero sabía que tenía algo que ver con el agua”.
Diana miró a Adam y luego a Steve. “Ella tiene razón. Lo hizo. Y luego hoy, cuándo estábamos buscando, Clare dijo que no podía quitarse de encima una sensación de agua muy verdadera”. Volvió a mirar a Clare. “Si recuerdo dijiste algo como, ‘Es como si...estuviera a mi alrededor, sofocándome, fría, tan fría, rugiendo e hirviendo y girando...es tan tangible’”.
Clare asintió, mientras Steve y Adam se miraron. No era que no le creyeran, era solo un poco incómodo y espeluznante.
“Y entonces Roger fue arrojado al pozo en el agua, el zapato de Hannah estaba cerca del río y...y la espuma de baño y el agua de la bañera-” Clare no pudo continuar.
“Charlie estaba en el agua helada de la cerámica. Y hasta yo me caí en un arroyo y me empapé los pantalones”, terminó por ella Diana.
Hubo un silencio mientras pensaban sobre lo que habían dicho las dos mujeres.
Después de un minuto o dos, Adam aclaró su garganta. “Bien, odio tener que decir esto, pero ¡No sé si puedo lidiar con dos sabuesos femeninos a alrededor mío! Te vas a quedar en Chipre ¿Verdad Diana? Sus palabras rompieron la seriedad de la situación y todos sonrieron.
“Supongo que Brookes o Bolton como lo conocemos debe haber llevado a los primeros hijos de Debbie en su auto. Porque era su padre, ellos fueron por propia voluntad”, dijo Steve después de una pausa. "Aunque creo que Debbie suprimió el hecho de que estaban asustados de él. Me pregunto qué estaba haciendo el bastardo cuando golpeó a Sally después de que presuntamente se había comportado mal”.
“No vayas allá, querida”, le dijo Diana pensando en su pequeña hija, segura y arropada en la cama en la planta alta. “En realidad pudo haber sido James, ya que conocía a los chicos muy bien”.
“Pero no era”.
“No”.
“Así que, esto es lo que tenemos. Otro crimen resuelto”, dijo Adam sonriendo en dirección a Diana. “Excepto por una cosa que no hemos mencionado. Se supone que Brookes se había ahogado o suicidado cuando asesinaron a sus hijos. Debe haberlo organizado”.
“Sí y eso me lleva a mi último factor decisivo”.
“¿Cuál es?” todos preguntaron a coro.
“La mayor revelación fueron los binoculares de Bolton. Los dejó en la sala de estar y los observé bien. Eran un par de Steiners muy costosos”.
“¿Sí?” Todos la miraron con expectativa.
“Bueno, el par que él tenía es mayormente utilizado por los navegantes. Brooke era un navegante...te apuesto cualquier cosa que eran sus prismáticos de navegar. Cuándo hundió su bote, no logró deshacerse de ellos. Son demasiado pesados para observar aves”.
“Cómo dije antes, alio crimine solvitur”, repitió Adam.
Un trozo de madera se movió en la estufa, enviando una lluvia de chispas. Mientras hablaba, Diana miraba sus manos apoyadas en su falda. “Creí que te enfurecerías conmigo, Adam, por dejar a Clare sola en la casa con él. Odié hacerlo y estoy segura que tendré pesadillas durante semanas, pero tuve que hacerlo. Cuándo regresé con Debbie, estábamos asustadas, pero teníamos que ver si Hannah estaba adentro. Estaba segura que tú me volarías los sesos por ser impulsiva y estúpida”.
Adam pasó un minuto entero observando a Diana antes de elegir sus palabras con cuidado. “Me preocupé por ti, me preocupé por todos. Pero, Diana, tú hiciste lo que creíste era lo correcto y tú, tuviste el valor de tus convicciones. Reforzaste tu determinación para continuar a pesar del gran peligro. El coraje es algo raro, pero tal vez es la más grande de las virtudes. Tú sabes, creo que si no tuviéramos esa virtud dentro nuestro, entonces no tendríamos ninguna seguridad para preservar a otros. No, Diana, actuaste con tu propia fortaleza y sabiduría y no puedo condenarte por eso”.
Fin
Por favor Tweet/Facebook, “ATRAPANIÑOS” cuándo hayas terminado haz correr la voz.
Si disfrutaste esta novela por qué no leer estos otros
libros de FAITH MORTIMER:
Hasta la fecha Faith ha escrito y publicado:
‘THE ASSASSINS’ VILLAGE’. (1º novela de la serie Diana Rivers). Una novela de misterio ambientada en los montes Troodos de Chipre. ¡Este libro de bolsillo y eBook de 93.000 palabras fue elegido en el sitio de Harper Collins / Authonomy entre más de 8000 libros como el Número 1!
‘CHILDREN OF THE PLANTATION’. (2º en la serie Diana Rivers), una novela de misterio, ambientada en la exótica Malasia durante las décadas del 60 y 50 y el presente. La historia se refiere a una familia cuyos oscuros secretos amenazan con destruirla.
‘THE SURGEON’S BLADE’. (3º en la serie Diana Rivers) Este thriller psicológico es tenso y electrizante y garantiza ¡Mantenerte al borde de la silla!
‘¡CAMERA ACTION…MURDER’! (4º novela de la serie Diana Rivers de novelas de Misterio/Suspenso). Diana se encuentra en peligro después de descubrir un cuerpo...¿Será ella la próxima víctima?
‘THE BAMBOO MIRROR’. Una colección ecléctica de historias cortas que incluyen: fantasmas, asesinato, misterio, romance y codicia.
‘A VERY FRENCH AFFAIR’. Romance, Angustia y Suspenso ambientado en la hermosa costa sur de Francia.
'THE SEEDS OF TIME – BOOK 1 of THE CROSSING'. Acción-Aventura más Suspenso Romántico.
'HARVEST – BOOK 2 of THE CROSSING' Continúa del libro 1. Acción-Aventura lleno de suspenso romántico.
‘DEVIL’S BRAE’ (1º novela de la serie de Thriller ‘Mentes Oscuras’) - Un Thriller Psicológico ambientado en las remotas tierras altas escocesas.
‘ON CHRISTMAS HILL” A Seasonal Affair – A veces el destino necesita una mano…..... El romance florece en Navidad.
“A DEADLY LEARNING” - La 6º novela de misterio “Diana Rivers” - Cuándo la autora y detective aficionada, Diana Rivers viaja a Portugal de vacaciones, el asesinato es lo último en su mente.
Un extracto de las dos novelas de acción & aventura de Faith Mortimer “The Crossing”
The Seeds Of Time – Book One of The Crossing
por FAITH MORTIMER
Dedicatoria
A los valientes hombres de las Fuerzas Costeras de la Marina Real Británica que sirvieron con valentía y distinción durante la Segunda Guerra Mundial.
Prólogo
Alemania 1945
Billy reunió sus tesoros y los puso al final de su litera destartalada en el refugio diecinueve. No había mucho que reportar en la reclusión de tres años a manos de los alemanes a veces brutales, pero sus tesoros representaban su vida y lo que es más importante, su alma. Pensó en los refugiados que habían pasado por las puertas de su campamento: los ancianos; mujeres con niños; bebés en los brazos; los heridos, quemados y aterrorizados y los desquiciados. Todos huían de los horrores, los cristianos entre ellos luchando por creer y reconciliar su fe religiosa con los excesos a sangre fría de los nazis y los asesinatos en masa.
Billy consideró sus lamentables pertenencias: Tarjetas de Navidad de Penny, sus cartas estrictamente censuradas y su simple pero evocativa poesía, el juego de cartas casero, dos cigarrillos, la hebilla de cinturón del soldado alemán - Dieter - y la flauta de Nathaniel. Nathaniel. Billy sacudió la cabeza con pesar y luchó contra la familiar sensación de asfixia que le surgía en su garganta cada vez que pensaba en ello. Apartó sus pensamientos oscuros y continuó seleccionando sus posesiones. Tomaría la mayor cantidad de ropa que pudiera llevar. No tenía nada pesado. Había regalado su Biblia, afortunadamente a alguien que le daría mejor uso que él. Reunió sus cosas, las ató en un paquete con su suéter descolorido y zurcido y lo puso sobre su hombro. Estiró su espalda, levantó su cabeza, y se puso tan erguido como le permitía su pierna. Me marcharé de aquí con orgullo, pensó. Él y sus camaradas se formaron en filas y marcharon elegantemente hasta las puertas. Los débiles y enfermos eran apoyados por sus colegas más fuertes, sus espíritus en aumento. No sabían a dónde estaban yendo, pero tenía que ser un lugar mejor que éste.
The Seeds of Time
C a p í t u l o 1
El Atlántico 2005
Richard supo que no tenía elección. Tenía que ser ahora; nunca tendría otra oportunidad. Respiró profundamente y empujó la cubierta húmeda de su yate. Con auténtica determinación, se lanzó a la red de rescate. Golpeó el agua y, su torso inferior desapareció en la espuma negra que parecía agarrarlo y apretarlo. De alguna manera, se las arregló para estirarse y como agarró la red áspera con un brazo, sintió la malla a su alrededor. El barco se sacudió y esta vez, estaba completamente inmerso en aguas profundas. Lo que parecía minutos más tarde, irrumpió a la superficie, tosiendo y ahogándose, los ojos le picaban por la sal. Sujetando su otra mano alrededor de la red, Richard se aferró como una lapa. El agua, aterradoramente negra, rugía y silbaba en sus oídos. Supo que tenía que trepar la red de rescate rápidamente, porque su energía se estaba esfumando a gran velocidad y las condiciones no iban a mejorar.
Movió un brazo más arriba, encontró un peldaño y se subió, gruñendo por el esfuerzo que hacía. Sus manos sangraban por cortes recientes se estrelló contra los ásperos percebes adheridos al casco del barco. La fatiga lo abrumó rápidamente. Los últimos días de incalculable estrés y la falta de sueño estaban cobrándole peaje. Apretando los dientes, pudo subir otro pie en la red y luego a fuerza de voluntad, se impulsó hacia arriba peldaño tras peldaño. Escuchó los distantes gritos de aliento de la tripulación arriba e hizo una pausa. Levantó la vista y vio una línea de rostros observándolo. Su adrenalina aumentó y con renovado vigor, al fin, afortunadamente se desplomó sobre el puente del barco.
Totalmente agotado por su calvario, Richard permaneció allí sin creer dónde estaba. El agua fluía de su cuerpo y él sabía que pronto se filtraría hasta los huesos y comenzaría a sentir el frío. Tosiendo y vomitando agua de mar, Richard se incorporó, de repente notó ante él el anillo de robustas botas de mar. Intentó pararse y sintió fuertes brazos que lo sostenían. Apretó las piernas para resistir el movimiento de la cubierta y miró a su alrededor. Un círculo de caras ansiosas lo observaban: un barbudo corpulento que asumió ser el capitán, cuatro o cinco miembros de la tripulación y un Toby de tez cenicienta. El capitán aclaró su garganta para hablar.
Nuevamente, Richard miró a su alrededor y lo anticipó diciendo con voz ronca ‘¿Dónde está Connie? ¿Dónde está mi esposa?’ Su voz era vacilante y sintió que su corazón golpeaba salvajemente en su pecho. Hubo un silencio. Nadie habló. Todos los sonidos se alejaron de él. Estaba como en un deslizamiento de ensueño y la realidad era demasiada extraña para comprenderla. Se sintió como si sus acciones se estuvieran frenando, como si estuviera en una película en cámara lenta que pasaba cuadro por cuadro. Todo llevaba una eternidad: una mano se apoyó en su hombro, una frase dicha lentamente por alguien, pero todo visto con un enfoque dolorosamente claro, claramente definido. La imaginaba fláccida entre sus brazos, con la cabeza echada hacia atrás y la curva de su garganta tan hermosa. Se había ido.
El mundo lento se tornó rojo carmesí. Giró salvajemente en su eje y luego se apresuró a tragarlo mientras su cabeza dio contra la cubierta dura con un golpe.
*******
Algún tiempo después, Richard luchó por limpiar la neblina de su cerebro. Cada vez que extendía la mano y arañaba la negrura que lo rodeaba, volvía a caer en su propio infierno violento. Se lanzó y se volvió en delirio sobre la litera empapada de sudor donde la tripulación lo había colocado después de que se había derrumbado en la cubierta exterior.
El médico del barco examinó raudamente la herida en la cabeza de Richard, desestimándolo como una laceración menor. El doctor del barco estaba más preocupado por el estado de la mente del paciente cuando recobró la conciencia. Mientras observaba a Richard y escuchaba sus llantos febriles por lo que había sucedido, sólo podía adivinar las pesadillas que rondaban su cerebro. Por lo que Toby le había contado, el médico sabía un poco de lo que había sucedido en el viaje del yate, y sacudió la cabeza con piedad mientras se preguntaba cómo iba a hacer frente a esto. Richard tenía todo a su favor, le habían dicho y ahora esto. ¿Cómo diablos todo había salido mal?
Capítulo 2
Richard William Barker no se podía sacar la idea de la cabeza de que había algo. No se había dicho nada, pero ahora, al terminar de hablar con su amigo, Toby Ellis, se sentía nervioso. Richard pensó en lo que Toby le había dicho.
“¿Adivina qué? Sabía que estabas esperando que saliera el nuevo software de navegación y tiré algunas cuerdas con mis amigos de Oceantech. Me dieron una muestra para que la pruebes en el mar por ellos. Yo estuve pensando, tengo permiso para tomarme unos días, y pensé que lo sacaría para ir a Tenerife en vez de confiar en el puesto. De todos modos, la pieza probablemente no te llegaría antes de que zarpes para cruzar el Atlántico. Los veré a ambos mañana. El vuelo arriba a media tarde y tomaré un taxi para ir a la marina. Debo decir que espero verte a ti y a Connie para tomar un poco de sol. El clima aquí está espantoso en este momento”.
Aunque a Richard le gustaba Toby, reconocía que su amigo a veces era egoísta y generalmente cumplía su propia agenda, así que Richard tenía todo el derecho de sospechar. Hizo una pausa en la cubierta del yate y sacudió la cabeza. ¡Qué diablos! Probablemente no había nada y estaba siendo paranoico. Toby simplemente le estaba haciendo un favor al entregarle el software y usar Tenerife como excusa para disfrutar algo del sol de invierno. Una vez que Richard y Connie zarparan, no dudaría en mudarse al hotel más elegante de la isla y echaría un vistazo a su alrededor buscando alguna hermosa mujer para pasar el tiempo. Richard se rio. Toby era un demonio en asuntos de mujeres y ninguna mujer menor de cincuenta estaba segura por lo que a él respecta. Richard no sabía cómo lo había conseguido. Decidió que necesitaba una cerveza fría antes de que Connie regrese de hacer las compras y hurgó en la nevera hasta que encontró lo que estaba buscando. De todos modos, se merecía diez minutos de descanso.
Richard llegó a la cabina de su hermoso y bien equipado yate, Ellentari y, observó la cubierta. Sintió un cosquilleo de placer cuándo pasó una mano sobre el suave adorno de caoba barnizado. Este viaje iba a ser la aventura de su vida y había planeado hasta el mínimo detalle. Por lo que él podía decir, nada quedó librado al azar u olvidado, y estaba tan enroscado como una primavera anticipada.
Los planes a largo plazo de Richard se unieron de manera agradable. Tenía todos los ingredientes necesarios: el tiempo, el dinero y, una socia exitosa que se complementaba con él por tanto tiempo que pasaron juntos. Después de un embriagador y apasionado matrimonio, Richard y Connie Barker se establecieron con sólo una tormenta ocasional que interrumpió su relación estable. Richard amaba a Connie, no había dudas sobre sus sentimientos hacia ella, pero siendo bastante inexpresivo, generalmente guardaba sus sentimientos más profundos para sí.
Richard había puesto sus intereses empresariales en las manos confiables de su gerente, sabiendo también que con la tecnología de hoy podía mantenerse en contacto diario si era necesario por teléfono y correo electrónico satelital. La casi inminente partida de Tenerife causó su cautela. En un día o más, si todo iba bien, habrían completado todas las tareas necesarias y los preparativos del barco. Prepararse para un largo y prolongado crucero les había tomado más de un año. Planeaban dejar la seguridad de las aguas de las Islas Canarias y navegar a través del Océano. En otras palabras, tenían que cruzar 2.800 millas del Atlántico en un pequeño barco. Se sabía que era un mar vasto, solitario y a veces inhóspito, pero era una aventura que un navegante aficionado había emprendido sin contratiempos, disfrutando absolutamente el desafío y el logro final.
Con casi todo en su lugar, Richard estaba ansioso de partir para cumplir el sueño de su vida de capitanear su propio yate a través de uno de los grandes océanos del mundo y enfrentar todos los desafíos personales que surjan. No sabía de dónde venía este profundo anhelo, pero la mayor parte de su vida había sentido un deseo casi abrumador de salir, comprar un barco y explorar. Ahora el sueño estaba comenzando y dando sus frutos, ya que Richard y Connie finalizaron sus preparativos para la aventura que planearon.
Richard se sentó contemplando la condensación en su lata de cerveza mientras corría lentamente por el exterior, formando un pequeño anillo húmedo en el posavasos. Mientras lo limpiaba con la mano, pensaba en Toby y otra incómoda ola de duda lo atravesó. Suspiró y bebió un sorbo de cerveza.
A Connie no le apasionaba la navegación como a Richard. Ella prefería mucho más divisar tierra firme. Sin embargo, aprovechó la oportunidad de abandonar su trabajo como enfermera de la sala de cirugía y estaba disfrutando enormemente el lujo recién descubierto de ser su propia jefa. Connie descubrió que en realidad tenía tiempo para ella. Después de haberse matriculado en una clase de buceo antes de salir de Inglaterra, deseaba explorar los fabulosos arrecifes de coral alrededor de las Islas Vírgenes Británicas. Connie había redescubierto su talento adolescente para la pintura y tenía ganas de capturar sobre el lienzo, el colorido Caribe. A bordo del Ellentari, su cómoda cabina amueblada, con su litera doble escandalosamente grande, tenía un armario entero dedicado a sus talentos artísticos. Quería disfrutar. La navegación sería del interés de Richard con Connie haciendo su parte.
Tan pronto como terminó su cerveza, Richard miró su reloj, pensó que ya era tiempo de que regrese, pero fue premiado con la visión de Connie caminando por el pontón de madera.
“Hola, cariño. “Te ves un poco acalorada. ¿Quieres una bebida fría?”
Connie se quitó las sandalias y le entregó un par de bolsas de plástico a Richard. “Sí por favor. ¿Puedes llevar estas verduras abajo por mí? ¿Qué estás tomando? ¿Cerveza?”
“Sí. ¿Quieres una?”
“Um. En realidad, preferiría un Campari y una naranja fresca, por favor”.
“Campari y naranja saliendo”.
Richard bajó para llevar los productos frescos, mientras Connie se sentó sobre un almohadón de pluma y suspiró con alivio.
“¿Conseguiste todo lo que necesitabas? le preguntó después de reunirse con ella en la cubierta.
“Sip. Creo que tenemos suficiente comida como para resistir un estado de sitio y definitivamente, hay más de lo que vamos a necesitar. Creo que entré un poco en pánico”.
Richard se rio. “Estoy seguro que comeremos todo. El aire de mar abre el apetito”.
Richard miró a su esposa con un profundo afecto familiar. Pequeña, de cabello oscuro y pulcra, así era su aspecto exterior. Tenía casi cinco pies y cuatro pulgadas de altura descalza y tenía un cuerpo esbelto. Sus piernas estaban bien formadas, subían hasta un pequeño y firme trasero, una cintura diminuta y, senos perfectos. Del tamaño de una mano, diría Richard. Un poco más grande sería un desperdicio. Recientemente se había cortado el pelo corto, porque se quejaba de que el cabello largo le causaría mucho calor en el clima tropical. Su pelo recién cortado estaba un poco rizado por el aire salado y atractivamente enmarcaba sus ojos azul violáceos. Connie disfrutó su refrescante Campari y el jugo de naranja. Los cubitos de hielo tintinearon contra el cristal cuando lo levantó para tomar un sorbo y ella disfrutó de la ligera amargura del espíritu fortificado que contrastaba con la dulzura de la fruta. Pilló a Richard evaluándola y levantó las cejas.
“¿Qué?”
“Nada”.
Le tocaba a ella reírse. “Tienes algo en mente. Te conozco tan bien. ¿Qué sucede?”
“No, de verdad, no pasa nada”. Tomó un trago de cerveza de la lata.
“¿Entonces por qué estás tan pensativo?”
“Toby llamó hoy”.
“¿Oh? ¿Qué quería?”
“Nada. Llamó para decir que había conseguido el software para el radar”.
“Está bueno. ¿Qué va a hacer? ¿Enviarlo a Antigua?
“En realidad, no. Dice que como le deben una licencia, va a volar mañana con él. Planea…” Richard hizo una pausa. ¿Qué planea hacer Toby?
“Continúa”.
“Bien, eso fue todo. Supongo que como habló de tomar sol, se quedará aquí. Conoces a Toby. Puede costearse un hotel decente y le encantará estar rodeado de mujeres”.
Debbie sonrió y sacudió la cabeza. “Es tiempo de que siente cabeza. Incluso debe estar cansado de explorar el terreno.
Richard pensó en su amigo antes de responder. “Tienes razón, debería, pero no estoy seguro de que esté de acuerdo. Probablemente está demasiado aferrado a sus costumbres como para conseguir una pareja estable. Por lo general, se cansa de ellas antes de que se conviertan en algo serio.
“Bueno, no es nuestro problema”.
“¡No realmente! ¡Estaremos fuera en dos días, explorando el mundo! Ahora ¿Dónde comeremos esta noche?”
*******
Decidió cenar en la plaza en Santa Cruz. Connie era amante de los mariscos y adoraba probar las tapas locales y las ostras. A esto le seguía un delicioso besugo grillado solo con aceite de oliva y hierbas, acompañado con un blanco chispeante Marqués de Cáceres, uno de sus vinos favoritos. A Richard le apetecía un bistec y fue bien recompensado con un trozo de filete tierno, que se derretía en la boca. Decidieron renunciar al café, prefiriendo pasear de la mano por la plaza empedrada de regreso al yate, disfrutando de la suave y refrescante brisa nocturna. Al llegar a su pontón, el Ellentari brillaba en la luz de luna plateada, con su alto mástil y esparcidores elevándose hacia el cielo negro azulado. Girando hacia Connie, Richard la rodeó con su brazo y le dio un suave beso en los labios.
El enorme orbe dorado del sol había desaparecido hacía mucho tiempo y había arrojado largas sombras de color malva profundo sobre las colinas circundantes. Fue “otro perfecto día en el paraíso” usando el cliché más trillado de los navegantes pero real. Richard decidió que todo estaba perfecto.
*******
Mientras tanto en Inglaterra, Toby Ellis ya había escogido su equipo de navegación y estaba clasificando metódicamente lo que era y lo que no era apropiado para los climas tropicales. Definitivamente no, fue su equipo a prueba de agua y manchado por el mar, más conocido en los círculos de navegación como oleosos. Las costosas botas de navegar de cuero podían quedarse en casa también. Llevaría su propio chaleco salvavidas y el arnés porque le ajustaban bien, y los sentía cómodos. Los zapatos para la cubierta solo eran necesarios para cuando soltaran amarras, luego los pies descalzos estarían la orden del día. Eligió muchas camisas de mangas cortas y shorts de baño. ¿Dónde estaba su pasaporte? En el gabinete del baño, encontró loción bronceadora de factor treinta y otra más ligera para usar cuándo ya estaba más aclimatado al sol tropical. Por supuesto necesitaría varias tarjetas de crédito y algunos dólares en efectivo. Los que podía recoger en el aeropuerto. ¡Fácil!
Toby sabía que estarían de acuerdo en que los acompañara en su aventura, especialmente Richard, después que lo acorraló y le explicó que sería más fácil la tripulación en lugar de solo dos. Pensó en decirle “Connie estaría mucho más feliz si sabe que hay dos hombres fuertes a bordo en todo el trayecto”. Sería fácil persuadir a Connie. Para él tenía un punto débil, y la encontraba bastante linda; pero generalmente para él, la mayoría de las mujeres eran bastante lindas. Eran una de sus debilidades. Este pensamiento lo llevó a recordar lo que había ocurrido antes ese mismo día en el trabajo y cómo se había encontrado en esta posición, para su satisfacción.
*******
Esa mañana gris y lúgubre de Londres, Toby estaba revolviéndose bajo el látigo ácido de la lengua de su socio principal.
“Por el amor de Dios, ¿Qué demonios crees que estabas haciendo?” irrumpió. “Michael ya tiene suficientes problemas al estar casado con una mujer joven y tener que mantenerla satisfecha sin que tú andes metiendo tu nariz”. Enojado hincó su dedo en Toby. “Y, además, ella es todo para él y nada para ti. Tú solo la perseguiste porque podías, y francamente, ¡Tu comportamiento me parece asqueroso!” vociferó.
Thomas se recostó pesadamente en su silla giratoria de cuero y miró a Toby con evidente desprecio. Esta vez, Toby había ido muy lejos. Como socio principal en Holmes y Benton, Contadores Públicos, Thomas tenía que asegurarse que Toby comprenda el significado de su mala conducta. En realidad, no pudo forzarlo a detener su amorío con la desafortunada joven esposa de Michael, pero pudo apartar a Toby de la exposición cotidiana a Michael
«A Michael sólo le quedan seis meses antes de retirarse y quiero que disfrute de su último tiempo con nosotros. Además, quiero que aprecie su merecido retiro. No fue fácil para él perder a su primera esposa por un tumor en el cerebro y, creo que merece algo mejor que esto. Tú, por lo que sé, nunca sufriste una gran pena en toda tu vida. Andas con las mujeres a un ritmo desagradable y nunca consideras las consecuencias. Puedes llamarme anticuado si quieres, pero construí esta compañía de la nada y, mis socios de larga data merecen más respeto. Tengo una alta estima por Michael”. Hizo una pausa y respiró profundamente. Thomas estaba claramente furioso.
Toby trató de protestar, pero Thomas levantó su mano para detener su voz. “No, no quiero escuchar ninguna protesta. Michael es completamente inocente en esto y ya se le causó suficiente dolor. Esto es lo que te propongo y tienes una de dos opciones. Aceptas o rechazas y abandonas la nómina de esta empresa. Tu trabajo es bueno, pero como asociado, eres prescindible. Sin embargo, espero que aceptes, ya que normalmente tenemos una buena relación de trabajo y tienes talento para trabajar bajo presión. También, a diferencia de Michael, tienes unos cuantos años antes de retirarte. Entonces, mi sugerencia es que mientras Michael trabaja sus últimos seis meses, tú te tomas unas vacaciones durante ese tiempo. Un sabático si te gusta. Una vez que todo se haya calmado y Michael se haya retirado, tú puedes regresar y reanudar tu carrera. ¿Bien? ¿Qué dices?” Puso sus codos sobre su escritorio de caoba y lo observó.
Toby al principio se sorprendió con esta propuesta y quiso discutir su caso, pero algo en la férrea mirada de Thomas, lo detuvo. Era un viejo parlanchín y Toby consideró que no era más que un gran revuelo sobre una mujerzuela. No se consideraba culpable. No era una joven y delicada virgen y, aunque era la esposa de otra persona, lo había alentado. Pero le gustaba trabajar para la firma y sabía que Thomas tenía en mente asociarse con él más adelante. Así que, se mordió la lengua, logró mirar compungido y asintió con la cabeza.
Además, Toby prefería ir al grano y ella había cedido demasiado rápido. Realmente todo fue pan comido. Pensó fugazmente en cuántas otras mujeres jóvenes aburridas había - ricas, mimadas y sentadas solas en su casa. Después de todo, consideró que se había librado fácilmente. Y encima, podía disfrutar de seis meses fantásticos. ¡Excelente! Qué gratificación y lo que había para entretenerse. Al dejar sus oficinas, Toby ya tenía formulado un plan en su mente rápida y retorcida.
Su amigo, Richard, estaba en Tenerife, ocupado preparando su yate para su próximo viaje transatlántico. Toby había pasado y disfrutado muchos fines de semana con Richard y su sensual y hermosa esposa, Connie. ¿Y si pudiera persuadir a Richard para que lo dejara ir con ellos como tercer miembro de la tripulación? ¡El invierno en el Caribe podría ser tremendo!......................................................
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Finalmente, Si disfrutó ‘Atrapaniños’, le agradecería mucho que considere publicar una reseña en el sitio web de la tienda de libros electrónicos. Solo unas pocas líneas serían muy apreciadas. ¡Las reseñas son la sangre del comercio de un autor y tienen más influencia de la que podrían darse cuenta!
Muchas gracias.